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a la caza de los cazadores


En Zimbabue, ahora son los cazadores los cazados. A medida que se debilita el control del poder por Robert Mugabe, los matones que pusieron en práctica su campaña de terror pre-electoral están hoy en el punto de mira de sus víctimas.
[Robyn Dixon] Harare, Zimbabue. El otro día el ‘terrorista verde’ se dejó caer en el Club M5 para comprar una botella de cerveza Lion para llevar, pero no fue suficientemente rápido. De inmediato lo rodearon cinco miembros de la oposición, gente a la que acostumbraba golpear, en el bar de una comuna donde era antes el rey.
"Simplemente me rodearon. Empezaron a acusarme de una y otra cosa. Simplemente querían vengarse. Me dijeron: ‘Ahora te tenemos solo. Durante tus días de gloria te dedicabas a golpearnos. Ahora es tu turno’".
Echó a correr, perseguido por el grupo de borrachos.
Los terroristas verdes eran las tropas de choque del partido gobernante, matones que mataban y aterrorizaban en nombre del presidente Robert Mugabe antes de las elecciones de este año. Hace apenas unos meses, la idea de desafiar a uno de ellos era impensable en las comunas de Harare, lugares estancados y desesperados donde los jóvenes matan el tiempo bebiendo cerveza barata en botellas de plástico y esperando que ‘el Viejo’ se muera.
Pero después de que Mugabe fuera obligado en septiembre a compartir el poder con la oposición, hubo prisa: La gente estaba impaciente, exuberante, esperanzada y con miedo a la traición, todo al mismo tiempo. Ahora que el acuerdo se ha desplomado, la frustración en las comunas de la capital es palpable, y el fantasma de una espiral de violencia acecha en las destartaladas calles.
La gente quiere justicia -y si no la hay, advierten algunos siniestramente, tendrán que ocuparse ellos mismos del asunto.

Escondiéndose
Amos, 24, activista del opositor Movimiento por el Cambio Democrático, pasó casi siete meses escondido después de la primera vuelta de las elecciones presidenciales en marzo. Durante el reinado de terror de los matones del partido gobernante, su madrastra fue feamente golpeada en su pueblo en el campo. Las ovejas de la familia desaparecieron. Ocho personas de la zona fueron asesinadas, dice, y quemaron muchas casas.
De cara redonda y de niño, Amos debe tener unos dieciocho años. Cuando salió de su casa de seguridad en septiembre para volver a la suya, quería venganza.
"Quería arreglar cuentas con alguien", dice.
Despertó al alba sintiéndose arrojado y poderoso. Corrió hacia la choza del matón que había golpeado a su madrastra, llamó a la puerta, levantó su tirachinas con una enorme piedra y esperó. Cuando se abrió la puerta, soltó la cuerda.
"Le di en el ojo. Se puso a gritar", recuerda Amos. "Estaba feliz. Me sentía valiente. Pase lo que pase, si viene una guerra, estoy preparado para ponerme de pie y hacerle frente".
Samson Bopoto también pasó meses oculto en el campo. Cada noche, él y otros activistas del Movimiento por el Cambio Democrático (MCD) temían ser asesinados.
"Ahora las cosas se dieron vuelta. Ahora son los de ZANU-PF los que sienten pánico", dijo Bopoto, 34, coordinador juvenil del MCD, que vive en una comuna de Harare. Él y sus compañeros han recuperado el bar local. Pasan ahí horas cantando himnos del MCD, y los matones del ZANU-PF no se ven por ninguna parte.
A veces los antiguos matones pasan por su casa en secreto en la noche, tratando de comprar su perdón o al menos su protección.
Bopoto dice que no es fácil impedir que los miembros del MCD dejen de vengarse. Muchos están esperando a que se repartan los puestos del gabinete y que el MCD obtenga su cuota de poder.
"Sin embargo, nuestras heridas están abiertas... Imagina, ese tipo es el que golpeó a tu mamá. Ahora dicen: ‘Lo lamento. Me obligaron a hacerlo’. Pero nosotros todavía tenemos un montón de dolor".
El acuerdo para compartir el poder deja la puerta abierta para procesos judiciales. El líder de la oposición, Morgan Tsvangirai, dice que Mugabe no debe rendir cuentas por crímenes pasados, pero la pregunta sobre la inmunidad o procesamiento de los otros sigue sin respuesta, y envenena las conversaciones.
Pero si no hay justicia, dijo Bopoto, podría haber reacciones violentas.
"Esa gente debe ser llevada a tribunales, antes de que los familiares empiecen a vengarse. Si esa persona matara a mi hermano, deberías dejar que la justicia siga su curso. Si eso no ocurre, entonces esa persona va a tomar la justicia en sus manos. Habrá disturbios, porque no puedo ser feliz si te veo después de haber matado a mi hermano, bebiendo en la cervecería, viviendo tu vida de todos los días mientras yo lloro la muerte de mi pariente".

Terror
El terrorista verde se ve cansado. Sus ropas se ven raídas; ya no es el tipo de veinticinco bien vestido de hace unos meses. Se pasa en casa la mayor parte del tiempo.
Cuando sale, su pasado le persigue. En la parada de buses topa a veces con algunas de sus víctimas, todavía con las cicatrices de las quemaduras. Se aparta.
El terrorista verde ya no está activo, aunque dice que nunca puedes escapar de la milicia juvenil de ZANU-PF. Ya no duerme en el cuartel de la milicia, aunque a menudo tiene miedo de dormir en su propia casa, con pánico de que le puedan atacar.
"Empecé a tener miedo por mi vida y por mi familia y a pensar: ¿Cómo voy a sobrevivir en ese ambiente todos los días?" Está planeando mudarse con su familia a un lugar donde nadie le conozca.
Golpeaba a los niños por usar el color equivocado, e incendió casas con gente dentro. Entrevistado en junio, cuando todavía vivía en el cuartel, dijo que sólo se limitaba a obedecer órdenes.
Ahora que su propia vida corre peligro, su remordimiento parece sincero.
"Me siento mal conmigo mismo. En ese momento tenía que haberme dado cuenta de que lo que estaba haciendo estaba mal. Debería haber resistido. Pero no podía hacerlo. Sólo estaba tratando de proteger a mi familia".
Su vida está emponzoñada.
"A veces no me puedo levantar de la cama. Sólo quiero dormir todo el día", dijo. "Tengo malos sentimientos cuando pienso en que pueden venir a por mí".
"Me siento..." Se detuvo.  "No quisiera sentir nada".

29 de noviembre de 2008
19 de noviembre de 2008
©los angeles times 
cc traducción mQh
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