saudíes en la resistencia iraquí
[Ned Parker] Describen rol de saudíes en resistencia iraquí. Extremistas sunníes de Arabia Saudí conforman la mitad de los combatientes extranjeros en Iraq, muchos de ellos terroristas suicidas.
Bagdad, Iraq. Aunque personeros del gobierno de Bush han frecuentemente atacado fuertemente a Siria e Irán acusándolos de ayudar a los rebeldes y milicias aquí, el mayor número de combatientes extranjeros y terroristas suicidas en Iraq proceden de un tercer vecino, Arabia Saudí, de acuerdo a un alto oficial norteamericano y legisladores iraquíes.
Casi un 45 por ciento de los militantes extranjeros que atacan a tropas norteamericanas y civiles iraquíes y fuerzas de seguridad provienen de Arabia Saudí; quince por ciento de Siria y el Líbano; y diez por ciento de África del Norte, de acuerdo de cifras oficiales de las fuerzas armadas norteamericanas entregadas al Times por un oficial de alto rango. Casi la mitad de los 135 extranjeros en centros de detención norteamericanos en Iraq son de origen saudí, dijo.
Se cree que combatientes de Arabia Saudí han realizado más atentados suicidas que los de otras nacionalidades, dijo el alto oficial, que habló a condición de conservar el anonimato debido a la sensibilidad del tema. Aparentemente es la primera vez que un oficial norteamericano entrega cifras desglosadas sobre el papel que juegan los nacionales saudíes en la resistencia árabe sunní de Iraq.
Dijo que la mitad de los combatientes saudíes en Iraq llegan aquí como terroristas suicidas. En los últimos seis meses, esos atentados han matado y/o herido a cuatro mil iraquíes.
La situación ha dejado a los militares norteamericanos en la incómoda posición de combatir contra un enemigo cuya fuente principal de combatientes extranjeros es un aliado clave que en el mejor de los casos no ha sido capaz de impedir que sus ciudadanos emprendan sangrientos ataques en Iraq, y, en el peor, se hace cómplice del envío de extremistas para cometer atentados contra las fuerzas norteamericanas, civiles iraquíes y el gobierno controlado por chiíes de Bagdad.
El problema arroja luces sobre la enmarañada red de alianzas y enemistades que subyacen a las relaciones políticas entre países musulmanes y Estados Unidos.
Pasado Complicado
En los años ochenta, el servicio de inteligencia saudí patrocinó a los combatientes sunníes musulmanes en su lucha contra las tropas soviéticas en Afganistán, junto con las muyahedines afganos respaldados por Estados Unidos. En esa época, la inteligencia saudí apoyaba a otro hombre que ayudaba a los combatientes afganos: Osama bin Laden, el futuro líder de al Qaeda que más adelante que volvería contra la familia real saudí y planearía los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y el Pentágono. En realidad, Arabia Saudí ha sido durante largo tiempo una fuente de gran parte del dinero y militantes de al Qaeda: quince de los diecinueve secuestradores en los atentados del 11 de septiembre era saudíes.
Ahora un grupo que se llama a sí mismo al Qaeda en Iraq es la principal amenaza a corto plazo para la seguridad de Iraq, dijo el miércoles el general de brigada Kevin Bergner, portavoz de los militares norteamericanos.
El grupo, uno de los varios grupos insurgentes sunníes musulmanes que operan en Bagdad y alrededores, descansa en extranjeros para realizar atentados suicidas porque los iraquíes son menos propensos a emprender ese tipo de ataques, que el movimiento espera que provoque más violencia sectaria, dijo Bergner. Pese a su nombre, la profundidad de los lazos del grupo con la red de bin Laden, que opera a lo largo de la frontera afgano-paquistaní, no está clara.
El gobierno saudí no pone en duda que algunos de sus jóvenes terminan como terroristas suicidas en Iraq, pero dice que ha hecho todo lo posible para frenar el derramamiento de sangre.
"En realidad los saudíes están siendo manipulados. Algunos los están ayudando a venir a Iraq. Algunos los ayudan a quedarse en Iraq. Algunos los reclutan para ser terroristas suicidas. No sabemos quiénes son. No recibimos ninguna información formal del gobierno iraquí", dijo el general Mansour Turki, portavoz del ministerio del Interior saudí.
