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iraquíes no están preparados


[Tina Susman] Asesores de las fuerzas iraquíes dicen que estas se derrumbarían sin el apoyo de Estados Unidos.
Base de Besmaya, Iraq. Grupos de soldados iraquíes se acurrucan junto a las puertas de dos pequeñas casas al otro lado de un estrecho sendero. Blanden sus AK-47. Están listos.
Echan abajo las puertas a patadas, irrumpen violentamente y empiezan a revisar los cuartos a la búsqueda de rebeldes, apuntando con sus armas a medida que se mueven como cangrejos por las laberínticas estructuras.
"¡Alto, alto, alto!", aúlla alguien en inglés desde una pasarela encima de ellos.
Es el teniente primero del ejército norteamericano, Andrew Fuller, tratando de romper con un hábito potencialmente letal de los soldados. En allanamientos simultáneos, lado a lado como estos, a menudo terminan con los soldados apuntándose con sus armas unos a otros.
"Las órdenes de avance deben ir siempre en la misma dirección", explicó Fuller a través de un intérprete cuando los equipos iraquíes se reagrupaban en el polvoriento callejón para intentar otro método.
Durante casi tres años, adiestrar al ejército iraquí ha sido una de las principales prioridades de las fuerzas armadas norteamericanas. Y durante un periodo casi igual, los oficiales norteamericanos la han considerado una de sus principales frustraciones.
Ahora que el presidente Bush debe soportar una firme presión para empezar a retirar las tropas norteamericanas de Iraq, el gobierno está enfatizando una vez más la necesidad de adiestrar a las fuerzas iraquíes para que se encarguen de la seguridad del país.
Pero a pesar de algunos signos de progreso, tanto los iraquíes como sus asesores norteamericanos en este campo de adiestramiento son francos en cuanto a lo que queda por hacer: Si las tropas norteamericanas debiesen retirarse demasiado pronto, el ejército iraquí se derrumbaría, dice la mayoría de ellos.
"Francamente, creo que será todo un reto que el país siga estando unido", dijo el teniente coronel marine, William Redman, principal asesor del campo.
"He visto anarquía, y ahora mismo estamos al borde de ella. Si nos marchamos ahora, será un caos en uno o dos años", dijo el sargento primero retirado, Jerry Massey, un veterano de 21 años que enseña a los iraquíes a reconocer el peligro y responder ante él. "Como mínimo, tendremos que quedarnos unos cinco años más".
Retirarse demasiado pronto significa diferentes cosas para diferentes personas en Besmaya, una antigua base del ejército iraquí que se extiende por un tramo barrido por el viento en el desierto color caqui al sudoeste de la provincia de Diyala. Ahora la base está destinada al adiestramiento de tropas iraquíes, que llegan aquí para períodos de tres semanas de adiestramiento intensivo antes de ser desplegadas en la capital para reforzar la campaña de seguridad norteamericana-iraquí iniciada a mediados de febrero.
Sin embargo, la mayoría entiende que por varias razones pasarán años antes de que los iraquíes estén preparados a defender su terreno.
La principal razón es la desintegración de la seguridad iraquí, que ha creado un país asolado por la violencia religiosa y una resistencia que incluye a grupos leales a al Qaeda en Iraq. La resistencia ha atraído a combatientes extranjeros con un nivel de sofisticación que supera a la mayoría de las tropas iraquíes.
Las tropas del ejército iraquí voluntario han demostrado ser imprevisibles. Muchos se alistaron con la idea de que serían estacionados cerca de casa, explicó el general Ali Ghidan Majeed, comandante de las tropas terrestres del ejército iraquí. En lugar de eso, debido a la creciente violencia, han sido desplegados en Bagdad, la provincia de Al Anbar y otros lugares remotos. Eso empuja a algunos a desertar, dijo Majeed.
Además, la paga es baja y a veces se retrasa, debido a problemas administrativos, lo que según Majeed lleva a muchos soldados a salir con el permiso mensual para no volver nunca más.
"Estamos avanzando paso a paso", dijo durante una visita a Besmaya. "Pero mi mensaje es que necesitamos a las fuerzas de la coalición en Iraq. Las necesitamos un montón: para al adiestramiento, para los suministros, para la dirección de nuestro ejército".
Ese no es el mensaje que el presidente Bush y otros partidarios de la guerra quieren enviar. Aunque se oponen al proyecto de ley que exige un calendario de retirada de las tropas norteamericanas, también deben hacer frente a una creciente oposición pública a la guerra, en la que desde marzo de 2003 han muerto al menos 3.355 soldados norteamericanos, de acuerdo a la página web icasualties.org, que lleva el conteo de las bajas norteamericanas en la guerra.
Nadie niega que se han hecho progresos en la formación de las fuerzas armadas iraquíes. El ejército tiene diez divisiones, y los asesores dicen que los nuevos reclutas muestran una dedicación para aprender y servir que supera de lejos las actitudes de la mayoría de los oficiales más antiguos.
