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refugiadas iraquíes en siria


[Katherine Zoepf] Refugiadas iraquíes y el comercio sexual en Siria.
Maraba, Siria. En casa en Iraq, la hija de Umm Hiba era una devota colegiala, modesta a la hora de vestirse y seria con sus estudios. Hiba, que ahora tiene dieciséis, llevaba el hijab, el pañuelo de cabeza, y empezaba cada día con las oraciones del alba antes de clases.
Pero eso fue antes de que las milicias empezaran a amenazar su barrio bagdadí y, en la primavera pasada, Umm Hiba y su hija huyeran allá. Allá no había trabajo, y el anciano padre de Umm Hiba tuvo complicaciones en relación con su diabetes.
Desesperada, Umm Hiba siguió el consejo de un conocido iraquí y llevó a su hija a trabajar en un club nocturno junto a una autopista, conocido por la prostitución. "Los iraquíes éramos gente orgullosa", dijo, elevando la voz sobre el estruendo de los altavoces del club. Indicó a su hija, bailando con otras dos docenas de chicas en el escenario, con un vestido rosado de seda con estrechos tirantes, sus delicadas espaldas bañadas por las luces de colores.
Mientras Umm Hiba miraba, un hombre de edad mediana trepó a la plataforma y empezó a bailar bruscamente, sacudiendo los brazos, entre las chicas.
"En la guerra perdimos todo", dijo. "Incluso nuestro honor". Insistió en ser identificada solamente con una parte de su nombre -Umm Hiba quiere decir ‘madre de Hiba'.
Para cualquiera que viva en Damasco en estos días, el hecho de que algunas refugiadas iraquíes estén vendiendo sexo o trabajando en burdeles en difícil de ignorar.
Incluso en el centro de Damasco, los hombres hablan abiertamente de ocasiones en que han sido aproximados por chulos pescando clientes frente a tiendas de jugos y puestos de shawarma , y de mujeres acercándose a los hombres que pasan, algo impensable en la cultura árabe, y preguntando en un árabe con un pesado acento iraquí si quieren "una taza de té".
De día, la calle que conduce de Damasco al antiguo convento de Saidnaya es a menudo obstruida por peregrinos cristianos y musulmanes que esperan alguno de los milagros atribuidos a un retrato de la Virgen María en el convento. Pero como te contará cualquier taxista damasquino, el barrio de Maraba de esta famosa ruta de peregrinación se está haciendo rápidamente mejor conocido por su activo comercio en prostitutas iraquíes.
Muchas de estas mujeres y muchachas, entre ellas algunas adolescentes, son refugiadas recientes. Algunas fueron engañadas u obligadas a prostituirse, pero la mayoría de ellas dijo que no tienen otro modo de mantener a sus familias. Como grupo, representan uno de los síntomas más visibles de la crisis de los refugiados iraquíes que ha estallado en Siria en los últimos meses.
De acuerdo al alto comisionado para los refugiados de Naciones Unidas, cerca de 1.2 millones de refugiados iraquíes están viviendo en Siria; el gobierno sirio calcula que la cifra es mayor.
Dada la deteriorada situación económica de esos refugiados, un informe de Naciones Unidas constató el año pasado que muchas chicas y mujeres en "extrema necesidad" se prostituyen, en secreto o incluso con el conocimiento o participación de sus familiares. En muchos casos, agregaba el informe, "el jefe de familia lleva a la casa los clientes".
Los socorristas dicen que miles de mujeres iraquíes trabajan como prostitutas en Siria, y señalan que a medida que aumenta la violencia en Iraq, la población de refugiados incluye a más familias dirigidas por mujeres y mujeres solas.
"Están llegando muchas mujeres iraquíes que viven por su cuenta con sus hijos porque los hombres de sus familias han sido asesinados o secuestrados", dijo Sor Marie-Claude Naddaf, una monja siria del convento del Buen Pastor en Damasco, que ayuda a las refugiadas iraquíes.
Dijo que el convento había encuestado a las refugiadas iraquíes que viven en Masaken Barzeh, en las afueras de Damasco, y contado en un barrio chico 119 familias dirigidas por mujeres. Algunas de las mujeres, que buscan trabajo fuera de casa por primera vez y viven en un país con una alta tasa de desempleo, descubren que sus únicos recursos comercializables son sus cuerpos.
"Hace poco conocí a tres cuñadas que vivían juntas y se prostituían", dijo Sor Marie-Claude. "Salen a trabajar en noches alternadas -cada mujer hace un turno- y luego dividen el dinero para alimentar a sus hijos".
Durante más de tres años después de la invasión norteamericana de Iraq en 2003, la prostitución iraquí en Siria, como toda otra prostitución, era un tema prohibido para el gobierno sirio. Como la drogadicción, el comercio sexual tiende a ser considerado, en los órganos de prensa locales, como actos contra la decencia. Pero Dietrun Günther, una funcionaria de la ofician en Damasco de la agencia de Naciones Unidas para los refugiados, dijo que el gobierno estaba al fin rompiendo el silencio.
"Estamos preocupados especialmente por las niñas que están involucradas, y que están siendo obligadas, incluso introducidas clandestinamente en Siria, en algunos casos", dijo Günther. "Hemos tenido conversaciones con el gobierno sirio sobre la prostitución". Calificó la nueva disposición de los funcionarios como "un gran paso".
Mouna Asaad, una abogada siria de los derechos de la mujer, dijo que el gobierno había sido sorprendido por la dimensión de la población refugiada iraquí que estaba llegando al país. Siria no exige visas a los ciudadanos de países árabes, y su gobierno ha jurado ayudar a los iraquíes en necesidad. Pero este país de diecinueve millones de habitantes no estaba preparado para abordar esta repentina llegada de cientos de miles de refugiados, dijo Asaad.
"A veces ves familias enteras que viven de este modo, y las niñas son obligadas a prostituirse por sus madres o tías", dijo. "Pero la prostitución no es el único problema. Nuestras escuelas están atiborradas, y los precios de los servicios, los alimentos y el transporte han subido. No tenemos una infraestructura adecuada para solucionar estos problemas. No tenemos refugios ni centros de salud que puedan atender a estas mujeres. Y debido a la situación en Iraq, Siria no está deportando a estas mujeres".
La mayor parte de esta prostitución semiorganizada toma lugar en las afueras de la capital, en clubes nocturnos conocidos como casinos -un eufemismo local, porque no se juega a nada en esos locales.
En el Al Rawabi, un exclusivo club nocturno en Al Hami, hay incluso un espectáculo en vivo con un tema iraquí. Una noche hace poco, los camareros trajeron bandejas con tentempiés: patatas fritas francesas y corazones de pollo asados envueltos en papel de aluminio en forma de diamantes. Una banda de diez músicos se preparaba para actuar y un maestro de ceremonias dio la tradicional, recargada introducción en árabe: "Os presento a la joya de todos los escenarios, a la ladrona de corazones, a la mujer de garganta de oro, a la glamorosa artista: María".
María, una pechugona y joven mujer, subió al escenario y empezó a cantar una triste balada. "Iraq es la única patria que tengo", cantó. "Volvería arrastrándome en mis rodillas". Otras cuatro mujeres, todas luciendo variaciones de estampados de leopardo, daban vueltas en el escenario, sacudiendo sus cabelleras en salvajes círculos. Los focos del escenario habían sido provistos de filtros de colores que daban a la piel de las mujeres un tinte verdusco.
Los clientes de Al Rawabi miraban tranquilos a María, reclinándose en sus sillas y bebiendo Johnnie Walker Black. El enorme salón olía fuertemente a sudor mezclado con el tabaco de manzana de decenas de pipas de agua. Cuando María terminó de cantar, no aplaudió nadie.
Cogió nuevamente el micrófono y empezó, según lo llamó ella, un saludo a Iraq, nombrando a muchas de las mujeres iraquíes en el club y destacando "muy especialmente" a una de las mujeres con estampado de leopardo que había bailado con ella, "mi mejor amiga, Sahar".
Después de que las bailarinas descendieran del escenario y se repartieran por el salón para hablar con los clientes, Sahar dijo a un visitante que era de la comuna de Dora, en Bagdad, pero que se había marchado "por los problemas". Luego le dijo que saldría del club con él por doscientos dólares.

