otro crimen de la patrulla fronteriza
[Nicholas Riccardi] Un agente dice que fue defensa propia, pero los testigos rechazan su versión.
Bisbee, Arizona, Estados Unidos. Lo que está claro de la cinta de video de vigilancia es que Nicholas Corbett hizo girar el furgón de la Patrulla Fronteriza y les cerró el paso a los cuatro inmigrantes que habían estado caminando dificultosamente a través del desierto a menos de cien metros al norte de la frontera.
Pero la cinta no muestra qué pasó después esa tarde de enero.
De acuerdo a las actas judiciales, Corbett dijo a sus superiores que había matado a Francisco Javier Domínguez-Rivera, 22, un solo balazo después de que el inmigrante recogiera una piedra para lanzársela.
Pero los otros inmigrantes -dos hermanos y una cuñada de Domínguez-Rivera-dijeron que su familiar tenía las manos vacías y que Corbett lo había obligado a arrodillarse antes de matarlo.
El fiscal del condado de Cochise ha acusado a Corbett, 39, de homicidio -un paso inusual, especialmente en un condado conservador aquejado durante largo tiempo por la inmigración ilegal.
El juez podría acusar a Corbett de un delito menor, como homicidio involuntario, en la audiencia preliminar fijada para agosto.
"Llegamos a la conclusión de que esta no fue una acción justificada legalmente", dijo el fiscal del condado, Ed Rhenheimer, que dice que ha sido inundado por indignados e-mails desde que presentara cargos a fines de abril. "Este es un incidente que no tiene nada que ver con política, no tiene nada que ver con el problema de la inmigración".
Pero en el sudeste de Arizona -donde los propietarios de casas encuentran a inmigrantes ocultándose en sus patios y donde proliferan los puestos de control de la Patrulla Fronteriza-, la inmigración ilegal impregna todos los aspectos de la vida e influye en cómo juzgan algunos el incidente. En lo que sí está la gente de acuerdo es que este caso demuestra que la frontera se ha hecho más peligrosa para los que tratan de cruzarla clandestinamente y para los agentes asignados para capturarlos.
Las agresiones contra los agentes han aumentado en un diez por ciento en Arizona el último año, y aunque el número se mantiene constante a nivel nacional, la Patrulla Fronteriza dice que los ataques se han vuelto más violentos. Los agentes dicen que los inmigrantes se echan a correr y arrojan piedras o, como ocurrió el mes pasado cerca de Yuma, Arizona, cócteles Molotov.
La Patrulla Fronteriza ha requisado casi dos veces más cocaína que el año pasado. El cruce también es más riesgoso para los inmigrantes ilegales. Las muertes de los inmigrantes clandestinos han aumentado en un 21 por ciento el año pasado. Los delincuentes vigilan las rutas para cruzar la frontera, roban a los inmigrantes y a veces secuestran a grupos enteros. Y las ciudades mexicanas fronterizas se han visto atormentadas por la violencia de los narcotraficantes, que las autoridades norteamericanas temen que se extienda al otro lado de la línea.
"Una gran parte de esto tiene que ver con la desesperación", dijo Jennifer Allen, directora de Border Action Network, de Tucson, un grupo que ayuda a los inmigrantes. "Debido a la muralla y a su militarización, hay un aumento de las operaciones de contrabando que son altamente profesionales y fuertemente armadas. Ahora lo que se juega es mucho más".
Los partidarios de Corbett están de acuerdo, pero agregan que creen que su proceso lo hace más riesgoso para todos. El agente Brandon Judd, que trabaja en la misma comisaría que Corbett, dijo que otros agentes ya no usaban sus armas después de la formalización del agente, y que las bandas de contrabandistas lo saben.
"Es menos probable que usemos la fuerza", dijo Judd, vicepresidente del sindicato local de agentes de la Patrulla Fronteriza. "Y es más probable que ellos la usen".