Muchos continúan adiestrándose y sirviendo, incluso sin paga, y el campo de Besmaya ofrece instalaciones modernas que los transforman en mejores soldados. Mientras están allá, están lejos de las distracciones de casa. Incluso se les requisan los celulares.
Majeed reconoce que en el ejército existen divisiones religiosas, pero dice que esta rama de las fuerzas de seguridad iraquíes es mucho más cohesiva que las otras.
"Tienes que verlo en el contexto", dijo el general de división del ejército norteamericano, Dana Pittard, que supervisa los equipos de tropas norteamericanas que están trabajando y viviendo junto a las fuerzas iraquíes para mejorar su rendimiento en el campo de batalla.
"A principio de 2005, había dos divisiones del ejército iraquí. Ahora tenemos diez divisiones muy capaces, y estamos trabajando en la once y doce. Así que en los últimos dos años ha habido un gran progreso, aunque todavía no logramos lo que queremos", dijo.
Sea en la corneta desafinada que saludó a los generales iraquíes y norteamericanos en Besmaya, o en la evaluación de las prácticas de terreno, los obstáculos a los que hacen frente los iraquíes y sus asesores norteamericanos se hicieron evidentes.
Uno de los principales retos, explicó Fuller, es dar instrucciones a los iraquíes que no violen sus tradiciones culturales -por ejemplo, que no frunzan el ceño cuando las órdenes se les gritan. La postura de decir las cosas a la cara que es más efectiva a la hora de lograr que los educandos aprendan rápidamente, aquí es inaceptable, especialmente cuando vienen de personas tan jóvenes como Fuller, que tiene 25 años.
Si un soldado está tratando de ponerse al día, los asesores lo llevan aparte y, a través de un intérprete, le explican calmamente lo que debe hacer. Esto toma tiempo, y hay poco tiempo para formar a estos soldados para que sobrevivan los peligros en Bagdad.
En un curso de obstáculos diseñado para dar a los soldados una idea de lo que tendrán que soportar en el terreno, Massey da instrucciones para romper con los malos hábitos. Entre ellos está la tendencia de los soldados iraquíes a no cubrirse cuando son atacados. Maniquíes pintados para que se parezcan a rebeldes armados brincan de la arena mediante un artefacto de control remoto frente al vehículo de Massey. "Les gusta dar vueltas y disparar contra los blancos", dice Massey.
Los iraquíes no han desarrollado todavía el equipo de trabajo coordinado que se enseña a las tropas norteamericanas, dijo, mencionando su conducta durante instrucciones para simular la explosión de una bomba en la calle al paso de un convoy.
Las tropas norteamericanas están preparadas para proporcionar protección al vehículo impactado.
"Los iraquíes hacen algo totalmente diferente", dijo Massey. "Simplemente escapan". Eso deja al vehículo impactado a merced del fuego enemigo, que es lo que ocurre generalmente después de que un vehículo es impactado por una bomba, y eso prácticamente garantiza que haya bajas.
Fuller dijo que otro problema que él ve es la corrupción y holgazanería de los oficiales más antiguos que sirvieron durante la dictadura de Saddam Hussein.
"Pero ahora estamos empezando a ver a oficiales más jóvenes, y ellos están causando un gran impacto", dijo.
Uno de esos recién llegados es el sargento Mohammed Khamis, parte del batallón iraquí de Kirkuk que estaba en sus últimos días de adiestramiento antes de su despliegue en Bagdad. Aparte los problemas de la paga, dijo Khamis, los hombres que estaban con él estaban dispuestos a hacer cualquier cosa e ir a cualquier lugar. Sin embargo, dijo, todavía no estaban preparados para hacerlo solos.
Dijo que los iraquíes todavía necesitaban a los norteamericanos en las calles de Bagdad.
Incluso los más optimistas, como Pittard, dicen que es el deber de Estados Unidos cerciorarse de que el caos que se originó con el derrocamiento de Hussein no termine destruyendo a Iraq.
"Llegamos aquí en 2003. No podemos abandonar... a este país como si fuera un estado fracasado. Si nos marchamos, se hundirá en el caos", dijo Pittard. Dijo que recién en enero se podrían juzgar los progresos del plan de seguridad de Bagdad, pero no la capacidad de las tropas iraquíes de hacerse cargo de todo el país.
El comandante iraquí de Besmaya, el coronel Abbas Fadhil, asintió. Fadhil fue el primer soldado en alistarse en el nuevo ejército iraquí el 21 de julio de 2003, y se hace eco de las acusaciones de la Casa Blanca de que gran parte de la violencia que ahora asola Iraq está siendo provocada por Irán. Si Estados Unidos se marchara, Irán entraría al país y lo devoraría, dijo.
"¿Sin Estados Unidos? ¿Pelear solos? ¿Que sólo pelee el ejército iraquí? Esa no es una buena idea", dijo Fadhil, abriendo sus ojos ante la idea. "Necesitamos tiempo para adiestrarnos, para recibir suministros. Necesitamos por lo menos siete años". Incluso mejor, dijo, necesitamos cincuenta años.

susman@latimes.com

3 de mayo de 2007
©los angeles times
©traducción mQh
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