china cultiva buenas maneras
[Maureen Fan] China insta a la opinión pública a aprender maneras. Reducir los malos hábitos es un objetivo pre-olímpico.
Pekín, China. En la Oficina de Sanitación Medioambiental en el centro de la ciudad, cien limpiadores de baños públicos escuchaban embelesados, en ordenadas hileras, los brazaletes rojos prendidos a las mangas de sus inmaculados monos morados.
El pequeño ejército de trabajadores en su mayoría inmigrantes que ayudan a mantener Pekín limpia son normalmente preparados en la mecánica de su trabajo. Pero hoy, un conferencista de un instituto estatal quería hacer un punto muy específico.
"Mientras estéis en Pekín, sois pequineses", dijo Zhuang Zeping, instando a los limpiadores de baños a que hagan combinar zapatos y calcetines, mantengan limpias sus herramientas de trabajo y hablen suave y cortésmente con los extranjeros. "Para el resto del mundo, sois la imagen de China".
Los consejos de Zhuang tienen un contexto en mente: los Juegos Olímpicos de 2008, cuando se calcula que medio de extranjeros visitarán esta capital en rápido desarrollo para un crucial período de dos semanas.
China se preocupa enormemente de cómo es percibida por el resto del mundo y los Juegos han puesto en el centro de la atención las tradicionales creencias de este país sobre la vergüenza y la superioridad, así como sobre el convencional concepto chino de ‘no perder la cara'.
En los últimos meses, funcionarios del Partido Comunista han iniciado campañas dirigidas a erradicar prácticas que, aunque comunes en China, pueden ser vistas como derechamente indecorosas por los extranjeros: escupir, colarse, maldecir y arrojar desperdicios al suelo.
Los preparativos son una demostración del énfasis que están poniendo los líderes chinos en el protocolo, pero también en el grado en que consideran las conductas individuales como un reflejo del país en general. La apuesta es alta. Los chinos han tratado durante un siglo de librarse de la dominación extranjera y del aislamiento para recuperar lo que consideran la legítima aspiración de su país a ser reconocido como una potencia mundial. Para muchos, agosto de 2008 es su oportunidad.
"Queremos demostrar que estamos haciendo progresos", dijo Sha Lianxiang, profesor de psicología social en la Universidad de Renmin en Pekín. "Por un lado, nos estamos desarrollando y haciendo progresos, y, por el otro, todavía tenemos un montón de problemas. ¿Cómo los superamos? Necesitamos considerar cómo nos ven los otros. Eso es un espejo para nosotros. En un mundo globalizado, queremos ser tan buenos como los demás. Nos preocupa la reacción de los otros países".
En las preliminares de los Juegos, los funcionarios están preparándose para mostrar a los visitantes una centelleante y moderna capital con una arquitectura de nivel mundial y un servicio al cliente de cinco estrellas.
El ayuntamiento de Pekín ha dicho que gastará doscientos billones de dólares para construir estadios y otras instalaciones, poner al día su antigua infraestructura y mejorar la industria turística. Esa cifra no incluyenlas enormes cantidades de dinero que se están gastando en instalaciones en otras ciudades chinas ni el adiestramiento de vanguardia de los atletas.
Entretanto, la ciudad está menos ansiosa de ser asociada con algunos de los hábitos tradicionales de sus habitantes. Tal como los ruidosos estadounidenses pueden molestar sin darse cuenta y la tendencia de los parisinos a dejar que sus perros defequen en cualquier parte puede indignar a otros, los chinos exhiben hábitos idiosincrásicos que pueden ser desagradables. Los pequineses escupen en las aceras y comen con la boca abierta; los taxistas se hurgan prolongadamente las narices; y los pasajeros de avión se empujan unos a otros apenas aterrizan sus vuelos.
En Occidente la conducta de una persona no es considerada necesariamente un reflejo de todo el país. Pero para muchos chinos, aquí es diferente.