Los socorristas dicen que cincuenta a setenta dólares es un buen salario para una noche de una prostituta iraquí en Damasco. Y algunas de las bailarinas iraquíes en los atestados casinos de los suburbios de Damasco ganan mucho menos.
En Maraba, Umm Hiba no quiso decir cuánto dinero llevaba su hija a casa al final de la noche. Observando su reluctancia, el encargado del club, que se presentó a sí mismo como Hassan, interrumpió orgulloso.
"Nos aseguramos de que cada chica termine la noche con al menos quinientas liras, sin importar lo malo que haya estado la jornada", dijo, mencionado una suma de unos diez dólares. "Comprendemos la situación de la gente iraquí. Y tratamos de dar una ayuda extra a las chicas cuyas familias pasan por dificultades especiales".
Umm Hiba sacudió la cabeza. "Es verdad que los encargados son buenos, que nos están ayudando y que no roban el dinero de las chicas", dijo. "Pero estoy tan confundida.
"¿Usted cree que nos pone contentas que esos hombres del golfo vean a nuestras hijas desnudas?"
La mayoría de los llamados casinos no parecen actuar de intermediarios directos entre las prostitutas y sus clientes. Zafer, un camarero del club donde trabaja Hiba, dijo que el club hacía su dinero con la venta de comida y alcohol, y que las bailarinas eran estimuladas a acompañar a los clientes y pedir bebidas para aumentar los ingresos.
Zafer, que habló a condición de que se usase sólo su nombre de pila, se negó a decir qué mujeres y chicas del club hacían el trabajo, pero dijo que la mayoría de ellas vendían servicios sexuales. "Tienen una tarifa por hora", dijo. "Y tienen clientes habituales".
Las baratas prostitutas iraquíes han contribuido a hacer de Siria una destinación popular para los turistas que buscan sexo de países más ricos de Oriente Medio. En el estacionamiento del club, casi la mitad de los coches tenían matrículas saudíes.
Desde Damasco, cruzando Jordania, sólo se tarda seis horas en llegar a la frontera saudí. Siria, donde es relativamente fácil comprar alcohol y bailar con mujeres, es popular como destino barato de los fines de semana para grupos de hombres saudíes.
Y aunque algunas mujeres de otras nacionalidades, incluyendo a rusas y marroquíes, todavía trabajan como prostitutas en Damasco, Abeer, 23, de Bagdad y que trabaja en el mismo club que Hiba, dijo que la llegada de las iraquíes había dejado a muchas de ellas sin trabajo.
"Según lo que he visto, del setenta al ochenta por ciento de las chicas que trabajan en este negocio en Damasco, son iraquíes", dijo. "Los alquileres aquí en Siria son demasiado caros para sus familias. Si vuelven a Iraq, las matarán, y este es el único trabajo disponible".

12 de junio de 2007
29 de mayo de 2007
©new york times
©traducción mQh
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