Blogia
mQh

así no se rinden cuentas


[Bob Woodward] Después de todo, pese a todo, fue Tenet quien dijo, como jefe de la CIA, que Iraq poseía armas de destrucción masiva.
En su extraordinaria, importante y a menudo, y sin tener la intención de serlo, irrefutable memoria, George Tenet, ex director de la CIA, describe una reunión con Condoleezza Rice, entonces asesora de seguridad nacional, dos meses antes de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001. Con detalles mucho más vívidos, emotivos y poco o no conocidos, Tenet escribe que había recibido un informe de inteligencia ese día, el 10 de julio de 2001, sobre la amenaza que representaba al-Qaeda, que "me ponían literalmente los pelos de punta".
De acuerdo a ‘At the Center of the Storm', Tenet cogió el teléfono, insistió en reunirse con Rice sobre la amenaza de al Qaeda, y corrió a la Casa Blanca con su subdirector, Cofer Black, y un informador conocido solamente como ‘Rich B'.
"En las próximas semanas o meses habrá un importante atentado terrorista", le dijo Rich B a Rice, y el atentado sería "espectacular". Black agregó: "Este país debe ponerse en pie de guerra ahora mismo". Dijo que el presidente Bush debía dotar a la CIA de los poderes necesarios para emprender nuevas acciones encubiertas para perseguir a Osama bin Laden y su organización, al Qaeda. Después del encuentro, el informador de Tenet y el subdirector "se congratularon uno al otro", escribe Tenet. "Al fin, pensaban, el gobierno les había prestado atención".
Aunque Tenet se reunía casi todos los días con el presidente Bush para entregarle su informe de inteligencia y ponerlo al día sobre los informes sobre amenazas -"acceso extraordinario", lo llama-, según su relato no llevó directamente la petición de actuar "ahora" al presidente.
Durante su entrevista por televisión en ‘60 Minutes' de la CBS, emitida el 29 de abril, el corresponsal Scott Pelley dio en el clavo con la crucial interrogante que Tent no responde en su libro: "¿Por qué no le dice al presidente: ‘Señor presidente, esto es terrible. Tenemos que hacer algo ahora?'", preguntó Pelley a Tenet.
"Porque el gobierno de Estados Unidos no trabaja de ese modo", replicó Tenet. "El presidente no es el oficial a cargo. Tienes que dirigirte al asesor de seguridad nacional y a la gente que le pone la mesa al presidente para que decida sobre políticas que ellos van a implementar".
Guau. Esta es una confesión asombrosa. Estoy bastante seguro de que el presidente Bush o cualquier otro presidente, por lo demás, se consideraría a sí mismo o a sí misma como el oficial a cargo cuando se trata de proteger al país del terrorismo. Ya puedo ver a los candidatos presidenciales de 2008, prometiendo: "Yo seré vuestro oficial a cargo del contraterrorismo y la seguridad".
Para ser justos con Tenet y la CIA, hay que decir que habían estado trabajando durante años en todo el planeta, a menudo con éxito, desbaratando redes terroristas. Pero Tenet tenía que haber sido el mensajero instantáneo del Despacho Oval en el verano de 2001. Su lapso y aparente decisión de no entregar la petición de un plan de acción al presidente mismo, no quiere decir que se pudieron haber evitado los atentados del 11 de septiembre de 2001. Pero el fracaso no revela las limitaciones de Tenet. Él era el oficial de inteligencia del presidente, el más alto funcionario responsable no solamente de proporcionar información, sino también de elaborar posibles soluciones a amenazas.
Un líder dedicado, a menudo innovador y fuerte, querido por muchos en la CIA, Tenet sin embargo era obstaculizado por la visión del mundo de los burócratas, entorpecidos por la tradicional cadena de mando, convencidos de que "la relación más importante del director de la CIA con cualquier funcionario de gobierno es generalmente la que tiene con el asesor de seguridad nacional".
No. Su relación más importante es con el presidente.
El modo en que llegó a su posición es decidor. El director de personal del Comité de Inteligencia del Senado, entonces el director de inteligencia del Consejo de Seguridad Nacional en la Casa Blanca de Clinton y luego subdirector de la CIA, se convirtió en director de la CIA en 1997 fundamentalmente porque las primeras opciones del presidente Clinton no pudieron ser confirmadas. Una persona fuerte, Tenet hizo montones para mejorar la moral de la CIA y elaboró un programa para su reconstrucción, pero en estas memorias de sus siete años como director de la CIA, se pregunta si acaso estaba a la altura de la tarea. "Ninguna experiencia previa me había preparado para dirigir una organización tan grande como esta", escribe. "Yo no era Jack Welch, y lo sabía".
