la tierra de la venganza
[Sudarsan Raghavan] Al sur de Bagdad, tropas norteamericanas sondean la estructura de sectas y tribus.
Khird, Iraq. En la penumbra antes del alba, cruzando monótonas aldeas envueltas en gris, los soldados del 3er Batallón del Regimiento de Infantería Paracaidista 509, buscaban enemigos. Un aeroplano espía había descubierto a un grupo de hombres enterrando armas en un cementerio sunní cercano.
Los soldados caminaron por una angosta banda de arena, flanqueada por altos juncos y palmeras, hasta que llegaron este lugar abandonado cubierto de lápidas desmoronadas. El silencio se burlaba de la unidad, pues los hombres se habían esfumado. Los soldados revisaron las tumbas abiertas buscando el alijo, y quince minutos más tarde encontraron cuatro armas y algunas municiones. El teniente Thomas Murphy, 32, se preguntaba quiénes habrían sido los hombres. ¿Miembros de al Qaeda en Iraq? ¿Partidarios del antiguo régimen? ¿Tribus?
"Aquí tenemos tantos enemigos diferentes", dijo.
En los agitados márgenes exteriores de la zona sunní al sur de Bagdad conocida como el Triángulo de la Muerte, los soldados atraviesan por más de una docena de zonas de combate a horcajadas entre las líneas divisorias de secta y tribu. Al Qaeda en Iraq -nombrado por el presidente Bush y sus generales como el principal enemigo de Estados Unidos- es apenas uno de una miríada de grupos armados que compiten aquí por influencia y autoridad. Esta árida región regada por el Río Eúfrates es un microcosmo de los numerosos y a menudo yuxtapuestos conflictos que han estallado en todo el nuevo Iraq.
"Estamos peleando en direcciones múltiples", dijo el coronel Michael Garret, comandante del Equipo de Combate de la 4a Brigada (Aerotransportada) de la 25a División de Infantería.
En la oficina de Garret en Base de Operaciones Kalsu, cerca del borde sur del Triángulo de la Muerte, cuelga en la pared un enorme mapa del teatro de operaciones de su brigada. Al sur de Kalsu, la tierra se extiende hacia las ciudades chiíes de Musayyib y Karbala. El noroeste, al otro lado de las tierras agrícolas de Jurf al-Sakhr y Khidr, está bajo control sunní. Y al norte está Iskandariyah, una volátil ciudad mixta de fábricas y edificios chatos.
"Estamos justo en el centro", dijo Garrett, apuntando al centro de su área de operaciones, que es del tamaño de Rhode Island. "No estoy peleando contra una u otra secta. Estoy peleando contra las dos. Y no solamente estoy peleando contra las dos, sino que en ciertos momentos tengo que colocar a mis hombres entre los grupos sunníes y chiíes para proteger a la población".
Antes en el día, una bomba improvisada explotó cerca de un caravana de todoterrenos, cerca de Kalsu. Las milicias chiíes tomaron control de un lado de la ruta, los rebeldes sunníes del otro. La determinar la identidad del enemigo, Garrett quería saber qué tipo de bomba había sido.
Le dijeron que era una bomba penetradora [EFP], un poderoso artefacto que según los militares norteamericanos es utilizada principalmente por las milicias chiíes.
"A los chiíes no les gusta disparar... Simplemente te lanzan una bomba penetradora", dijo el mayor Craig Whiteside, de Silver Springs, Maryland. "Los sunníes son francotiradores, usan lanzagranadas, morteros, te atacan de todas las formas posibles", agregó.
O se atacan unos a otros. Los enfrentamientos entre las tribus, entre chiíes y entre sunníes toman lugar contra el telón de fondo de bizantinas lealtades y arcanos códigos de conducta.
"Estamos en la tierra de las riñas violentas", dijo el mayor Rick Williams, oficial de enlace con las tribus del área. "Es muy difícil distinguir entre una pelea entre tribus o entre sectas porque los intereses están bastante mezclados. No puedes simplemente levantar una valla".
Aquí, al Qaeda en Iraq no es ni el rival más grande, ni el más mortífero. Los comandantes americanos dicen que los combatientes extranjeros que trabajan con el grupo predominantemente iraquí son raros aquí. Los comandantes estiman que hay unos cincuenta miembros fanáticos de al Qaeda, cuyas actividades están en gran parte restringidas a financiar los atentados en el área.
