más misas en latín
[Laurie Goodstein y Ian Fisher] Probable uso más amplio de la misa en latín, anuncian funcionarios del Vaticano.
El Papa Benedicto 16 ha firmado un documento que permitirá que más iglesias adopten la antigua misa en latín que desapareció en gran parte durante los años sesenta, cuando el revolucionario Segundo Concilio Vaticano abriera las puertas al culto en lenguas vernáculas, dicen funcionarios del Vaticano.
El renacimiento de lo que se conoce como la misa tridentina ha sido defendida durante largo tiempo por los católicos tradicionalistas, que dicen que es más emocionante, contemplativa e históricamente auténtica que la misa moderna.
Pero el Papa Benedicto ha encontrado alguna resistencia de parte de cardenales y obispos, muchos de ellos en Europa, que argumentan que el cambio dividirá a la iglesia si promulga dos ritos oficiales en extremo diferentes.
Dicen que podría crear grietas entre las parroquias más pequeñas que no se ponen de acuerdo en qué misa usar y que apesadumbraría a los agobiados miembros de la curia, muchos de los cuales no saben latín y no fueron preparados nunca para realizar el rito antiguo de coreografía más compleja.
En la misa tridentina, el sacerdote da la espalda a la congregación y reza, a veces en susurros, en latín, una lengua en gran parte desconocida para la mayoría de los mil millones de católicos del mundo. Los reformadores del Vaticano II intentaron que la misa moderna fuera más accesible, permitiendo que el sacerdote mirara a la congregación e implicar a los fieles en la oración y cantos, la mayoría de ellos en sus lenguas nativas, aunque incluyendo algunos pasajes en latín.
El problema no es un retorno compulsorio al rito tridentino, que se llama así por el Concilio de Trento del siglo 16, que lo instauró. Aunque es cada vez más popular en pequeños bolsones de la iglesia, no parece que exista una demanda general de su uso. El documento que está siendo estudiado, dicen funcionarios de la iglesia, permitirá que los sacerdotes celebren la misa tridentina sin necesidad de pedir permiso a sus obispos.
Según las reglas actuales, los sacerdotes deben pedir permiso. Y aunque muchos obispos lo otorgan, otros no lo hacen, provocando la frustración de los sacerdotes que quieren hacer más accesible el rito tridentino.
Expertos católicos concuerdan en que el debate no gira solamente sobre el ritual, sino sobre el legado del Concilio Vaticano Segundo, que se reunió en 1962 a 1965.
Algunos católicos tradicionalistas consideran la introducción de la liturgia moderna como el inicio de lo que ven como el decline de la iglesia desde el Vaticano Segundo y esperan que la misa tridentina rejuvenezca su fe. Los liberales dentro de la iglesia temen que si el Papa socava la misa moderna, podría conducir a la reversión de otras reformas de Vaticano Segundo, como relaciones más abiertas con otros credos.
El obispo Kieran Conry, de Arundel y Brigton, en Inglaterra, dijo que había libre y alegremente otorgado permiso para que se celebre la misa tridentina en su diócesis, pero se opone a los cambios de las normas.
"Alguien podría inferir que Benedicto mismo no apoya enteramente las reformas del Concilio Vaticano Segundo", dijo el obispo Conry. "Para muchos, es un símbolo y una bandera".
Aunque según los rumores este cambio ha estado preparándose durante años, incluso durante el reinado del Papa Juan Pablo II, que murió hace dos años, sólo recientemente ha anunciado la iglesia acciones inminentes.
En las últimas semanas, varios altos funcionarios, incluyendo al número dos del Vaticano, el cardenal Tarcisio Bertono, el secretario de estado, fueron mencionados en boletines de prensa diciendo que el documento sería publicado a la brevedad. Funcionarios del Vaticano dicen que el Papa ya lo ha firmado y que será dado a conocer y será puesto en vigor antes de que el Papa inicie sus vacaciones el 9 de julio.
El cardenal Darío Castrillón Hoyos dijo ante una reunión de obispos latinoamericanos en Brasil, en mayo, que el Papa Benedicto estaba motivado en parte por su deseos de llevar de vuelta al redil a los miembros de la Sociedad de San Pío X, un grupo disidente que se opone a las reformas del Concilio Vaticano Segundo.
El fundador de la sociedad, el arzobispo Marcel Lefebvre, fue excomulgado en 1988 después de consagrar a cuatro obispos sin el consentimiento del Vaticano. Murió en 1991. El cardenal Castrillón encabeza una comisión del Vaticano que fue creada para tratar de reconciliar con la iglesia, a los partidarios del arzobispo, que según se dice llegan al millón.
