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todas quieren ser vedettes


[Carolina Rojas] La fiebre de las chilenas por aprender el baile del caño.
Santiago, Chile. Ni bataclanas ni copetineras. Menos, la regia Demi Moore contoneándose salvaje. Puede ser usted, una señora muy de su casa, con marido, perro y muchos cabros chicos. Atrás queda el yoga, el pilates y el bikram. Las chilenas, tímidamente, le toman el gustito a bailar en el tubo. Sus maestros aseguran que los bailecitos privados mejoran el preámbulo sexual y la autoestima en la mujer. Todas quieren ser vedettes.
Todo fue culpa de Carmen Electra. A la ex conejita ‘Playboy' y ex chica Baywatch le gusta vender videos para ejercitarse en casa. El año pasado sacó un DVD llamado ‘Carmen Electra s Aerobic, Striptease', con el que demostró que bailando en el fierro de cabaret se podía mantener una silueta hermosa y a la vez destilar sensualidad.
Cualquier mujer común y corriente podía llegar a ser tan seductora como una stripper de Las Vegas. Atrás quedaban el yoga y el pilates. Las mujeres se morían por aprender a bailar en el caño.
Lo mismo sucedió en Argentina: la moda causó tanto fervor, que en los concursos de baile de la televisión, las famosas de la talla de Catherine Fullop se anotaban para bailar en el fierro. Así, chicas de entre 25 a 35 años, imitando a las estrellas, comenzaron a inscribirse en estas clases para cumplir la fantasía de bailar como chica de night-club.
En Chile, Antonio Henríquez, coreógrafo de Passapoga, tiene más de 15 alumnas, aunque reconoce que él dictaba clases de caño antes que empezara esta moda. Hoy, dice que cada día son más las interesadas en esta danza erótica. El bailarín sabe que en gran parte su éxito se debe a esa fantasía oculta de las mujeres chilenas: ser vedette por un día.
Como valor agregado, asegura que los resultados en el cuerpo son notorios al mes: brazos tonificados, abdomen más plano, flexibilidad (lo que mejora el sexo). Pero para él, sin duda, el objetivo final es mejorar la autoestima de estas bailarinas amateurs.
"La clase consiste en elongamientos, estirarse y comenzar con movimientos simples en el caño, para luego pasar a las acrobacias, donde se aprende a trepar el fierro y hacer giros en altura. Lo más importante es que este baile aporta sensualidad", asegura.
Además, indica que aquí pueden asistir dueñas de casa, profesionales, gorditas y delgadas. "Este curso no es sólo para mujeres regias, ellas no tienen nada que resolver. Aquí pueden asistir señoras que quieran bailarle al marido aunque tengan 50 años", asegura el coreógrafo.
Según Antonio, en sus clases lo que más les cuesta improvisar a sus pupilas son las caras sensuales: subir cejas, estirar la boca, jugar con las miradas. El coreógrafo continúa explicando que este curso permite a las mujeres recuperar el erotismo perdido en los quehaceres de la casa y la oficina.
Antonio asegura que a sus alumnas les enseña a empezar de cero en el erotismo, y como si fueran quinceañeras, las alecciona sobre cómo quitarse la ropa delicadamente, a desabrocharse el sostén y a quitarse los calzones, al mismo tiempo que lanzan miradas ardientes y mueven el cabello. Para completar la performance, también les enseña a utilizar otros implementos, como sillas y sombreros. "No es llegar y tirar la ropa interior, deben desprenderse de ella con intención, con personalidad", asegura Antonio.
El coreógrafo afirma que en tres meses, una mujer sin experiencia alguna en el baile, puede terminar siendo experta en trepar el fierro. Todas las clases se hacen con canciones de Aerosmith, Bon Jovi o alguna diva del pop, como Britney Spears y Beyoncé. Las lecciones duran una hora y su precio es de 15 mil pesos cada una, si son particulares, y 7 mil pesos en grupo. María Jesús, de 26 años, lleva tres meses practicando el baile del caño.
Desde que vio el dato en una revista buscó las clases, e invitó a una amiga para que la acompañara a Passapoga. Confiesa que en principio quiso aprender por curiosidad, por tonificación muscular y ejercitación, pero después de las tres primeras clases se dio cuenta de un cambio profundo de actitud. "Fue una terapia y después estos meses practicando me siento más bonita, más sexy, sin mencionar que estoy más flexible", asegura.
María Jesús reconoce que por más femenina que una mujer se sienta, siempre hay detalles que se van olvidando en el día a día. "Más que por la pareja, esto te sirve en la forma de relacionarte con el sexo opuesto y con el amor propio en general", afirma.
Aunque ya le ha regalado bailes a su novio lo que ha enriquecido el preámbulo sexual, el gran aporte ha sido la seguridad, un andar por la calle que más parece un pavoneo.
Ella ya realiza coreografías en el fierro y avanza rápido de clase en clase. Hoy realiza piruetas con más dificultad, como vueltas con una mano y giros en altura. También ha pensado comprarse una barra, de esas que se importan desde Estados Unidos para ponerla en la pieza.
"No me da vergüenza contarlo; además, a cada mujer que le hablo de las clases de caño me pide el teléfono para inscribirse", asegura la joven.
Antonio reconoce que gran parte de sus alumnas profesionales entre 25 y 35 años pertenecen a ese grupo de chilenas que prefieren quemar calorías con actividades novedosas, lejos de la rutina del gimnasio.
"Con el baile de caño trabajas los músculos, porque ocupas mucha fuerza de brazos y de piernas", asegura el coreógrafo. Si bien con este baile las mujeres se pueden poner en forma, Antonio explica que lo más importante es que a sus alumnas les enseña a seducir de nuevo.
"A veces pienso que sería entretenido hacer un show en el mismo lugar, con público, disfrazada, con una máscara, que no se note que soy yo", esa es la expresa fantasía de Macarena, de 27 años, quien después de tres meses de ensayo, con los brazos tonificados y una actitud sensual cotidiana, cuenta que antes pensaba diferente.
Recuerda que en un principio las clases comenzaron como una humorada, y cada vez que tenía que hacer pasos recostada en el piso o gatear en un esquema explotaba en carcajadas y se sentía ridícula. Ahora le gusta, y confiesa que su nueva personalidad más desinhibida le ha traído beneficios a su vida sexual.
"Trabajo muchas horas al día y el erotismo se va perdiendo con el estrés. En este juego, la caracterización permite recuperar la sensualidad. Ya no me da miedo poner caras, me siento segura. Bailando no soy Macarena, pruebo personajes. ¡Mi novio es el más contento con este curso!", asegura.

