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la inflación y los pobres


Un interesante editorial de El Mercurio sobre los efectos desiguales de la inflación sobre los grupos de bajos ingresos.
La fuerte inflación que ha sufrido Chile en 2007 ha golpeado con particular intensidad a los sectores más pobres. En lo que va corrido del año, ella llega a 6,2 por ciento, la más alta en más de una década. En promedio, los analistas proyectan un aumento de entre 6,5 y 6,7 para la totalidad del año, sin bajar esta vez como ha solido ocurrir en los últimos meses de cada año.
Indiscutiblemente, es algo negativo. Por primera vez desde que el Banco Central estableció metas de inflación, en 1991, el aumento de los precios ha sobrepasado por una magnitud tan significativa la meta del instituto emisor, de entre dos y cuatro por ciento.
Evidentemente, una parte importante de este fenómeno se debe a factores externos que no son controlables por la autoridad monetaria, pero no se puede ignorar que, a todo evento, podría afectar la sólida reputación que el país ha alcanzado en esta materia.
En cuanto a sus consecuencias sociales —hoy algo olvidadas por muchos—,es de tener presente que la inflación es un impuesto, en cuanto grava a aquellos que mantienen dinero, debido a que éste pierde valor por el aumento en los precios. Es, además, un impuesto regresivo, pues los que más lo sufren son los pobres, que mantienen una mayor proporción de su ingreso y sus activos en dinero. Dicha regresividad la hace aún más peligrosa.
Pero en el caso chileno actual, el problema es aún mayor. En efecto, el reciente aumento de los precios se explica mayoritariamente por un alza en el valor de los alimentos. Como los sectores más pobres destinan a ellos una mayor proporción de su ingreso, resultan los más perjudicados por la inflación. Así, en 12 meses el grupo alimentos del IPC ha aumentado 14,8 por ciento. Algunos especialistas estiman que la inflación para el quintil más pobre de la población ha sido alrededor de 20 por ciento. Un deterioro de un quinto en el poder adquisitivo no es un asunto socialmente menor. Como repercusión, también las instituciones de beneficencia han sufrido el impacto del alza de precios, en cuanto su presupuesto para alimentación ha subido en forma significativa.
La inflación en sí misma ya tiene una cara muy negativa en materia distributiva —además, por cierto, de todos los otros costos que acarrea para la economía—. En la situación actual, este fenómeno se ha visto agravado porque se debe en forma importante a un factor —la alimentación— que pesa más en la canasta de los más pobres. Ambos factores se potencian, haciéndolo más regresivo. Ahora, la tarea de la autoridad monetaria es hacer cuanto sea necesario para que ella no se prolongue.

22 de octubre de 2007
©el mercurio
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