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amsterdam quiere menos putas


[Marlise Simons] Amsterdam quiere mejorar barrio rojo.
Amsterdam, Países Bajos. Algunos de los burdeles más visitados del barrio rojo de Amsterdam se han hecho con nuevos e inesperados vecinos.
Durante años, los amplios ventanales de los burdeles han exhibido a mujeres de todas las razas cubiertas apenas por diminutas prendas mientras se maquillaban y llamaban con señas a los clientes. Pero en algunas ventanas, las mujeres han sido remplazadas por maniquíes de plástico cubiertos por ropa de diseño.
Lo que parece ser una nueva forma de teatro callejero es, en realidad, el signo más visible de un nuevo y ambicioso plan de aburguesamiento que puede demorar años en ser concluido. El ayuntamiento votó a favor de un proyecto para limpiar el histórico pero notorio barrio, que había estado creciendo en sordidez. El ayuntamiento está comprando los burdeles, y ha alquilado por un año las primeras dieciocho ventanas y tocadores a jóvenes diseñadores y fotógrafos.
Los viejos de la capital holandesa, conocidos tradicionalmente por su tolerancia, insisten en que no ha sido poseídos por una ola de mojigatería. Dicen que hay nuevas evidencias de que bandas criminales, incluyendo pandillas de europeos del este y rusos, se han enquistado en la zona, convirtiéndola en más viciosa, más violenta y más en las garras de los traficantes internacionales de sexo.
No es que los funcionarios municipales crean que el comercio sexual fue alguna vez bueno. Pero el negocio se ha expandido rápidamente y, aparte de la violencia, ha creado hoteles baratos, chillonas tiendas de recuerdos y sucias cantinas a lo largo de lo que fueron en el pasado elegantes paseos.
"Nos hemos dado cuenta de que ya no son empresarios de pequeña escala, sino grandes organizaciones criminales que están implicadas aquí en la trata de blancas, tráfico de drogas, asesinatos y otras actividades criminales", dijo Job Cohen, el alcalde. "No estamos prohibiendo la prostitución, sino que estamos reduciendo todo el circuito: los salones de apuestas, los chulos, el lavado de dinero". El alcalde dijo que la purga era posible debido a nuevos y más severos códigos zonales. Además, el gobierno nacional ha dado a los ayuntamientos más libertad para revocar permisos.
Según cálculos oficiales, solamente las transacciones sexuales dan utilidades de unos cien millones de dólares al año. Pero los urbanistas del ayuntamiento esperan reducir el porno y atraer a galerías de arte, boutiques, restaurantes y hoteles elegantes hacia el barrio más antiguo de la ciudad, con valiosas propiedades inmobiliarias y que cuenta con siete iglesias medievales y cientos de edificios históricos.
En el pasado, la prostitución estaba confinado a una pequeña zona cerca del muelle. Los burdeles eran administrados habitualmente por mujeres mayores que se habían retirado del oficio. Pero un informe preparado por la oficina del alcalde el año pasado dice que en los últimos veinte años el poder ha pasado de manos de las madames a chulos holandeses y de Europa del Este. El turismo, la expansión de la pornografía y el cambio de costumbres también han contribuido para convertir el viejo centro en un enorme bazar de la lascivia.
La mayoría de los días el barrio, que se extiende por cerca de 1.3 kilómetros cuadrados, presencia todo un desfile de hombres que se mueven por sus canales y callejones con espectáculos pornográficos en vivo, teatro con sexo en vivo, cafeterías donde se vende marihuana y suficientes tiendas con películas eróticas y juguetes sexuales como para equipar a todo un batallón. Los burdeles fueron legalizados en 2000, y de acuerdo a estadísticas del ayuntamiento ahora hay 142, con cerca de quinientas ventanas de exhibición para las prostitutas. Pero en la ciudad operan muchos más en la clandestinidad, a menudo con inmigrantes ilegales.
La remodelación planeada ha causado indignación entre los trabajadoras residentes y caseros, que han contratado a abogados y han formado grupos de acción para defender "el carácter único" del barrio, como dice una de sus protestas. Carteles con la leyenda ‘¡No tocar!' han aparecido en los ventanales de cafés y tiendas.
En el Love Club Thai 21, donde un cuarteto de mujeres asiáticas esperaban a los clientes una noche hace poco, el dueño del club, Robin Fischer, invitó a un periodista. "Venga, somos un negocio normal", dijo en su pequeño despacho, equipado con un ordenador, una máquina de lavar y una hilera de toallas colgadas secándose. "Tenemos permiso. Pagamos impuestos".
Él y sus amigos dicen que las autoridades están siendo hipócritas cuando exigen cambios en el barrio. "Son los vendedores de diamantes, la hostelería, los bancos los que quieren echarnos de aquí", dijo. "Pero sus negocios tampoco son limpios".