"Si recibiéramos informaciones del gobierno iraquí sobre los saudíes que son detenidos en Iraq, probablemente podríamos ayudar", dijo.
Defensores de Arabia Saudí señalaron que el país ha tratado de controlar su larga frontera con Iraq y que desde el 11 de septiembre ha librado una lacerante guerra doméstica contra al Qaeda.
"Sugerir que no han hecho nada para frenar el flujo de gente que entra a Iraq es un error", dijo un funcionario de la inteligencia norteamericana en Washington, que habló a condición de conservar el anonimato. "La gente cruza la frontera. Siempre puedes preguntar: ‘¿Se pudo hacer más?' Pero ¿qué se supone que debes hacer? ¿Colocar un guardia cada quince o veinte pasos?"
Profundas Sospechas
Otros afirman que Arabia Saudí permite que los combatientes afines con al Qaeda se marchen a Iraq para que no causen problemas en casa.
El legislador chií iraquí Sami Askari, asesor del primer ministro Nouri Maliki, acusó a los funcionarios saudíes de implementar una política deliberada para sembrar en caos en Bagdad.
"El hecho es que Arabia Saudí tiene fuertes recursos de inteligencia, y es difícil creer que no saben lo que está pasando", dice.
Askari también dijo que los imanes de las mezquitas saudíes llaman a la guerra santa contra los chiíes de Iraq y que el gobierno había fundado grupos que provocan conflictos en el sur de Iraq, que es predominantemente chií. Los extremistas sunníes consideran infieles a los chiíes.
Otros funcionarios iraquíes dijeron que aunque pensaban que Arabia Saudí, que tiene un régimen sunní fundamentalista, no tenía interés en ayudar a un Iraq gobernado por chiíes, tampoco estaba ayudando a los militantes. Pero algunos líderes chiíes de Iraq dicen que la familia real saudí considera al gobierno de Bagdad como un delegado del Irán chií, su rival en la región, y que quiere derrocarlo.
Con su propia frontera con Iraq en gran parte cerrada, los combatientes saudíes siguen ahora lo que es una ruta establecida que los lleva por autobús o avión a Siria, donde son recibidos por agentes que los ayudan a cruzar hacia los desiertos del occidente de Iraq, dijo el alto oficial norteamericano.
Sugirió que era aquí que Arabia Saudí podía hacer algo más, implementando un riguroso control de los jóvenes saudíes en dirección a Iraq. Los funcionarios iraquíes apoyaron su punto de vista.
"¿Están los saudíes utilizando todos los medios posibles? Por supuesto que no... Y creemos que ellos deben esforzarse más, como hace Irán, como hace Jordania", dijo el alto oficial. Se calcula que cada mes entran a Iraq entre sesenta y ochenta combatientes, según cálculos de las fuerzas armadas norteamericanas.
"Esto debe ser abordado sin rodeos por el gobierno de Iraq. Tienen todo el derecho a pararse frente a un país como Arabia Saudí y decir: ‘Hey, al permitir que vuestros jóvenes se unan a los yihadistas y se integren a la red ilegal mundial llamada al Qaeda, estáis matando a miles de personas'".
Tanto la Casa Blanca como el Departamento de Estado se negaron a hacer comentarios para este artículo.
Turki, el portavoz saudí, defendió el derecho de sus ciudadanos a viajar sin restricciones.
"Si sales de Arabia Saudí y viajas a otros lugares y encuentras a alguien que los lleva a Iraq, ese es un problema sobre el que no podemos hacer absolutamente nada", dijo Turki. Agregó que los funcionarios de seguridad podían impedir que alguien cruzara las fronteras sólo si contaban con información sobre el individuo.
Oficiales norteamericanos no han compartido con funcionarios iraquíes las informaciones obtenidas de detenidos saudíes, pero esto ha empezado a cambiar, dijo una fuente iraquí, que pidió no ser identificada. Por ejemplo, oficiales norteamericanos proporcionaron información sobre combatientes saudíes y terroristas suicidas a los agentes de la seguridad iraquí que viajaron a Arabia Saudí el fin de semana pasado.
El asesor iraquí Askari afirmó que el vicepresidente Dick Cheney, en su visita a Arabia Saudí en mayo pasado, presionó a los oficiales a reprimir el flujo de militantes hacia Iraq. Pero ese mensaje todavía no produce resultados visibles, dijo Askari.