"El honor y la deshonra de un individuo está relacionado con las de su país", dijo Sha. "Esto se remonta a la época de Confucio, cuando a los chinos se les enseñaba a proteger el honor del país. La sociedad es una red complicada, y desempeñamos nuestros roles como miembros de una unidad colectiva, así que para nosotros es algo natural".
Durante las vacaciones nacionales en mayo, equipos de empleados de gobierno de la Oficina de Civilización Espiritual de Pekín, que promueve la civilidad y la cultura, se dispersaron por la ciudad en un intento de instigar un sentido de orgullo cívico.
Reprocharon a algunos por arrojar desperdicios. Pasaron multas de hasta siete dólares por escupir en la Plaza de Tiananmen y en una estación de ferrocarriles. En siete días, dijeron los equipos, repartieron cien mil bolsas de papel para que la gente pudiera escupir, aunque en realidad pocos chinos parecen haberlas usado.
La Oficina de Seguridad Pública de Pekín también ha intervenido para ayudar. Su nuevo manual de adiestramiento destaca frases que ahora están prohibidas: "No quiere decir No, no requiere más explicación" y "No podemos ayudarle. Pregúntele a otro".
El 11 de cada mes, empleados uniformados del ayuntamiento ondean banderas, ordenan a la gente en colas y les reprochan por intentar colarse.
"En marzo, nos concentramos en los terminales de buses y estaciones de metro. En abril, en los hospitales", dijo Zheng Mojie, subdirector general de la Oficina de Civilización Espiritual. "Les dimos flores a los pacientes que hacían cola para mostrarles nuestro aprecio por su buena conducta".
La oficina de Zheng ha repartido más de cuatro millones de libros de buenas maneras que enseñan a la gente a vestirse, a responder el teléfono y, en una nota aparentemente estrambótica, cómo usar cuchillo y tenedor cuando se cena con invitados extranjeros.
"No toque la bocina todo el tiempo y no lo haga violentamente", se lee en el libro de 109 páginas. "Cuando atienda el teléfono, salude y diga quién es usted con tono suave y una sonrisa. No demore en responder ni espere tres veces antes de contestar. Espere a que la persona que lo llame, cuelgue".
Algunos expertos recuerdan la campaña contra los escupitajos, el arrojar desperdicios, maldecir y colarse. Esas reglas se habían llamado ‘Las Cuatro Plagas", una referencia a la desastrosa campaña del presidente Mao Tse-Tung contra las ratas, las moscas, los mosquitos y los gorriones durante el Gran Salto Adelante de fines de los años cincuenta; el programa económico provocó caos y en la agricultura y hambruna en el campo.
Como con otras campañas oficiales en el curso de los años, muchos chinos se muestran cínicos sobre las lecciones de etiqueta obligatorias.
Una encuesta online en febrero realizado por la red nacional de televisión CCTV y una popular página web mostró que ‘Ponte a la cola' no tenía demasiado éxito. Más del 72 por ciento de los encuestados dijeron que la medida no era efectiva; sólo el 19 por ciento opinó que tendría buenos resultados.
"Va dirigida fundamentalmente a los extranjeros", dijo Liu Xiaobo, un escritor y comentarista político independiente. "Las buenas maneras se cultivan en la vida diaria por la gente misma, no con este tipo de movimiento a gran escala. Creo que el gobierno quiere causar una buena impresión ante el mundo. Se trata de la cara del gobierno".
Algunos observan que hay razones que explican los malos hábitos. Muchos chinos escupen, por ejemplo, porque necesitan eliminar las flemas de sus gargantas, debidas en parte a una espantosa polución del aire.
Al final, incluso la Oficina de Civilización Espiritual reconoce que estas cosas toman tiempo.
"Desarrollar el hábito de hacer la cola puede toma años", dijo Zheng. "Los Juegos Olímpicos son una buena oportunidad para enseñarlo, pero no es solamente para los Juegos. Estamos tratando de que la gente sea más civilizada a largo plazo. En realidad, para los Juegos no tenéis que preocuparos. Como a los pequineses nos interesa salvar la cara, no pondremos en dificultades a las autoridades -nos comportaremos bien".
