chiíes se cansaron de milicias
[Sabrina Tavernise] Tensas relaciones entre milicias y chiíes.
Bagdad, Iraq. En varios barrios chiíes en Bagdad, los vecinos han empezado a dar la espalda al Ejército Mahdi, la milicia chií que antes veían como su única protección contra los militantes sunníes. Ahora la consideran como una banda callejera de matones sin ideología.
El camio en las percepciones chiíes en Bagdad abre una oportunidad para los militares norteamericanos, que han estado enzarzados en una prolongada campaña contra el Ejército Mahdi, en momentos en que los comandantes estadounidenses dependen cada vez más de la colaboración de líderes y tribus locales para la prosecución de la guerra.
El paisaje sectario ha cambiado, los extremistas sunníes han sido en gran parte derrotados en muchos barrios chiíes, y en esos lugares la guerra se ha convertido en una delincuencia que es a menudo indiferente a las sectas religiosas.
En entrevistas, diez chiíes de cuatro barrios al este y occidente de Bagdad describieron los métodos utilizados por miembros de la milicia para -en su búsqueda de nuevas fuentes de ingreso- atacar a los chiíes.
La estrategia se observa menos frecuentemente en barrios donde sunníes y chiíes todavía pelean por el territorio. Ciudad Sáder, el mayor barrio chií, donde la presencia del Ejército Mahdi es más política que militar, ha escapado en gran parte de la ola de criminalidad.
Entre las personas asesinadas en el barrio de Topchi en los últimos dos meses, dijeron los vecinos, se encontraban el dueño de una tienda de electrodomésticos, un vendedor de golosinas, un hombre rico, tres mujeres, dos concejales, y dos niños, de nueve y once años.
Formaban un grupo disparatado con una cosa en común: Eran todos chiíes que fueron asesinados por chiíes. Los vecinos culpan al Ejército Mahdi, que controla el barrio.
"Todo el mundo sabe quiénes son los asesinos", dijo una madre de Topchi, cuya vecina, una mujer chií, fue una de las víctimas. "Yo soy chií y ruego a Dios que los castigue".
En otros barrios, el sentimiento era el mismo.
"Pensábamos que eran soldados defendiendo a los chiíes", dijo Sayeed Sabah, un chií que dirige una organización de caridad en el barrio de Huriya, al oeste de Bagdad. "Pero ahora nos damos cuenta de que son asesinos de niños, nada más que eso. La gente no quiere saber nada de ellos".
Aunque el Ejército Mahdi controla la mayoría de los barrios chiíes, hay evidencias de que los chiíes están empezando a hacer frente a las milicias. Los jeques chiíes, la base tradicional de la milicia, están empezando a tomar contacto con los norteamericanos, del mismo modo que las tribus sunníes se acercaron a ellos antes este año, redefiniendo todo un frente de la guerra, dijeron algunos oficiales, y el número de denuncias precisas que llegan a las bases norteamericanas han aumentado fuertemente.
Los chiíes están "participando como nunca antes", dijo el mayor Mark Brady, de la División Multinacional-Grupo de Reconciliación de Bagdad, que trabaja con las tribus.
"Algo malo está pasando para que corran el riesgo de llamar a la línea de denuncias o de aproximarse a las Comisarías Conjuntas de Seguridad", dijo, refiriéndose a las mini-bases norteamericanas de barrio instaladas después del aumento del nivel de tropas este año.
"Está cambiando todo", dijo Ali, un hombre de negocios en el barrio de Ur, predominantemente chií, al este de Bagdad, el que, como la mayoría de los entrevistados, no quiso que se mencionara su nombre completo por temor a represalias. "Ahora en nuestro barrio la gente está diciendo por primera vez: ‘Al infierno con el Ejército Mahdi'.
"No lo están diciendo en voz alta en las calles, sino entre amigos, en la familia. Lo dice todo el mundo, hombres y mujeres".
La milicia callejera de hoy no se parece en nada al Ejército Mahdi de 2004, cuando los chiíes, obedeciendo al clérigo Moqtada al-Sáder, lucharon contra los soldados norteamericanos en un estallido de auto-afirmación. Entonces, los combatientes eran también amigos del barrio y llevaban gasolina y otros artículos a las familias necesitadas.
Ahora, tres años después, muchos miembros han abandonado la violencia y conseguido trabajos en el gobierno local y nacional, mientras otros han preferido delinquir, transando coches y casas robadas a los muertos o a las familias expulsadas de ambas sectas.
