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violentada toda la vida


Ocho años de prisión domiciliaria por matar al marido. Después de condenarla sin tener en cuenta su historia previa, los jueces de Puerto Madryn le dieron la mínima pena posible.
[Mariana Carbajal] Argentina. Le creyeron cuando relató su largo padecimiento de violencia cotidiana, malos tratos y humillaciones a los que la sometió por casi treinta años su concubino, Julio Rocha Rocabado, de 63 años. Pero no la exculparon de su muerte, ocurrida el 23 de marzo de 2007 en la vivienda que compartían, en Puerto Madryn, como consecuencia de las quemaduras que le provocó el agua hirviendo que le arrojó con una olla, después de haber sido agredida física y verbalmente y cuando él se encontraba recostado mandando mensajes de texto. Ayer, los jueces de la Cámara del Crimen de la ciudad chubutense condenaron a Valeria Pérez Aquino, de 58 años, boliviana, analfabeta, por homicidio simple a ocho años de cárcel. Le aplicaron la pena mínima –el máximo es de 25 años– bajo la modalidad de arresto domiciliario para que pueda cuidar de su hijo, de 27 años, que padece un grave retraso mental y tiene parálisis cerebral.
Además, el tribunal ordenó al Estado incluirla en un programa de alfabetización, para garantizar su derecho a recibir instrucción escolar, un derecho que le negó su pareja, quien –como quedó probado en el debate oral– le prohibía concurrir a clases. La sentencia fue duramente cuestionada por la delegada local de Instituto Nacional contra la Discriminación (Inadi), Alejandra Tolosa, que siguió de cerca el caso y acompañó a la mujer durante el juicio: "La violencia que sufrió por más de veinte años no fue considerada por el tribunal. Los jueces sacaron una foto instantánea del momento en que ella le tiró el agua hirviendo pero no de las situaciones previas. Además, no tuvo traducción simultánea durante todo el debate oral, y ella habla la lengua quechua", señaló Tolosa. El organismo oficial estudia la presentación de un pedido de nulidad del juicio. La defensa de Pérez Aquino apelará.
Pérez Aquino vivía con su concubino hacía 35 años en la Argentina. Una y otra vez repitió en el juicio oral que no lo quiso matar, que ésa no fue su intención, que la noche del 23 de marzo él llegó a la casa borracho –como era habitual– y empezó a pegarle, la agarró de los pelos y la manoseó, exigiéndole la comida. Era más de la una de la madrugada y ella estaba acostada, durmiendo. Pérez Aquino contó que le pidió que se durmiera, le dijo que el hijo de ambos estaba despierto, pero él le decía que quería comer y le pedía que cocinara. Puso entonces el agua a calentar para prepararle una cena. En ese momento, el hombre se recostó en la cama que había en el living y empezó a mandar mensajes de texto con su celular supuestamente a otra mujer. Fue cuando Pérez Aquino le arrojó el agua hirviendo. Rocha Rocabado se cambió de ropa y fue al hospital. Falleció horas más tarde, porque el agua caliente ingresó en las cavidades nasales, boca y fauces, lo que provocó "un distrés respiratorio agudo severo".
La Cámara del Crimen de Puerto Madryn, integrada por Silvia Martos, Leonardo Pitcovsky y Rafael Luccelli, condenó la semana pasada a Pérez Aquino por homicidio simple. Ayer los magistrados dieron a conocer la pena y leyeron los fundamentos de la sentencia. Escucharon el fallo miembros de la colectividad boliviana, que acompañaron a la mujer, junto con Tolosa.
La sentencia fue muy distinta a la que recibió diez días atrás Graciela Aguirre, absuelta por el Tribunal Oral 4 de La Matanza, que entendió que mató con un cuchillo a su marido en defensa propia y de sus hijos. También Aguirre sufría desde hacía tiempo violencia de parte de su pareja.
"Ella no quiso matar, no tuvo la intención, sólo quiso alejarlo, sacárselo de encima", reafirmó ayer el abogado defensor de Pérez Aquino, Ricardo Antonio Sartor. Dijo a Página/12 que apelará el fallo. El informe de la psicóloga forense, Elsa Sánchez, da cuenta que la mujer "ha sufrido situaciones diarias de grave maltrato físico y psicológico".
En el juicio declaró como testigo Daisy Gonzales, también boliviana, vecina de la mujer. Dijo que conoció el cuadro que se vivía en la casa del matrimonio en el año 1985, pues concurría como agente sanitaria al hogar y allí vio íntimamente la relación famniliar, el maltrato y el mal carácter de Rocha Rocabado y la obediencia a la que estaba sometida toda la familia. Tras conocerse el fallo, Gonzales habló con este diario. "Ella ha vivido violencia toda su vida, todo ese tormento lo conocíamos en el barrio. Casi siempre había estado encerrada, como si fuera una vergüenza el hijo discapacitado. El la trataba muy mal, la ultrajaba."

¿Nunca intentó ella denunciarlo? –le preguntó a Gonzales este diario.
En Bolivia, por el machismo les enseñan a las mujeres a obedecer, a perdonar al marido. El le decía que no le iban a creer si iba a la policía, que era una oveja, que no sabía hablar, que ni siquiera era buena para darle hijos sanos. Vivió años y años de maltrato y violencia.

27 de febrero de 2009
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