El pequeño ejército de trabajadores en su mayoría inmigrantes que ayudan a mantener Pekín limpia son normalmente preparados en la mecánica de su trabajo. Pero hoy, un conferencista de un instituto estatal quería hacer un punto muy específico.
"Mientras estéis en Pekín, sois pequineses", dijo Zhuang Zeping, instando a los limpiadores de baños a que hagan combinar zapatos y calcetines, mantengan limpias sus herramientas de trabajo y hablen suave y cortésmente con los extranjeros. "Para el resto del mundo, sois la imagen de China".
Los consejos de Zhuang tienen un contexto en mente: los Juegos Olímpicos de 2008, cuando se calcula que medio de extranjeros visitarán esta capital en rápido desarrollo para un crucial período de dos semanas.
China se preocupa enormemente de cómo es percibida por el resto del mundo y los Juegos han puesto en el centro de la atención las tradicionales creencias de este país sobre la vergüenza y la superioridad, así como sobre el convencional concepto chino de ‘no perder la cara'.
En los últimos meses, funcionarios del Partido Comunista han iniciado campañas dirigidas a erradicar prácticas que, aunque comunes en China, pueden ser vistas como derechamente indecorosas por los extranjeros: escupir, colarse, maldecir y arrojar desperdicios al suelo.
Los preparativos son una demostración del énfasis que están poniendo los líderes chinos en el protocolo, pero también en el grado en que consideran las conductas individuales como un reflejo del país en general. La apuesta es alta. Los chinos han tratado durante un siglo de librarse de la dominación extranjera y del aislamiento para recuperar lo que consideran la legítima aspiración de su país a ser reconocido como una potencia mundial. Para muchos, agosto de 2008 es su oportunidad.
"Queremos demostrar que estamos haciendo progresos", dijo Sha Lianxiang, profesor de psicología social en la Universidad de Renmin en Pekín. "Por un lado, nos estamos desarrollando y haciendo progresos, y, por el otro, todavía tenemos un montón de problemas. ¿Cómo los superamos? Necesitamos considerar cómo nos ven los otros. Eso es un espejo para nosotros. En un mundo globalizado, queremos ser tan buenos como los demás. Nos preocupa la reacción de los otros países".
En las preliminares de los Juegos, los funcionarios están preparándose para mostrar a los visitantes una centelleante y moderna capital con una arquitectura de nivel mundial y un servicio al cliente de cinco estrellas.
El ayuntamiento de Pekín ha dicho que gastará doscientos billones de dólares para construir estadios y otras instalaciones, poner al día su antigua infraestructura y mejorar la industria turística. Esa cifra no incluyenlas enormes cantidades de dinero que se están gastando en instalaciones en otras ciudades chinas ni el adiestramiento de vanguardia de los atletas.
Entretanto, la ciudad está menos ansiosa de ser asociada con algunos de los hábitos tradicionales de sus habitantes. Tal como los ruidosos estadounidenses pueden molestar sin darse cuenta y la tendencia de los parisinos a dejar que sus perros defequen en cualquier parte puede indignar a otros, los chinos exhiben hábitos idiosincrásicos que pueden ser desagradables. Los pequineses escupen en las aceras y comen con la boca abierta; los taxistas se hurgan prolongadamente las narices; y los pasajeros de avión se empujan unos a otros apenas aterrizan sus vuelos.
En Occidente la conducta de una persona no es considerada necesariamente un reflejo de todo el país. Pero para muchos chinos, aquí es diferente.
"El honor y la deshonra de un individuo está relacionado con las de su país", dijo Sha. "Esto se remonta a la época de Confucio, cuando a los chinos se les enseñaba a proteger el honor del país. La sociedad es una red complicada, y desempeñamos nuestros roles como miembros de una unidad colectiva, así que para nosotros es algo natural".
