ejecutan a pervertido sexual
carol.williams@latimes.com 5 de julio de 2008
Schwab, 39, fue ejecutado por la violación y asesinato del niño de once años, Junny Ríos-Martínez, de Cocoa. Mató al niño en abril de 1991, apenas un mes después de haber cumplido una pena de prisión previa por agredir sexualmente a un niño de trece.
Schwab murió a las seis y cuarto de la tarde, dijo Eric Isaac, portavoz del gobernador de Florida, Charlie Crist.
Los abogados de Schwab presentaron una infructuosa apelación a la Corte Suprema de Estados Unidos el lunes noche, diciendo que la última ejecución en la prisión cerca de Starke, en diciembre de 2006, resultó fallida, provocando severos y prolongados dolores a Ángel Nieves Díaz, de 55 años.
"Florida es un estado con una larga historia de fallidas y desconcertantes ejecuciones", se lee en la apelación de Schwab, refiriéndose a los macabros incidentes de los años noventa cuando en la silla eléctrica del estado, apodada Old Sparky, los ejecutados murieran con la cabeza envuelta en llamas.
El caso Díaz, en el que los verdugos no lograron hallar la vena del recluso e inyectaron los químicos en los músculos, provocaron que el entonces gobernador Jeb Bush decretara una moratoria de las ejecuciones y ordenar una revisión del procedimiento de aplicación de la inyección letal.
El Departamento de Prisiones del estado introdujo discretos cambios, sobre la base de las recomendaciones de la comisión de revisión, pero mantuvo el método de los tres sedantes utilizados desde que Florida pasara, hace ocho años, de las ejecuciones en la silla eléctrica a la inyección letal.
Los opositores a la pena de muerte contienden que los sedantes no son cabalmente entendidos por quienes los administran y pueden infligir dolor, en contravención de la prohibición constitucional contra castigos crueles e inusuales.
Un estudio de los archivos de la cámara de muerte del estado mostró que han ocurrido errores en el 53 por ciento de las ejecuciones, provocados por los intervalos demasiado prolongados entre la administración de los químicos y la muerte o signos físicos de que el recluso no estaba completamente consciente o paralizado, dice Peter Cannon, de Capital Collateral Regional Counsel, una repartición del estado que trata las apelaciones a la pena de muerte.
En la rutina de la inyección letal de tres sedantes practicada por Florida y otras tres docenas de estados, el sodio pentotal es administrado primero para dejar inconsciente al condenado, luego el agente paralizante, bromuro de pancuronio, y finalmente el cloruro de potasio para paralizar el corazón.
Pero en muchas de las veinte ejecuciones previas en Florida desde que se adoptara la inyección fatal en 2000, los reclusos mostraron signos de movimiento o conciencia, indicando que los dos primeros químicos no habían funcionado como se esperaba, dijo Cannon, que representó a Schwab en sus infructuosas apelaciones ante las cortes supremas del estado y de Estados Unidos.
El único motivo para inyectar el agente paralizante es "enmascarar cualquier signo de reacción ante el dolor de parte de la persona que está siendo eliminada", dice Mark Elliot, protavoz de Floridians for Alternatives to the Death Penalty [Floridenses por Alternativas a la Pena de Muerte].
El nuevo protocolo, revisado después de la revisión del estado el año pasado, exigió que un gendarme confirmara que Schwab estaba inconsciente antes de que se le administraran los siguientes químicos. Otro cambio es que el equipo encargado de la ejecución fue traído de fuera de la cárcel donde estaba Schwab, para evitar cualquier posibilidad de mala voluntad entre los gendarmes y el recluso que pudiera influir en la aplicación de la inyección letal.
"La comisión oyó los testimonios de que Ángel Días había sido molestado por gendarmes, que le decían que [su ejecución] le iba a doler. Existe la sensación de que algunas de las cosas que le ocurrieron pueden haber sido intencionadas", dijo Elliott sobre la ejecución frustrada, en la que Díaz, semi-inconsciente, parecía retorcerse de dolor cuando el último agente químico inyectado le quemaba los tejidos.
Schwab pasó sus últimas horas con su madre y tía que lo visitaron hasta el mediodía, después de una última cena de tocino, huevos, salchichas, sofrito de carne, tostadas y leche chocolatada, informó Gretl Plessinger, portavoz del Departamento de Prisiones, que habló con los periodistas presentes en la prisión.
Schwab fue la décima persona ejecutada en Estados Unidos desde que, en abril, la Corte Suprema confirmara la aplicación de la inyección letal en Kentucky después de la recusación presentada por dos condenados a muerte sobre la base de que equivalía a un castigo cruel e inusual. El procedimiento en Florida es similar al de Kentucky. La ejecución del martes noche fue la número 65 desde que Florida reintrodujera la pena de muerte en 1976, inicialmente mediante la silla eléctrica.
Fue la primera ejecución con una pena de muerte firmada por Crist, que asumió el cargo al mes siguiente de la ejecución de Díaz. Como senador del estado, hace una década, Crist presenció la ejecución en la silla eléctrica de un hombre que asesinó a un agente de policía de Jacksonville.
Crist había autorizado una fecha de ejecución en noviembre, pero fue aplazada por un juez federal que permitió que la Corte Suprema resolviera sobre la recusación de Kentucky.
Schwab, 22, secuestró a Ríos-Martínez y lo llevó a un motel, donde ató, violó y estranguló al niño el 18 de abril de 1991.
Después de declararse culpable y renunciando a su derecho a un juicio con jurado, Schwab fue condenado por homicidio en primer grado, secuestro y agresión sexual de un menor. Fue sentenciado a muerte el 1 de julio de 1992, una pena que tomó exactamente dieciséis años en ejecutarse.
Ahora Florida tiene 387 reclusos en el corredor de la muerte, el segundo estado después de California, con 673.
2 de julio de 2008
©los angeles times
cc traducción mQh
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