Rutas Argentinas
Daniela Mocholl es una profesora argentina de fitness y tiene una academia de "baile del caño en Buenos Aires. Ésta funciona hace siete meses y la demanda fue tan alta, que hoy ya tiene 60 alumnas. Hasta sus puertas llegan mujeres de 18 a 50 años buscando esculpir su cuerpo a punta de giros en la barra de acero.
Mocholl le atribuye propiedades curativas a este baile: "Como primer interés, las mujeres llegan escapando del rutinario gimnasio, pero pasado un tiempo se dan cuenta que empiezan a caminar sensualmente en la calle, se desinhiben, y algunas terminan dejando el sicólogo".
Daniela se está preparando para la competencia internacional que se hará en su país en septiembre, y quiere ganar el primer lugar del podio. Esta profesora de gimnasia cuenta que en Argentina el baile del caño ha pasado a ser una disciplina que está cerca de ser incorporada al fitness, y las mujeres ya no lo ven como un baile de night club. "Las argentinas reconocen todo el esfuerzo físico necesario que se debe utilizar para trepar un caño: se trabaja fuerza, equilibrio y abdominales", asegura.
Sin embargo, no todo pasa tras la cordillera. Damaris tiene 27 años y hace dos que es bailarina del local nocturno Passapoga. Congeló sus estudios de Pedagogía en Danza y desde entonces trabaja en el local. Es una de las mejores en el caño. Sus rutinas incluyen lanzamiento en altura de barra a barra, invertidas y estiramientos.
Cuenta que llegó ‘pollita' a Passapoga, pero de a poco fue adquiriendo personalidad. Hoy le gusta interpretar personajes: en el escenario, una vez que cruza las cortinas de mostacilla, Damaris es otra mujer. A través de diversos papeles, la blonda bailarina ha sido Thalía, Christina Aguilera y Álex (el personaje del filme ‘Flash dance').
Por su experiencia, sugiere a las mujeres que aprendan esta danza y realicen una actuación completa. "Deben admirarse, sentirse bellas, dirigir miradas, que sea un encuentro glamoroso con ellas mismas", asegura la bailarina, quien además cree que es indispensable que la performance tenga otros condimentos, como usar perfume, aceite en el cuerpo y llevar un maquillaje adecuado. Si es posible, hasta ocupar unas plumas. Para la stripper, aunque no se note por el trajín diario, todas las mujeres llevan una vedette dentro.

Películas para Ensayar
‘Striptease' (1996)
En el bar nudista Eager Beaver, en Florida, la ex agente del FBI Erin Grant (Demi Moore) baila para poder juntar el dinero necesario para recuperar la custodia legal de su hija Angela, de siete años.

‘Showgirls' (1995)

Naomi Malo, encarnada por Elizabeth Berkley, (‘Salvados por la campana') es una ambiciosa chica que viaja a Las Vegas para convertirse en una show woman. Mientras trabaja de stripper en un club nocturno, consigue una audición para un coro del casino Stardust. Termina conociendo la dura realidad de las nudistas.

‘Exótica' (1994)

El filme del director Atom Egoyan narra la historia de Francis, inspector de impuestos que capea la soledad en un night club donde se deleita viendo bailar a una stripper: Cristina. Erick, el Dj, es su ex novio posesivo. Thomas, un joven que trafica con animales exóticos se suma a la obsesión de Francis.

26 de enero de 2008
12 de enero de 2008
©la nación
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1 comentario

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