Sin embargo, Tenet obtuvo importantes triunfos, muy especialmente en la planificación y ejecución del asalto paramilitar para expulsar a al Qaeda de su santuario en Afganistán en las semanas y meses después del 11 de septiembre de 2001 -en lo esencial, la acción que había propuesto a Rice en la reunión del 10 de julio de 2001.
Revelación total: Como reportero de este diario, en discusiones con Tenet le he instado muchas veces a escribir sus memorias y, después de que renunciase a la CIA, pasé incluso un día con él y su co-autor Bill Harlow, a fines de 2005, para hacerle preguntas que él trataría de responder. Sobre todo, yo esperaba que nos ofrecería retratos íntimos de los dos presidentes a los que sirvió como director de la CIA -George W. Bush y Bill Clinton. En lugar de eso, acató la regla de los directores de la CIA: proteja al presidente a toda costa.
Dicho eso, varios capítulos individuales justifican el precio del libro: El capítulo 14, ‘Quieren cambiar la historia' [They Want to Change History], explica los persistentes intentos de al Qaeda y otros grupos terroristas de obtener armas estratégicas de destrucción masiva, incluyendo armas nucleares. Su lectura es espeluznante, y Tenet argumenta convincentemente que para Estados Unidos el terrorismo interior no ha terminado. El capítulo 15, ‘El mercader de la muerte y el coronel' [The Merchant of Death and the Colonel], es un escalofriante resumen del desmantelamiento de una red clandestina de tecnología nuclear dirigida por A.Q. Khan, el padre del programa nuclear paquistaní.
Tenet es franco en cuanto a cómo usaba la CIA regularmente el dinero para apresurar la captura de fugitivos de al Qaeda. "Entrábamos a la oficina de alguien, le dábamos las gracias y le dejábamos una maleta llena de crujientes billetes de cien dólares, a veces más de un millón de dólares en una sola transacción".
También proporciona informaciones adicionales sobre el hecho de que el equipo de seguridad nacional de Bush no funcionaba bien y sus miembros no se comunicaban muy bien entre sí o en absoluto. Esta falta de comunicación se hace evidente en su propia interpretación de decisiones cruciales: "Para mí, uno de los grandes misterios es cuándo exactamente la guerra en Iraq se hizo inevitable", escribe. No sabe cuándo decidió Bush declarar la guerra. Pero escribe que en septiembre de 2002, "todavía no se había decidido hacer la guerra" y que para diciembre de 2002 la "decisión de ir a la guerra ya se había tomado". No aporta ninguna evidencia ni declaraciones que respalden esas afirmaciones, y creo que se equivoca en la última fecha. (De mis propios reportajes y entrevistas con Bush y otros participantes claves, creo que Bush decidió finalmente ir a la guerra a principios de enero de 2003).
El 26 de agosto de 2002, siete meses antes de la invasión de Iraq, Tenet dice que le sorprendió completamente que el vicepresidente Cheney dijera en un discurso ante los Veteranos de Guerras en el Extranjero que "no hay ninguna duda de que ahora Saddam Hussein tiene armas de destrucción masiva". Cheney estaba efectivamente emitiendo su propio Estimado de Inteligencia Nacional -estaba metiéndose en el territorio de Tenet. "El discurso también iba más allá de lo que permitían nuestros análisis", escribe Tenet, y reconoce que debió habérselo dicho a Cheney en privado.
A decir verdad, Tenet debería haber hecho un escándalo sobre un tema tan importante, en privado y en público. Escribe que su silencio implicó aceptación. Pero cinco semanas más tarde, Tener entregó el famoso Estimado Nacional de Inteligencia, de noventa páginas, que llegaba esencialmente a la misma y errónea conclusión de que "Bagdad posee armas químicas y biológicas".
Una de las fijaciones más desconcertantes de Tenet tiene que ver con su afirmación ante el presidente y el gabinete de guerra del gobierno, el sábado 21 de diciembre de 2002 (tres meses antes de la guerra), de que era definitivo [slam dunk]que Iraq poseía armas de destrucción masiva. Esto fue publicado por primera vez en mi libro ‘Plan de ataque' [Plan of Attack], de 2004.
