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un hombre sin su perro


Después de una balacera, un iraquí dejó a su perro en casa de su hermano. Vive esperando que algún día, en un mundo más seguro, volverá a correr por el jardín, con Lucky.
Bagdad, Iraq. Me odié por alejar a Lucky. Lucky es mi perro. Es de color negro y marrón rojizo, las patas blancas y con manchas negras en la cara, probablemente un mix de pastor alemán. Se parece mucho a los perros que revisan nuestros coches en la Zona Verde.
Lo recibimos hace seis años, cuando era un cachorro. Pero mi casa está en una autopista donde ocurren un montón de tiroteos y le dije a mi hermano que las balaceras eran tan intensas que hasta el perro estaba aterrorizado. Me dijo que Lucky debería vivir con él en su barrio de Mansour, que es más tranquilo.
Cuando mi hermano vino a recoger a Lucky el mes pasado, abrió la puerta de su coche y Lucky saltó al asiento trasero. Se veía muy excitado.
Me sentí mal, porque no parecía muy alterado de dejarme.
"Lucky", le dije. "¿Qué estás haciendo? ¡Yo soy tu padre!'"
Él simplemente se sentó en el coche.
Esta es la segunda vez que he tenido que enviar fuera a Lucky debido a la situación en mi barrio, Sadiya, al sur de Bagdad. La primera vez fue hace un año cuando me di cuenta de que había cambios en el barrio. Había aumentado el número de cadáveres en las calles. Empezamos a oír tiroteos todos los días.
Sadiya era originalmente un barrio mixto de sunníes y chiíes. Pero luego los sunníes que vivían en una parte del barrio llamado Ilam empezaron a ser expulsados de sus casas y empezaron a cruzar la carretera hacia otra parte de Sadiya. Los chiíes que habían estado viviendo en esta parte de Sadiya también fueron desplazados y cruzaron la autopista hacia Ilam.
Yo soy chií, lo mismo que mi mujer, así que hace eso de un año me mudé con mi familia desde nuestra casa en Sadiya, a Ilam. Desde donde vivo en realidad puedo ver mi vieja casa.
La seguridad no mejoró, y en octubre envié a mi mujer y mis tres hijos a Siria, para que escaparan de la violencia. Se quedaron siete meses allá. Durante ese tiempo, dejé a Lucky con mi hermano. Mi hermano le daba montones de antojos, y así, con todos esos mimos, adoraba a mi hermano.
La vida es cara en Siria, así que mi mujer e hijos volvieron, y Lucky también volvió a casa. Siempre que venía mi hermano, le traía sus antojos a Lucky. Era obvio que Lucky realmente quería a mi hermano.
Después las cosas empeoraron mucho. Usualmente, la mayoría de los tiroteos más intensos empiezan en la tarde y se prolongan hasta medianoche.
Un día la semana pasada, dispararon contra la casa de mi vecino. Sus hijos estaban parados frente a la puerta de casa y mataron a uno de ellos. Tenía diez años. El otro quedó herido, como otro hombre que estaba trabajando frente a su casa.
Mi propia casa está marcada de agujeros de bala. He enviado a mis dos hijos mayores a vivir con mi hermano. Cuando salgo del trabajo para ir a casa, llamo y pregunto: ‘¿Crees que está bien que vaya a casa?'"
A veces dicen no, así que me devuelvo y duermo en la oficina.
Cuando ocurrió la invasión norteamericana, yo la apoyé. Pensábamos que las cosas serían diferentes. Ahora pienso que los norteamericanos han traído más problemas que libertad. Aunque mi hija pequeña, que tiene nueve años, adora a los americanos.
Hace unos meses íbamos en coche y un convoy militar quedó detrás de nosotros. Paré para dejarlos pasar, y mi hija saludó con sus brazos a uno de los soldados a través de la ventanilla del coche. El soldado devolvió el saludo. Entonces ella le lanzó un beso. Y él le lanzó un beso a ella.
El soldado bajó de su vehículo y caminó hacia nuestro coche. Tuve miedo. Pero le dio unos caramelos a mi hija y ella me dijo más tarde que ella adoraba a los soldados estadounidenses. Le dije: "¡No debes!"
Mi hija me responsabiliza de que Lucky ya no esté con nosotros. Me dice: "¡Cada vez que nos mudamos, me pierdes mis juguetes, y ahora se perdió Lucky!"
A veces cuando han habido balaceras, me dice: "Papi, ¿estamos viviendo en un mundo loco?"
Yo también extraño a Lucky. Cuando salía al jardín, venía a saludarme y jugar conmigo y correr. Yo lo llevaba al veterinario y me cercioraba de que se pusiera todas las vacunas necesarias.
La casa en la que vivimos ahora, es la segunda casa en un año. Pronto nos mudaremos a una tercera, lejos de la autopista y de los tiros.
Ahora que me estoy mudando, espero que las cosas mejoren algo. Espero que algún día recuperaré mi vieja casa.
Mi casa, mi familia y Lucky.

El escritor es un colaborador iraquí de la oficina del Times en Bagdad. Nos reservamos su nombre por razones de seguridad.

3de septiembre de 2007
©los angeles times
©traducción mQh
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