La estrecha relación entre Estados Unidos y el rico reino petrolero de Arabia Saudí se ha hecho cada vez más difícil.
A principios de febrero líderes saudíes socavaron la diplomacia norteamericana en el conflicto palestino-israelí logrando en la Meca un acuerdo para formar un gobierno de "unidad" Fatah-Hamas en Cisjordania y en la Franja de Gaza. Y el Rey Abdullah tomó a los norteamericanos por sorpresa cuando declaró en una cumbre de la Liga Árabe que la presencia de Estados Unidos en Iraq era ilegítima.
Funcionarios norteamericanos se muestran muy sensibles sobre esa relación. Interrogados sobre por qué personeros norteamericanos en Iraq no habían criticado públicamente a Arabia Saudí del mismo modo que han criticado a Irán o Siria, el alto oficial norteamericano dijo: "Preguntad al Departamento de Estado. Esto es una monstruosidad política".
La semana pasada cuando el portavoz de los militares norteamericanos Bergner declaró que al Qaeda en Iraq era el peligro número uno, entregó una descripción de un terrorista suicida frustrado, pero dijo que no tenía autorización para dar a conocer su nacionalidad. El terrorista era un nacional saudí, dijo el sábado el alto oficial.
Candidato a Terrorista Suicida
El combatiente, un joven estudiante universitario cuya madre era maestra y su padre un profesor, fue reclutado en una mezquita para unirse a al Qaeda en Iraq. Le dieron dinero para el billete del autobús, y un número de teléfono en Siria para que se pusiera en contacto con un agente que lo introduciría clandestinamente a Iraq.
Una vez que el joven Saudí entró al país, estuvo bajo el cuidado de iraquíes que le dieron su último adiestramiento y adoctrinamiento. A último minuto, el terrorista decidió que no quería hacerse volar. Se suponía que debía haber conducido uno de los dos camiones bomba que debían estallar en un puente en las afueras de Ramadi. Cuando explotó el primer camión, sintió pánico y no jaló su detonador, siendo luego arrestado por la policía iraquí.
Al Qaeda en Iraq y sus grupos afiliados controlan entre cinco mil y diez mil militantes, dijo el alto oficial norteamericano. Los iraquíes conforman la mayoría de sus miembros, preparan los atentados, adoctrinan [a los nuevos miembros], y participan en acciones, pero en general no se vuelan a sí mismos. Los iraquíes constituyen casi un diez por ciento de los terroristas suicidas, de acuerdo a los militares norteamericanos.
Casi un 45 por ciento de los militantes extranjeros que atacan a tropas norteamericanas y civiles iraquíes y fuerzas de seguridad provienen de Arabia Saudí; quince por ciento de Siria y el Líbano; y diez por ciento de África del Norte, de acuerdo de cifras oficiales de las fuerzas armadas norteamericanas entregadas al Times por un oficial de alto rango. Casi la mitad de los 135 extranjeros en centros de detención norteamericanos en Iraq son de origen saudí, dijo.
Se cree que combatientes de Arabia Saudí han realizado más atentados suicidas que los de otras nacionalidades, dijo el alto oficial, que habló a condición de conservar el anonimato debido a la sensibilidad del tema. Aparentemente es la primera vez que un oficial norteamericano entrega cifras desglosadas sobre el papel que juegan los nacionales saudíes en la resistencia árabe sunní de Iraq.
Dijo que la mitad de los combatientes saudíes en Iraq llegan aquí como terroristas suicidas. En los últimos seis meses, esos atentados han matado y/o herido a cuatro mil iraquíes.
La situación ha dejado a los militares norteamericanos en la incómoda posición de combatir contra un enemigo cuya fuente principal de combatientes extranjeros es un aliado clave que en el mejor de los casos no ha sido capaz de impedir que sus ciudadanos emprendan sangrientos ataques en Iraq, y, en el peor, se hace cómplice del envío de extremistas para cometer atentados contra las fuerzas norteamericanas, civiles iraquíes y el gobierno controlado por chiíes de Bagdad.
El problema arroja luces sobre la enmarañada red de alianzas y enemistades que subyacen a las relaciones políticas entre países musulmanes y Estados Unidos.
