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enjuician a líder de khmer rouge


El primer juicio de un importante cuadro khmer rouge se inició el martes, treinta años después del fin del brutal régimen comunista que se cobró la vida de un cuarto de la población de Camboya. Kaing Guek Eav, alcaide de la cárcel, será enjuiciado.
[Seth Mydans] Phnom Penh, Camboya. El primer acusado es Kaing Guek Eav, 66, mejor conocido como Duch, comandante de la cárcel y centro de tortura de Tuol Seng, que envió a su fin en un campo de la muerte al menos a catorce mil personas.
El propósito de la audiencia del martes es tratar problemas de procedimiento antes de que empiecen las sesiones del tribunal el próximo mes.
Duch confesó ante periodistas antes de su detención hace nueve años que había cometido atrocidades, pero que lo había hecho obedeciendo órdenes y que lo habrían matado si no hubiese obedecido. Conocido por su brutalidad, está acusado de crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra, y con asesinatos y torturas en su cárcel, conocida como S-21.
Cuatro altos funcionarios khmer rouge que estaban en posición de dar esas órdenes están también encarcelados, pero funcionarios del tribunal dicen que sus juicios empezarían recién el próximo año.
Se trata de Nuon Chea, 82, el ideólogo jefe del movimiento; Khieu Samphan, 76, jefe de estado; Ieng Sary, 82, ex ministro de relaciones exteriores; y su esposa Ieng Thirith, 75, miembro del Comité Central de los Khmer Rouge.
El líder de los khmer rouge, Pol Pot, murió en 1998. Muchos camboyanos dicen que temen que algunos de los acusados mueran antes de sus juicios, y el tribunal les está proporcionando los mejores cuidados médicos que Camboya puede ofrecer.
Los juicios son realizados por un tribunal híbrido respaldado por Naciones Unidas que incluye a jueces y fiscales camboyanos y extranjeros en un aberrante compromiso que ha recibido muchas críticas de defensores de los derechos humanos y juristas.
La principal preocupación es que los miembros camboyanos del tribunal no se muestren independientes de la agenda política de su gobierno. Ya han surgido interrogantes sobre la reluctancia del co-prosecutor camboyano a recomendar otras acusaciones.
Analistas camboyanos y extranjeros dicen que el gobierno, que teme que una ampliación del círculo de acusados llegue a sus propias filas, desea limitar el número de los encausados, dañando la credibilidad del tribunal.
"Queremos que este tribunal juzgue al menos a esos cinco acusados, y es el mínimo absoluto", dijo Kek Galabru, un importante activista por los derechos humanos en Camboya. "Un montón de gente se pregunta: ‘¿Por qué sólo cinco? ¿Por qué sólo cinco? ¿Por qué sólo cinco?’"
Además, Naciones Unidas ha investigado acusaciones de corrupción entre los miembros camboyanos del tribunal. El juicio es financiado por las donaciones de otros países, y algunos pagos se han postergado a la espera de una respuesta sobre las acusaciones de corrupción.
David Chandler, autor deVoices From S-21: Terror and History in Pol Pot’s Secret Prison’ (University of California Press, 1999), dijo que un juicio incompleto es mejor que nada.
"Estos tipos deberían enfrentarse a algunas personas y parte de las pruebas de lo que hicieron", dijo. "No parece correcto que simplemente mueran en la cama, cuidando sus pollos".
En un fanático intento de crear una sociedad campesina pura, los khmer rouge convirtieron el campo en un gigantesco campo de concentración, evacuando las ciudades, prohibiendo el comercio y la religión, y tratando de exterminar a las clases educadas del país.
De 1975 a 1979 fueron ejecutadas o murieron por exceso de trabajo, inanición, torturas o enfermedades no tratadas, al menos 1.7 millones de personas.
Los khmer rouge dejaron una sociedad destripada y traumatizada, y algunos activistas de derechos humanos esperan que el juicio proporcione algún tipo de conclusión.
El año pasado, una encuesta entre mil camboyanos realizada por el Centro de Derechos Humanos de la Universidad de California en Berkeley, constató que incluso después de tres décadas persisten los traumas y el odio.
En entrevistas cara a cara casi la mitad de los encuestados dijeron que se sentían incómodos de vivir cerca de ex khmer rouge. Dos tercios dijeron que querían ver sufrir de alguna manera a los antiguos cuadros. Cuarenta por ciento dijeron que se vengarían ellos mismos si tuviesen la oportunidad.
Chum Mey, 77, que es uno de apenas un puñado de personas que sobrevivió la cárcel de Tuol Sleng, dijo que todavía temía a Duch y fue incapaz de mirarlo a los ojos en la audiencia preliminar en noviembre.
En la sala del tribunal, dijo, Duch se comportó con el mismo aire de confianza, desdén y mando que caracterizaron su período como alcaide de la prisión.
"Me torturaron durante tres meses", dijo Chum Mey, recordando su época como prisionero. "Me golpearon. Me sacaron las uñas. Me aplicaron descargas eléctricas en mi oído -kup-kup-kup-kup, sonaba como una máquina en mi cabeza, y mis ojos me ardían como si estuvieran quemándose".
Está en la lista de testigos que declararán contra Duch. "Quiero seguir vivo para declarar", dijo. "Porque yo sobreviví a los khmer rouge y si muero antes del juicio, ¿para qué habría sobrevivido?"
En una innovación, decenas de víctimas se han inscrito como partes civiles en el caso. Se han agrupado por etnia o por la naturaleza de sus demandas y se les permitirá exigir el pago de indemnizaciones simbólicas.
Uno de ellas es Sok Chear, 42, un oficinista cuyo padre murió durante el régimen khmer rouge. "Queremos preguntarle a sus líderes: ‘¿Quién ordenó esto? ¿Por qué ordenaron matar a camboyanos? ¿Para qué?’", dijo.
Pero no todos los camboyanos quieren revivir sus traumas, que los psiquiatras aquí dicen que podrían reactivarse con el juicio. Uno de ellos es la hermana de Sok Chear.
"Dice que el gobierno está encontrando paz para la gente", dijo Sok Chear. "¿Para qué hacer problemas de nuevo? Ya mataron a nuestro padre. Mejor dediquémonos a olvidar".
El juicio, en un antiguo cuartel militar a media hora en las afueras de la ciudad, se realiza en un extraño vacío social.
Este es un país que ha tratado, en palabras del primer ministro Hun Sen, de "hacer un hoyo y enterrar el pasado". Sus traumas yacen debajo de la superficie de la vida de todos los días, y la apertura del juicio sólo ha llamado aquí moderadamente la atención.
El estudio de Berkeley encontró que el 85 por ciento de los encuestados no sabían nada o muy poco sobre el juicio.
Descubrió que sus principales preocupaciones eran el trabajo, los servicios para satisfacer sus necesidades básicas, y el alimento. Cuando se les preguntó sobre cuáles debían ser las prioridades del gobierno, sólo el dos por ciento mencionó a la justicia.
Para muchos de la generación más joven, las atrocidades de los khmer rouge ya son historia antigua.
"Honestamente, no prestamos atención a esas cosas", dijo Ung Suchida, 24, camarera. "Ya están viejos. Algunos siguen interesados en eso, pero no yo".

23 de febrero de 2009
16 de febrero de 2009
©new york times
cc traducción mQh
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