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muchos reclutas son enemigos


[Joshua Partlow] Muchos policías en adiestramiento son cómplices de ‘blancos enemigos'.
Bagdad, Iraq. El pelotón de soldados norteamericanos fue emboscado en un callejón en las afueras del santuario sagrado en el barrio de Kadhimiyah, al oeste de Bagdad. El fuego de ametralladoras desde ventanas de apartamentos y tejados causaba un ensordecedor estrépito. Los soldados estaban a quince metros de sus vehículos blindados, pero no sabían si sobrevivirían la carrera.
A menos de un kilómetro de distancia, un poderoso parlamentario chií estaba frente a una base militar norteamericana, en la oficina de un comandante de brigada responsable de Kadhimiyah. Los norteamericanos habían pedido refuerzos al ejército iraquí, pero según el comandante de la brigada y oficiales norteamericanos, el legislador se encargaría de que la ayuda no llegara a los iraquíes ese crucial día.
"Ninguna unidad del ejército iraquí, ninguno de los 2.700 soldados de seguridad estacionados en Kadhimiyah, ninguna unidad del ejército iraquí respondería", dijo el teniente coronel Steven Miska, subcomandante de la brigada, en este enclave chií de doscientas mil personas en la orilla occidental del río Tigris. "Muestra lo difícil que es erradicar la influencia de la milicia cuando tienen fachadas políticas tan encumbradas".
El tiroteo de dos horas debajo de las cúpulas doradas de la mezquita de Musa al-Kadhim el 29 de abril dejó al menos ocho iraquíes muertos. Aunque no hubo bajas americanas, marcó el inicio del deterioro de la seguridad en Kadhimiyah, que era en el pasado uno de los barrios más seguros de Bagdad. También dejó en claro -"la primera vez que la complicidad nos estaba mirando a la cara", como dijo un soldado norteamericano- que el problema del ejército iraquí en el área era más que la falta de equipos o de adiestramiento.
El desarrollo de las capacidades de las fuerzas de seguridad iraquíes ha sido un pilar de la estrategia de contrainsurgencia del general David H. Petraeus en Iraq, pero el ejército iraquí en Kadhimiyah está tan infiltrado por los milicianos del Ejército Mahdi que los soldados norteamericanos e iraquíes dicen que es prácticamente inútil. Soldados iraquíes en Kadhimiyah han sido arrestados y acusados de atacar a ropas norteamericanas y otros soldados iraquíes. Los que no son miembros de la milicia, que sigue al clérigo radical chií Moqtada al-Sáder, temen por sus familias como para perseguir a los colegas parias.
"No quiero que espere que este batallón va a hacer nada bueno en Kadhimiyah", dijo un oficial del ejército iraquí, insistiendo en conservar el anonimato por temor por su seguridad. "Ahora el Ejército Mahdi controla al ejército y la policía iraquíes. Nadie puede llevar a cabo órdenes directas de detenerlos".
Oficiales iraquíes y norteamericanos estiman que unos doscientos de los novecientos soldados del Quinto Batallón, Primera Brigada de la Sexta División del ejército iraquí son miembros de la milicia. El 28 de agosto, fuerzas norteamericanas tomaron las huellas digitales, escáneres de retina y fotografiaron a los soldados iraquíes del batallón que llegaron a recoger su salario.
"Es triste que tengamos que hacer esto con nuestros socios", dijo el capitán Jared Harty, que dirige el equipo de transición norteamericano que trabaja con el ejército iraquí en el área.
Los soldados norteamericanos atribuyen parte de la culpa a Bahaa al-Araji, un legislador fiel a Sáder cuyo hermano, Hazim al-Araji, predica en la mezquita de Musa al-Kadhim y es asesor de Sáder. En enero, Bahaa al-Araji creó una brigada de agentes de seguridad de paisano en Kadhimiyah, de los que se cree ampliamente que son miembros del Ejército Mahdi. Algunos de ellos fueron más tarde incorporados en el ejército iraquí.
Oficiales leales a Sáder han dicho que sus hombres operan en Kadhimiyah para proteger el santuario, que podría ser un blanco atractivo para los rebeldes sunníes.
Al día siguiente del tiroteo del 29 de abril, el parlamento votó para prohibir que tropas estadounidenses se aproximaran en ochocientos metros a la mezquita sagrada. Los soldados norteamericanos todavía patrullan la zona, pero ahora con la precaución de no acercarse demasiado por temor a provocar un estallido popular y contragolpes políticos.
"Básicamente lo que hicieron fue crear un santuario" del Ejército Mahdi, dijo el capitán Stephen Duperre, otro miembro del equipo de transición. "El gobierno iraquí no nos dejar perseguir a estos tipos, y el gobierno estadounidense dice que está bien. Nos... disparan, y nos podemos hacer nada para defendernos".
Los comandantes norteamericanos acusan a los soldados iraquíes de participar en ataques contra tropas norteamericanas y oficiales iraquíes que trabajan con los norteamericanos. El 5 de agosto, el aliado más fiable de los norteamericanos en el ejército iraquí, el general de brigada Falah Hassan fue convencido por un subordinado de caminar hacia la oficina de Sáder en Kadhimiyah después de una reunión en el santuario. En el camino, decenas de hombres armados saltaron de detrás de carros de vendedores ambulantes y descendieron de vehículos del ejército iraquí para rodear a Hassan. Sus guardaespaldas fueron capaces de sacarlo ileso del lugar.
"A la milicia no le gusta mi estilo, por eso trataron de matarme. Esta es la cuarta vez", dijo Hassan, 39, comandante de brigada. "Las oficinas del gobierno aquí en Kadhimiyah ejercen mucha presión. Yo nunca les respondo".
El ejército iraquí también sufre de deficiencias más mundanas. El batallón en Kadhimiyah tiene apenas tres todoterrenos y dos transportadores de personal blindados para novecientos soldados. Carecen de armamento suficiente, cascos, chalecos antibalas, uniformes, radios, combustible y otros equipos básicos.
"La unidad básicamente está fuera de combate. Estamos tratando de que se concentren en los blancos enemigos, pero esos blancos enemigos son sus amigos", dijo Harty. "Creo que todo lo que encontraron fue un rifle, lo que es muy ridículo y una pérdida de tiempo".
A fines del mes pasado en una misión nocturna no demasiado lejos de la mezquita, las tropas iraquíes llegaron en una caravana variopinta que incluía camiones y ambulancias. Se dirigieron casualmente hacia el centro de las penumbrosas calles, arrejuntados y expuestos. No todos llevaban cascos o chalecos antibala. Algunos fumaban despreocupadamente. Durante más de una hora, revisaron varias casas pero no hicieron detenciones ni encontraron nada.
"Venimos simplemente para asegurarnos de que no roben o rompan nada", dijo Duperre. En su trabajo con el ejército iraquí, ha aprendido a reducir sus expectativas, pero la frustración todavía se hace notar. Salió de una casa, miró a los soldados iraquíes y habló con su intérprete con la fatiga instalada en su voz.
"Hey, pregúntale a esos dos tipos porqué están sentados ahí", dijo.

5 de septiembre de 2007
4 de septiembre de 2007
©washington post
©traducción mQh
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