Fischer, que ha trabajado en el barrio rojo en los últimos veinte años, y otros dos caseros holandeses que no quisieron ser identificados, acusan a los chulos extranjeros de haber arruinado el ambiente.
"Los tipos de Europa del Este traen a mujeres jóvenes y asustadas; las amenazas y las golpean", dijo Fischer. "En los viejos tiempos los chulos se atenían a las reglas, y la policía avisaba a la gente... ‘Hey, Jan, te estás sobrepasando'. Había un tipo de equilibrio. Pero los patrones locales están demasiado viejos o muertos o en la cárcel, y el mercado se ha abierto".
De cierto modo, los funcionarios municipales reconocen que tienen que vérselas con problemas creados por las propias políticas tolerantes de los Países Bajos. Una pesquisa parlamentaria, criminalistas y grupos de apoyo de las prostitutas han advertido en los últimos años que la prostitución y el comercio tolerado de la marihuana aumentaron la atracción del crimen organizado internacional.
En un informe sobre el comercio sexual, Karina Schaapman, ex prostituta y ahora miembro del ayuntamiento, describió un libro de retratos faciales de la policía con unos ochenta ‘chulos violentos', de los cuales sólo tres eran nacidos en los Países Bajos. Dijo que más del 75 por ciento de las ocho mil a once mil prostitutas de Amsterdam, incluyendo a mil hombres, provenían de Europa del Este, África y Asia.
Cohen, el alcalde, recordó que en 2000 los holandeses legalizaron la prostitución, con la intención de que el comercio sexual fuera más transparente y proteger a las mujeres otorgándoles permisos de trabajo. "Nos damos cuenta de que esto no ha funcionado, que la trata de blancas continúa", dijo. "Ahora a las mujeres las hacen circular más, dificultando el trabajo policial".
Un grupo de tareas creado por el despacho del alcalde dijo en informe del año pasado, que las cafeterías de marihuana y los burdeles legales han contribuido a generar más delincuencia proporcionando mercados legales. "La marihuana y las mujeres tienen que venir de alguna parte, y el crimen organizado satisface esa demanda", dice el estudio. Según el estudio, el dinero ganado en este rentable negocio es reinvertido en el área, ampliando el círculo criminal.
Metje Blaak, que dirige el Hilo Rojo [Rode Draad], un grupo de apoyo de las prostitutas, dijo que su grupo tenía sentimientos encontrados sobre los planes del ayuntamiento. Reducir la delincuencia y el tráfico eran planes positivos, pero reducir los burdeles empeoraría la situación de las mujeres. "Podrían terminar en un cuarto trasero en lugares donde no podamos alcanzarlas", dijo.
Aunque los amsterdameses pueden ignorar el barrio rojo si lo quieren, sus problemas con el tráfico de seres humanos y las violentas guerras territoriales se han convertido en temas de primera plana.
El año pasado, después de que estallaran varias peleas territoriales la policía arrestó a una banda de doce hombres de Turquía que dirigían una organización dedicada a la prostitución de unas noventa mujeres provenientes de Polonia, Rumania, Bulgaria y Alemania. En febrero, un tribunal holandés trató el caso de tres mujeres polacas acusadas por la policía de haber ordenado el asesinato de su chulo polaco.
En algunos callejones, como Korte Niezel y Lange Nietzel, hay algunos letreros de la nueva campaña. Pierre van Rossum, el coordinador de la campaña, señaló hacia Mata Hari, un palacio de juegos de azar, y hacia Venenkamp, una carnicería, que había cerrado sus puertas. "El carnicero también tenía unas ventanas; estaba vendiendo carne fría y carne caliente al mismo tiempo", dijo van Rossum.
Se esperan más locales clausurados a medida que el ayuntamiento implementa las nuevas zonas y realiza auditorías fiscales. "Ahora la gente parece más ansiosa en vender que en pelear", dijo.
En una plaza frente a la iglesia más antigua de Amsterdam, el ayuntamiento acaba de comprar cinco edificios que eran usados como burdeles. En calles aledañas compró el año pasado dieciocho edificios similares, la mayoría de los cuales han sido alquilados a jóvenes diseñadores.
Herbert van Hasselt, que preside la fundación que vela por la iglesia del siglo catorce y sus sepulturas de ciudadanos prominentes de la época, dijo que estaba "ansioso de ver un poco más de orden".
"No ando buscando el tedio burgués", dijo. "Pero sería simpático que llegase gente más normal y tener algunos restaurantes normales aquí. Estoy cansado de los borrachos que mean todas las noches contra nuestras antiguas murallas".
Cohen, el alcalde, un amable ex rector universitario que no se parece en nada a un cazador de la mafia, adoptó hace poco una visión más cauta. "Por supuesto, no se pondrá todo impecable y maravilloso", dijo. "Este negocio no puede ser normalizado".

4 de marzo de 2008
©new york times
cc traducción mQh
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