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menos muertes en iraq


[Ned Parker] Estados Unidos lo atribuye al aumento de tropas, pero vecinos y observadores dicen que la homogeneización ha traído una calma relativa.
Bagdad, Iraq. En octubre el número de bajas en Iraq fue menos de la mitad que en su punto álgido en enero, reflejando tanto los éxitos tácticos del refuerzo de tropas norteamericanas este año y el duradero impacto de olas de asesinatos sectarios cometidos por escuadrones de la muerte, atentados con coches bomba y purgas en los barrios.
Octubre también marcó las menores bajas en tropas norteamericanas -36 bajas mortales- desde marzo de 2006, cuando murieron 31 soldados, de acuerdo a icasualties.org.
Los jefes militares norteamericanos atribuyen al refuerzo de tropas, que se completó en junio, la reducción de la violencia sectaria.
Dicen que la decisión de enviar 28.500 tropas más a Iraq ha hecho una diferencia, permitiéndoles enviar soldados a vivir en las fronteras de barrios árabes sunníes y chiíes en Bagdad, y a realizar extensas ofensivas en las provincias al este y sur de la capital contra bastiones de las milicias chiíes y los militantes sunníes asociados a insurgentes extranjeros.
Pero otros dicen que el panorama es más complicado que eso porque los que quieren purgar sus barrios de sectas religiosas rivales lo han logrado en gran parte. El número de bajas civiles a nivel nacional cayó en picado en los últimos dos meses; el número de bajas fue de 2.076 en enero, pero 884 en septiembre y 758 en octubre, de acuerdo al ministerio iraquí de la Salud.
"Todos en el barrio somos sunníes, incluso los pájaros", dijo Mohammed Azzawi, residente de la comuna de Ghazaliya, antes mixta.
Hace uño su calle era un campo de batalla entre militantes chiíes y sunníes. Ahora está dividida entre un lado norte chií y un lado sur sunní.
Además, las fuerzas norteamericanas han creído necesario cerrar acuerdos tácitos con grupos que han participado en limpiezas étnicas, y muchos bagdadíes han huido. El número de gente desplazada internamente en Iraq ha subido a 2.25 millones, y otros dos millones más han abandonado el país.
"Ciertamente, la presencia de soldados norteamericanos en barrios pocos seguros de Bagdad ha estabilizado a los barrios, lo que ha resultado en menos violencia y menos personas huyendo de sus casas", dijo Dana Graber Ladek, el agente de enlace iraquí para la Organización Internacional para las Migraciones. "Además, a medida que los barrios se homogeneizan, es probable que se reduzca la violencia y menos gente tenga que huir de esas zonas".
Los jefes militares norteamericanos dicen que Iraq y su capital, donde ocurre gran parte de la violencia sectaria, son mucho más seguros que durante el punto álgido de la guerra chií-sunní del año pasado -aunque incluso con su nivel reducido, la violencia causa cerca de viente bajas a la semana.
"Lo que pasó esta vez es que nos quedamos... así que ahora la gente dice: ‘Hey, os estáis quedando', y cuando ven que nos estamos quedando, que los iraquíes y la policía y el ejército iraquíes siguen con nosotros y están mejorando y tratando a la gente con dignidad y respeto, han empezado a acercarse con datos útiles", dijo el general de brigada John Campbell, subcomandante del ejército para Bagdad.
Al mismo tiempo, las autoridades estadounidense reconocen que con un gobierno iraquí que sigue fracturado por la lucha sectaria, el futuro es incierto.
El embajador Ryan Crocker sugirió la semana pasada que los líderes nacionales iraquíes podrían considerar seguir el ejemplo de los líderes locales. Reconoció que los iraquíes no han superado la crisis de la guerra sectaria que estalló a toda escala en febrero de 2006 cuando militantes sunníes hicieron volar un santuario chií en Samarra.
"La gente todavía no tiene la confianza de que esto está definitivamente superado. Y creo que pasará un rato antes de que se den cuenta", dijo Crocker a periodistas. "Si yo fuera uno de ellos, pensaría lo mismo".
Las estrategias estadounidenses incluyen empujar al gobierno iraquí a mejorar los servicios básicos y a crear empleo.
Pese a su profesado optimismo, Campbell admite que ha luchado por refrenar una agenda sectaria durante el refuerzo de tropas estadounidenses. Antes Campbell peleó para impedir que funcionarios de gobierno chiíes pudieran dar órdenes directas de detención de blancos sunníes.
Hasta hace unos seis o siete meses, Campbell recibía listas [de personas que debían ser detenidas] compiladas por funcionarios de la seguridad iraquí que sólo contenían nombres sunníes. En reacción, se retiró abruptamente de algunas de las reuniones.
"Me enferma y estoy cansado de recibir solamente sujetos sunníes", dijo. "A la semana siguiente había sunníes y chiíes. Desde entonces todas las semanas han sido una suerte de equilibrio entre sunníes y chiíes".
Campbell dijo que desde que los norteamericanos presionaron a los iraquíes, los comandantes iraquíes de seguridad empezaron a patrullar por propia cuenta. Incluso, una unidad de la policía nacional, activa en la comuna mixta de Sadiya, en el estratégico borde sudeste de Bagdad, fue removida hace poco después de repetidas acusaciones de montar ataques contra la población sunní de Sadiya.
La relativa calma es producto en parte de la disposición de las fuerzas armadas norteamericanas a trabajar con antiguos insurgentes sunníes para combatir a los extremistas extranjeros así como trabajar tácitamente con elementos moderados de la milicia Ejército Mahdi del clérigo radical Moqtada Sáder para estabilizar los barrios.