Peter Schey, director ejecutivo de Centro para Derechos Humanos y Constitucionales [Center for Human Rights and Constitutional Law] de Los Angeles, representa a los tres testigos del homicidio, y dijo que una Patrulla Fronteriza con más restricciones sería un buen desarrollo.
"La violencia en la frontera es una epidemia, y no se trata solamente de los contrabandistas", dijo Schey. "Es también la Patrulla Fronteriza misma. Son extremadamente rápidos a la hora de usar fuerza letal".
Corbett se ha declarado inocente. Su abogado, Sean Chapman, se negó a hacer comentarios sobre el caso. Durante una breve audiencia el mes pasado, enfatizó que su cliente "arriesga su vida en el servicio todos los días".
Algunos activistas contra la inmigración ilegal dicen que el caso es el último de toda una línea de procesos que tienen por objeto minar la seguridad de las fronteras de Estados Unidos. "Están iniciando esos procesos a petición del gobierno mexicano", dijo Andy Ramírez, de Amigos de la Patrulla Fronteriza [Friends of the Border Patrol], de Covina, observando que el presidente mexicano Felipe Calderón había escrito una carta a Washington condenando el homicidio y exigiendo una completa investigación.
El caso que ha recibido la mayor parte de la atención es el de los ex agentes de la Patrulla Fronteriza, Ignacio ‘Nacho' Ramos y José ‘Alonso' Compean, que fueron sentenciado a once y doce años respectivamente por el homicidio de un narcotraficante, que trataron luego de encubrir. Varios miembros del Congreso han pedido el indulto de los dos, y decenas de miles de activistas han firmado peticiones apoyando a los ex agentes.
En contraste, la reacción ante el caso de Corbett ha sido relativamente reducida a los dos lados de la frontera, especialmente en el condado de Cochise. Semanas después del homicidio, los agentes mataron a un perro a balazos. "Había más gente indignada por esto que por Francisco", dijo Cecile Lumer, activista del grupo de ayuda a los inmigrantes Ciudadanos por Soluciones para la Frontera [Citizens for Border Solutions], de Bisbee.
De acuerdo a las actas judiciales, Domínguez-Rivera vivió durante cuatro años en Nueva York y regresó a su ciudad natal, Puebla, México, en diciembre. Volvía a Estados Unidos la tarde del 12 de enero, llevando con él a dos hermanos y una cuñada.
En el pueblo mexicano fronterizo, Agua Prieta, los cuatro se unieron a un grupo de unas 25 personas que cruzaron la frontera esa mañana. Pero después de entrar a Estados Unidos, el grupo fue descubierto en el desierto abierto por la Patrulla Fronteriza, y los inmigrantes se dispersaron.
Corbett capturó un grupo de tres. Más tarde dijeron a los detectives que él los insultó, pero sin maltratarlos. Los colocó en una jaula en la parte de atrás del camión, volvió a subir al vehículo y siguió a Domínguez-Rivera y sus familiares cuando estos escapaban hacia México.
Los familiares dijeron a los investigadores que Corbett había bajado la ventanilla del asiento del pasajero y les apuntaba con una pistola mientras conducía. Dijeron que se estaban entregando cuando Corbett saltó de su camión. Pasó la pistola a su mano izquierda, dijeron, y usó su derecha para obligar a Domínguez-Rivera a arrodillarse antes de dispararle para matarlo.
El agente de la Patrulla Fronteriza envió por radio el código para comunicar que había disparado, pero inicialmente dijo al departamento del sheriff que no necesitaba ayuda y que "la situación está controlada", de acuerdo al informe del sheriff. La Patrulla Fronteriza pidió una ambulancia, pero sin revelar el por qué. Para cuando llegaron los investigadores del sheriff, Corbett ya había sido enviado a casa por sus superiores. Ahora ha sido asignado a trabajos de atención en la comisaría.
La Patrulla Fronteriza había dicho inicialmente a periodistas que no había un video filmado del homicidio. Pero el incidente fue filmado por una cámara de vigilancia en la frontera. La cinta muestra el camión detenido cerca de los inmigrantes. Corbett desciende del vehículo y se dirige derechamente hacia el grupo. No se ve claramente cuando dispara.
