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recuperando iraq


[David Ignatius] La esperanza no es una estrategia aceptable.
Las imágenes que nos llegan de Iraq son del infierno en la tierra: El domingo, doce estudiantes que viajaban a Baqubah a dar sus exámenes finales fueron sacados a empujones de un autobús y asesinados debido a que practicaban la religión equivocada. Al día siguiente, hombres armados con uniformes de policía secuestraron a 56 personas cerca de una parada de buses en el centro de Bagdad y los hicieron subir a camiones.
Esta es la pesadilla iraquí, y Estados Unidos es incapaz de pararla. ¿Qué pensaría usted si fuera el padre de uno de esos niños iraquíes muertos? Usted querría que Estados Unidos, el país que rompió los frágiles vínculos que mantenían junto a Iraq, actuara de modo más efectivo para controlar esta violencia. Y usted querría que el llamado gobierno de unidad nacional de Iraq se comportara como tal y detuviera a los asesinos que están terminando con la gente decente de Iraq. Y si ni los estadounidenses ni el gobierno iraquí pudieran proteger a sus hijos, usted se volcaría hacia las milicias.
El proyecto estadounidense en Iraq se está desmoronando. El presidente sigue hablando sobre mantener el curso, y la Casa Blanca todavía espera superar las predicciones de victoria, pero el curso que estamos siguiendo no funciona. La elección del primer gobierno permanente de Iraq en diciembre fue la última oportunidad de componer las cosas. Casi siete meses después de las elecciones, los políticos iraquíes todavía no se ponen de acuerdo sobre quién debería dirigir dos ministerios claves, el de Defensa y el de Interior.
Un amigo estadounidense me escribió esta semana desde Iraq: "La guerra civil arde en Bagdad, independientemente de la palabra usada en Washington en estos días para describir estos asesinatos. Todas las mañanas al salir el sol, se recogen los cuerpos de los asesinatos de la noche pasada para ser enviados a los hospitales donde tratarán de averiguar quiénes eran. Mientras el nuevo gobierno, los ministerios, la coalición y la hinchada burocracia de la embajada están todos paralizados en la Zona Verde, al otro lado de los alambres de púa y de las barreras de cemento la guerra civil sigue como siempre".
Un devastador sumario los errores norteamericanos se encuentra en la última entrega del informe trimestral del Pentágono al Congreso, ‘Midiendo la estabilidad y seguridad en Iraq'. En todo el país, todavía menos gente que el año pasado cree que la situación es mejor ahora que antes de la guerra. En el área de Bagdad, los encuestadores constataron que el porcentaje de optimistas había caído a la mitad desde marzo de 2005, a un 30 por ciento.
Y la violencia continúa: La tasa de ataques rebeldes es ahora más alta que en 2004, con un promedio de más de 600 a la semana desde que asumiera el nuevo gobierno en febrero. Los jefes militares estadounidenses hablan de sus nuevos logros en dividir a la resistencia iraquí, pero el número de ataques no es reflejo de ninguna disminución de su mortífero carácter. Entretanto, los chiíes están respondiendo con igual crueldad, y las cifras del Pentágono muestran un agudo aumento de los asesinatos religiosos en el último año.
Lo que estamos viendo en Iraq es un desajuste entre fines y medios: entre una estrategia política de unidad y la realidad de dirigentes religiosos rivales; entre una estrategia militar de una contrainsurgencia cuyos objetivos son "limpiar, mantener y construir" y la realidad de que la mayoría de los soldados estadounidenses siguen agazapados todos los días; entre el objetivo de estabilizar el país y el diaria realidad de intimidación física.
¿Qué puede hacer Estados Unidos para mitigar el desastre iraquí? Ciertamente, no necesita más planes de estrategia. Las estrategias política y militar ahora en curso hablan el lenguaje correcto de la unidad y la contrainsurgencia, pero es todavía fundamentalmente el idioma que se habla dentro de la Zona Verde. El capitán de marina Scott A. Cuomo dice, en la edición de junio de la Gaceta del Cuerpo de Marines, que los militares estadounidenses deberían constituir "equipos de adiestramiento incrustados", viviendo y luchando junto con las fuerzas de seguridad iraquíes, que es su principal objetivo. Dice francamente sobre su propia experiencia de combate en Iraq: "Hicimos realmente muy poco para ayudar a las fuerzas de seguridad nacionales a proteger a la población contra la resistencia".
Una propuesta más atrevida hizo mi amigo en Iraq, que conoce íntimamente la situación de la seguridad allá. Dice que el primer ministro Nouri al-Maliki debería trasladar los 27 ministerios de su gobierno, que operan fundamentalmente en la Zona Verde, a la ciudad. El ejército iraquí debería proteger cada avanzada del gobierno, con ayuda de equipos estadounidenses. "La población necesita ver que hay un gobierno que tiene el coraje de recuperar la ciudad, barrio por barrio".
Mi amigo compara el actual y frenético ritmo de la Zona Verde con gente que trata de correr en calcetines sobre un resbaladizo suelo de linóleo. "Hay un montón de actividad, pero se avanza muy poco", escribe. "La esperanza no es un plan estratégico, y el status quo es inaceptable".

davidignatius@washpost.com

7 de junio de 2006
©washington post h
©traducción mQh
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