En los últimos meses algunos obispos de Alemania, Bélgica, Gran Bretaña y Francia han instado enérgicamente al Papa a no publicar el documento, alegando que minaría su autoridad y confirmaría la percepción de la iglesia como entidad alejada de la modernidad. El principal bloque de oposición, dicen funcionarios de la iglesia, se encuentra en Francia, donde la Sociedad de San Pío X cuenta con más apoyo.
Además, los judíos y católicos involucrados en relaciones inter-religiosas han expresado preocupación ante funcionarios del Vaticano de que la liturgia tridentina todavía incluya pasajes ofensivos para los judíos. La liturgia del Viernes Santo, por ejemplo, contiene una oración "por la conversión de los judíos".
El Reverendo Keith Pecklers, un académico litúrgico jesuita de la Universidad Gregoriana, en Roma, dijo: "Hemos hecho enormes avances en cuarenta años de relaciones judío-cristianas desde el Vaticano Segundo. ¿Qué puede significar ahora un retorno a una liturgia que ora por la conversión de los judíos los Viernes Santo? No creo que estén pensando en todos los escollos potenciales".
Es posible que el documento sea retenido o incluso desechado, pero los que conocen al Papa dicen que lo dudan.
El Reverendo Joseph Fessio, un sacerdote jesuita estadounidense que ha publicado los libros del Papa, dijo: "Es una persona muy decidida, y es difícil para mí pensar que ha escrito todos esos borradores y gastado todo ese tiempo y no publicarlo. Si realmente cree que eso ayuda a la iglesia, y no lo hace porque algunos obispos se quejan, entonces todo lo que se logrará será reforzar la posición de esos obispos que se oponen a él".
La misa tridentina tiene fans que cubrirán grandes distancias para asistir a iglesias donde todavía se celebre. El domingo pasado en Roma, unas treinta personas, muchas de ellas jóvenes extranjeros, asistieron a la misa de diez y media de la mañana en la iglesia de San Gregorio dei Muratori.
"Te sientes raro cuando vienes la primera vez", dice Leah Whittington, 27, una estudiante universitaria estadounidense. Pero, dice, "simplemente adoro el latín y sentir esa conexión con la iglesia de dos mil años, y encuentro más fácil rezar, porque no hay tanta conversación entre el sacerdote y la congregación".
El renacimiento de lo que se conoce como la misa tridentina ha sido defendida durante largo tiempo por los católicos tradicionalistas, que dicen que es más emocionante, contemplativa e históricamente auténtica que la misa moderna.
Pero el Papa Benedicto ha encontrado alguna resistencia de parte de cardenales y obispos, muchos de ellos en Europa, que argumentan que el cambio dividirá a la iglesia si promulga dos ritos oficiales en extremo diferentes.
Dicen que podría crear grietas entre las parroquias más pequeñas que no se ponen de acuerdo en qué misa usar y que apesadumbraría a los agobiados miembros de la curia, muchos de los cuales no saben latín y no fueron preparados nunca para realizar el rito antiguo de coreografía más compleja.
En la misa tridentina, el sacerdote da la espalda a la congregación y reza, a veces en susurros, en latín, una lengua en gran parte desconocida para la mayoría de los mil millones de católicos del mundo. Los reformadores del Vaticano II intentaron que la misa moderna fuera más accesible, permitiendo que el sacerdote mirara a la congregación e implicar a los fieles en la oración y cantos, la mayoría de ellos en sus lenguas nativas, aunque incluyendo algunos pasajes en latín.
El problema no es un retorno compulsorio al rito tridentino, que se llama así por el Concilio de Trento del siglo 16, que lo instauró. Aunque es cada vez más popular en pequeños bolsones de la iglesia, no parece que exista una demanda general de su uso. El documento que está siendo estudiado, dicen funcionarios de la iglesia, permitirá que los sacerdotes celebren la misa tridentina sin necesidad de pedir permiso a sus obispos.
Según las reglas actuales, los sacerdotes deben pedir permiso. Y aunque muchos obispos lo otorgan, otros no lo hacen, provocando la frustración de los sacerdotes que quieren hacer más accesible el rito tridentino.
Expertos católicos concuerdan en que el debate no gira solamente sobre el ritual, sino sobre el legado del Concilio Vaticano Segundo, que se reunió en 1962 a 1965.