Rheinheimer dijo que la cinta contradecía las declaraciones de Corbett de que había tenido que perseguir a Domínguez-Rivera. Los detectives constataron que el arma había sido disparada a sesenta centímetros de la víctima, y la autopsia determinó que la bala entró a su pecho desde arriba. Corbett tiene una estatura de 1 metro 82; Domínguez-Rivera, 1 metro 52.
Los partidarios de Corbett se han quejado que los tres testigos no fueron separados después del homicidio y que fueron entrevistados juntos, dándoles tiempo para coordinar sus versiones. La versión de los testigos no tiene sentido, dijo Edward Tuffly, director del sindicato local de la Patrulla Fronteriza. Los agentes son adiestrados para no pasar el arma de fuego a la mano más débil.
"El modo en que trataron a los testigos fue chapucero", dijo Tuffly.
Rheinheimer dijo que no importaba que los testigos no fuesen separados. "Es un escándalo pensar que los tres ilegales se pusiesen de acuerdo en una historia que es corroborada por las evidencias físicas".
Rheinheimer dijo que le sorprendieron los indignados e-mails sobre la acusación, pero que creía que provenían fundamentalmente de gente de fuera del condado de Cochise. Dijo que prominentes activistas locales contra la inmigración ilegal se habían mantenido relativamente tranquilos en cuanto al caso.
Al otro lado de la frontera, también hubo una respuesta amortiguada. En Naco, Sonora, la ciudad más cercana al sitio del homicidio, los vecinos estaban más preocupados por los incidentes violentos cada vez más numerosos asociados a las drogas, incluyendo una balacera en mayo que dejó a cincos agentes mexicanos muertos y otros dieciocho muertos en una ciudad a sesenta y tres kilómetros al sur.
"Es simplemente un caso aislado", dijo Trinidad Alamea, una pastora que dirige un refugio de inmigrantes en el sur de Naco. "El otro día mataron a alguien en Agua Prieta y a dieciocho en Cananea, y otro aquí, y otro más allá. Eso ya no nos sorprende tanto".
Pero la cinta no muestra qué pasó después esa tarde de enero.
De acuerdo a las actas judiciales, Corbett dijo a sus superiores que había matado a Francisco Javier Domínguez-Rivera, 22, un solo balazo después de que el inmigrante recogiera una piedra para lanzársela.
Pero los otros inmigrantes -dos hermanos y una cuñada de Domínguez-Rivera-dijeron que su familiar tenía las manos vacías y que Corbett lo había obligado a arrodillarse antes de matarlo.
El fiscal del condado de Cochise ha acusado a Corbett, 39, de homicidio -un paso inusual, especialmente en un condado conservador aquejado durante largo tiempo por la inmigración ilegal.
El juez podría acusar a Corbett de un delito menor, como homicidio involuntario, en la audiencia preliminar fijada para agosto.
"Llegamos a la conclusión de que esta no fue una acción justificada legalmente", dijo el fiscal del condado, Ed Rhenheimer, que dice que ha sido inundado por indignados e-mails desde que presentara cargos a fines de abril. "Este es un incidente que no tiene nada que ver con política, no tiene nada que ver con el problema de la inmigración".
Pero en el sudeste de Arizona -donde los propietarios de casas encuentran a inmigrantes ocultándose en sus patios y donde proliferan los puestos de control de la Patrulla Fronteriza-, la inmigración ilegal impregna todos los aspectos de la vida e influye en cómo juzgan algunos el incidente. En lo que sí está la gente de acuerdo es que este caso demuestra que la frontera se ha hecho más peligrosa para los que tratan de cruzarla clandestinamente y para los agentes asignados para capturarlos.
