murió manuel reyes
[Dennis McLellan] Fue uno de los acusados en el caso del asesinato en Sleepy Lagoon. A los 82.
Murió Manuel Reyes, uno de los acusados en el infame caso del asesinato de Sleepy Lagon en 1942 en el que doce mexicanos americanos fueron condenados injustamente por el asesinato de un mexicano y estuvieron casi dos años en prisión antes de que se revocaran sus sentencias. Tenía 82 años.
Reyes, el ex dueño de un puesto de tacos en Los Angeles Sur, murió de cáncer el 5 de febrero en Los Angeles, en casa de su hijo mayor, Manuel, según informó Mario Reyes, su hijo menor.
Nativo de Los Angeles que abandonó la secundaria en el décimo y empezó a ayudar a su tío en su recorrido de recolección de basura, Reyes tenía diecisiete años cuando fue arrestado en relación con el asesinato de José Díaz, un joven jornalero que murió el 2 de agosto de 1942 después de ser brutalmente golpeado y apuñalado en un rancho de Montebello.
Reyes fue uno de los veinticuatro jóvenes mexicanos americanos que fueron acusados en el caso, y el juicio subsiguiente de veintidós de ellos fue uno de los juicios colectivos más grandes de la historia de Estados Unidos.
"Mi papá me contó que él era culpable por asociación, porque eran hispanos", dijo Mario Reyes. "Me contó que ellos cogieron a un grupo de mexicanos y dejaron ir a los otros. Nunca me contó ningún detalle sobre lo que pasó esa noche".
De acuerdo a declaraciones en el juicio, algunos de los acusados habían sido asaltados por una pandilla llamada los Downey Boys antes esa misma noche en un embalse llamado Sleepy Lagoon, en homenaje a un popular canción de esos días.
Cuando ellos y otros jóvenes de su vecindario de la Calle 38 volvieron más tarde al embalse para vengarse, la pandilla Downey había desaparecido. Entonces se quejaron caer en una fiesta de cumpleaños en un rancho cercano donde, según los testimonios, algunos de los acusados exigieron saber dónde "estaban los hombres que los habían golpeado".
Estalló una pelea cuando algunos de los chicos de la Calle 38 entraron a la casa.
Cuando se marcharon los intrusos, Díaz fue encontrado inconsciente en la tierra junto a la valla sur de la casa.
El juicio, que planteó problemas constitucionales y continúa hoy siendo citado cuando se hacen apelaciones sobre la base de juicios injustos, ha sido llamado "uno de los capítulos más oscuros en la historia judicial de Los Angeles".
En la cárcel del condado de Los Angeles no les permitieron que se cortaran el pelo ni se les permitió una muda de ropa durante el primer mes del juicio que duró trece semanas.
Cuando los abogados defensores objetaron que los chicos desaseados "parecían gángsteres, parecían personas de mal vivir", el juez Charles W. Fricke rechazó contra la moción.
El juez también ignoró las objeciones de los abogados de la defensa a la disposición de los asientos en la sala del tribunal: En lugar de sentarse junto a sus abogados, los acusados fueron sentados en dos hileras frente al jurado, lo que les impedía consultar a sus abogados durante los procedimientos.
A los miembros del jurado se les permitió ir a casa durante la noche y tuvieron acceso a una cobertura periodística frecuentemente sensacionalista del juicio, así como a historias sobre delincuencia juvenil centrada en pandilleros mexicanos americanos.
El jurado compuesto sólo por blancos determinó que tres de los acusados eran culpables de homicidio en primer grado; nueve de ellos, incluyendo a Reyes, fueron declarados culpables de agresión, y cinco fueron absueltos.
Carey McWilliams, un renombrado partidario de la justicia social, presidió el Comité de Defensa de Sleepy Lagoon para dar publicidad a la injusticia del juicio y para reunir dinero para financiar la apelación.
"Fue un juicio racista", dijo al Times esta semana Alice Greenfield McGrath, que estuvo presente en el juicio y fue la secretaria ejecutiva del comité. "El juez apoyaba incondicionalmente a la fiscalía y en muchos casos llegó incluso a insultar a los abogados de la defensa".
Después de que doce de los acusados fueran enviados a la penitenciaría de San Quentin, McGrath les mantuvo informados sobre las actividades del comité y les visitó cada seis semanas. Recuerda a Reyes como "uno de los más tranquilos -algunos tenía personalidades muy interesante- y era una persona agradable. Nunca tuvo ningún tipo de problema ni antes ni después del juicio".
