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rusia se hunde en el autoritarismo


[Fred Hiatt] ¿Quién tiene la culpa?
¿Quién perdió a Rusia? Mientras el país más grande del mundo se hunde cada vez más rápidamente en el autoritarismo, la respuesta que se oye más a menudo es: Estados Unidos.
Curiosamente, se oye tanto en boca de rusos, que al mismo tiempo niegan que haya pasado algo malo y culpan a Estados Unidos por ello; y en boca de norteamericanos, que asumen que unos pellizcos en política exterior habrían logrado que todo fuera diferente en Moscú.
Una versión acusa a Estados Unidos de respaldar a Boris Yeltsin, que presidió imperfectamente la transición rusa hacia la democracia en los años noventa y, según la historia, avinagró para los rusos la idea misma de libertad. Otra versión responsabiliza a Estados Unidos por permitir que los antiguos satélites soviéticos se unieran a la OTAN, lastimando los sentimientos rusos y fomentando una reacción nacionalista.
Como interpretaciones de historia, estas teorías mezclan elementos de verdad y grandes pegotes de absurdos. Es verdad que los rusos soportaron difíciles momentos después del derrumbe del comunismo. Subieron los precios, desaparecieron las pensiones e indeseables personajes se convirtieron en millonarios.
Pero lo mismo se puede decir de Estonia, Ucrania, Polonia y muchos otros países. La democratización no fue igual de bonita en todas partes. La pregunta es por qué esos países se las arreglaron para capear la transición y salir de ella, con varios grados de éxito, mientras que Rusia se quedó buscando chivos emisarios.
En cuanto a la OTAN: Por un lado tenemos, digamos, Estonia, una democracia con 1.3 millones de habitantes, que se unió libremente a una alianza de democracias similares en 2004. Por otro, tenemos a Vladimir Putin, eliminando las elecciones locales y provinciales, amordazando a la prensa y encarcelando a sus enemigos políticos. Si no ves la conexión, es que no hay ninguna.
Una Rusia que estuviera desarrollándose de manera sana estaría feliz de ver democratizarse a sus vecinos más pequeños, mejorar sus vínculos con Occidente y prosperar, todo lo cual redundaría en beneficios para Rusia. Los líderes rusos saben perfectamente bien que Estonia no representa una amenaza militar y no lo será nunca. Pero debido a que continúan definiendo la grandeza en términos de propiedad y control del estado, prefieren un Belarús pobre y dependiente a una Polonia próspera y autónoma.
¿Cómo se explica el desmantelamiento de la democracia en Rusia? Los rusos culpan a menudo a su propia mentalidad de ‘siervos', una tradición cultural explicada por siglos de autocracia que los dejó supuestamente incapacitados para gobernarse por sí mismos. Una versión más refinada señala que el comunismo duró una generación más en Rusia que en Europa Central, que emergió al menos con pálidos recuerdos de una sociedad civil de entre las guerras.
Luego está la desgracia rusa de ser rica en petróleo, gas natural, diamantes y otros recursos. Latvia y Eslovenia entendieron que necesitaban leyes estables y respeto por la propiedad privada para atraer a la inversión extranjera; Rusia sabía que las multinacionales del petróleo se acercarían adulando a un régimen que recurría a las expropiaciones cuando le convenía. Estonia veía un papel para el gobierno en la capacitación de sus ciudadanos para crear riqueza; los rusos utilizaron al gobierno para hacerse con la riqueza que había proporcionado la naturaleza.
Estar en el centro de un imperio también puede ser una desgracia. Otros países podrían acusar a Rusia por sus décadas perdidas; Rusia, que no tiene a quién culpar, no podría enfrentarse a su historia. Y dado que incluso una disminuida Rusia post-soviética incluía países no-rusos, desde Chechenia en el sur hasta Tartaristán en el centro y Yakutiya en Siberia, la nueva Rusia no podía construirse a sí misma sobre la base del nacionalismo étnico ruso y tuvo problemas en encontrar otras fuentes de identidad nacional.
Todos estos factores pueden desempeñar algún papel. Pero Michael McFaul, un experto en democratización de la Universidad Stanford y la Hoover Institution, advierte que "las explicaciones estructurales -cultura, historia del comunismo, petróleo y gas- pueden ser fácilmente exageradas, mientras que las decisiones reales y los errores de líderes individuales puede ser olvidados o perdonados".
Eso también es verdad de los errores norteamericanos. Estados Unidos no determina el destino ruso, pero tiene influencia en los márgenes. Podría hablar derechamente con los líderes rusos y buscar áreas de interés común, mientras defiende los derechos de los vecinos de Rusia a la hora de determinar su propio destino y el de los ciudadanos rusos a vivir en libertad.
En lugar de eso, los funcionarios norteamericanos tratan a Rusia a menudo como si fuese un adolescente delicado que no debería ser provocado. La semana pasada el representante Tom Lantos (demócrata de California), presidente del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara, se quejó de que por cuarto año consecutivo el gobierno propuso "devastadoras reducciones" en los programas de ayuda a grupos democráticos y de la sociedad civil en Rusia.
Eso es algo por lo que Estados Unidos debería ser acusado. O, como dice Lantos: "En una época en que los partidarios de las reformas democráticas, el estado de derecho, y los derechos humanos están siendo asesinados o enviados a los archipiélagos de Siberia, nosotros no deberíamos privar a esos grupos de este vital apoyo".

fredhiatt@washpost.com

13 de marzo de 2007
©washington post
©traducción mQh
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