Garret considera a los elementos extremistas del Ejército Mahdi del clérigo chií Moqtada al-Sáder como su peor enemigo.
"Continúan atacándonos, así seguiremos atacándolos", dijo Garrett.
"Nosotros inflamos a al Qaeda en Iraq y a Jaish al-Islami y los hacemos más grandes de lo que son", dijo el teniente coronel Robert Balcavage, comandante del 1er Batallón, Regimiento de Infantería Paracaidista No. 501.
De los veintitrés soldados que perdió entre noviembre y julio, dijo Balcavage, seis fueron matados por insurgentes sunníes o en zonas sunníes, y doce por las milicias chiíes o en áreas chiíes. Cuatro murieron en accidentes, y otro murió en una zona mixta, dijo.
En la Base de Operaciones Iskan, a veintinueve kilómetros al oeste de Kalsu, Balcavage encendió su portátil. El voluminoso graduado de West Point desenrolló un mapa de colores de su área de operaciones llamado ‘La línea divisoria y tú', que utiliza en presentaciones para sus soldados. Describe un mundo dividido en sectores que representan diferentes niveles de peligro, de diferentes tipos de enemigos.
Balcavage pulsó en el centro del mapa. Apareció una ventana de texto con una flecha apuntando a la base.
"RECUERDA... TÚ VIVES AQUÍ", decía.
Iskandariyah
Un día hace poco junto a lo que llaman la Route Cleveland, los soldados de Balcavage estaban en alarma máxima. Desde que empezaron las operaciones aquí en noviembre, han sufrido al menos seis ataques con bombas penetradoras en la carretera de dos bandas a Iskandariyah. La caravana de todoterrenos blindados avanzaba lentamente, y los conductores evitaban las rocas grandes y los bloques de concreto donde se colocan a menudo las bombas.
Pasaron cuidadosamente por lo que llamaron "la zona peligrosa", un extenso complejo de apartamentos lleno de milicianos del Ejército Mahdi. Pegados a los edificios colgaban gigantescos retratos de Sáder, el clérigo.
Dos minutos después, la caravana entró a la zona insurgente sunní, pasando frente a una enorme mezquita. Dos minutos después de eso, estaban de regreso en territorio sunní mientras avanzaban hacia el corazón de Iskandariyah para reunirse con Sabah al-Khafaji, un contratista, para tratar unos negocios.
"Antes sólo teníamos miedo de Saddam" Hussein, dijo Khafaji, en su espaciosa oficina con sus paredes adornadas de fotos aéreas de su fábrica de autobuses y fotografías de coches de lujo. "Ahora, tenemos miedo de un montón de grupos. Si apoyas a un lado, te matan los del otro. Si te asomas por ese lado, te matan, y si te asomas por este lado de acá, también te matan", dijo, indicando el sur, este y oeste.
En Iskandariyah, donde casi dos tercios de la población son chiíes, los asesinatos sectarios están aumentando, de acuerdo a comandantes norteamericanos. Desde noviembre, ha habido siete jefes de policía. El sexto fue asesinado el mes pasado.
"La policía tiene miedo y no hace nada", dijo Khafaji. Alto y elegante, con el pelo plateado corto, es un prominente líder tribal chií cuya familia ha vivido aquí durante generaciones.
El 26 de marzo, los soldados de Balcavage respondieron a feroces combates callejeros entre insurgentes sunníes y milicias chiíes en el centro de Isakndariyah.
En represalia, una serie de ataques contra mezquitas había puesto a la ciudad con los nervios de punta. Luego, milicianos chiíes de una mezquita atacaron un santuario sunní más abajo en la calle.
Cuando una unidad del Batallón No. 1 entró en la zona de combate, no lejos de la fábrica de Khafaji, fueron repentinamente atacados con ametralladoras y lanzagranadas, según un informe militar.
"Los dos lados dejaron de dispararse, y empezaron a abrir fuego contra nuestros hombres", dijo Whiteside. Los norteamericanos tuvieron que hacerse camino peleando.
El enfrentamiento convenció a Khafaji que las fuerzas norteamericanas son vitales para conservar la débil balance de poder. "Ahora los norteamericanos están en el medio, empujando a veces a un lado, a veces al otro", dijo. "Pero si los norteamericanos se marchan, la historia será diferente".