En octubre de 1944, la Corte de Apelaciones del Segundo Distrito revocó todas las condenas, basándose en la insuficiencia de las evidencias para demostrar que los acusados habían conspirado para cometer el crimen y diciendo que no había "pruebas que demuestren que algunos de los acusados haya asesinado al difunto".
La corte también dijo que el juez era "culpable de parcialidad al hacer comentarios indignos e intemperados" sobre los abogados de los acusados y amonestó al juez por permitir una disposición inadecuada de las sillas con la intención de aislar a los acusados.
Poco después, un juez del Tribunal Supremo desechó los cargos.
La última vez que McGrath vio a Reyes fue en 1997, cuando él y otros acusados sobrevivientes se reunieron en El Monte en una reunión para celebrar el cumpleaños número ochenta de McGrath.
Entonces, Reyes, 71, todavía se sabía de memoria su número de recluso: 69597.
"Yo no era el ‘señor Reyes' ni ‘gamberro'", dijo. "Era un número".
Dos décadas antes -en 1979- Reyes se había unido a otros siete acusados sobrevivientes en una demanda por invasión de la privacidad contra el escritor y director Luis Valdez y otros implicados en la producción de la pieza de Valdez aplaudida por la crítica, ‘Zoot Suit', que se inspiraba en el asesinato de Sleepy Lagoon.
Gracias a un acuerdo privado los ocho hombres fueron pagados por su participación en las actuaciones y el uno por ciento de los beneficios netos de la película subsiguiente, que debía ser repartido entre ellos, dijo en 1981 su abogado Paul Fitzgerald.
No fue sino hasta que se presentó la demanda, dijo Mario Reyes, que él y sus hermanos se enteraron de que su padre había estado implicado en el caso.
"No teníamos la menor idea", dijo. "Mi papá nunca contaba nada sobre su juventud. Nunca supimos nada" hasta que la demanda "salió a superficie. Dijo: ‘Mejor te lo cuento, porque te vas a enterar de todos modos'".
Reyes nació en Los Angeles el 13 de julio de 1925. Después de salir de la cárcel, sirvió en el ejército durante la Segunda Guerra Mundial.
Trabajó en una variedad de oficios, desde sastre, representante sindical en unos grandes almacenes y camionero, antes de que él y su mujer María abrieran El Taco Mexicano en Los Angeles Sur en 1958.
El hijo de Reyes se encargó del puesto de tacos en 1969. En 2002, pasó a manos de Mario Reyes, que todavía es su dueño.
Además de sus hijos Manuel y Mario, le sobreviven otro hijo y una hija; un hermano, dos hermanas y seis nietos.
Reyes, el ex dueño de un puesto de tacos en Los Angeles Sur, murió de cáncer el 5 de febrero en Los Angeles, en casa de su hijo mayor, Manuel, según informó Mario Reyes, su hijo menor.
Nativo de Los Angeles que abandonó la secundaria en el décimo y empezó a ayudar a su tío en su recorrido de recolección de basura, Reyes tenía diecisiete años cuando fue arrestado en relación con el asesinato de José Díaz, un joven jornalero que murió el 2 de agosto de 1942 después de ser brutalmente golpeado y apuñalado en un rancho de Montebello.
Reyes fue uno de los veinticuatro jóvenes mexicanos americanos que fueron acusados en el caso, y el juicio subsiguiente de veintidós de ellos fue uno de los juicios colectivos más grandes de la historia de Estados Unidos.
"Mi papá me contó que él era culpable por asociación, porque eran hispanos", dijo Mario Reyes. "Me contó que ellos cogieron a un grupo de mexicanos y dejaron ir a los otros. Nunca me contó ningún detalle sobre lo que pasó esa noche".
De acuerdo a declaraciones en el juicio, algunos de los acusados habían sido asaltados por una pandilla llamada los Downey Boys antes esa misma noche en un embalse llamado Sleepy Lagoon, en homenaje a un popular canción de esos días.
Cuando ellos y otros jóvenes de su vecindario de la Calle 38 volvieron más tarde al embalse para vengarse, la pandilla Downey había desaparecido. Entonces se quejaron caer en una fiesta de cumpleaños en un rancho cercano donde, según los testimonios, algunos de los acusados exigieron saber dónde "estaban los hombres que los habían golpeado".
Estalló una pelea cuando algunos de los chicos de la Calle 38 entraron a la casa.
Cuando se marcharon los intrusos, Díaz fue encontrado inconsciente en la tierra junto a la valla sur de la casa.
El juicio, que planteó problemas constitucionales y continúa hoy siendo citado cuando se hacen apelaciones sobre la base de juicios injustos, ha sido llamado "uno de los capítulos más oscuros en la historia judicial de Los Angeles".
