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guerra de las esposas turcas


Esposas turcas batallan contra cultura de maltratos. Emine Yaman quedó paralítica después de que su marido le disparara. Su caso muestra cómo la ley todavía debe superar enraizadas tradiciones.
Estambul, Turquía. Emine Yaman, 40, yace en cama con sus piernas rígidas, y sus pies doloridos e hinchados. Paralizada por una bala que le disparó en el pecho su marido, es la cara de la violencia doméstica en un país que está luchando por erradicar prácticas culturales antiguas que denigran a la mujer.
Lleva pañales y se esfuerza por alcanzar una sábana anudada que cuelga desde una barra por sobre su cabeza para levantar la parte superior de su cuerpo. Los débiles huesos en sus caderas, rodillas y brazo izquierdo se han quebrado desde el tiroteo en 1999. Las infecciones le producen fiebre; ingiere antibióticos. Un doctor municipal la visita de vez en vez en su pobre apartamento junto a una autopista de la ciudad más grande de Turquía.
Prácticamente abandonada por su familia, sobrevive gracias a la bondad de desconocidos.
Su marido, Ahmed, que pasó un corto período en la cárcel por dispararle, ha pedido el divorcio, diciendo que es agresiva. Vive con su hijo e hija adolescentes en su provincia natal de Giresun, en la costa del Mar Negro.
Emine habla rara vez con sus hijos, y se consuela rechazando el divorcio.
"Me dejó en este estado", dijo. "¿Debo darle le divorcio para que se sienta cómodo?"
La prensa y activistas turcos aquí han citado el caso de Emine Yaman como un ejemplo extremo de las consecuencias de la violencia doméstica en un país laico de más de setenta millones de personas, la mayoría de ellas musulmanes. El reciente asesinato de una activista por la paz de nacionalidad italiana en un vestido de novia renovó el debate sobre el problema. Un hombre ha sido acusado del asesinato.
Turquía todavía lucha con el problema de la violencia contra las mujeres en una sociedad en gran parte patriarcal donde todavía se oyen expresiones como: "Las golpizas vienen del cielo" y "Mantén a tu mujer con una vara en la espalda y un bebé en el vientre". Tan tolerable son los maltratos que en los años noventa, una comedia de televisión incluía a un personaje femenino que era constantemente golpeado por su marido.
El año pasado, una encuesta turca entre 1.800 mujeres casadas constató que una de cada tres eran víctimas de maltratos domésticos. Algunos estimados globales son similares.
Turquía ha luchado por refrenar los ‘asesinatos por honor’, el homicidio de mujeres de las que se cree que han perjudicado la reputación de sus familiares, a veces por tener una aventura extramarital o por quedar embarazadas fuera del matrimonio.
Presionado por organizaciones femeninas y la Unión Europea, a la que el país espera incorporarse, Turquía anuló muchas leyes discriminatorias, convirtió la violación en el matrimonio en un delito y en 2005 prohibió el acoso sexual en los lugares de trabajo con un ley penal. Los activistas dicen que la implementación es débil y los jueces necesitan formación.
Turquía está también educando a miles de agentes de policía en cuestiones de maltratos doméstico con profesores y videos de adiestramiento, y respaldados por una campaña televisiva de concientización.
Algunas mujeres activistas apoyan los esfuerzos del gobierno de orientación islámica de eliminar las restricciones al uso del pañuelo de cabeza musulmán, que haría más fácil que las mujeres beatas consiguieran trabajos y educación. Pero dicen que las autoridades deberían dedicar igual de tiempo a la violencia doméstica.
Las leyes turcas exigen que los ayuntamientos de más de cincuenta mil personas abran refugios para mujeres, pero muchas ciudades no proporcionan esa ayuda. Tradicionalmente, las autoridades desalientan las separaciones e instan a las parejas a resolver las diferencias, una ruta que puede prolongar los maltratos.
En 1989, Emine y Ahmet se fugaron para burlar la desaprobación de sus padres. Una fotografía del matrimonio muestra a la pareja sentada en una oficina municipal: Ahmet, delgado y elegante, firma el registro mientras Emine mira, su cabeza ligeramente inclinada debajo del velo, su cara pálida por el maquillaje.
Vivieron en Estambul, donde Ahmet era proveedor.
"Durante nuestra luna de miel veíamos todo color de rosa", dijo Emine.
Pero pronto empezaron los maltratos. De acuerdo a Emine, su marido le decía que era una "puta", la abofeteaba y una vez la persiguió con un cuchillo. La engañó un par de veces. Emine lo dejó algunas veces. Pero siempre volvía, habitualmente después de que la policía o familiares les instaran a hacer las paces.
Años más tarde la familia se mudó a Giresun. La petición de divorcio estaba pendiente cuando Ahmet disparó contra Emine un día de agosto de 1999 después de detener su coche junto a ella cuando ella caminaba con su hija inválida en sus brazos.
"Me disparó desde dentro del vehículo. La bala pasó frente a mi cara. Entonces se bajó del coche. Me agarró y me obligó a caminar hacia el coche, empujándome. Me apuntó y disparó", contó Emine, mostrando su pecho. "Caí al suelo. Él subió al coche y se marchó. Me dejó en medio de calle mientras los coches pasaban a mi lado. Entonces llegó mi hijo, corriendo. En ese momento yo estaba pensando: ‘¿Estoy muerta? Dios mío’. El niño estaba llorando junto a mí".
Emine quedó paralizada desde la cintura hacia abajo. Dijo que declaró ante las autoridades que el disparo había sido un accidente para que su marido pudiera salir pronto de la cárcel y se ocupara de sus tres hijos, aunque su hija inválida murió tiempo después.
De acuerdo a Amnestía Internacional, Ahmet estuvo uno meses en prisión preventiva y fue condenado por negligencia con resultado de peligro de muerte y por porte ilegal de arma de fuego. Su castigo fue reducido a una multa de mil doscientos dólares debido a su buena conducta durante el juicio, dijo la organización de activistas.
En 2001, en una carta al tribunal, Ahmet pidió el divorcio debido a lo que describió como la conducta colérica de Emine, pero el caso prescribió.
"La acusada encerraba a sus hijos en casa y salía con destino desconocido, y no prestaba la atención necesaria a mi cliente ni a su familia, comportándose irrespetuosamente", dice la carta del abogado de Ahmet. "Insultaba a mi cliente y no cesaba de pelearse con sus vecinos".
Los intentos de entrevistar a Ahmet para este reportaje no fueron fructíferos.
Emine Yaman dijo que su marido no ha pagado las reparaciones ordenadas por el tribunal.
"Mis problemas de salud se están acumulando", dijo, llorando. "¿Cómo puedo perdonarlo? No lo perdonaría ni Dios, menos yo".
Emine ha aparecido en programas de televisión sobre la violencia contra las mujeres, aunque su hijo le pidió que dejara de hacerlo porque lo avergüenza. Sobrevive gracias a donaciones, incluyendo limosnas al fin del mes de ayuno de Ramadán.
Un día hace poco, una vecina que volvía de su peregrinación a la ciudad santa de Meca, la visitó con una bolsa de dátiles saudíes.

C. Onur Ant contribuyó a este reportaje.

16 de junio de 2008
10 de mayo de 2008
©los angeles times
cc traducción mQh
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