Durante las vacaciones nacionales en mayo, equipos de empleados de gobierno de la Oficina de Civilización Espiritual de Pekín, que promueve la civilidad y la cultura, se dispersaron por la ciudad en un intento de instigar un sentido de orgullo cívico.
Reprocharon a algunos por arrojar desperdicios. Pasaron multas de hasta siete dólares por escupir en la Plaza de Tiananmen y en una estación de ferrocarriles. En siete días, dijeron los equipos, repartieron cien mil bolsas de papel para que la gente pudiera escupir, aunque en realidad pocos chinos parecen haberlas usado.
La Oficina de Seguridad Pública de Pekín también ha intervenido para ayudar. Su nuevo manual de adiestramiento destaca frases que ahora están prohibidas: "No quiere decir No, no requiere más explicación" y "No podemos ayudarle. Pregúntele a otro".
El 11 de cada mes, empleados uniformados del ayuntamiento ondean banderas, ordenan a la gente en colas y les reprochan por intentar colarse.
"En marzo, nos concentramos en los terminales de buses y estaciones de metro. En abril, en los hospitales", dijo Zheng Mojie, subdirector general de la Oficina de Civilización Espiritual. "Les dimos flores a los pacientes que hacían cola para mostrarles nuestro aprecio por su buena conducta".
La oficina de Zheng ha repartido más de cuatro millones de libros de buenas maneras que enseñan a la gente a vestirse, a responder el teléfono y, en una nota aparentemente estrambótica, cómo usar cuchillo y tenedor cuando se cena con invitados extranjeros.
"No toque la bocina todo el tiempo y no lo haga violentamente", se lee en el libro de 109 páginas. "Cuando atienda el teléfono, salude y diga quién es usted con tono suave y una sonrisa. No demore en responder ni espere tres veces antes de contestar. Espere a que la persona que lo llame, cuelgue".
Algunos expertos recuerdan la campaña contra los escupitajos, el arrojar desperdicios, maldecir y colarse. Esas reglas se habían llamado ‘Las Cuatro Plagas", una referencia a la desastrosa campaña del presidente Mao Tse-Tung contra las ratas, las moscas, los mosquitos y los gorriones durante el Gran Salto Adelante de fines de los años cincuenta; el programa económico provocó caos y en la agricultura y hambruna en el campo.
Como con otras campañas oficiales en el curso de los años, muchos chinos se muestran cínicos sobre las lecciones de etiqueta obligatorias.
Una encuesta online en febrero realizado por la red nacional de televisión CCTV y una popular página web mostró que ‘Ponte a la cola' no tenía demasiado éxito. Más del 72 por ciento de los encuestados dijeron que la medida no era efectiva; sólo el 19 por ciento opinó que tendría buenos resultados.
"Va dirigida fundamentalmente a los extranjeros", dijo Liu Xiaobo, un escritor y comentarista político independiente. "Las buenas maneras se cultivan en la vida diaria por la gente misma, no con este tipo de movimiento a gran escala. Creo que el gobierno quiere causar una buena impresión ante el mundo. Se trata de la cara del gobierno".
Algunos observan que hay razones que explican los malos hábitos. Muchos chinos escupen, por ejemplo, porque necesitan eliminar las flemas de sus gargantas, debidas en parte a una espantosa polución del aire.
Al final, incluso la Oficina de Civilización Espiritual reconoce que estas cosas toman tiempo.
"Desarrollar el hábito de hacer la cola puede toma años", dijo Zheng. "Los Juegos Olímpicos son una buena oportunidad para enseñarlo, pero no es solamente para los Juegos. Estamos tratando de que la gente sea más civilizada a largo plazo. En realidad, para los Juegos no tenéis que preocuparos. Como a los pequineses nos interesa salvar la cara, no pondremos en dificultades a las autoridades -nos comportaremos bien".
Li Jie contribuyó a este reportaje.
16 de junio de 2007
13 de junio de 2007
©washington post
©traducción mQh
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