Musayyib
Veinticinco kilómetros al sur, el coronel Mohammed al-Mahawili está luchando por el control de Musayyib. Hace cuatro meses, comandantes norteamericanos instalaron al ex oficial del ejército iraquí, de 32 años, como jefe de policía. Su predecesor tenía lazos con el Ejército Mahdi.
Las milicias chiíes utilizan la ciudad para montar ataques contra los norteamericanos. La mayoría de las bombas penetradoras en la zona entorno a Kalsu han ocurrido en Musayyib, dijo Whiteside.
Mahawili, un alto y enérgico chií, ha escapado a seis atentados contra su vida: uno con ametralladora, dos por francotiradores y dos por bombas en la calle. Un proyectil Katyusha impactó en el local de su comisaría de policía.
Trata de mantener la paz entre una caótica gama de combatientes -todos chiíes, algunos aliados con los principales partidos políticos de Iraq-, peleando por el control con ciclos de asesinatos por venganza.
Los seguidores de Sáder se enfrentan con otros chiíes y entre ellos mismos. Hace dos días, milicianos del Ejército Mahdi secuestraron al líder de la influyente tribu Mowafat, aparentemente en represalia por el asesinato de dos líderes de la milicia.
"Si el Ejército Mahdi mata al jeque, se creará un gran problema", dijo Mahawili. "Los Mowafat se vengarán".
Mahawili tenía sus propios temores. El concejo municipal de Musayyib es controlado por seguidores de Sáder que respaldan al Ejército Mahdi. La semana anterior, había sido convocado a Bagdad. Se negó a ir, sospechando que fuera una emboscada.
"Puede ocurrir cualquier cosa", dijo. "Puedo morir en cualquier momento".
Khidr
Treinta y dos kilómetros al noroeste, en los lujuriantes cenagales de Khidir, las fuerzas norteamericanas hacen frente a un elusivo enemigo sunní. Al Qaeda en Iraq recluta a miembros de las tribus locales, y estallan venganzas tanto entre las tribus como al interior de las tribus mismas.
Grupos sunníes lanzan ataques desde Khidr contra los chiíes de más al sur y al este. Algunos combatientes que vienen escapando de la campaña de seguridad iniciada hace seis meses en Bagdad, han buscado refugio en la zona, dijeron comandantes americanos. Y aunque las fuerzas norteamericanas aquí y en otras partes del país están trabajando con tribus que se han vuelto contra al Qaeda en Iraq, las lealtades son a menudo tornadizas en esta región.
"Cualquiera sea el grupo con el que trabajes, se pueden volcar contra ti", dijo Williams, el oficial de enlace con las tribus, observando que incluso unidades de la policía iraquí han atacado a tropas norteamericanas. "Eso es parte de los costes de operación".
A diferencia de Iskandariyah o Musayyib, las tropas norteamericanas rara vez patrullan en zonas sunníes remotas y aisladas. El rudo terreno y las bombas que salpican las carreteras, presentan un formidable obstáculo. Los extremistas encuentran refugio en granjas y aldeas.
"Todavía no vemos a ninguno", dijo Murphy, el teniente en el cementerio, refiriéndose a combatientes de al Qaeda. "Tienen un sistema de alarma temprana".
Cada vez más frecuentemente, las fuerzas norteamericanas están enviando misiones de helicópteros a estas áreas para conocer el terreno y establecer un punto de apoyo", dijo el teniente coronel Valery Keaveny, comandante del 3er Batallón, Regimiento de Infantería Paracaidista 509.
Pero incluso antes de su misión a Khidr, la frustración era profunda entre sus soldados, que han pasado meses persiguiendo a un enemigo difícil de definir.
"Aquí no hemos hecho nada. Pasarán 24 horas más y no veremos nada", dijo el sargento Josh Claeson, un operador de radio, mientras esperaba los helicópteros para marcharse a Khidr, con casi doscientos soldados bajo el brillo de una luna anaranjada. "Nuestra misión básica aquí es dar vueltas y hacer que nos vuelen".
En el cementerio al día siguiente, después del descubrimiento del alijo de armas, un soldado recogió una de las armas y alzó triunfante. "Hey, somos héroes", declaró, posando para una cámara.
