identidad liberal a prueba
[Molly Moore] Cambiantes patrones en tejido social de Holanda ponen a prueba su identidad liberal.
Amsterdam, Holanda. Durante años, W.B. Kranendonk fue un llanero solitario en la política holandesa: editor de un diario cristiano ortodoxo en un país que ha legalizado la prostitución, la eutanasia, el aborto y el matrimonio homosexual y que permite el uso personal de la marihuana.
Hoy, por primera vez con un partido político cristiano ortodoxo en el gobierno, y con las ansiedades sobre la inmigración impulsando una búsqueda nacional de la identidad, el país que ha sido el laboratorio político más socialmente liberal del mundo está reconsiderando su política de permitirlo todo.
Y repentinamente, Kranendonk ya no está tan solo.
"La gente en los altos círculos políticos está diciendo que no puede ser bueno vivir en una sociedad que es tan liberal que todo está permitido", dijo Kranendonk, editor de un diario protestante reformista y una voz cada vez más influyente que resuena en la cambiante opinión pública holandesa. "La gente está diciendo que deberíamos tener valores; la gente está pidiendo más y más normas en la sociedad".
En todas las ciudades de Holanda, alcaldes y ayuntamientos están cerrando las tiendas donde se vendía, liaba y fumaba marihuana. Las municipalidades están clausurando los burdeles donde se permitía que las prostitutas ejercieran su oficio legalmente. El parlamento está considerando la prohibición de las ‘setas mágicas' alucinógenas. Los miembros cristianos ortodoxos del parlamento han presentado un proyecto de ley que permite que funcionarios civiles con objeciones morales se nieguen a celebrar un matrimonio homosexual. Y las autoridades holandesas está tratando de restringir las actividades de un grupo de activistas por el aborto que ayuda a mujeres de países vecinos donde el aborto está prohibido.
El intento de frenar las legendarias libertades sociales en Holanda no se limita al pequeño y recién habilitado partido de la Unión Cristiana, que tiene dos de los dieciséis ministerios en el gobierno de coalición que se formó este año. Cada vez más, los políticos del partido laborista de centro izquierda se encuentran entre los principales partidarios de cerrar algunos burdeles y tiendas de marihuana -conocidas aquí como koffieshops.
"¿Ha cambiado Holanda? Sí", dice Frank de Wolf, miembro del Partido de los Trabajadores en el ayuntamiento de Amsterdam. "No sólo reina un ánimo diferente en nuestra gente y nuestros políticos. También los problemas son diferentes ahora".
Holanda está atravesando la misma metamorfosis racial, étnica y religiosa que el resto de Europa Occidental: Masivos influjos de inmigrantes negros, árabes y musulmanes están cambiando el semblante social de un país mayoritariamente blanco y cristiano que lucha con su pérdida de homogeneidad.
Pero aquí esas ansiedades son exacerbadas por las alarmas sobre las organizaciones criminales internacionales que se han infiltrado en la prostitución y en el tráfico de drogas del país, la creciente prevalencia de la trata de blancas y tráfico de niños entre fronteras, y la consternación por la imagen de Holanda como una destinación turística internacional para drogas y perversiones sexuales.
"Hay inquietud sobre una globalización en la que los holandeses no pueden controlar su propio país", dijo James C. Kennedy, profesor de historia contemporánea de la Universidad Libre de Amsterdam. "En el país reina un ánimo más conservador en cuanto a fijar límites y asegurarse de que las cosas no se desmanden".
De Wolf, el concejal amsterdamés, es parte de ese movimiento.
"En el pasado, veíamos la prostitución legal como un tema de la liberación de las mujeres; ahora la vemos como una explotación de las mujeres que debe impedirse", dijo de Wolf, en las oficinas de un complejo médico donde trabaja como investigador de HIV y SIDA.
Dijo que la policía amsterdamesa está superada y mal equipada para hace frente a las redes criminales del crimen organizado extranjeras que operan en la ciudad. Las leyes para regular la prostitución y los operadores de prostíbulos han abierto el gremio a bandas criminales, de acuerdo a de Wolf y otros funcionarios del ayuntamiento.
