guerreros letales en iraq
27 de enero de 2009
El 30 de noviembre de 2007, Kenneth Eastridge, un nervudo sobreviviente de la guerra con el cuerpo cubierto de tatuajes, se encontró en un bar de mala muerte de Colorado Springs, el Rum Bay, no muy lejos de la base en Fuerte Carson de la unidad. Eastridge, un chico que abandonó la secundaria y vivía en un proyecto de vivienda social de Louisville, Kentucky, se había enrolado en el ejército para escapar de lo que parecía ser un callejón sin salida en su vida como civil, sólo para contravenir repetidas veces las reglas del ejército y terminar sometido a una corte marcial.
Así que esa fría noche a apenas dos días de que le dieran de baja, Eastridge no tenía nada que hacer, acompañado por otros dos veteranos de su unidad, también endurecidos por la guerra, Louis Bressler y Bruce Bastien.
La policía dice que el trío tramó un asalto en compañía de un soldado raso del ejército, lo que dejó a Bressler preocupado de que este pudiese divulgar el plan. Más tarde esa noche, dice la policía, Bressler mató al soldado con un revólver calibre 38.
Ahora Eastridge, 25, está tras las rejas en una cárcel de Colorado, después de aceptar un acuerdo que reduce su condena a diez años a cambio de su declaración.
El ejército se apresuró a desechar cualquier vínculo entre lo que él y los otros soldados vieron en Iraq y las acusaciones en su contra.
"Cualquiera que cometa crímenes de esa naturaleza, está fuera de cualquier cosa que haya aprendido en el ejército estadounidense", dijo el teniente Brian Pearl, el oficial al mando de la unidad. "Aquí nadie los ha preparado para hacer lo que hicieron".
Sin embargo, hay una historia más larga de los que pelearon con la unidad de setecientos soldados: una serie de robos, violencia doméstica y absurdos asesinatos.
Seis de los veteranos están en la cárcel, implicados en cuatro incidentes con armas de fuego y cinco homicidios desde agosto de 2007. Los asesinatos se extienden entre Colorado y la ciudad balneario del condado de Orange, donde un veterano de la compañía está acusado de haber golpeado a su novia hasta matarla.
En octubre, un soldado que servía en Iraq con otra unidad del Fuerte Carson fue acusado de degollar a una mujer y dejarla morir en las colinas cerca de Colorado Springs, lo que llevó al senador Ken Salazar (demócrata de Colorado) a pedir una "revisión rápida y completa" de los expedientes de los soldados acusados.
Preguntó si acaso el ejército, en su celo por alcanzar las cifras de reclutamiento, ha hecho la vista gorda con los soldados acusados de delitos graves, faltas graves o problemas de salud mental. El ejército ha puesto a un grupo de trabajo a estudiar el asunto.
"Este es un tema del ejército y algo a lo que deben prestar atención los niveles más altos del gobierno", dijo Salazar en una entrevista.
No está claro cómo se conectan estos crímenes, si acaso. Pero algunos familiarizados con los casos encuentran imposible pasar por alto el hecho de que lo que tienen de común es el telón de fondo de la guerra en Iraq.
"Piense sobre Vietnam", dijo Amanda Phillips, una de los abogados públicos de Eastridge. "Esta es apenas la punta del iceberg".
Sheilagh McAteer, una de los abogados de Eastridge que es miembro del grupo de trabajo que estudia los crímenes cometidos por veteranos de la guerra contra Iraq, dijo que ha presenciado un aumento en la adicción a las drogas y en casos de violencia doméstica.
"Es anecdótico, aunque pareciera que hay alguna conexión", dijo. "Se pondrá peor antes de mejorar. Ahora hay tipos que están volviendo de su tercer período".
Aunque algunos de los acusados han sido diagnosticados con trastorno de estrés post-traumática, el significado sigue turbio. Bressler fue condenado el 19 de noviembre por conspiración para matar en el caso de la muerte del soldado raso del ejército, Kevin Shields. Ed Farry, el abogado de Bressler, dijo que el diagnóstico de su representado no jugó ningún papel en el caso. "Estas personas no son monstruos y no son asesinos sólo por tener estrés post-traumática", dijo Farry.
¿Qué pasó con los soldados? ¿Abrió Iraq una fisura psicológica preexistente, o la creó? ¿Fue la guerra sólo una desviación de una vida destinada a tener problemas?
