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peligrosa incompetencia


[Bob Herbert] Bush enfrenta una creciente oposición a la guerra.
El presidente que hizo derroche de su desdén por los militantes iraquíes hace dos años diciendo "que me los traigan" tuvo que aparecer por televisión el martes noche instando a los americanos a no abandonar la campaña de la guerra que empezó tan torpemente y que no sabe cómo ganar.
Los partidarios de Bush se erizan con el uso de la ‘palabra con p' -pantano- para describir la intervención americana en iraq. Pero con nuestros soldados peleando y muriendo sin que veamos el fin, ¿quién puede negar que Bush nos ha colocado en "una situación de la que es muy difícil salir", que es una definición corriente de empantanarse?
En Iraq han muerto más de 1.730 soldados americanos. Algunos eran todavía niños cuando se alistaron en las fuerzas armadas, como Ramona Valdez, que creció en el Bronx y apenas tenía 17 cuando se unión a los marines. Fue una de los seis militares, incluyendo a cuatro mujeres, que murieron cuando la semana pasada un atacante suicida hizo chocar su coche contra su convoy en Faluya.
La cabo Valdez no tenía la edad legal para beber en Nueva York. Murió cuatro días antes de cumplir los 21.
El 23 de julio de 2003, con crecientes evidencias de que el nivel de fuerzas de las tropas americanas en Iraq era inadecuado, Bush dijo a periodistas en la Casa Blanca: "Hay algunos que dicen que las condiciones son tales que nos pueden atacar allá. Mi respuesta es: ‘que me los traigan'".
Fue una exhibición inmadura de un machismo callejero que asombró a gente familiarizada con las agonizantes penurias del combate. El senador Frank Lautenberg, un demócrata de Nueva Jersey, fue citado por el Washington Post diciendo: "No puedo creerlo. Cuando serví en el ejército en Europa durante la Segunda Guerra Mundial, nunca oí a ningún comandante militar -menos aun a un comandante en jefe- invitar a los enemigos a atacar a las tropas norteamericanas".
El número de bajas en Iraq en ese momento era de unas 200, pero estaba claro que se estaba formando una violenta oposición. Bush no tenía entonces una estrategia coherente para derrotar a la resistencia, y ahora -con más de 1.500 muertes adicionales- tampoco la tiene.
La incompetencia en los más altos niveles de gobierno en Washington ha socavado a las tropas norteamericanas que han luchado con honor y valentía en Iraq, que es por qué las tropas están ahora estancadas en un mortífero pantano. Si un gobierno demócrata hubiera conducido una guerra con este nivel de incompetencia, los republicanos en el Congreso estarían desempolvando sus manuales de impugnación.
El gobierno parece no haber aprendido nada en los últimos dos años. Dick Cheney, que nos dijo que las tropas serían "recibidas como liberadoras", ahora nos asegura que la resistencia está en las últimas. Y el presidente, que nunca prestó oídos a las advertencias de que estaba yendo a la guerra con tropas insuficientes, todavía se niega a reconocer que no hay suficientes tropas como para pacificar Iraq.
Richard A. Oppel Jr., del Times, escribió un artículo hace poco sobre un incidente trágicamente común en Iraq: Las fuerzas norteamericanas liberan a las ciudades del control de los insurgentes, y luego las abandonan. Con insuficientes fuerzas dejadas en el lugar para proteger las áreas liberadas, los insurgentes vuelven.
"Tenemos un número finito de tropas", dijo el mayor Chris Kennedy del Tercer Regimiento de Caballería Blindada. "Pero si abandonas un área y no dejas fuerzas de seguridad, todo lo que estás haciendo es dejar la puerta abierta para que vuelvan. Eso es lo que nuestra carencia de poder de combate nos ha hecho en todo el país".
La última fantasía de Washington es que las fuerzas adiestradas por los norteamericanos serán finalmente capaces de hacer lo que las fuerzas norteamericanas no han logrado: derrotar a la resistencia y pacificar Iraq.
"Hemos aprendido que los iraquíes son valientes y necesitan habilidades adicionales", dijo Bush en el discurso por televisión. "Y esa es la razón por la que una parte importante de nuestra misión es adiestrarlos para que se encarguen de la lucha y nuestras tropas puedan volver a casa".
No aguanten la respiración. Este es otro ejemplo de la incapacidad del gobierno de distinguir entre estrategia y deseo.
Estuviera uno o no de acuerdo con el lanzamiento de esta guerra -y yo no estuve de acuerdo-, las tropas en el terreno merecen ser conducidas por jefes en Washington que sean al menos mínimamente competentes en asuntos de guerra. No ha sido el caso, y es la razón por la que en el futuro previsible seguiremos estancados en este trágico pantano.

E-mail: bobherb@nytimes.com

2 de julio de 2005
©new york times
©traducción mQh


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