Incluso ha cambiado el mapa demográfico. Ahora los milicianos callejeros tienden a ser adolescentes de familias errantes, en parte el resultado de la victoria militar norteamericana. En el otoño pasado, los militares empezaron una agresiva campaña durante la cual detuvieron a importantes cabecillas, dejando en su lugar un vacío de poder y a milicianos jóvenes sin líderes.
"Ahora son jóvenes que no tienen nada que ver con la religión", dijo Abbas, 40, vendedor chií de repuestos para coches en Ameen, un barrio al sur de Bagdad. Ratib, 22, primo de Abbas, fue asesinado en la primavera de un tiro en la boca por haber insultado a miembros de la milicia Mahdi.
"La gente los odia", dijo Abbas. "Quieren que desaparezcan de sus vidas". Uno de los asesinos más notorios en Topchi, del que los vecinos dicen que era un combatiente del Ejército Mahdi, Haidar Rahim, nació en 1989. En una cálida tarde de agosto, él y dos cómplices mataron frente a su casa, a balazos, a una mujer llamada Eman, una madre divorciada, cuentan los vecinos. Los combatientes dijeron que la mujer era prostituta, pero poco después de su muerte llevaron inquilinos a vivir en su casa.
"Son niños con armas, con coches y dinero", dijo un vecino de Eman, refiriéndose a los combatientes. "Les seduce todo esto. Son niños".
El miedo de los vecinos era tan grande que el cuerpo de Eman permaneció en un charco de sangre por más de una hora sin que nadie se atreviera a acercarse, hasta que fue retirado por las autoridades iraquíes, dijo el vecino. Junto al cuerpo de Eman estaba su hijito de ocho, llorando.
"Son sanguinarios", dijo un hombre cuyo padre, un miembro de la junta de vecinos de Topchi, fue asesinado el 26 de septiembre. "Son capaces de matar a toda una familia por una tarjeta telefónica de diez dólares".
Rahim fue asesinado un mes después. Su joven cara adorna un letrero recordatorio, colocado cerca de la gigantesca parrilla de una pollería en Topchi. Algunos dicen que lo mataron los norteamericanos. Otros dicen que fueron iraquíes.
Un portavoz de la oficina de Sáder en Shuala, el extenso barrio chií al norte de Topchi, dijo que no tenía información sobre los asesinatos, pero que todas las acciones ilegales eran el trabajo de delincuentes que sólo pretendían ser miembros del Ejército Mahdi.
"Ahora hay muchos que dicen que son del Ejército Mahdi", dijo el portavoz, que se hace llamar Abu Jafar. "La oficina de Sáder no es responsable de que se esté aterrorizando a la gente, sunníes o chiíes".
En el sur chií, la violencia es diferente porque las milicias chiíes están peleándose por el poder.
La milicia bagdadí, que ha estado siempre flojamente organizada, se hinchó de reclutas después del atentado con bomba contra un santuario chií en febrero de 2006. El cambio trastornó a la organización y la llenó de jóvenes enrabiados, algunos con antecedentes criminales que estaban sedientos de venganza.
Los delincuentes empezaron a dar mal nombre a la organización. El precio de los coches usados cayó en picado, pues los milicianos empezaron a vender los vehículos que habían pertenecido a sus víctimas. Un jeque de Ciudad Sáder emitió un edicto religioso que permitía la confiscación de la propiedad de militantes sunníes a quienes los chiíes consideran herejes. Pero muchos consideraron el edito como carta blanca para requisar propiedades, a condición que las víctimas fueran sunníes.
Un cabecilla del Ejército Mahdi, un hombre de 36 del occidente de Bagdad, describió la trama en la que transportaban los coches de las víctimas hacia el norte de Iraq en convoyes de soldados kurdos que volvían de sus permisos. Los nuevos documentos eran rellenados allá.
Para Yasir, 35, ex miliciano que presenció de primera mano su descomposición, el último golpe fue cuando su primo, un rico hombre de negocios, fue secuestrado por jóvenes miembros de la milicia Mahdi del barrio. Fue asesinado.
"No lo llames Ejército Mahdi", dijo Yasir. "Era el Ejército Mahdi cuando la gente tenía conciencia".
En un intento desesperado por restablecer el control y la disciplina, Sáder emitió una orden en agosto congelando todas las actividades del Ejército Mahdi.
Abu Jafar, el portavoz, dijo que "el objetivo de esta declaración es detectar a los malos elementos que dicen ser miembros del Ejército Madhi y entregarlos a las fuerzas de seguridad".