Tenet rechaza la versión que publiqué yo, reconociendo ahora que había dicho que Iraq poseía armas de destrucción masiva, pero negando que se hubiera levantado del sillón en el Despacho Oval y levantando los brazos. La reunión fue "esencialmente una reunión de márketing", escribe, para decidir qué tipo de datos de inteligencia se podían hacer públicos para probar que Iraq poseía armas de destrucción masiva. Dice que mi versión "provocó una hoguera mediática, y yo era el tipo que iba a ser quemado en ella".
Con los años, Tenet ha recorrido toda la gama de comentarios posibles sobre su conclusión de que Iraq poseía sin lugar a dudas armas de destrucción masiva, negando primero que lo hubiera dicho, y, más tarde, diciendo que no lo recordaba pero no iba a poner en duda que hubiera ocurrido. En 2005 participé en un foro público con Tenet en Los Angeles ante una audiencia de cinco mil personas. Interrogado sobre su slam dunk, replicó: "Son las palabras más estúpidas que he dicho nunca". Pero no incluye eso en su libro.
En lugar de eso, cuenta que llamó a Andrew Card, el jefe del estado mayor de la Casa Blanca, y se quejó de que la filtración de la historia sobre el slam dunk "me hizo parecer estúpido, y simplemente quería decirte lo furioso que me pone todo eso. Para colgarme a mí, del gobierno, una cosa como esta es casi lo más despreciable que he visto en mi vida".
Tenet sugiere incorrectamente que yo tenía una fuente para este reportaje. Hubo al menos cuatro fuentes de primera mano. Cuando yo entrevisté al presidente Bush en diciembre de 2003, repitió la frase slam dunk cuatro veces, y luego, a la quinta citación, el presidente dijo: "Y Tenet dijo: ‘No se preocupe, señor, es un slam dunk y eso fue muy importante". Yo le proporcioné a Tenet una parte de esta transcripción.
"Realmente dudo que el presidente Bush se acordara del comentario que hice", escribe Tenet en ‘At the Center of the Storm'. "Tampoco creo que haya influido en su convicción sea de la legitimidad u oportunidad de la guerra". Puede tener razón en cuanto a eso, pero sigue tratando de deshacerse de ese comentario. "De cierto modo, el presidente Bush y yo somos muy parecidos", escribe. "A veces decimos cosas que nos salen de las vísceras, sea su "que me los despachen", o mi slam dunk".
Pero diez semanas después de su comentario, Tenet y la CIA entregaron al secretario de estado Colin Powell la información que utilizó en su famosa presentación, el 5 de febrero de 2003, ante Naciones Unidas y el mundo, diciendo que Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva. Tenet escribe que creía que eso era un "producto sólido". Eso, por supuesto, es una forma menos memorable y menos colorida que slam dunk".
Sobre el discurso de Powell en Naciones Unidas, Tenet escribe: "Fue una gran presentación, pero desgraciadamente la substancia no se mantuvo. Uno por un empezaron a torcerse los pilares del discurso, especialmente sobre las armas químicas y biológicas de Iraq. El secretario de estado fue luego dejado solo para resistir los embates y la credibilidad de nuestro país se hundió profundamente".
A decir verdad, Powell acusa a Tenet de convertirlo en chivo expiatorio. Aunque Tenet asume alguna responsabilidad por este y otros errores de la agencia, en su libro a menudo la esquiva. "Quizá es simplemente la manera en que se trabaja en Washington", se lamenta cuando es acusado del fracaso de la inteligencia. O quizás es, simplemente, rendir cuentas.
Gasta nueve páginas diseccionando a un experimentado agente de la CIA, Tyler Drumheller, y al servicio de inteligencia alemán que no lo advirtieron de las invenciones de una fuente (llamada en código, curiosamente apropiado, Bola Cortante) que decía que Iraq poseía laboratorios biológicos móviles. Esto fue central en la presentación de Powell en Naciones Unidas; sin embargo, Tenet no le ofrece a Powell ninguna explicación.
Pero hay otra misión de inteligencia crítica que tampoco llevó al Despacho Oval -ciertamente lo más crítico de su carrera- y que fueron sus dudas sobre la invasión de Iraq. Como informé en mi tercer libro sobre Bush, ‘Estado de negación' [State of Denial], en los meses previos a la invasión en el otoño de 2002, Tenet confió a uno de sus ayudantes, John O. Brennan, que pensaba que no era lo que debía hacerse. "Es un error", le dijo Tenet a Brennan.
Pero eso no se lo dijo nunca al comandante en jefe. Y tampoco lo dice a los lectores de estas memorias.

Libro reseñado
At the Center of the Storm. My Years at the CIA
George Tenet con Bill Harlow
HarperCollins
549 pp.
$30

20 de mayo de 2007
3 de mayo de 2007
©washington post
©traducción mQh
rss

0 comentarios