Al final del día, la búsqueda sólo habría entregado algunas armas más, incluyendo una ametralladora anti-aérea. Los comandantes declararían que la misión fue exitosa.
Los soldados caminaron por una angosta banda de arena, flanqueada por altos juncos y palmeras, hasta que llegaron este lugar abandonado cubierto de lápidas desmoronadas. El silencio se burlaba de la unidad, pues los hombres se habían esfumado. Los soldados revisaron las tumbas abiertas buscando el alijo, y quince minutos más tarde encontraron cuatro armas y algunas municiones. El teniente Thomas Murphy, 32, se preguntaba quiénes habrían sido los hombres. ¿Miembros de al Qaeda en Iraq? ¿Partidarios del antiguo régimen? ¿Tribus?
"Aquí tenemos tantos enemigos diferentes", dijo.
En los agitados márgenes exteriores de la zona sunní al sur de Bagdad conocida como el Triángulo de la Muerte, los soldados atraviesan por más de una docena de zonas de combate a horcajadas entre las líneas divisorias de secta y tribu. Al Qaeda en Iraq -nombrado por el presidente Bush y sus generales como el principal enemigo de Estados Unidos- es apenas uno de una miríada de grupos armados que compiten aquí por influencia y autoridad. Esta árida región regada por el Río Eúfrates es un microcosmo de los numerosos y a menudo yuxtapuestos conflictos que han estallado en todo el nuevo Iraq.
"Estamos peleando en direcciones múltiples", dijo el coronel Michael Garret, comandante del Equipo de Combate de la 4a Brigada (Aerotransportada) de la 25a División de Infantería.
En la oficina de Garret en Base de Operaciones Kalsu, cerca del borde sur del Triángulo de la Muerte, cuelga en la pared un enorme mapa del teatro de operaciones de su brigada. Al sur de Kalsu, la tierra se extiende hacia las ciudades chiíes de Musayyib y Karbala. El noroeste, al otro lado de las tierras agrícolas de Jurf al-Sakhr y Khidr, está bajo control sunní. Y al norte está Iskandariyah, una volátil ciudad mixta de fábricas y edificios chatos.
"Estamos justo en el centro", dijo Garrett, apuntando al centro de su área de operaciones, que es del tamaño de Rhode Island. "No estoy peleando contra una u otra secta. Estoy peleando contra las dos. Y no solamente estoy peleando contra las dos, sino que en ciertos momentos tengo que colocar a mis hombres entre los grupos sunníes y chiíes para proteger a la población".
Antes en el día, una bomba improvisada explotó cerca de un caravana de todoterrenos, cerca de Kalsu. Las milicias chiíes tomaron control de un lado de la ruta, los rebeldes sunníes del otro. La determinar la identidad del enemigo, Garrett quería saber qué tipo de bomba había sido.
Le dijeron que era una bomba penetradora [EFP], un poderoso artefacto que según los militares norteamericanos es utilizada principalmente por las milicias chiíes.
"A los chiíes no les gusta disparar... Simplemente te lanzan una bomba penetradora", dijo el mayor Craig Whiteside, de Silver Springs, Maryland. "Los sunníes son francotiradores, usan lanzagranadas, morteros, te atacan de todas las formas posibles", agregó.
O se atacan unos a otros. Los enfrentamientos entre las tribus, entre chiíes y entre sunníes toman lugar contra el telón de fondo de bizantinas lealtades y arcanos códigos de conducta.
"Estamos en la tierra de las riñas violentas", dijo el mayor Rick Williams, oficial de enlace con las tribus del área. "Es muy difícil distinguir entre una pelea entre tribus o entre sectas porque los intereses están bastante mezclados. No puedes simplemente levantar una valla".
Aquí, al Qaeda en Iraq no es ni el rival más grande, ni el más mortífero. Los comandantes americanos dicen que los combatientes extranjeros que trabajan con el grupo predominantemente iraquí son raros aquí. Los comandantes estiman que hay unos cincuenta miembros fanáticos de al Qaeda, cuyas actividades están en gran parte restringidas a financiar los atentados en el área.
Garret considera a los elementos extremistas del Ejército Mahdi del clérigo chií Moqtada al-Sáder como su peor enemigo.