Y de Wolf dice que está harto con la llegada de aviones llenos de británicos a la búsqueda de sensaciones, que toman vuelos baratos a Amsterdam los viernes para organizar parrandas de sexo, drogas y alcohol en el barrio rojo de su ciudad, donde prostitutas apenas vestidas se instalan detrás de ventanales de cristales planos atrayendo con gestos a clientes potenciales.
"Amsterdam goza de la reputación de que aquí puedes hacer lo que quieras", dijo de Wolf. "Esta no es la manera en que quiero que la gente vea a Amsterdam".
Esas mismas preocupaciones han llevado a algunas ciudades a prohibir a los turistas en su tiendas de marihuana y hachís. Ahora en algunas ciudades se exige que los clientes de esas tiendas muestren su carné de identidad holandés para poder entrar, y una nueva ley nacional prohíbe la venta de alcohol en tiendas que venden marihuana y hachís. Algunos legisladores han propuesto exigir que las tiendas adviertan a sus clientes sobre los peligros del cannabis, a imitación de las etiquetas de aviso en productos con nicotina y alcohol.
Ivo Opstelten, alcalde de Rotterdam, la segunda ciudad holandesa, anunció este mes que cerrará todas las tiendas de marihuana que se encuentren a menos de 250 metros de una escuela -casi la mitad de las 62 tiendas de la ciudad.
"Queremos desalentar el consumo de drogas entre los jóvenes", dijo Opstelten, miembro del Partido de los Trabajadores. "Los estudios muestran que las drogas blandas son perjudiciales para la salud y el desarrollo de su cerebro".
Michael Veling, 52, dueño de un koffieshop amsterdamés donde un porrete cuesta cinco dólares cincuenta, dijo que los políticos están buscando crecientemente alguna excusa para reducir la venta de drogas blandas.
"La política de tolerancia se remonta a 35 años", dijo Veling, golpeteando las tapas de unas cajas de plástico con una pungente mezcla de marihuana Neville's Haze con White Widow. "Ahora la palabra koffieshop se ha convertido en símbolo de algo que no queremos en la sociedad".
Pero el historiador Kennedy describe la actitud como una "fatiga nacional con la miseria moral: los holandeses se han terminado aburriendo y ya no están dispuestos a tolerarla".
Dijo que el auge del partido ortodoxo Unión Cristiana, muchos de cuyos miembros rehuyen la televisión como parte de sus estrictas costumbres religiosas, ha coincido con el cambio en la opinión pública.
El ministro de Defensa, Eimer van Middelkoop, es miembro de la Unión Cristiana. Se niega a trabajar los domingos y hace poco rechazó una invitación a participar en la conmemoración del Día del Recuerdo [Memorial Day] en la embajada norteamericana porque se realizó durante el sabat, dijeron funcionarios.
Líderes de la Unión Cristiana dicen que no pretenden prohibir ni la prostitución ni las drogas blandas legalizadas. Y ningún personero está tratando de revertir el matrimonio homosexual, la eutanasia o el aborto, aunque el partido se oponga a las tres.
En lugar de eso, el partido y otros líderes que apoyan algunas de sus posiciones, están "copiando a Estados Unidos", de acuerdo a Rebecca Gomperts, fundadora de Women on Waves, una organización que entrega asesoría online sobre abortos y buques fletados para practicar abortos en alta mar a mujeres de países europeos donde no se permite el aborto.
"Están recortando los bordes, para que la gente no se de cuenta", dijo Gomperts. "Están redefiniendo las normas de lo que es una práctica aceptada".
El editor Kranendonk dijo que su partido Unión Cristiana es realista: "Cuando eres un partido chico, no puedes cambiar todo en cuatro años".
"Si me hubieses dicho en 1995 que uno de los principales partidos cristianos ortodoxos estaría hoy en el gobierno, no lo habría creído", dijo Kranendonk. "Los cristianos son cada vez menos, las iglesias están cerrando sus puertas".