Mientras continuaba la turbulencia en Topchi, un barrio fronterizo donde los miembros locales de la milicia son más pobres, en Ciudad Sáder, hogar de la mayoría de los jefes que se enriquecieron y se han establecido políticamente, se cancelaron gran parte de las actividades.
"Al principio, no podíamos salir en nuestros coches, no podíamos salir a caminar porque estaban ellos en las calles con sus rifles y pistolas", dijo el hombre de negocios Ali. "Ahora se han esfumado. No hay nadie. No se los ve por ninguna parte".
Como muchos chiíes, Abbas, el vendedor de repuestos de automóviles, atribuye parte del decline a la nueva precisión en las detenciones norteamericanas, que se explica por las denuncias de vecinos chiíes.
Comandantes norteamericanos como el teniente coronel David Oclander, del Equipo de Combate de la Segunda Brigada de la División Aerotransportada 82, cuya zona incluye Ciudad Sáder y otros barrios chiíes en Bagdad, han aprovechado esa cooperación. En el último mes y medio, dijo, los líderes chiíes han empezado a tomar contacto con los norteamericanos. Ahora la brigada está trabajando con 25 jeques en los barrios chiíes de Shaab y Ur y están entrevistando a 1200 candidatos para las posiciones semioficiales de guardias del barrio.
El teniente coronel compara el cambio entre los chiíes con el cambio en los barrios sunníes que empezaron a volcarse contra al Qaeda en Mesopotamia, el grupo extremista sunní que el servicio de inteligencia norteamericano dice que es dirigido por extranjeros.
En algunos casos, los vecinos parecen más dispuestos a hacer frente al Ejército Mahdi. En Topchi varios hombres de negocios se negaron este mes a pagar dinero de protección a los miembros del Ejército Mahdi. La noticia corrió por el barrio. Hace cuatro meses, un camionero fue asesinado en el sector del coronel Oclander, después de que el patrón del conductor se negara a pagar el dinero de protección. Ahora ese tipo de represalia es mucho más rara.
Ali, el empresario de Ur, dijo que cree que el Ejército Mahdi será más pequeño en el futuro. La gente simplemente ya no cree en sus líderes. "Ellos ya no tienen ideología", dijo.
Como prueba contó una historia de su barrio sobre un hombre religioso y la compra de un coche.
"Era un hombre pobre, pero ahora tiene un Mercedes-Benz", dijo Ali. "El Profeta Mahoma ni siquiera tenía un caballo".
El camio en las percepciones chiíes en Bagdad abre una oportunidad para los militares norteamericanos, que han estado enzarzados en una prolongada campaña contra el Ejército Mahdi, en momentos en que los comandantes estadounidenses dependen cada vez más de la colaboración de líderes y tribus locales para la prosecución de la guerra.
El paisaje sectario ha cambiado, los extremistas sunníes han sido en gran parte derrotados en muchos barrios chiíes, y en esos lugares la guerra se ha convertido en una delincuencia que es a menudo indiferente a las sectas religiosas.
En entrevistas, diez chiíes de cuatro barrios al este y occidente de Bagdad describieron los métodos utilizados por miembros de la milicia para -en su búsqueda de nuevas fuentes de ingreso- atacar a los chiíes.
La estrategia se observa menos frecuentemente en barrios donde sunníes y chiíes todavía pelean por el territorio. Ciudad Sáder, el mayor barrio chií, donde la presencia del Ejército Mahdi es más política que militar, ha escapado en gran parte de la ola de criminalidad.
Entre las personas asesinadas en el barrio de Topchi en los últimos dos meses, dijeron los vecinos, se encontraban el dueño de una tienda de electrodomésticos, un vendedor de golosinas, un hombre rico, tres mujeres, dos concejales, y dos niños, de nueve y once años.
Formaban un grupo disparatado con una cosa en común: Eran todos chiíes que fueron asesinados por chiíes. Los vecinos culpan al Ejército Mahdi, que controla el barrio.
"Todo el mundo sabe quiénes son los asesinos", dijo una madre de Topchi, cuya vecina, una mujer chií, fue una de las víctimas. "Yo soy chií y ruego a Dios que los castigue".
En otros barrios, el sentimiento era el mismo.
"Pensábamos que eran soldados defendiendo a los chiíes", dijo Sayeed Sabah, un chií que dirige una organización de caridad en el barrio de Huriya, al oeste de Bagdad. "Pero ahora nos damos cuenta de que son asesinos de niños, nada más que eso. La gente no quiere saber nada de ellos".