Una Vida Atribulada
En septiembre, mientras esperaba su sentencia y su turno en el estrado, Eastridge, cuyo brazo luce un tatuaje que se parece a una insignia de las SS nazis, recordó una entrevista en la cárcel en la que dijo que tuvo problemas desde niño.
Eastridge dijo que su madre era una drogadicta que abandonó a la familia cuando él tenía diez años. Dos años después estaba un día jugando con la pistola de su padre cuando esta se disparó y mató a su mejor amigo. Fue condenado por homicidio imprudente y condenado a una pena remitida. Abandonó la escuela secundaria y decidió enrolarse.
"No tenía nada más que hacer", dijo Eastridge.
Confrontado por su expediente como delincuente juvenil, el ejército lo dispensó. Durante su primer periodo en Iraq, de agosto de 2004 a julio de 2005, sufrió una herida en la cabeza cuando su Humvee pisó una bomba, pero no fue tratado nunca por un neurocirujano, dice su abogado.
Después del primer periodo de Eastridge, fue acusado en Colorado Springs de apuntar un arma contra la sien de una amiga y acusado de amenazas, pero el ejército lo volvió a enviar a Iraq en octubre de 2006 antes de que se resolviera el caso.
La guerra fue feroz. La misión era mitigar la guerra sectaria que escalaba en Doura, un barrio al sur de Bagdad donde convivían sunníes, chiíes y cristianos.
"Nos estaban matando todos los días", dijo Eastridge. "Todos nos estábamos quebrando".
Los soldados debieron sortear bombas improvisadas, ataques de morteros y tiroteos con armas de fuego de pequeño calibre en su cacería de insurgentes puerta a puerta por calles y callejones.
"En mi escuadrón yo era el tipo que iba siempre delante. Me ofrecían de voluntario. Supongo que creían que yo estaba loco", dijo Eastridge. "Yo quería matar a todos esos tipos malos".
La ansiedad llegó a ser tan erosiva, dijo Eastridge, que él y otros soldados decidieron escapar del campo de batalla disparándose mutuamente con una pistola robada calibre 32. Él dispararía a su amigo en el brazo, y su amigo le dispararía en la pierna. Pero el arma se trabó, dijo.
Durante su segundo periodo, según muestra su expediente médico, Eastridge fue tratado por estrés crónica, insomnio, depresión y ansiedad. Dijo que ingería tres a cinco píldoras de Valium antes de salir en alguna misión. Dijo que el ejército lo había hallado desmayado por efectos del Valium después de tener sexo con su novia, una conductora de camiones del ejército.
El incidente lo hizo terminar en un campamento del ejército en Kuwait durante un mes, donde llenaba sacos de arena catorce horas al día, dijo.
Evaluadores del ejército lo diagnosticaron con estrés post-traumático y trastornos de personalidad antisocial y observaron que tenía "ideas homicidas". El ejército lo sometió a una corte marcial y lo licenció en noviembre en términos que su abogado calificó de menos que honorables.
Incluso antes de que el ejército se deshiciera de él, dijo, había empezado a cometer atracos con sus amiguetes del 2-12, Bastien y Bressler, que habían retornado hace poco de Iraq.
"Estaba tratando de reunir dinero para comprarme un departamento", dijo Eastridge. "No quería ser violento. Sólo estaba tratando de salir adelante".
La noche del 30 de noviembre hubo una fiesta en el Rum Bay, un club que se ha hecho conocido por sus peleas tarde en la noche. Eastridge, sin trabajo y esperando todavía el veredicto sobre la acusación de amenazas, estaba allí con Bressler y Shields, que estaba en la misma sección y celebraba su cumpleaños número veinticuatro. La policía dice que fue entonces que Shields se enteró de sus planes de cometer otro atraco.
Según la versión de Eastridge, salieron del bar ebrios. Entonces, dice la policía, pararon en un parque, donde Shields empezó a discutir y se peleó a puñetazos con Bressler antes de que este le disparara, porque sabía demasiado y tenía miedo que pudiera delatarlos. El cuerpo de Shields fue encontrado al día siguiente.
La policía dice que Bressler y Bastien también estuvieron implicados en el asalto y asesinato, tres meses antes, de un soldado de veintitrés años llamado Robert James. En este caso Bastien se declaró culpable de conspiración para cometer un homicidio y cómplice de asesinato en el caso de Shields. Fue sentenciado a sesenta años de prisión.