Las agresiones contra los agentes han aumentado en un diez por ciento en Arizona el último año, y aunque el número se mantiene constante a nivel nacional, la Patrulla Fronteriza dice que los ataques se han vuelto más violentos. Los agentes dicen que los inmigrantes se echan a correr y arrojan piedras o, como ocurrió el mes pasado cerca de Yuma, Arizona, cócteles Molotov.
La Patrulla Fronteriza ha requisado casi dos veces más cocaína que el año pasado. El cruce también es más riesgoso para los inmigrantes ilegales. Las muertes de los inmigrantes clandestinos han aumentado en un 21 por ciento el año pasado. Los delincuentes vigilan las rutas para cruzar la frontera, roban a los inmigrantes y a veces secuestran a grupos enteros. Y las ciudades mexicanas fronterizas se han visto atormentadas por la violencia de los narcotraficantes, que las autoridades norteamericanas temen que se extienda al otro lado de la línea.
"Una gran parte de esto tiene que ver con la desesperación", dijo Jennifer Allen, directora de Border Action Network, de Tucson, un grupo que ayuda a los inmigrantes. "Debido a la muralla y a su militarización, hay un aumento de las operaciones de contrabando que son altamente profesionales y fuertemente armadas. Ahora lo que se juega es mucho más".
Los partidarios de Corbett están de acuerdo, pero agregan que creen que su proceso lo hace más riesgoso para todos. El agente Brandon Judd, que trabaja en la misma comisaría que Corbett, dijo que otros agentes ya no usaban sus armas después de la formalización del agente, y que las bandas de contrabandistas lo saben.
"Es menos probable que usemos la fuerza", dijo Judd, vicepresidente del sindicato local de agentes de la Patrulla Fronteriza. "Y es más probable que ellos la usen".
Peter Schey, director ejecutivo de Centro para Derechos Humanos y Constitucionales [Center for Human Rights and Constitutional Law] de Los Angeles, representa a los tres testigos del homicidio, y dijo que una Patrulla Fronteriza con más restricciones sería un buen desarrollo.
"La violencia en la frontera es una epidemia, y no se trata solamente de los contrabandistas", dijo Schey. "Es también la Patrulla Fronteriza misma. Son extremadamente rápidos a la hora de usar fuerza letal".
Corbett se ha declarado inocente. Su abogado, Sean Chapman, se negó a hacer comentarios sobre el caso. Durante una breve audiencia el mes pasado, enfatizó que su cliente "arriesga su vida en el servicio todos los días".
Algunos activistas contra la inmigración ilegal dicen que el caso es el último de toda una línea de procesos que tienen por objeto minar la seguridad de las fronteras de Estados Unidos. "Están iniciando esos procesos a petición del gobierno mexicano", dijo Andy Ramírez, de Amigos de la Patrulla Fronteriza [Friends of the Border Patrol], de Covina, observando que el presidente mexicano Felipe Calderón había escrito una carta a Washington condenando el homicidio y exigiendo una completa investigación.
El caso que ha recibido la mayor parte de la atención es el de los ex agentes de la Patrulla Fronteriza, Ignacio ‘Nacho' Ramos y José ‘Alonso' Compean, que fueron sentenciado a once y doce años respectivamente por el homicidio de un narcotraficante, que trataron luego de encubrir. Varios miembros del Congreso han pedido el indulto de los dos, y decenas de miles de activistas han firmado peticiones apoyando a los ex agentes.
En contraste, la reacción ante el caso de Corbett ha sido relativamente reducida a los dos lados de la frontera, especialmente en el condado de Cochise. Semanas después del homicidio, los agentes mataron a un perro a balazos. "Había más gente indignada por esto que por Francisco", dijo Cecile Lumer, activista del grupo de ayuda a los inmigrantes Ciudadanos por Soluciones para la Frontera [Citizens for Border Solutions], de Bisbee.
De acuerdo a las actas judiciales, Domínguez-Rivera vivió durante cuatro años en Nueva York y regresó a su ciudad natal, Puebla, México, en diciembre. Volvía a Estados Unidos la tarde del 12 de enero, llevando con él a dos hermanos y una cuñada.