Aunque el Ejército Mahdi controla la mayoría de los barrios chiíes, hay evidencias de que los chiíes están empezando a hacer frente a las milicias. Los jeques chiíes, la base tradicional de la milicia, están empezando a tomar contacto con los norteamericanos, del mismo modo que las tribus sunníes se acercaron a ellos antes este año, redefiniendo todo un frente de la guerra, dijeron algunos oficiales, y el número de denuncias precisas que llegan a las bases norteamericanas han aumentado fuertemente.
Los chiíes están "participando como nunca antes", dijo el mayor Mark Brady, de la División Multinacional-Grupo de Reconciliación de Bagdad, que trabaja con las tribus.
"Algo malo está pasando para que corran el riesgo de llamar a la línea de denuncias o de aproximarse a las Comisarías Conjuntas de Seguridad", dijo, refiriéndose a las mini-bases norteamericanas de barrio instaladas después del aumento del nivel de tropas este año.
"Está cambiando todo", dijo Ali, un hombre de negocios en el barrio de Ur, predominantemente chií, al este de Bagdad, el que, como la mayoría de los entrevistados, no quiso que se mencionara su nombre completo por temor a represalias. "Ahora en nuestro barrio la gente está diciendo por primera vez: ‘Al infierno con el Ejército Mahdi'.
"No lo están diciendo en voz alta en las calles, sino entre amigos, en la familia. Lo dice todo el mundo, hombres y mujeres".
La milicia callejera de hoy no se parece en nada al Ejército Mahdi de 2004, cuando los chiíes, obedeciendo al clérigo Moqtada al-Sáder, lucharon contra los soldados norteamericanos en un estallido de auto-afirmación. Entonces, los combatientes eran también amigos del barrio y llevaban gasolina y otros artículos a las familias necesitadas.
Ahora, tres años después, muchos miembros han abandonado la violencia y conseguido trabajos en el gobierno local y nacional, mientras otros han preferido delinquir, transando coches y casas robadas a los muertos o a las familias expulsadas de ambas sectas.
Incluso ha cambiado el mapa demográfico. Ahora los milicianos callejeros tienden a ser adolescentes de familias errantes, en parte el resultado de la victoria militar norteamericana. En el otoño pasado, los militares empezaron una agresiva campaña durante la cual detuvieron a importantes cabecillas, dejando en su lugar un vacío de poder y a milicianos jóvenes sin líderes.
"Ahora son jóvenes que no tienen nada que ver con la religión", dijo Abbas, 40, vendedor chií de repuestos para coches en Ameen, un barrio al sur de Bagdad. Ratib, 22, primo de Abbas, fue asesinado en la primavera de un tiro en la boca por haber insultado a miembros de la milicia Mahdi.
"La gente los odia", dijo Abbas. "Quieren que desaparezcan de sus vidas". Uno de los asesinos más notorios en Topchi, del que los vecinos dicen que era un combatiente del Ejército Mahdi, Haidar Rahim, nació en 1989. En una cálida tarde de agosto, él y dos cómplices mataron frente a su casa, a balazos, a una mujer llamada Eman, una madre divorciada, cuentan los vecinos. Los combatientes dijeron que la mujer era prostituta, pero poco después de su muerte llevaron inquilinos a vivir en su casa.
"Son niños con armas, con coches y dinero", dijo un vecino de Eman, refiriéndose a los combatientes. "Les seduce todo esto. Son niños".
El miedo de los vecinos era tan grande que el cuerpo de Eman permaneció en un charco de sangre por más de una hora sin que nadie se atreviera a acercarse, hasta que fue retirado por las autoridades iraquíes, dijo el vecino. Junto al cuerpo de Eman estaba su hijito de ocho, llorando.
"Son sanguinarios", dijo un hombre cuyo padre, un miembro de la junta de vecinos de Topchi, fue asesinado el 26 de septiembre. "Son capaces de matar a toda una familia por una tarjeta telefónica de diez dólares".
Rahim fue asesinado un mes después. Su joven cara adorna un letrero recordatorio, colocado cerca de la gigantesca parrilla de una pollería en Topchi. Algunos dicen que lo mataron los norteamericanos. Otros dicen que fueron iraquíes.
Un portavoz de la oficina de Sáder en Shuala, el extenso barrio chií al norte de Topchi, dijo que no tenía información sobre los asesinatos, pero que todas las acciones ilegales eran el trabajo de delincuentes que sólo pretendían ser miembros del Ejército Mahdi.
"Ahora hay muchos que dicen que son del Ejército Mahdi", dijo el portavoz, que se hace llamar Abu Jafar. "La oficina de Sáder no es responsable de que se esté aterrorizando a la gente, sunníes o chiíes".
