fascismo volvió a italia
wilkinson@latimes.com Maria de Cristofaro contribuyó al este reportaje. 27 de mayo de 2008
El jefe de un pequeño partido xenófobo, Bossi ha emergido como el consejero político más influyente que fue clave en el retorno al poder del primer ministro Silvio Berlusconi en las elecciones recientes y que continuará teniendo la última palabra.
Esa victoria el mes pasado, que incluyó la elección del primer alcalde de extrema derecha de Roma desde la Segunda Guerra Mundial y el rígido rechazo de los comunistas, fue parte de un significativo cambio a favor de la derecha política italiana, compuesta por ex fascistas renovados, grupos anti-inmigración y conservadores tradicionalistas.
Bossi y otros tres miembros de su partido Liga del Norte recibieron las mejores sillas en el nuevo gabinete, incluyendo el control del ministerio del Interior, que supervisa la policía y la mayor parte del aparato de la seguridad interior.
En este clima no fue realmente sorprendente que la primera medida del gobierno haya sido una dura represión policial contra los gitanos, una minoría atacada a menudo.
Bossi y su Liga del Norte son vistos aquí ampliamente como la fuerza motora detrás de la decisión de atacar a los gitanos y a los inmigrantes ilegales, dos grupos responsabilizados de una serie de crímenes recientes. Tras esos incidentes, cientos de gitanos y extranjeros fueron arrestados, decenas de ellos fueron deportados y campamentos improvisados de gitanos fueron arrasados o incendiados por las autoridades y grupos de vigilantes.
"Los gitanos deben marcharse todos", dijo en una entrevista en su oficina en Milán Davide Boni, funcionario de la liga en el gobierno regional de la Lombardía.
La liga, de la Lombardía, agregaría a la mayoría de los gitanos e inmigrantes musulmanes a esa lista, dijo Boni. En general, dijo, el partido apoya reducir la inmigración en un cinco a diez por ciento de su nivel actual. "De ese modo, tenemos inmigración e integración", dijo. "Lo que hay ahora es una invasión".
La liga y sus aliados de la extrema derecha, incluyendo al partido Pueblo del Pueblo por la Libertad de Berlusconi, fueron capaces de capitalizar los temores y prejuicios de los italianos sobre los extranjeros, sentimientos que se están intensificando a medida que crece el número de nuevos inmigrantes y la economía se hunde en la recesión. Su victoria electoral también refleja una profunda admiración entre los italianos por el tipo de demagogia populista que representan Berlusconi y Bossi.
Italia es una sociedad relativamente conservadora, y la derecha, que defiende vociferantemente los valores tradicionales, generalmente logra buenos resultados en política.
La Liga del Norte sorprendió a los analistas al terminar tercera en una carrera en la que participaron decenas de partidos, en parte incursionando en las zonas obreras antiguamente dominadas por la izquierda. El partido le dio al gobierno de Berlusconi una cómoda mayoría.
Sin embargo, muchos italianos se vieron sorprendidos con la nueva posición de influencia otorgada a Bossi, que hace cuatro años sufrió un derrame casi fatal que llevó a que incluso algunos de sus aliados lo descartaran. Todavía camina de manera vacilante y arrastra las palabras, pero sigue siendo combativo y provocador, y está claramente disfrutando de su nuevo poder en el país.
"La gente quiere que el país siga siendo suyo", dijo Bossi, que en el pasado propuso disparar contra las lanchas que llevaban inmigrantes a las playas italianas.
La Liga del Norte surgió a principios de los años noventa como un partido partidario de la secesión del rico norte italiano del resto del país. En estos días el partido ha mitigado su retórica secesionista y en lugar de eso hace campañas por una mayor autonomía y la "devolución" de poderes del gobierno central a las autoridades regionales.
Los partidarios de la liga resienten el hecho de que el norte industrial subsidie las regiones menos afluentes del país y exigen que se les permita retener y gastar más impuestos antes que enviarlos a las arcas centrales en Roma. Es la división norte-sur la que Bossi explotó en las elecciones.
Bossi mantiene su influencia sobre Berlusconi porque el retiro del apoyo de su partido a la coalición gobernante derrocaría al gobierno -como hizo Bossi en 1994, poniendo un abrupto fin al primer mandato de Berlusconi.
Bossi fue nombrado ministro de reformas en el nuevo gobierno, una plataforma ideal para cambiar la ley y conceder más autonomía al norte.
Otro nombrado en el gabinete fue Roberto Calderoli, también de la liga, mejor conocido por aparecer en un programa de televisión con una camiseta adornada con una caricatura del profeta Mahoma y por planear un desfile de cerdos en lugares donde los musulmanes estaban tratando de construir mezquitas, gestos ambos considerados insultos contra el islam.
En la primera reunión del gabinete de Berlusconi, sus miembros aprobaron esta semana un "plan de seguridad" que incluye duras medidas contra la inmigración. El plan, que debe todavía ser adoptado por el parlamento, haría que la entrada ilegal a Italia fuera punible por hasta cuatro años en prisión; confiscaría propiedades alquiladas a inmigrantes ilegales; haría más fácil su deportación; y cuadruplicaría el período de espera para los extranjeros casados con italianos antes de poder pedir la ciudadanía.
El otro socio principal del gobierno de Berlusconi es la Alianza Nacional, un partido formado como el sucesor de los fascistas de Mussolini. Su líder, Gianfranco Fini, que ha luchado por distanciarse de su pasado neo-fascista, se ha convertido en el presidente de la cámara baja del parlamento. Y otro político de la Alianza Nacional, Gianni Alemanno, fue elegido alcalde de Roma.
El ayuntamiento de la capital fue controlado durante sesenta años por partidos de izquierda y de centro. Cuando Alemanno llegó al Campidoglio diseñado por Miguel Ángel, sus partidarios le saludaron con el brazo en alto, reproduciendo el saludo fascista. Alemanno, que insiste en que no es racista ni xenófobo, visitó deliberadamente la principal sinagoga de Roma. Luego envió a la policía al campamento gitano más grande de la capital, una endeble colección de chozas de hojalata, niños sucios y basura.
Aunque muchos de los gitanos, según dicen ellos mismos, se ganan la vida robando, muchos otros que han vivido en Italia durante años trabajan y envían sus hijos a la escuela. Un gitano nacido en la antigua Yugoslavia fue candidato al parlamento en las últimas elecciones. Como comunidad están aterrados con lo que ven como una histeria que los ha pintado a todos con la misma brocha.
"Lo malo es que el racismo contra los gitanos no es algo solamente de la gente, sino que es institucional", dijo Maurizio Pagani, de Opera Nomadi, un grupo de defensa de los gitanos.
Los incidentes más escandalos ocurrieron la semana pasada en Nápoles, donde los vecinos, reaccionando ante informes de que una mujer gitana había intentado secuestrar a un niño italiano, incendiaron varios campamentos, obligando a huir a cientos de hombres, mujeres y niños. Muchos de ellos fueron más tarde subidos a camiones y trasladados a zonas más seguras, en escenas que funcionarios de Naciones Unidas compararon con las ‘limpiezas étnicas’ en los Balcanes en los años noventa -los mismos acontecimientos que de los que huyeron los gitanos hacia Italia en primer lugar.
La Unión Europea, España y organizaciones internacionales de derechos humanos condenaron las acciones. Italia podría ser sancionada.
Aunque el ministro de Interior, Roberto Maroni, de la liga, condenó públicamente la violencia de los vigilantes, Bossi metió la cuchara con aparente satisfacción: "La gente hace lo que el estado no puede".
24 de mayo de 2008
©los angeles times
cc traducción mQh
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