Eastridge se declaró culpable de complicidad en el asesinato de Shields y aceptó declarar en el juicio de Bressler. Bressler fue absuelto del cargo de homicidio en primer grado, pero fue condenado por el cargo menor de conspiración para matar, que le podría significar una sentencia de veinticuatro años en prisión. Todavía enfrenta cargos por homicidio en primer grado por la muerte de James.
En noviembre Eastridge fue sentenciado a diez años de cárcel a cambio de su testimonio.
En la cárcel, Eastridge meditó sobre cómo sería su vida cuando vuelva a la calle, posiblemente entrados sus treinta años. Tendrá que ganarse la vida. "Quizás como bombero", dijo. Pero no estaba seguro. "Lo único que sé hacer es disparar".
Disparos Mortales
Seis meses después del asesinato de Shields, otros dos soldados del 2-12 -aparentemente no conectados con el grupo de asaltantes en Colorado Springs- recorrían las calles de la ciudad con una AK-47, según la policía.
Según la policía, el 26 de mayo Jomar Falu-Vives y Rodolfo Torres-Gandarilla viajaban en un Chevy Tahoe cuando Falu-Vives disparó contra un capitán del ejército que estaba parado en un cruce. Los dos fueron acusados de homicidio frustrado.
La policía dice que once días después el dúo volvió a la calle y Falu-Vives disparó contra una pareja que se encontraba colocando un letrero de venta de objetos usados. Falu-Vives fue acusado de homicidio. Torres-Gandarilla está acusado de complicidad.
Tres meses después de esos asesinatos, en otro caso igualmente no relacionado, los alguaciles del sheriff del condado de Orange dicen que golpearon a la puerta de un condominio en San Clemente y encontraron a un surfista rubio de ojos azules, John Needham, 25, cerca de su novia, Jacque Villagomez, que agonizaba a causa de una golpiza.
Después de pelear con el 2-12 en Iraq, dicen familiares y amigos, Needham fue licenciado el año pasado tras sufrir heridas de metralla en sus piernas y espalda, vivía atormentado por pesadillas y estaba tan nervioso que se sobresaltaba con el sonido de la vajilla. Como dijo su hermano, "no llegó bien". Needham fue acusado de homicidio y espera su juicio.
En el País de las Maravillas
Fuera del recinto de Fuerte Carson, los frondosos vecindarios de Colorado Springs se extienden hasta las Montañas Rocosas, donde todavía se extrae oro y cuya impresionante vista desde Pikes Peak inspiró ‘America the Beautiful’.
Es una ciudad militar, sede de la Academia de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, dos bases de la Fuerza Aérea y de un recinto militar de casi dieciocho mil efectivos. Funcionarios locales están familiarizados con las dificultades que deben enfrentar los soldados que "vuelven al País de las Maravillas", un término usado para explicar la transición de la guerra a la vida civil.
"Hemos oído de soldados en el centro comercial que simplemente se arrojan al suelo cuando suena algún trueno", dijo Davida Hoffman, asistente social que dirige un programa local para veteranos. En el Fuerte Carson el 2-12 se prepara activamente.
Una soleada mañana este otoño, el sargento mayor Charles Sasser y el teniente coronel Brian Pearl, el oficial a cargo del batallón, dirigió a los soldados durante los ejercicios en Camp Red Devil, un campamento de adiestramiento en el accidentado terreno de la base.
Pearl cree que los asesinatos asociados a la unidad no están relacionados con las experiencias de guerra de los soldados, sino que se originan en situaciones personales independientes de la vida en el ejército.
"Si esos tipos no hubiesen estado en la infantería del 2-12, habrían hecho lo mismo", dijo Pearl. "La gente dirá: ‘En el ejército estadounidense les enseñan a matar gente’. Pero a nosotros se nos entrena para tomar decisiones éticas".
Dijo que el batallón tenía la tasa más alta de reenlistamiento del ejército y que cientos de soldados que volvían de la guerra no mataban a nadie. A principios del próximo año, la unidad volverá al campo de batalla.
"Nuestros soldados se desangraron, sudaron y lloraron durante quince meses en Iraq", dijo. "Ahora están preparados para ir a Afganistán. Hacen todo lo que les pidamos".
21 de diciembre de 2008
©los angeles times
cc traducción mQh
0 comentarios