"Continúan atacándonos, así seguiremos atacándolos", dijo Garrett.
"Nosotros inflamos a al Qaeda en Iraq y a Jaish al-Islami y los hacemos más grandes de lo que son", dijo el teniente coronel Robert Balcavage, comandante del 1er Batallón, Regimiento de Infantería Paracaidista No. 501.
De los veintitrés soldados que perdió entre noviembre y julio, dijo Balcavage, seis fueron matados por insurgentes sunníes o en zonas sunníes, y doce por las milicias chiíes o en áreas chiíes. Cuatro murieron en accidentes, y otro murió en una zona mixta, dijo.
En la Base de Operaciones Iskan, a veintinueve kilómetros al oeste de Kalsu, Balcavage encendió su portátil. El voluminoso graduado de West Point desenrolló un mapa de colores de su área de operaciones llamado ‘La línea divisoria y tú', que utiliza en presentaciones para sus soldados. Describe un mundo dividido en sectores que representan diferentes niveles de peligro, de diferentes tipos de enemigos.
Balcavage pulsó en el centro del mapa. Apareció una ventana de texto con una flecha apuntando a la base.
"RECUERDA... TÚ VIVES AQUÍ", decía.
Iskandariyah
Un día hace poco junto a lo que llaman la Route Cleveland, los soldados de Balcavage estaban en alarma máxima. Desde que empezaron las operaciones aquí en noviembre, han sufrido al menos seis ataques con bombas penetradoras en la carretera de dos bandas a Iskandariyah. La caravana de todoterrenos blindados avanzaba lentamente, y los conductores evitaban las rocas grandes y los bloques de concreto donde se colocan a menudo las bombas.
Pasaron cuidadosamente por lo que llamaron "la zona peligrosa", un extenso complejo de apartamentos lleno de milicianos del Ejército Mahdi. Pegados a los edificios colgaban gigantescos retratos de Sáder, el clérigo.
Dos minutos después, la caravana entró a la zona insurgente sunní, pasando frente a una enorme mezquita. Dos minutos después de eso, estaban de regreso en territorio sunní mientras avanzaban hacia el corazón de Iskandariyah para reunirse con Sabah al-Khafaji, un contratista, para tratar unos negocios.
"Antes sólo teníamos miedo de Saddam" Hussein, dijo Khafaji, en su espaciosa oficina con sus paredes adornadas de fotos aéreas de su fábrica de autobuses y fotografías de coches de lujo. "Ahora, tenemos miedo de un montón de grupos. Si apoyas a un lado, te matan los del otro. Si te asomas por ese lado, te matan, y si te asomas por este lado de acá, también te matan", dijo, indicando el sur, este y oeste.
En Iskandariyah, donde casi dos tercios de la población son chiíes, los asesinatos sectarios están aumentando, de acuerdo a comandantes norteamericanos. Desde noviembre, ha habido siete jefes de policía. El sexto fue asesinado el mes pasado.
"La policía tiene miedo y no hace nada", dijo Khafaji. Alto y elegante, con el pelo plateado corto, es un prominente líder tribal chií cuya familia ha vivido aquí durante generaciones.
El 26 de marzo, los soldados de Balcavage respondieron a feroces combates callejeros entre insurgentes sunníes y milicias chiíes en el centro de Isakndariyah.
En represalia, una serie de ataques contra mezquitas había puesto a la ciudad con los nervios de punta. Luego, milicianos chiíes de una mezquita atacaron un santuario sunní más abajo en la calle.
Cuando una unidad del Batallón No. 1 entró en la zona de combate, no lejos de la fábrica de Khafaji, fueron repentinamente atacados con ametralladoras y lanzagranadas, según un informe militar.
"Los dos lados dejaron de dispararse, y empezaron a abrir fuego contra nuestros hombres", dijo Whiteside. Los norteamericanos tuvieron que hacerse camino peleando.
El enfrentamiento convenció a Khafaji que las fuerzas norteamericanas son vitales para conservar la débil balance de poder. "Ahora los norteamericanos están en el medio, empujando a veces a un lado, a veces al otro", dijo. "Pero si los norteamericanos se marchan, la historia será diferente".