Hizo una pausa y sonrió: "Pero hay otros modos de creer".
Hoy, por primera vez con un partido político cristiano ortodoxo en el gobierno, y con las ansiedades sobre la inmigración impulsando una búsqueda nacional de la identidad, el país que ha sido el laboratorio político más socialmente liberal del mundo está reconsiderando su política de permitirlo todo.
Y repentinamente, Kranendonk ya no está tan solo.
"La gente en los altos círculos políticos está diciendo que no puede ser bueno vivir en una sociedad que es tan liberal que todo está permitido", dijo Kranendonk, editor de un diario protestante reformista y una voz cada vez más influyente que resuena en la cambiante opinión pública holandesa. "La gente está diciendo que deberíamos tener valores; la gente está pidiendo más y más normas en la sociedad".
En todas las ciudades de Holanda, alcaldes y ayuntamientos están cerrando las tiendas donde se vendía, liaba y fumaba marihuana. Las municipalidades están clausurando los burdeles donde se permitía que las prostitutas ejercieran su oficio legalmente. El parlamento está considerando la prohibición de las ‘setas mágicas' alucinógenas. Los miembros cristianos ortodoxos del parlamento han presentado un proyecto de ley que permite que funcionarios civiles con objeciones morales se nieguen a celebrar un matrimonio homosexual. Y las autoridades holandesas está tratando de restringir las actividades de un grupo de activistas por el aborto que ayuda a mujeres de países vecinos donde el aborto está prohibido.
El intento de frenar las legendarias libertades sociales en Holanda no se limita al pequeño y recién habilitado partido de la Unión Cristiana, que tiene dos de los dieciséis ministerios en el gobierno de coalición que se formó este año. Cada vez más, los políticos del partido laborista de centro izquierda se encuentran entre los principales partidarios de cerrar algunos burdeles y tiendas de marihuana -conocidas aquí como koffieshops.
"¿Ha cambiado Holanda? Sí", dice Frank de Wolf, miembro del Partido de los Trabajadores en el ayuntamiento de Amsterdam. "No sólo reina un ánimo diferente en nuestra gente y nuestros políticos. También los problemas son diferentes ahora".
Holanda está atravesando la misma metamorfosis racial, étnica y religiosa que el resto de Europa Occidental: Masivos influjos de inmigrantes negros, árabes y musulmanes están cambiando el semblante social de un país mayoritariamente blanco y cristiano que lucha con su pérdida de homogeneidad.
Pero aquí esas ansiedades son exacerbadas por las alarmas sobre las organizaciones criminales internacionales que se han infiltrado en la prostitución y en el tráfico de drogas del país, la creciente prevalencia de la trata de blancas y tráfico de niños entre fronteras, y la consternación por la imagen de Holanda como una destinación turística internacional para drogas y perversiones sexuales.
"Hay inquietud sobre una globalización en la que los holandeses no pueden controlar su propio país", dijo James C. Kennedy, profesor de historia contemporánea de la Universidad Libre de Amsterdam. "En el país reina un ánimo más conservador en cuanto a fijar límites y asegurarse de que las cosas no se desmanden".
De Wolf, el concejal amsterdamés, es parte de ese movimiento.
"En el pasado, veíamos la prostitución legal como un tema de la liberación de las mujeres; ahora la vemos como una explotación de las mujeres que debe impedirse", dijo de Wolf, en las oficinas de un complejo médico donde trabaja como investigador de HIV y SIDA.
Dijo que la policía amsterdamesa está superada y mal equipada para hace frente a las redes criminales del crimen organizado extranjeras que operan en la ciudad. Las leyes para regular la prostitución y los operadores de prostíbulos han abierto el gremio a bandas criminales, de acuerdo a de Wolf y otros funcionarios del ayuntamiento.
