asesinada por un soldado judío
Yasser Ahmad, en Khan Yunis, contribuyó a este reportaje. 15 de febrero de 2009
Con todo un armario de sábanas y manteles -cualquier trapo blanco-, dirigió una procesión callejera de veinte mujeres y niños, cada uno con una bandera blanca en la mano, dicen los vecinos.
El grupo avanzó unos doscientos metros cuando un soldado emergió de una casa y le disparó a Najar en la cabeza, dicen múltiples testigos. Su cuerpo permaneció en la calle durante doce horas, dicen vecinos y médicos.
Semanas después de que Israel declarara unilateralmente el término de su ofensiva en la Franja de Gaza, las secuelas todavía arden en Khozaa, un pueblo agrícola de once mil habitantes en el sur del territorio. Pedazos de fósforo blanco todavía yacen dispersos por los barrios, enterrados en la tierra y la arena; cuando se los excava, se encienden de inmediato y escupen un humo blanco tóxico que recuerda vagamente al olor del ajo.
Mientras el Tribunal Penal Internacional decide una investigación por crímenes de guerra durante la ofensiva de Gaza, la experiencia de Khozaa podría ser una parte clave de las evidencias. Fue aquí donde las tropas israelíes efectuaron una seguidilla de incursiones desde el 11 al 13 de enero, luchando contra combatientes locales y dejando tras su retirada un reguero de acusaciones y recriminaciones.
Entre estas se incluyen cargos por disparar indiscriminadamente contra civiles y ambulancias y lo que un experto en armas calificó como el uso más intensivo de las controvertidas municiones de fósforo blanco durante la ofensiva que duró veintidós días.
Funcionarios locales dicen que durante el asalto murieron diecinueve personas, dieciséis de ellas civiles. Cerca de ciento cincuenta personas resultaron heridas, la mayoría de ellas por exposición prolongada a humo de fósforo, informaron funcionarios sanitarios locales.
Es imposible confirmar plenamente muchos de los detalles de lo que ocurrió aquí. Pero entrevistas con más de una docena de vecinos de Khozaa, profesionales de la salud, funcionarios de gobierno y militantes combatientes locales describen un caótico lapso de tres días durante los cuales el humo de fósforo inundó las calles y hogares de las familias refugiadas dentro.
El ejército israelí, que mentó su ofensiva después de años de ataques con proyectiles lanzados contra el sur de Israel y provenientes de la Franja de Gaza, se niega a discutir cargos individuales en detalle. Una declaración en respuesta a preguntas sobre lo sucedido en Khozaa afirmaba que las fuerzas armadas estaban "actualmente realizando una investigación sobre la operación".
Funcionarios israelíes han insistido en que sus soldados trataron de evitar bajas civiles y acusan a los combatientes de Hamas de utilizar cínicamente a civiles palestinos como escudos humanos.
Los vecinos reconocen la presencia activa de militantes en su barrio, y comandantes de las milicias locales dicen que una docena de combatientes se enfrentó a las fuerzas israelíes aquí. Pero militantes y residentes niegan que la zona fuera un lugar utilizado frecuentemente para lanzar ataques contra Israel, diciendo que esas células preferían operan desde más al norte en Gaza.
Empieza la Incursión
El ataque empezó con una intensa carga de artillería justo antes de la medianoche.
El bombardeo continuó hasta el alba, cuando Israel lanzó el primero de tres ataques contra el barrio. Excavadoras blindadas, apoyadas por tanques y apoyo aéreo, entraron a eso de las cinco de la mañana, para demoler varias casas en el barrio de Azzata, donde vivía Rawhiya Najar.
Los vecinos dicen que los soldados se retiraron repetidas veces para volver a atacar durante los siguientes dos días, dejando a los vecinos desorientados y temerosos. La ofensiva final empezó justo después de la medianoche del trece de enero, con una carga de artillería que se prolongó durante toda la noche que llenó el barrio de humo, dicen vecinos. Grupos aislados de aterrorizados vecinos apiñados en casas diferentes buscando protección, incluyendo al menos a treinta familiares en la casa de Khalil Hamdan Najar, 57.
Aviones israelíes teledirigidos patrullaban el cielo, invisibles pero identificables por su distintivo zumbido como de cortadora de césped. Protegido por la oscuridad y el humo de fósforo, fuerzas terrestres tomaron posiciones en todo el barrio, ocupando varias casas, dicen residentes.