Pasado Complicado
En los años ochenta, el servicio de inteligencia saudí patrocinó a los combatientes sunníes musulmanes en su lucha contra las tropas soviéticas en Afganistán, junto con las muyahedines afganos respaldados por Estados Unidos. En esa época, la inteligencia saudí apoyaba a otro hombre que ayudaba a los combatientes afganos: Osama bin Laden, el futuro líder de al Qaeda que más adelante que volvería contra la familia real saudí y planearía los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y el Pentágono. En realidad, Arabia Saudí ha sido durante largo tiempo una fuente de gran parte del dinero y militantes de al Qaeda: quince de los diecinueve secuestradores en los atentados del 11 de septiembre era saudíes.
Ahora un grupo que se llama a sí mismo al Qaeda en Iraq es la principal amenaza a corto plazo para la seguridad de Iraq, dijo el miércoles el general de brigada Kevin Bergner, portavoz de los militares norteamericanos.
El grupo, uno de los varios grupos insurgentes sunníes musulmanes que operan en Bagdad y alrededores, descansa en extranjeros para realizar atentados suicidas porque los iraquíes son menos propensos a emprender ese tipo de ataques, que el movimiento espera que provoque más violencia sectaria, dijo Bergner. Pese a su nombre, la profundidad de los lazos del grupo con la red de bin Laden, que opera a lo largo de la frontera afgano-paquistaní, no está clara.
El gobierno saudí no pone en duda que algunos de sus jóvenes terminan como terroristas suicidas en Iraq, pero dice que ha hecho todo lo posible para frenar el derramamiento de sangre.
"En realidad los saudíes están siendo manipulados. Algunos los están ayudando a venir a Iraq. Algunos los ayudan a quedarse en Iraq. Algunos los reclutan para ser terroristas suicidas. No sabemos quiénes son. No recibimos ninguna información formal del gobierno iraquí", dijo el general Mansour Turki, portavoz del ministerio del Interior saudí.
"Si recibiéramos informaciones del gobierno iraquí sobre los saudíes que son detenidos en Iraq, probablemente podríamos ayudar", dijo.
Defensores de Arabia Saudí señalaron que el país ha tratado de controlar su larga frontera con Iraq y que desde el 11 de septiembre ha librado una lacerante guerra doméstica contra al Qaeda.
"Sugerir que no han hecho nada para frenar el flujo de gente que entra a Iraq es un error", dijo un funcionario de la inteligencia norteamericana en Washington, que habló a condición de conservar el anonimato. "La gente cruza la frontera. Siempre puedes preguntar: ‘¿Se pudo hacer más?' Pero ¿qué se supone que debes hacer? ¿Colocar un guardia cada quince o veinte pasos?"
Profundas Sospechas
Otros afirman que Arabia Saudí permite que los combatientes afines con al Qaeda se marchen a Iraq para que no causen problemas en casa.
El legislador chií iraquí Sami Askari, asesor del primer ministro Nouri Maliki, acusó a los funcionarios saudíes de implementar una política deliberada para sembrar en caos en Bagdad.
"El hecho es que Arabia Saudí tiene fuertes recursos de inteligencia, y es difícil creer que no saben lo que está pasando", dice.
Askari también dijo que los imanes de las mezquitas saudíes llaman a la guerra santa contra los chiíes de Iraq y que el gobierno había fundado grupos que provocan conflictos en el sur de Iraq, que es predominantemente chií. Los extremistas sunníes consideran infieles a los chiíes.
Otros funcionarios iraquíes dijeron que aunque pensaban que Arabia Saudí, que tiene un régimen sunní fundamentalista, no tenía interés en ayudar a un Iraq gobernado por chiíes, tampoco estaba ayudando a los militantes. Pero algunos líderes chiíes de Iraq dicen que la familia real saudí considera al gobierno de Bagdad como un delegado del Irán chií, su rival en la región, y que quiere derrocarlo.
Con su propia frontera con Iraq en gran parte cerrada, los combatientes saudíes siguen ahora lo que es una ruta establecida que los lleva por autobús o avión a Siria, donde son recibidos por agentes que los ayudan a cruzar hacia los desiertos del occidente de Iraq, dijo el alto oficial norteamericano.
Sugirió que era aquí que Arabia Saudí podía hacer algo más, implementando un riguroso control de los jóvenes saudíes en dirección a Iraq. Los funcionarios iraquíes apoyaron su punto de vista.