Y de Wolf dice que está harto con la llegada de aviones llenos de británicos a la búsqueda de sensaciones, que toman vuelos baratos a Amsterdam los viernes para organizar parrandas de sexo, drogas y alcohol en el barrio rojo de su ciudad, donde prostitutas apenas vestidas se instalan detrás de ventanales de cristales planos atrayendo con gestos a clientes potenciales.
"Amsterdam goza de la reputación de que aquí puedes hacer lo que quieras", dijo de Wolf. "Esta no es la manera en que quiero que la gente vea a Amsterdam".
Esas mismas preocupaciones han llevado a algunas ciudades a prohibir a los turistas en su tiendas de marihuana y hachís. Ahora en algunas ciudades se exige que los clientes de esas tiendas muestren su carné de identidad holandés para poder entrar, y una nueva ley nacional prohíbe la venta de alcohol en tiendas que venden marihuana y hachís. Algunos legisladores han propuesto exigir que las tiendas adviertan a sus clientes sobre los peligros del cannabis, a imitación de las etiquetas de aviso en productos con nicotina y alcohol.
Ivo Opstelten, alcalde de Rotterdam, la segunda ciudad holandesa, anunció este mes que cerrará todas las tiendas de marihuana que se encuentren a menos de 250 metros de una escuela -casi la mitad de las 62 tiendas de la ciudad.
"Queremos desalentar el consumo de drogas entre los jóvenes", dijo Opstelten, miembro del Partido de los Trabajadores. "Los estudios muestran que las drogas blandas son perjudiciales para la salud y el desarrollo de su cerebro".
Michael Veling, 52, dueño de un koffieshop amsterdamés donde un porrete cuesta cinco dólares cincuenta, dijo que los políticos están buscando crecientemente alguna excusa para reducir la venta de drogas blandas.
"La política de tolerancia se remonta a 35 años", dijo Veling, golpeteando las tapas de unas cajas de plástico con una pungente mezcla de marihuana Neville's Haze con White Widow. "Ahora la palabra koffieshop se ha convertido en símbolo de algo que no queremos en la sociedad".
Pero el historiador Kennedy describe la actitud como una "fatiga nacional con la miseria moral: los holandeses se han terminado aburriendo y ya no están dispuestos a tolerarla".
Dijo que el auge del partido ortodoxo Unión Cristiana, muchos de cuyos miembros rehuyen la televisión como parte de sus estrictas costumbres religiosas, ha coincido con el cambio en la opinión pública.
El ministro de Defensa, Eimer van Middelkoop, es miembro de la Unión Cristiana. Se niega a trabajar los domingos y hace poco rechazó una invitación a participar en la conmemoración del Día del Recuerdo [Memorial Day] en la embajada norteamericana porque se realizó durante el sabat, dijeron funcionarios.
Líderes de la Unión Cristiana dicen que no pretenden prohibir ni la prostitución ni las drogas blandas legalizadas. Y ningún personero está tratando de revertir el matrimonio homosexual, la eutanasia o el aborto, aunque el partido se oponga a las tres.
En lugar de eso, el partido y otros líderes que apoyan algunas de sus posiciones, están "copiando a Estados Unidos", de acuerdo a Rebecca Gomperts, fundadora de Women on Waves, una organización que entrega asesoría online sobre abortos y buques fletados para practicar abortos en alta mar a mujeres de países europeos donde no se permite el aborto.
"Están recortando los bordes, para que la gente no se de cuenta", dijo Gomperts. "Están redefiniendo las normas de lo que es una práctica aceptada".
El editor Kranendonk dijo que su partido Unión Cristiana es realista: "Cuando eres un partido chico, no puedes cambiar todo en cuatro años".
"Si me hubieses dicho en 1995 que uno de los principales partidos cristianos ortodoxos estaría hoy en el gobierno, no lo habría creído", dijo Kranendonk. "Los cristianos son cada vez menos, las iglesias están cerrando sus puertas".
Hizo una pausa y sonrió: "Pero hay otros modos de creer".
24 de junio de 2007
©washington post
©traducción mQh
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