las nuevas cárceles vip
2 de junio de 2008
En las áreas comunes se dio cuenta que ocupaban todas las instalaciones, que incluyen casino, canchas de fútbol, una pista olímpica, piscina y cancha de tenis, donde se dan acaloradas batallas deportivas.
La totalidad del casi el centenar de nuevos procesados por la Operación Colombo, nuevamente gozan de privilegios que están muy lejos del estándar de imputados que repletan las cárceles del país.
En el caso de los seis ex funcionarios de Investigaciones, éstos fueron llevados al Club de Campo de la institución, que dirige Arturo Herrera, ubicado en La Florida. Las dos cabañas donde actualmente se encuentran hospedados cuentan con cocina, refrigerador, horno a gas y microondas, televisión satelital y un teléfono en la guardia.
Como son ‘de la casa’ y las edades de los detenidos fluctúan entre los 50 y 70 años, no hay personal especial custodiándolos. Es el personal regular el encargado de ‘velar’ por que no se escapen. Tienen, además, visitas ilimitadas y libre movimiento al interior del club, que cuenta con una multicancha, casino y dos piscinas.
En el caso de los ex carabineros, la mayoría de los procesados logró que la institución, encabezada entonces por el general José Bernales, tuviera que usar la imaginación al momento de elegir dónde recluirlos. Una parte de ellos se encuentra en una cómoda casona institucional de dos pisos, con antejardín y patio, ubicada en calle Marchant Pereira (Ñuñoa). El resto se divide entre el Hospital Institucional, en calle Simón Bolívar con Antonio Varas, y el Hospital Dipreca, en avenida Colón.
Los ex funcionarios de la FACH se encuentran en la Basé Aérea de El Bosque, sin limitaciones de tránsito, con goce de casino y áreas de recreación.
Finalmente, los ex oficiales procesados del Ejército continúan habitando las lujosas instalaciones especialmente destinadas a mantener su confort en Peñalolén. Claro que los suboficiales de la misma institución, procesados también por Colombo, no tienen los mismos privilegios.
Dentro del campo militar, unos metros más allá de sus jefes, alojan masivamente en pequeñas habitaciones al interior de un par de construcciones añosas. Sólo hay una televisión para el conjunto de procesados y el pequeño patio cuenta con una mesa de ping-pong en mal estado. Esa sí parece una cárcel de verdad.
©la nación
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