La comuna de Rashid, por ejemplo, fue una vez una zona con una mayoría sunní. Tras años de violencia, el setenta por ciento de su población actual es chií.
Controlar el área ha significado un entendimiento con la misma milicia que es responsable de la expulsión de los sunníes, reconocen oficiales norteamericanos.
"Es la realidad del oeste de Rashid", dijo el teniente coronel del ejército Patrick Frank, cuyo batallón es responsable del área. "Toda la gente con la que tratamos" son miembros del Ejército Mahdi, dijo.
Frank ha tratado de llegar a un acuerdo con lo que considera el ala moderada del movimiento y elogió lo que ve como su rol positivo en la protección de los mercados al aire libre y supervisando la recolección de basura. Al mismo tiempo, dijo, ha continuado atacando a los elementos radicales.
Su acercamiento al Ejército Mahdi a través de sus intermediarios ayudó a concretar el mes pasado un acuerdo de reconciliación entre sunníes y chiíes del barrio de Jihad, de Rashid. Un pequeño número de familias de las dos sectas han empezado a volver poco a poco a sus casas, dijo el doctor Anas Zaidi, que asistió a algunas de las negociaciones pero que ya no vive en Jihad.
Muchos chiíes de todo Bagdad todavía ven a la milicia, no al gobierno, como su protector legítimo.
En Nueva Bagdad, Mohammed Ashraf, 28, describió las limpiezas sectarias como el alto precio de la seguridad. "Es un barrio chií popular y por eso es sólo natural que lo dominen. Trabajan en coordinación tanto con la policía como con el ejército iraquí", dijo Ashraf. "Claro que algunos aspectos negativos, pero los positivos los superan, tales como proporcionar servicios básicos y la protección de la gente".
El Ejército Mahdi ha convertido el barrio de Hurriya, en el oeste de Bagdad, en un refugio para chiíes expulsados de zonas sunníes aledañas, como Adil, durante las limpiezas sectarias del año pasado. La milicia local también expulsó a su propia población sunní. Ahora el Ejército Mahdi control la zona en cooperación con la junta de vecinos respaldada por Estados Unidos.
"¿Ha oído hablar de robos de gas de cocina, depósitos, coches o motos en zonas chiíes? No existen. Nunca ocurre. Es muy raro. Y es gracias al Ejército Mahdi", dijo un vecino, Hazim Muhsin.
Y en el enclave de Ghazaliya, predominantemente sunní, los vecinos dicen que la protección que reciben de las tropas norteamericanas ha hecho una enorme diferencia. Donde los chiíes fueran obligados violentamente a marcharse, ahora hombres sunníes ocupan las calles hasta las diez u once de la noche. Las luces de una barbería iluminan la acera. Una noche, una hilera de coches viene de una boda; sus conductores tocan el claxon.
"Espero vivir en Ghazaliya por el resto de mi vida. Esta es nuestra casa", dijo Azzawi. "Ahora es solamente sunní. Es mejor para nosotros.
"Ahora los norteamericanos se han aliado con los sunníes contra los chiíes", dijo.
El peligro de ceder el poder a grupos armados también ha quedado claro en Amiriya, un barrio sunní, donde los norteamericanos forjaron en junio una colaboración con los vecinos y ex insurgentes conocidos como los Revolucionarios de Amiriya, que luchan contra los grupos insurgentes extranjeros, como al-Qaeda en Iraq. Lo que oficiales norteamericanos han anunciado como éxito -y como modelo que se ha extendido a otros barrios- ha dejado preocupados a algunos sunníes de que estén a merced de matones disfrazados de combatientes por la libertad.
"Los que tratan directamente con el pueblo son los Revolucionarios. Tenemos confianza en ellos, aunque no cien por cien debido a que no sabemos qué es lo que piensan ni qué harán mañana", dijo un vecino, que tuvo miedo de darnos su nombre. "Algunos Revolucionarios han ocupado las casas abandonadas por los chiíes que se marcharon".
Incluso Campbell expresó algunas dudas sobre lo que podría ocurrir con el cabecilla de los Revolucionarios, Abu Abed, antiguo miembro del grupo subversivo Ejército Islámico.
Abed ha hecho de sheriff en Amiriya. Si hay un problema, por ejemplo si un inquilino se niega a pagar el alquiler, Abed lo resolverá. Pero mientras los norteamericanos trazan planes para incorporar 12.600 agentes de policía más en Bagdad, muchos de ellos de Amiriya, no está claro cuáles son las intenciones de Abed. ¿Se unirá al sistema oficial o se quedarán fuera?
"He hablado con Abu Abed. Decimos..., este es el acuerdo... Tienes que hacer algo como parte del gobierno. No puedes ser un mercenario. Abed lo entiende. Pero todavía no sé qué es lo que quiere", dijo Campbell.
Algunos que han emergido relativamente ilesos de la violencia se muestran pesimistas.
Ahmed Shakir, un estudiante de la secundaria de dieciocho años en el barrio de Yarmouk al oeste de Bagdad, ha sacado ventaja del refuerzo norteamericano. El joven sunní juega baloncesto en las noches, fuera de casa. Ha visitado mercados tan lejanos como los de la comuna de Adhamiya, al este de Bagdad.
Pero no tiene fe en el futuro. Predice que el país se dividirá en dos sectores, ‘chiistán' y ‘sunnistán'.
Este verano, las familias de sus tres mejores amigos se marcharon a Siria.
"No puedo marcharme de Iraq", dijo. "La mayoría de mis amigos han oído historias sobre los iraquíes que se marcharon del país y ahora viven en humillación. ¿Qué puedo hacer?"

ned.parker@latimes.com

Usama Redha, Saif Hameed, Said Rifai, Wail Alhafith, Raheem Salman y Salar Jaff contribuyeron a este reportaje.

5 de noviembre de 2007
1 de noviembre de 2007
©los angeles times
©traducción mQh
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