En el sur chií, la violencia es diferente porque las milicias chiíes están peleándose por el poder.
La milicia bagdadí, que ha estado siempre flojamente organizada, se hinchó de reclutas después del atentado con bomba contra un santuario chií en febrero de 2006. El cambio trastornó a la organización y la llenó de jóvenes enrabiados, algunos con antecedentes criminales que estaban sedientos de venganza.
Los delincuentes empezaron a dar mal nombre a la organización. El precio de los coches usados cayó en picado, pues los milicianos empezaron a vender los vehículos que habían pertenecido a sus víctimas. Un jeque de Ciudad Sáder emitió un edicto religioso que permitía la confiscación de la propiedad de militantes sunníes a quienes los chiíes consideran herejes. Pero muchos consideraron el edito como carta blanca para requisar propiedades, a condición que las víctimas fueran sunníes.
Un cabecilla del Ejército Mahdi, un hombre de 36 del occidente de Bagdad, describió la trama en la que transportaban los coches de las víctimas hacia el norte de Iraq en convoyes de soldados kurdos que volvían de sus permisos. Los nuevos documentos eran rellenados allá.
Para Yasir, 35, ex miliciano que presenció de primera mano su descomposición, el último golpe fue cuando su primo, un rico hombre de negocios, fue secuestrado por jóvenes miembros de la milicia Mahdi del barrio. Fue asesinado.
"No lo llames Ejército Mahdi", dijo Yasir. "Era el Ejército Mahdi cuando la gente tenía conciencia".
En un intento desesperado por restablecer el control y la disciplina, Sáder emitió una orden en agosto congelando todas las actividades del Ejército Mahdi.
Abu Jafar, el portavoz, dijo que "el objetivo de esta declaración es detectar a los malos elementos que dicen ser miembros del Ejército Madhi y entregarlos a las fuerzas de seguridad".
Mientras continuaba la turbulencia en Topchi, un barrio fronterizo donde los miembros locales de la milicia son más pobres, en Ciudad Sáder, hogar de la mayoría de los jefes que se enriquecieron y se han establecido políticamente, se cancelaron gran parte de las actividades.
"Al principio, no podíamos salir en nuestros coches, no podíamos salir a caminar porque estaban ellos en las calles con sus rifles y pistolas", dijo el hombre de negocios Ali. "Ahora se han esfumado. No hay nadie. No se los ve por ninguna parte".
Como muchos chiíes, Abbas, el vendedor de repuestos de automóviles, atribuye parte del decline a la nueva precisión en las detenciones norteamericanas, que se explica por las denuncias de vecinos chiíes.
Comandantes norteamericanos como el teniente coronel David Oclander, del Equipo de Combate de la Segunda Brigada de la División Aerotransportada 82, cuya zona incluye Ciudad Sáder y otros barrios chiíes en Bagdad, han aprovechado esa cooperación. En el último mes y medio, dijo, los líderes chiíes han empezado a tomar contacto con los norteamericanos. Ahora la brigada está trabajando con 25 jeques en los barrios chiíes de Shaab y Ur y están entrevistando a 1200 candidatos para las posiciones semioficiales de guardias del barrio.
El teniente coronel compara el cambio entre los chiíes con el cambio en los barrios sunníes que empezaron a volcarse contra al Qaeda en Mesopotamia, el grupo extremista sunní que el servicio de inteligencia norteamericano dice que es dirigido por extranjeros.
En algunos casos, los vecinos parecen más dispuestos a hacer frente al Ejército Mahdi. En Topchi varios hombres de negocios se negaron este mes a pagar dinero de protección a los miembros del Ejército Mahdi. La noticia corrió por el barrio. Hace cuatro meses, un camionero fue asesinado en el sector del coronel Oclander, después de que el patrón del conductor se negara a pagar el dinero de protección. Ahora ese tipo de represalia es mucho más rara.
Ali, el empresario de Ur, dijo que cree que el Ejército Mahdi será más pequeño en el futuro. La gente simplemente ya no cree en sus líderes. "Ellos ya no tienen ideología", dijo.
Como prueba contó una historia de su barrio sobre un hombre religioso y la compra de un coche.
"Era un hombre pobre, pero ahora tiene un Mercedes-Benz", dijo Ali. "El Profeta Mahoma ni siquiera tenía un caballo".
Johan Spanner, Ahmad Fadam, Kareem Hilm y Qais Mizher de Bagdad contribuyeron al reportaje de este artículo.
13 de octubre de 2007
12 de octubre de 2007
©new york times
©traducción mQh
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