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sobre los interrogatorios


La falsa confesión de una detenida abrió los ojos de un agente.
[Jim Trainum] He sido agente de policía durante veinticinco años, y nunca entendí porqué admitiría alguien haber cometido un crimen que no cometió. Hasta que obtuve una confesión falsa en un caso de asesinato.
Entré al cuarto de interrogatorios creyendo que teníamos pruebas que vinculaban a la sospechosa con el asesinato de un empleado federal de 34 años, en Washington. Utilicé las técnicas corrientes y aprobadas de interrogación: nada de gritos ni amenazas, nada de agresiones físicas, nada de días enteros sin agua ni comida. Muchas horas después, salí del cuarto con una sólida confesión.
Al principio, la sospechosa no nos dijo nada sobre el asesinato, y proclamaba su inocencia. A medida que progresaba el interrogatorio, empezó a colaborar más, y su confesión incluía muchos detalles del crimen. La mujer dijo que había golpeado al hombre hasta matarlo, para luego arrojar el cuerpo a un río. Dijo que hizo compras con la tarjeta de crédito de la víctima y que trató de retirar dinero con ella. Los videos de vigilancia del cajero automático mostraban a una mujer que se parecía a la sospechosa, y un experto dijo que la firma en los recibos de la tarjeta de crédito era consistente con la firma de la mujer.
Incluso el abogado de la sospechosa me dijo más tarde que creía que su cliente era culpable, basándose en su confesión. Confiados en nuestras pruebas y la confesión, la acusamos de homicidio en primer grado.
Luego descubrimos que la acusada tenía un alibi indestructible. Consultamos los libros de entrada y salida del refugio de indigentes donde vivía, y los archivos mostraban que ella no podía haber cometido ese crimen. El caso fue desechado, pero todos nosotros seguimos creyendo que estaba implicada en el asesinato. Después de todo, había confesado.
Incluso aunque no era nuestro procedimiento normal a mediados de los años noventa, cuando ocurrió el crimen, habíamos grabado en video todo el interrogatorio. Al revisar las cintas años después, vi que habíamos caído en la trampa clásica. Ignoramos las evidencias de que nuestra sospechosa no era culpable, y durante el interrogatorio, sin darnos cuenta, le entregamos detalles sobre el asesinato que ella repitió en su confesión.
Si no hubiésemos descubierto y verificado el alibi de la sospechosa -o si no hubiésemos grabado el interrogatorio-, probablemente habría sido condenada por homicidio en primer grado y hoy estaría en prisión. El verdadero perpetrador del crimen no fue identificado nunca, en parte porque la investigación se descarrilló cuando nos concentramos en una persona inocente.
Para mí, el caso fue un momento decisivo, personal y profesionalmente. Todavía trabajo como agente de policía en Washington, pero también dicto clases sobre interrogatorios y confesiones falsas, y trabajo con agencias policiales en todo el país para ayudarlas a prevenir confesiones falsas.
Aprendí que este es un problema nacional. De las doscientas veinte condenas erróneas en Estados Unidos que han sido revocadas sobre la base de pruebas de ADN, casi el veinticinco por ciento se basaba en una confesión falsa o en declaraciones incriminatorias falsas, de acuerdo al Proyecto Inocencia. En todos esos casos, el análisis de ADN demostró que la confesión era falsa.
A veces, las amenazas y las coerciones provocan que personas inocentes se confiesen culpables, pero incluso los métodos más normales y tranquilos pueden conducir a una confesión falsa o una admisión de culpa. Los que sufren alguna enfermedad mental o son incapacitados mentales son particularmente vulnerables, pero todo el mundo puede aturdirse cuando se enfrenta a agentes de policía que afirman poseer pruebas indesmentibles de culpabilidad. Algunos confiesan simplemente porque quieren complacer a las autoridades o porque están protegiendo a alguien. Algunos en realidad llegan a creer que son culpables, o confiesan para pagar por algo malo que han hecho en su vida pero que no guarda relación con el caso. Algunas personas inocentes creen que recibirán una sentencia más severa -incluso la pena de muerte- si no confiesan.
Grabar en video los interrogatorios ha reducido las sentencias erróneas basadas en confesiones falsas. Cuando se graba todo el interrogatorio, abogados, jueces y jurados pueden ver exactamente cómo se llega a una confesión. Con el tiempo, los agentes de policía se convierten en mejores interrogadores, a medida que revisan cintas de sus interrogatorios y confesiones que son más fáciles de defender en tribunales. Los únicos agentes de policía que he conocido que rechazan la grabación de los interrogatorios son los que no lo han hecho nunca. También muchos agentes de policía creen erróneamente que la grabación de los interrogatorios es logísticamente difícil y cara, y que los sospechosos culpables no confesarán si saben que están siendo filmados.
Más de quinientas jurisdicciones en todo el país graban los interrogatorios, pero en sólo diez estados, más el Distrito de Columbia, es una práctica obligatoria. La legislatura de California aprobó algunas leyes, en 2006 y 2007, que imponían la grabación de los interrogatorios. Los dos proyectos fueron vetados por el gobernador Arnold Schwarzenegger. Un tercer proyecto de ley murió en un comité este año. Los legisladores californianos no deben darse por perdidos. Deben convertir este tema en una prioridad y aprobar leyes para hacer que nuestro sistema de justicia criminal sea más fuerte y más preciso.
Puede ser imposible entender completamente por qué personas inocentes confiesan crímenes que no han cometido. Lo que es innegable es que algunas lo hacen, y que tenemos que implementar reformas para prevenir que se sigan dictando condenas erróneas y asegurarnos de que sean los culpables los que paguen por esos crímenes.

Jim Trainum es detective de policía en el Departamento de Policía Metropolitana de Washington.

8 de noviembre de 2008
24 de octubre de 2008
©los angeles times
cc traducción mQh
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