"¿Están los saudíes utilizando todos los medios posibles? Por supuesto que no... Y creemos que ellos deben esforzarse más, como hace Irán, como hace Jordania", dijo el alto oficial. Se calcula que cada mes entran a Iraq entre sesenta y ochenta combatientes, según cálculos de las fuerzas armadas norteamericanas.
"Esto debe ser abordado sin rodeos por el gobierno de Iraq. Tienen todo el derecho a pararse frente a un país como Arabia Saudí y decir: ‘Hey, al permitir que vuestros jóvenes se unan a los yihadistas y se integren a la red ilegal mundial llamada al Qaeda, estáis matando a miles de personas'".
Tanto la Casa Blanca como el Departamento de Estado se negaron a hacer comentarios para este artículo.
Turki, el portavoz saudí, defendió el derecho de sus ciudadanos a viajar sin restricciones.
"Si sales de Arabia Saudí y viajas a otros lugares y encuentras a alguien que los lleva a Iraq, ese es un problema sobre el que no podemos hacer absolutamente nada", dijo Turki. Agregó que los funcionarios de seguridad podían impedir que alguien cruzara las fronteras sólo si contaban con información sobre el individuo.
Oficiales norteamericanos no han compartido con funcionarios iraquíes las informaciones obtenidas de detenidos saudíes, pero esto ha empezado a cambiar, dijo una fuente iraquí, que pidió no ser identificada. Por ejemplo, oficiales norteamericanos proporcionaron información sobre combatientes saudíes y terroristas suicidas a los agentes de la seguridad iraquí que viajaron a Arabia Saudí el fin de semana pasado.
El asesor iraquí Askari afirmó que el vicepresidente Dick Cheney, en su visita a Arabia Saudí en mayo pasado, presionó a los oficiales a reprimir el flujo de militantes hacia Iraq. Pero ese mensaje todavía no produce resultados visibles, dijo Askari.
La estrecha relación entre Estados Unidos y el rico reino petrolero de Arabia Saudí se ha hecho cada vez más difícil.
A principios de febrero líderes saudíes socavaron la diplomacia norteamericana en el conflicto palestino-israelí logrando en la Meca un acuerdo para formar un gobierno de "unidad" Fatah-Hamas en Cisjordania y en la Franja de Gaza. Y el Rey Abdullah tomó a los norteamericanos por sorpresa cuando declaró en una cumbre de la Liga Árabe que la presencia de Estados Unidos en Iraq era ilegítima.
Funcionarios norteamericanos se muestran muy sensibles sobre esa relación. Interrogados sobre por qué personeros norteamericanos en Iraq no habían criticado públicamente a Arabia Saudí del mismo modo que han criticado a Irán o Siria, el alto oficial norteamericano dijo: "Preguntad al Departamento de Estado. Esto es una monstruosidad política".
La semana pasada cuando el portavoz de los militares norteamericanos Bergner declaró que al Qaeda en Iraq era el peligro número uno, entregó una descripción de un terrorista suicida frustrado, pero dijo que no tenía autorización para dar a conocer su nacionalidad. El terrorista era un nacional saudí, dijo el sábado el alto oficial.
Candidato a Terrorista Suicida
El combatiente, un joven estudiante universitario cuya madre era maestra y su padre un profesor, fue reclutado en una mezquita para unirse a al Qaeda en Iraq. Le dieron dinero para el billete del autobús, y un número de teléfono en Siria para que se pusiera en contacto con un agente que lo introduciría clandestinamente a Iraq.
Una vez que el joven Saudí entró al país, estuvo bajo el cuidado de iraquíes que le dieron su último adiestramiento y adoctrinamiento. A último minuto, el terrorista decidió que no quería hacerse volar. Se suponía que debía haber conducido uno de los dos camiones bomba que debían estallar en un puente en las afueras de Ramadi. Cuando explotó el primer camión, sintió pánico y no jaló su detonador, siendo luego arrestado por la policía iraquí.
Al Qaeda en Iraq y sus grupos afiliados controlan entre cinco mil y diez mil militantes, dijo el alto oficial norteamericano. Los iraquíes conforman la mayoría de sus miembros, preparan los atentados, adoctrinan [a los nuevos miembros], y participan en acciones, pero en general no se vuelan a sí mismos. Los iraquíes constituyen casi un diez por ciento de los terroristas suicidas, de acuerdo a los militares norteamericanos.
ned.parker@latimes.com
17 de julio de 2007
15 de julio de 2007
©los angeles times
©traducción mQh
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