¿fin del capitalismo estadounidense?
Blaine Harden, en Seúl, y Ariana Cha en Washington contribuyeron a este artículo. 11 de octubre de 2008
El gobierno de Bush está considerando nacionalizar parcialmente algunos bancos, comprando una parte de sus acciones para apuntalarlos y recuperar la confianza como parte del plan de rescate del gobierno, de setecientos mil millones de dólares. La idea de que el gobierno adquiera propiedades en el sector financiero, incluso como accionista minoritario, va contra lo que los puristas del mercado ven como el fundamento del sistema estadounidense.
Sin embargo, el gobierno cree que no tiene alternativas. El crédito, el elemento vital del capitalismo, dejó de fluir. Una economía basada en el libre mercado no puede funcionar de este modo.
La media vuelta del gobierno va más allá del sector bancario. Se está reafirmando a sí mismo en la vida de los ciudadanos en modos que habrían sido impensables en la era en que se creía que el mercado lo solucionaba todo. Con las recientes absorciones de los importantes prestamistas Fannie Mae y Freddie Mac y el rescate de AIG, el gobierno norteamericano está ahora
encargándose efectivamente de las hipotecas y seguros de vida de decenas de millones de estadounidenses. Muchos economistas se están preguntando si sigue siendo un mercado libre cuando el gobierno está tan metido en el sistema financiero.
Dado que Estados Unidos se ha mostrado como modelo económico global, el cambio podría inclinar la balanza en cuanto a cómo otros gobiernos del mundo practican la empresa libre. En las últimas décadas, Estados Unidos encabezó una cruzada para convencer a gran parte del planeta, especialmente a países en desarrollo, de levantar la pesada mano del estado de las finanzas y la industria.
Pero la política no intervencionista del capitalismo en Estados Unidos está siendo acusada ahora del crédito fácil que enfermó el mercado de la vivienda y permitió que una Wall Street irresponsable creara una pileta de inversiones tóxicas que ha infectado el sistema financiero global. Según los críticos, una intervención fuerte del gobierno está despojando a Washington de la autoridad moral para difundir el evangelio del laissez-faire.
El gobierno podría lanzar un programa específico en el que pueda comprar una minoría en los bancos con problemas, o un programa más amplio que abarque a todo el sistema bancario. Sin embargo, en cualquier caso la decisión podría ser vista como evidencia de que Washington sigue siendo esclavo de Wall Street. El plan, por ejemplo, no obliga a las firmas participantes a recortar los salarios de los altos ejecutivos, como quieren algunos en el congreso. Pero si el plan no funcionara, el gobierno podría adquirir una participación mayor.
"En todo el mundo se nos admiraba por nuestra economía y les dijimos que si querían ser como nosotros, lo que tenían que hacer era... entregar el poder al mercado", dijo Joseph Stiglitz, de la Universidad de Columbia, economista y Premio Nobel. "Ahora el punto es que, debido a esta crisis, nadie tiene respeto en ese tipo de modelo. Y, por supuesto, plantea la cuestión de nuestra credibilidad. Ahora todos creen que están sufriendo por culpa nuestra".
En Seúl, muchos ven el exceso americano como una advertencia. Al mismo tiempo, la indignación por el efecto del derrame global de la crisis en Estados Unidos está aumentando. La moneda coreana, el won, ha caído fuertemente en los últimos días a medida que las corporaciones allá luchan por encontrar dólares en medio de la crisis crediticia.
"Los derivados y los fondos de cobertura son como apuestas en el casino", dijo el ministro de finanzas surcoreano, Kang Man-Soo. "Un montón de coreanos se están preguntando ¿cómo es posible que Estados Unidos sea tan débil?"
Aparte algunos jefes de estado radicales y titulares quijotescos, nadie está hablando de la muerte del capitalismo. En las últimas décadas, la adopción de las teorías del libre mercado, especialmente en Asia, ha ayudado a cientos de millones de personas a salir de la pobreza. Pero está creciendo el resentimiento contra el capitalismo al estilo americano que, en contraste con, digamos el alemán, rechaza las regulaciones y venera el riesgo.
En Corea del Sur las crecientes críticas de que el gobierno se aferra demasiado al modelo norteamericano han aumentado la oposición a la privatización del enorme Banco de Desarrollo de Corea [Korea Development Bank]. Corea del Sur es uno de los países que más se han beneficiado de la adopción de los principios del libre mercado, emergiendo desde las cenizas de la Guerra de Corea para convertirse en una de las principales economías del mundo. Se ha distinguido de Corea del Norte, un país empobrecido, aplastado por un sistema comunista anticuado y un presidente autoritario.
Pero las repercusiones de la crisis que empezó en Estados Unidos son globales. En Gran Bretaña, donde la primer ministro Margaret Thatcher se unió en los años ochenta al presidente Ronald Reagan para anunciar la promesa del capitalismo, esta semana el gobierno decidió nacionalizar parcialmente el achacoso sistema bancario. Al otro lado del Canal de la Mancha, los presidentes europeos que no desconocen la regulación, están insistiendo en que Washington retire gradualmente a los vigilantes del gobierno del sector financiero más grande del mundo. Dirigidos por el presidente francés Nicolás Sarkozy, están llamando a implementar nuevos códigos internacionales para imponer el control de las finanzas globales.
Hasta cierto punto, esos llamados están siendo reduplicados incluso por el Fondo Monetario Internacional, una institución encargada del fomento del libre mercado en el extranjero y que predicaba que cuanto menos interviniera el gobierno cuanto mejor, durante las crisis económicas en Asia y América Latina en los años noventa. Ahora se está hablando de la necesidad de la regulación y supervisión.
"Obviamente, la crisis proviene de un importante fallo de regulación y control en los países avanzados... y un fallo de los mecanismos disciplinarios del mercado", dijo ayer en la reunión anual del fondo Dominique Strauss-Kahn, directora general del FMI.
En una presentación de diapositivas, Strauss-Kahn ilustró el impacto global de la crisis financiera. Algunos países en África, incluyendo a muchos con los niveles más bajos de integración mercantil y financiera y apertura, están ahora decididos a capear la crisis con el mínimo de turbulencia.
Poco después, el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, fue interrogado por periodistas sobre la ‘confusión’ en el mundo en desarrollo sobre si continuar adoptando el modelo del libre mercado. Dijo: "Creo que la gente se ha confundido por estos terribles acontecimientos, no solamente en los países en desarrollo, sino también en los países desarrollados".
En gran parte del mundo en desarrollo, los sistemas financieros todavía son mucho más controlados por el estado, pese a la presión de Estados Unidos sobre esos países para que desvíen el poder hacia el sector privado y creen mercados financieros más libres. Podrían seguir así por algún tiempo más.
China ha resistido los llamados de Washington y Wall Street a introducir una amplia gama de inversiones exóticas, incluyendo muchos de los derivados entonces populares que ahora son acusados de agravar la crisis en Occidente. En las últimas semanas, Pekín ha dejado en claro esa posición, diciendo que no permitirá la expansión de instrumentos financieros complejos.
Con la actual decisión del gobierno norteamericano de intervenir y la reflexión sobre el papel de la ausencia de regulación en la crisis, el escenario parece estar preparado, al menos temporalmente, para un modelo más restringido de libre empresa, especialmente en los mercados financieros.
"Si miras en otros lugares del mundo, ahora mismo China lo está haciendo bastante bien, y Estados Unidos no", dijo C. Fred Bergsten, director del Instituto Peterson para la Economía Internacional. "Vamos a tener un retroceso de la globalización en los mercados financieros".
9 de octubre de 2008
©washington post
0 comentarios