Musayyib
Veinticinco kilómetros al sur, el coronel Mohammed al-Mahawili está luchando por el control de Musayyib. Hace cuatro meses, comandantes norteamericanos instalaron al ex oficial del ejército iraquí, de 32 años, como jefe de policía. Su predecesor tenía lazos con el Ejército Mahdi.
Las milicias chiíes utilizan la ciudad para montar ataques contra los norteamericanos. La mayoría de las bombas penetradoras en la zona entorno a Kalsu han ocurrido en Musayyib, dijo Whiteside.
Mahawili, un alto y enérgico chií, ha escapado a seis atentados contra su vida: uno con ametralladora, dos por francotiradores y dos por bombas en la calle. Un proyectil Katyusha impactó en el local de su comisaría de policía.
Trata de mantener la paz entre una caótica gama de combatientes -todos chiíes, algunos aliados con los principales partidos políticos de Iraq-, peleando por el control con ciclos de asesinatos por venganza.
Los seguidores de Sáder se enfrentan con otros chiíes y entre ellos mismos. Hace dos días, milicianos del Ejército Mahdi secuestraron al líder de la influyente tribu Mowafat, aparentemente en represalia por el asesinato de dos líderes de la milicia.
"Si el Ejército Mahdi mata al jeque, se creará un gran problema", dijo Mahawili. "Los Mowafat se vengarán".
Mahawili tenía sus propios temores. El concejo municipal de Musayyib es controlado por seguidores de Sáder que respaldan al Ejército Mahdi. La semana anterior, había sido convocado a Bagdad. Se negó a ir, sospechando que fuera una emboscada.
"Puede ocurrir cualquier cosa", dijo. "Puedo morir en cualquier momento".
Khidr
Treinta y dos kilómetros al noroeste, en los lujuriantes cenagales de Khidir, las fuerzas norteamericanas hacen frente a un elusivo enemigo sunní. Al Qaeda en Iraq recluta a miembros de las tribus locales, y estallan venganzas tanto entre las tribus como al interior de las tribus mismas.
Grupos sunníes lanzan ataques desde Khidr contra los chiíes de más al sur y al este. Algunos combatientes que vienen escapando de la campaña de seguridad iniciada hace seis meses en Bagdad, han buscado refugio en la zona, dijeron comandantes americanos. Y aunque las fuerzas norteamericanas aquí y en otras partes del país están trabajando con tribus que se han vuelto contra al Qaeda en Iraq, las lealtades son a menudo tornadizas en esta región.
"Cualquiera sea el grupo con el que trabajes, se pueden volcar contra ti", dijo Williams, el oficial de enlace con las tribus, observando que incluso unidades de la policía iraquí han atacado a tropas norteamericanas. "Eso es parte de los costes de operación".
A diferencia de Iskandariyah o Musayyib, las tropas norteamericanas rara vez patrullan en zonas sunníes remotas y aisladas. El rudo terreno y las bombas que salpican las carreteras, presentan un formidable obstáculo. Los extremistas encuentran refugio en granjas y aldeas.
"Todavía no vemos a ninguno", dijo Murphy, el teniente en el cementerio, refiriéndose a combatientes de al Qaeda. "Tienen un sistema de alarma temprana".
Cada vez más frecuentemente, las fuerzas norteamericanas están enviando misiones de helicópteros a estas áreas para conocer el terreno y establecer un punto de apoyo", dijo el teniente coronel Valery Keaveny, comandante del 3er Batallón, Regimiento de Infantería Paracaidista 509.
Pero incluso antes de su misión a Khidr, la frustración era profunda entre sus soldados, que han pasado meses persiguiendo a un enemigo difícil de definir.
"Aquí no hemos hecho nada. Pasarán 24 horas más y no veremos nada", dijo el sargento Josh Claeson, un operador de radio, mientras esperaba los helicópteros para marcharse a Khidr, con casi doscientos soldados bajo el brillo de una luna anaranjada. "Nuestra misión básica aquí es dar vueltas y hacer que nos vuelen".
En el cementerio al día siguiente, después del descubrimiento del alijo de armas, un soldado recogió una de las armas y alzó triunfante. "Hey, somos héroes", declaró, posando para una cámara.
Al final del día, la búsqueda sólo habría entregado algunas armas más, incluyendo una ametralladora anti-aérea. Los comandantes declararían que la misión fue exitosa.
11 de agosto de 2007
©washington post
©traducción mQh
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