más allá de maliki
[Charles Krauthammer] No ha logrado ni pacificar ni reconciliar Iraq. Y no es fiable.
El gobierno del primer ministro iraquí Nouri al-Maliki ha tenido más de quince meses para tratar de pacificar la resistencia sunní, ofreciendo acuerdos nacionales sobre compartir el petróleo, las elecciones provinciales y la desbazificación. No ha hecho nada en ninguno de estos. En lugar de eso, el general David Petraeus ha pacificado a un considerable número de tribus sunníes con reconocimiento de la autonomía local, armas y apoyo estadounidense en la lucha conjunta contra al_Qaeda.
La estrategia de Petraeus no es muy bonita. Es arriesgada. Pero ha sido efectiva.
El gobierno controlado por los chiíes en Bagdad, sin embargo, no está contento con las acciones de Petraeus. Un importante asesor de Maliki se quejó de que van a marcharse dejando a Iraq convertido en una "sociedad armada y con milicias".
¿Qué cree que es Iraq ahora? La diferencia es que muchas milicias sunníes que antes disparaban contra los norteamericanos, ahora están disparando contra al_Qaeda.
La naturaleza de la guerra está cambiando. En julio, el 73 por ciento de los ataques que causaron bajas norteamericanas en Bagdad corrieron a cuenta de militantes chiíes, no sunníes. Maliki no es tonto. Mientras más tribus sunníes sean pacificadas, puede prever el último capítulo militar de esta guerra: el considerable poder de la máquina militar norteamericana volviendo lentamente su cara, y sus armas, hacia los extremistas chiíes.
De los muchos errores cometidos en Iraq, quizás el más serio fue no haber destruido a Moqtada al-Sáder y los restos de su desarrapado ejército cuando lo teníamos arrinconado y derrotado en Nayaf en 2004. Como consecuencia, tenemos que hacerle frente de nuevo. Las tropas ya han empezado importantes y mortíferos allanamientos en los bastiones del Ejército Mahdi en Bagdad.
Sáder está en problemas. El miércoles, después de cruentos enfrentamientos entre chiíes en Karbala, llamó a un cese de toda operación militar para poder "rehabilitar" sus fuerzas cada vez más desorganizadas.
Al mismo tiempo, sin embargo, Maliki está denunciándonos por uso excesivo de fuerza en nuestros allanamientos en áreas chiíes. Se está abriendo una grieta entre Washington y Bagdad. Pero mientras Maliki esté en el poder, seguirá ensanchándose.
Ahora, Maliki no es amigo de Sáder ni de Irán. Sabe que si ellos se imponen, se lo tragarán entero. Pero Maliki es demasiado débil, temperamental y políticamente para tomar la decisión correcta en la otra dirección -hacia los moderados sunníes y chiíes- para hacer los compromisos nacionales necesarios.
Así, está afinando sus apuestas. Visita Irán y entonces, de visita en Siria responde a llamados a que el parlamento iraquí ponga fin a su gobierno, diciendo: "Los que piden eso están molestos por nuestra visita a Siria" y advirtiendo siniestramente que Iraq "puede encontrar amigos en otro lugar".
Maliki no es solamente débil; además, es poco fiable. Hay poco tiempo. Hace tiempo que deberíamos -digamos cuando el asesor de seguridad nacionales escribió su memo filtrado en noviembre pasado sobre el fracaso de Maliki- haber empezado a trabajar para remplazar a este gobierno inoperante".
Incluso el ministro francés de relaciones exteriores, tras volver de un reciente viaje de reparaciones, pidió remplazar a Maliki. (Sus excusas posteriores se pueden descontar como pro forma). Esas sugerencias son a menudo denunciadas como hipócritas y contrarias a la democracia. Absurdo. En un sistema parlamentario, un gobierno sólo sirve si continúa despertando confianza.
¿Alguien imagina a Maliki gozando de la confianza de la mayoría de los iraquíes? Si no, el parlamento, que representa al pueblo, tiene todo el derecho a emitir un voto de desconfianza y derribar su gobierno.
¿Y entonces? Antes que buscar una nueva coalición como un endeble substituto, la mejor alternativa es convocar nuevas elecciones. Y esta vez no debemos repetir el error de organizar elecciones por listas de partido, un sistema casi diseñado para producir líderes militaristas y coaliciones inestables.
El senador Lindsey Graham, que volvía de dos semanas de servicio como reservista en Iraq, observó que el receso parlamentario de agosto fue positivo porque permitió que los miembros pudieran escuchar a ciudadanos enfadados exigiendo compromiso político y paz. Pero el problema con el actual sistema es que los parlamentarios iraquíes no son elegidos por los ciudadanos, sino por los jefes de partido.
Una muestra de los países que han elegido esta absurda forma de democracia -Israel, Italia y la Alemania de Weimar- nos da una idea de la vida política balcanizada e inestable que los sistemas basados en listas de partido producen inevitablemente. Con un sistema de distritos (miembros elegidos por una entidad geográfica real), los jeques de Anbar deberían ser los que negociaran en el parlamento a favor de los sunníes -no miembros de un falso partido nacional sunní que representa muy poco.