A las 6:30 de la mañana, cuando los proyectiles empezaron a caer sobre el tejado de su casa, Khalil Najar condujo fuera a un grupo de familiares, ondeando una bandera blanca. Una serie de ataques de misiles mataron a Khalil y dejaron a varios familiares heridos, dicen. Su nieta Alaa, 14, y su yerno, Ahmed, 23, murieron más tarde en un hospital.
Cuando empezó a amanecer, Rawhiya Najar instó a sus vecinos a subir a los tejados de sus casas, con la esperanza de que la presencia de civiles pudiera disuadir a los israelíes, dijeron sus vecinos.
La mujer de 47 años, que había vuelto de un peregrinaje a la Meca apenas unos días antes de la ofensiva israelí, era conocida por como una persona fuerte y generosa. Era también un decidida partidaria de los grupos militantes locales, y a menudo dejaba té y pasteles en el alféizar de su ventana por la noche para los combatientes que operaban en la zona.
Cuando la estrategia del tejado resultó poco efectiva, cerca de doscientas personas se refugiaron en un patio exterior rodeado por tres murallas de concreto de casas todavía intactas. Entre ellas se encontraban Rawhiya y Eman Najar -familiares de un barrio donde casi todo el mundo es un Najar por nacimiento o matrimonio.
Eman dijo que al menos ocho excavadoras blindadas los habían rodeado, y una de ellas empezó a demoler la casas a apenas unos metros del grupo.
"Destruyó la casa como si fuera una caja de cerillas", dijo. "Nosotros prácticamente les veíamos la cara. Podíamos ver al operador de la excavadora mascando chicle y sonriendo como si se tratara de un juego".
Banderas Blancas
Justo antes de las ocho de la mañana, los soldados ordenaron a los vecinos dirigirse "al centro del pueblo".
Varios testigos entregaron versiones idénticas de lo que ocurrió después. Mientras la procesión doblaba por una esquina junto a un contenedor de basura amarillo, un soldado emergió de una puerta de metal a unos doscientos metros adelante y disparó a Rawhiya Najar en la sien. Cuando los residentes escapaban buscando protección, el soldado disparó contra Yasmine Najar, de 21 años, dejándola herida, cuando intentaba rescatar a Rawhija, cuentan los vecinos.
"Estoy convencido de que a la mujer le dispararon cuando ondeaba una bandera blanca", dijo Fred Abrahams, investigador de emergencias de Human Rights Watch, basándose en entrevistas separadas con varios vecinos.
"Sus declaraciones fueron consistentes, creíbles y fueron corroboradas. Todas las piezas encajan".
En la cercana Khan Yunis, el chofer de ambulancia Marwan Abu Reida respondió a un llamado poco después de las ocho de la mañana, sobre el cuerpo de una mujer que yacía en la calle. El barrio estaba envuelto en una espesa nube de humo blanco cuando llegó, dijo, y antes de que pudiera acercarse al cuerpo de Rawhija, disparos efectuados desde una casa cercana lo obligaron a abandonar la ambulancia y a buscar refugio con los vecinos.
"Era terrible. Las balas impactaban en la casa, que se sacudía con los misiles disparados desde aviones", dijo Abu Reida al Times por teléfono ese día.
"Podemos morir en cualquier momento".
Mientras continuaba el ataque israelí, Eman Najar y sus vecinos. A eso de la una y media de la tarde, la gente, agachado, corrió por un sendero de tierra. Todavía podían ver el cuerpo de Rawhiya junto al contenedor de basura amarillo, a menos de cien metros de ellos, pero no podían saber si estaba muerta o viva.
Cuando se acercaron al camino principal, un vecino y pariente llamado Mahmoud Najar les ayudó a escapar. Pero cuando se enteró del asesinato de Rawhiya, Mahmoud, 55, cogió una bandera blanca y prometió recuperar el cuerpo.
El grupo caminó unos cinco kilómetros antes de llegar a una escuela gestionada por Naciones Unidas, donde llegaban las ambulancias para evacuar a los heridos.
Las tropas israelíes se retiraron de Khozaa a eso de las ocho de la tarde del trece de enero.
Mahmoud Najar, el vecino que trató de recuperar el cuerpo de Rawhiya, fue encontrado muerto a apenas unos metros de su casa. Murió a causa de una herida de bala en el abdomen.
Abu Reida, el chofer de la ambulancia, salió de su escondite. Retiró el cuerpo de Rawhiya Najar y finalmente lo llegó a la morgue local.
7 de abril de 2009
©los angeles times
cc traducción mQh
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