En el pueblo mexicano fronterizo, Agua Prieta, los cuatro se unieron a un grupo de unas 25 personas que cruzaron la frontera esa mañana. Pero después de entrar a Estados Unidos, el grupo fue descubierto en el desierto abierto por la Patrulla Fronteriza, y los inmigrantes se dispersaron.
Corbett capturó un grupo de tres. Más tarde dijeron a los detectives que él los insultó, pero sin maltratarlos. Los colocó en una jaula en la parte de atrás del camión, volvió a subir al vehículo y siguió a Domínguez-Rivera y sus familiares cuando estos escapaban hacia México.
Los familiares dijeron a los investigadores que Corbett había bajado la ventanilla del asiento del pasajero y les apuntaba con una pistola mientras conducía. Dijeron que se estaban entregando cuando Corbett saltó de su camión. Pasó la pistola a su mano izquierda, dijeron, y usó su derecha para obligar a Domínguez-Rivera a arrodillarse antes de dispararle para matarlo.
El agente de la Patrulla Fronteriza envió por radio el código para comunicar que había disparado, pero inicialmente dijo al departamento del sheriff que no necesitaba ayuda y que "la situación está controlada", de acuerdo al informe del sheriff. La Patrulla Fronteriza pidió una ambulancia, pero sin revelar el por qué. Para cuando llegaron los investigadores del sheriff, Corbett ya había sido enviado a casa por sus superiores. Ahora ha sido asignado a trabajos de atención en la comisaría.
La Patrulla Fronteriza había dicho inicialmente a periodistas que no había un video filmado del homicidio. Pero el incidente fue filmado por una cámara de vigilancia en la frontera. La cinta muestra el camión detenido cerca de los inmigrantes. Corbett desciende del vehículo y se dirige derechamente hacia el grupo. No se ve claramente cuando dispara.
Rheinheimer dijo que la cinta contradecía las declaraciones de Corbett de que había tenido que perseguir a Domínguez-Rivera. Los detectives constataron que el arma había sido disparada a sesenta centímetros de la víctima, y la autopsia determinó que la bala entró a su pecho desde arriba. Corbett tiene una estatura de 1 metro 82; Domínguez-Rivera, 1 metro 52.
Los partidarios de Corbett se han quejado que los tres testigos no fueron separados después del homicidio y que fueron entrevistados juntos, dándoles tiempo para coordinar sus versiones. La versión de los testigos no tiene sentido, dijo Edward Tuffly, director del sindicato local de la Patrulla Fronteriza. Los agentes son adiestrados para no pasar el arma de fuego a la mano más débil.
"El modo en que trataron a los testigos fue chapucero", dijo Tuffly.
Rheinheimer dijo que no importaba que los testigos no fuesen separados. "Es un escándalo pensar que los tres ilegales se pusiesen de acuerdo en una historia que es corroborada por las evidencias físicas".
Rheinheimer dijo que le sorprendieron los indignados e-mails sobre la acusación, pero que creía que provenían fundamentalmente de gente de fuera del condado de Cochise. Dijo que prominentes activistas locales contra la inmigración ilegal se habían mantenido relativamente tranquilos en cuanto al caso.
Al otro lado de la frontera, también hubo una respuesta amortiguada. En Naco, Sonora, la ciudad más cercana al sitio del homicidio, los vecinos estaban más preocupados por los incidentes violentos cada vez más numerosos asociados a las drogas, incluyendo una balacera en mayo que dejó a cincos agentes mexicanos muertos y otros dieciocho muertos en una ciudad a sesenta y tres kilómetros al sur.
"Es simplemente un caso aislado", dijo Trinidad Alamea, una pastora que dirige un refugio de inmigrantes en el sur de Naco. "El otro día mataron a alguien en Agua Prieta y a dieciocho en Cananea, y otro aquí, y otro más allá. Eso ya no nos sorprende tanto".
nicholas.riccardi@latimes.com
5 de julio de 2007
©los angeles times
©traducción mQh
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