Algunos católicos tradicionalistas consideran la introducción de la liturgia moderna como el inicio de lo que ven como el decline de la iglesia desde el Vaticano Segundo y esperan que la misa tridentina rejuvenezca su fe. Los liberales dentro de la iglesia temen que si el Papa socava la misa moderna, podría conducir a la reversión de otras reformas de Vaticano Segundo, como relaciones más abiertas con otros credos.
El obispo Kieran Conry, de Arundel y Brigton, en Inglaterra, dijo que había libre y alegremente otorgado permiso para que se celebre la misa tridentina en su diócesis, pero se opone a los cambios de las normas.
"Alguien podría inferir que Benedicto mismo no apoya enteramente las reformas del Concilio Vaticano Segundo", dijo el obispo Conry. "Para muchos, es un símbolo y una bandera".
Aunque según los rumores este cambio ha estado preparándose durante años, incluso durante el reinado del Papa Juan Pablo II, que murió hace dos años, sólo recientemente ha anunciado la iglesia acciones inminentes.
En las últimas semanas, varios altos funcionarios, incluyendo al número dos del Vaticano, el cardenal Tarcisio Bertono, el secretario de estado, fueron mencionados en boletines de prensa diciendo que el documento sería publicado a la brevedad. Funcionarios del Vaticano dicen que el Papa ya lo ha firmado y que será dado a conocer y será puesto en vigor antes de que el Papa inicie sus vacaciones el 9 de julio.
El cardenal Darío Castrillón Hoyos dijo ante una reunión de obispos latinoamericanos en Brasil, en mayo, que el Papa Benedicto estaba motivado en parte por su deseos de llevar de vuelta al redil a los miembros de la Sociedad de San Pío X, un grupo disidente que se opone a las reformas del Concilio Vaticano Segundo.
El fundador de la sociedad, el arzobispo Marcel Lefebvre, fue excomulgado en 1988 después de consagrar a cuatro obispos sin el consentimiento del Vaticano. Murió en 1991. El cardenal Castrillón encabeza una comisión del Vaticano que fue creada para tratar de reconciliar con la iglesia, a los partidarios del arzobispo, que según se dice llegan al millón.
En los últimos meses algunos obispos de Alemania, Bélgica, Gran Bretaña y Francia han instado enérgicamente al Papa a no publicar el documento, alegando que minaría su autoridad y confirmaría la percepción de la iglesia como entidad alejada de la modernidad. El principal bloque de oposición, dicen funcionarios de la iglesia, se encuentra en Francia, donde la Sociedad de San Pío X cuenta con más apoyo.
Además, los judíos y católicos involucrados en relaciones inter-religiosas han expresado preocupación ante funcionarios del Vaticano de que la liturgia tridentina todavía incluya pasajes ofensivos para los judíos. La liturgia del Viernes Santo, por ejemplo, contiene una oración "por la conversión de los judíos".
El Reverendo Keith Pecklers, un académico litúrgico jesuita de la Universidad Gregoriana, en Roma, dijo: "Hemos hecho enormes avances en cuarenta años de relaciones judío-cristianas desde el Vaticano Segundo. ¿Qué puede significar ahora un retorno a una liturgia que ora por la conversión de los judíos los Viernes Santo? No creo que estén pensando en todos los escollos potenciales".
Es posible que el documento sea retenido o incluso desechado, pero los que conocen al Papa dicen que lo dudan.
El Reverendo Joseph Fessio, un sacerdote jesuita estadounidense que ha publicado los libros del Papa, dijo: "Es una persona muy decidida, y es difícil para mí pensar que ha escrito todos esos borradores y gastado todo ese tiempo y no publicarlo. Si realmente cree que eso ayuda a la iglesia, y no lo hace porque algunos obispos se quejan, entonces todo lo que se logrará será reforzar la posición de esos obispos que se oponen a él".
La misa tridentina tiene fans que cubrirán grandes distancias para asistir a iglesias donde todavía se celebre. El domingo pasado en Roma, unas treinta personas, muchas de ellas jóvenes extranjeros, asistieron a la misa de diez y media de la mañana en la iglesia de San Gregorio dei Muratori.
"Te sientes raro cuando vienes la primera vez", dice Leah Whittington, 27, una estudiante universitaria estadounidense. Pero, dice, "simplemente adoro el latín y sentir esa conexión con la iglesia de dos mil años, y encuentro más fácil rezar, porque no hay tanta conversación entre el sacerdote y la congregación".
Peter Kiefer contribuyó al reportaje desde Roma.
29 de junio de 2007
©new york times
©traducción mQh
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