En la cárcel del condado de Los Angeles no les permitieron que se cortaran el pelo ni se les permitió una muda de ropa durante el primer mes del juicio que duró trece semanas.
Cuando los abogados defensores objetaron que los chicos desaseados "parecían gángsteres, parecían personas de mal vivir", el juez Charles W. Fricke rechazó contra la moción.
El juez también ignoró las objeciones de los abogados de la defensa a la disposición de los asientos en la sala del tribunal: En lugar de sentarse junto a sus abogados, los acusados fueron sentados en dos hileras frente al jurado, lo que les impedía consultar a sus abogados durante los procedimientos.
A los miembros del jurado se les permitió ir a casa durante la noche y tuvieron acceso a una cobertura periodística frecuentemente sensacionalista del juicio, así como a historias sobre delincuencia juvenil centrada en pandilleros mexicanos americanos.
El jurado compuesto sólo por blancos determinó que tres de los acusados eran culpables de homicidio en primer grado; nueve de ellos, incluyendo a Reyes, fueron declarados culpables de agresión, y cinco fueron absueltos.
Carey McWilliams, un renombrado partidario de la justicia social, presidió el Comité de Defensa de Sleepy Lagoon para dar publicidad a la injusticia del juicio y para reunir dinero para financiar la apelación.
"Fue un juicio racista", dijo al Times esta semana Alice Greenfield McGrath, que estuvo presente en el juicio y fue la secretaria ejecutiva del comité. "El juez apoyaba incondicionalmente a la fiscalía y en muchos casos llegó incluso a insultar a los abogados de la defensa".
Después de que doce de los acusados fueran enviados a la penitenciaría de San Quentin, McGrath les mantuvo informados sobre las actividades del comité y les visitó cada seis semanas. Recuerda a Reyes como "uno de los más tranquilos -algunos tenía personalidades muy interesante- y era una persona agradable. Nunca tuvo ningún tipo de problema ni antes ni después del juicio".
En octubre de 1944, la Corte de Apelaciones del Segundo Distrito revocó todas las condenas, basándose en la insuficiencia de las evidencias para demostrar que los acusados habían conspirado para cometer el crimen y diciendo que no había "pruebas que demuestren que algunos de los acusados haya asesinado al difunto".
La corte también dijo que el juez era "culpable de parcialidad al hacer comentarios indignos e intemperados" sobre los abogados de los acusados y amonestó al juez por permitir una disposición inadecuada de las sillas con la intención de aislar a los acusados.
Poco después, un juez del Tribunal Supremo desechó los cargos.
La última vez que McGrath vio a Reyes fue en 1997, cuando él y otros acusados sobrevivientes se reunieron en El Monte en una reunión para celebrar el cumpleaños número ochenta de McGrath.
Entonces, Reyes, 71, todavía se sabía de memoria su número de recluso: 69597.
"Yo no era el ‘señor Reyes' ni ‘gamberro'", dijo. "Era un número".
Dos décadas antes -en 1979- Reyes se había unido a otros siete acusados sobrevivientes en una demanda por invasión de la privacidad contra el escritor y director Luis Valdez y otros implicados en la producción de la pieza de Valdez aplaudida por la crítica, ‘Zoot Suit', que se inspiraba en el asesinato de Sleepy Lagoon.
Gracias a un acuerdo privado los ocho hombres fueron pagados por su participación en las actuaciones y el uno por ciento de los beneficios netos de la película subsiguiente, que debía ser repartido entre ellos, dijo en 1981 su abogado Paul Fitzgerald.
No fue sino hasta que se presentó la demanda, dijo Mario Reyes, que él y sus hermanos se enteraron de que su padre había estado implicado en el caso.
"No teníamos la menor idea", dijo. "Mi papá nunca contaba nada sobre su juventud. Nunca supimos nada" hasta que la demanda "salió a superficie. Dijo: ‘Mejor te lo cuento, porque te vas a enterar de todos modos'".
Reyes nació en Los Angeles el 13 de julio de 1925. Después de salir de la cárcel, sirvió en el ejército durante la Segunda Guerra Mundial.
Trabajó en una variedad de oficios, desde sastre, representante sindical en unos grandes almacenes y camionero, antes de que él y su mujer María abrieran El Taco Mexicano en Los Angeles Sur en 1958.
El hijo de Reyes se encargó del puesto de tacos en 1969. En 2002, pasó a manos de Mario Reyes, que todavía es su dueño.
Además de sus hijos Manuel y Mario, le sobreviven otro hijo y una hija; un hermano, dos hermanas y seis nietos.
dennis.mclellan@latimes.com
14 de marzo de 2008
7 de marzo de 2008
©los angeles times
cc traducción mQh
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