Las nuevas elecciones no son una panacea. Tomará tiempo organizarlas -que es porque deberíamos haber empezado hace meses a trabajar en esto. Pero la reconciliación desde abajo que está ocurriendo en realidad en las provincias podría -y lógicamente, debería- hacer posible la reconciliación nacional en Bagdad. No podemos esperar a Maliki eternamente.
La estrategia de Petraeus no es muy bonita. Es arriesgada. Pero ha sido efectiva.
El gobierno controlado por los chiíes en Bagdad, sin embargo, no está contento con las acciones de Petraeus. Un importante asesor de Maliki se quejó de que van a marcharse dejando a Iraq convertido en una "sociedad armada y con milicias".
¿Qué cree que es Iraq ahora? La diferencia es que muchas milicias sunníes que antes disparaban contra los norteamericanos, ahora están disparando contra al_Qaeda.
La naturaleza de la guerra está cambiando. En julio, el 73 por ciento de los ataques que causaron bajas norteamericanas en Bagdad corrieron a cuenta de militantes chiíes, no sunníes. Maliki no es tonto. Mientras más tribus sunníes sean pacificadas, puede prever el último capítulo militar de esta guerra: el considerable poder de la máquina militar norteamericana volviendo lentamente su cara, y sus armas, hacia los extremistas chiíes.
De los muchos errores cometidos en Iraq, quizás el más serio fue no haber destruido a Moqtada al-Sáder y los restos de su desarrapado ejército cuando lo teníamos arrinconado y derrotado en Nayaf en 2004. Como consecuencia, tenemos que hacerle frente de nuevo. Las tropas ya han empezado importantes y mortíferos allanamientos en los bastiones del Ejército Mahdi en Bagdad.
Sáder está en problemas. El miércoles, después de cruentos enfrentamientos entre chiíes en Karbala, llamó a un cese de toda operación militar para poder "rehabilitar" sus fuerzas cada vez más desorganizadas.
Al mismo tiempo, sin embargo, Maliki está denunciándonos por uso excesivo de fuerza en nuestros allanamientos en áreas chiíes. Se está abriendo una grieta entre Washington y Bagdad. Pero mientras Maliki esté en el poder, seguirá ensanchándose.
Ahora, Maliki no es amigo de Sáder ni de Irán. Sabe que si ellos se imponen, se lo tragarán entero. Pero Maliki es demasiado débil, temperamental y políticamente para tomar la decisión correcta en la otra dirección -hacia los moderados sunníes y chiíes- para hacer los compromisos nacionales necesarios.
Así, está afinando sus apuestas. Visita Irán y entonces, de visita en Siria responde a llamados a que el parlamento iraquí ponga fin a su gobierno, diciendo: "Los que piden eso están molestos por nuestra visita a Siria" y advirtiendo siniestramente que Iraq "puede encontrar amigos en otro lugar".
Maliki no es solamente débil; además, es poco fiable. Hay poco tiempo. Hace tiempo que deberíamos -digamos cuando el asesor de seguridad nacionales escribió su memo filtrado en noviembre pasado sobre el fracaso de Maliki- haber empezado a trabajar para remplazar a este gobierno inoperante".
Incluso el ministro francés de relaciones exteriores, tras volver de un reciente viaje de reparaciones, pidió remplazar a Maliki. (Sus excusas posteriores se pueden descontar como pro forma). Esas sugerencias son a menudo denunciadas como hipócritas y contrarias a la democracia. Absurdo. En un sistema parlamentario, un gobierno sólo sirve si continúa despertando confianza.
¿Alguien imagina a Maliki gozando de la confianza de la mayoría de los iraquíes? Si no, el parlamento, que representa al pueblo, tiene todo el derecho a emitir un voto de desconfianza y derribar su gobierno.
¿Y entonces? Antes que buscar una nueva coalición como un endeble substituto, la mejor alternativa es convocar nuevas elecciones. Y esta vez no debemos repetir el error de organizar elecciones por listas de partido, un sistema casi diseñado para producir líderes militaristas y coaliciones inestables.
El senador Lindsey Graham, que volvía de dos semanas de servicio como reservista en Iraq, observó que el receso parlamentario de agosto fue positivo porque permitió que los miembros pudieran escuchar a ciudadanos enfadados exigiendo compromiso político y paz. Pero el problema con el actual sistema es que los parlamentarios iraquíes no son elegidos por los ciudadanos, sino por los jefes de partido.
Una muestra de los países que han elegido esta absurda forma de democracia -Israel, Italia y la Alemania de Weimar- nos da una idea de la vida política balcanizada e inestable que los sistemas basados en listas de partido producen inevitablemente. Con un sistema de distritos (miembros elegidos por una entidad geográfica real), los jeques de Anbar deberían ser los que negociaran en el parlamento a favor de los sunníes -no miembros de un falso partido nacional sunní que representa muy poco.
Las nuevas elecciones no son una panacea. Tomará tiempo organizarlas -que es porque deberíamos haber empezado hace meses a trabajar en esto. Pero la reconciliación desde abajo que está ocurriendo en realidad en las provincias podría -y lógicamente, debería- hacer posible la reconciliación nacional en Bagdad. No podemos esperar a Maliki eternamente.
letters@charleskrauthammer.com
3 de septiembre de 2007
31 de agosto de 2007
©washington post
©traducción mQh
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