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el problema de los asentamientos


Las comunidades en Cisjordania son un obstáculo para la paz. Estados Unidos debe exigir una moratoria de las construcciones.
En el segundo semestre de 1967, mientras los partidarios de Israel en el mundo todavía celebraban su asombrosa victoria en seis días sobre tres ejércitos árabes, los líderes políticos en Tel Aviv y Jerusalén ya estaban planeando la colonización judía de los recién conquistados territorios palestinos.
Algunos creían que la presencia de civiles israelíes en las zonas ocupadas fortalecería la seguridad de Israel. Otros eran impulsados por el fanatismo religioso. Algunos sentían la atracción de la patria histórica, el ‘gran’ Israel con que habían soñado tantos judíos durante tanto tiempo. "Han dividido mi patria", bramaba el rabí Tzvi Yehuda Kook en un sermón unas semanas antes de la guerra. "Sí, ¿dónde está nuestro Hebrón? ¿Lo hemos olvidado? ¿Y dónde está nuestro Shekhem? ¿Y nuestro Jericó -los hemos olvidado?... Son nuestros, cada terrón del suelo, todas las regiones y toda la tierra que pertenece a la tierra del Señor".
En las siguientes cuatro décadas, el número de colonos israelíes aumentó constantemente. En la época de la guerra de 1967, en Cisjordania no había ninguno; diez años después, cuando Menachem Begin fue elegido primer ministro, había más de cuatro mil. En 1993, cuando empezó el proceso de paz de Oslo, esa cifra había crecido a 116 mil.
En esos momentos, uno podría haber esperado que el movimiento colonizador se derrumbara. Después de todo, en los meses y años después de que el primer ministro israelí, Yitzhak Rabin, y el presidente de la Organización para la Liberación de Palestina, Yasser Arafat, se dieran la mano en el jardín de la Casa Blanca, la mayoría de los dirigentes políticos israelíes -no solamente de la izquierda; también de la derecha- apoyaron el concepto de la solución de los dos estados, que según se entiende generalmente implicaba renunciar a los territorios ocupados.
Sin embargo, la construcción de asentamientos no se ha detenido. En lugar de eso, el número de colonos en Cisjordania nuevamente se ha más que duplicado; hoy viven allá casi trescientos mil israelíes en 120 asentamientos (sin incluir Jerusalén). Movidos por la política interna y la necesidad de mantener contentos a los pequeños partidos, los gobiernos israelíes, tanto de derechas como de izquierdas, han permitido que continuaran creciendo; aunque se han dejado de iniciar nuevos asentamientos o "avanzadas" ilegales, los que ya existen crecen, a medida que se agregan nuevas casas y ampliaciones que Israel insiste que son "crecimiento natural".
Estados Unidos se ha opuesto durante largo tiempo a la construcción de asentamientos, pero sus críticas han sido demasiado apagadas. Ahora es posible que eso cambie. La semana pasada, el presidente Obama dijo inequívocamente, después de reunirse con el primer ministro Benjamin Netanyahu, que "los asentamientos deben terminar". La secretaria de Estado Hillary Rodham Clinton fue incluso más específica cuando agregó, el miércoles, que el gobierno quiere "parar con los asentamientos, sin excepciones: ningún asentamiento más, nada de avanzadas, nada de ‘crecimientos naturales’".
Nos alivió oír eso. Los asentamientos no son solamente "perjudiciales", como los han llamado funcionarios estadounidenses alguna vez. Son importantes obstáculos para la paz. Al recomponer el mapa demográfico, crean "hechos en el terreno" que contribuyen a definir la situación final de los territorios. Fundar comunidades judías en el medio de zonas árabes hace de la idea de un territorio palestino contiguo cada vez menos probable -pero desmantelarlas, si llegara a ocurrir, sería tremendamente polémico, políticamente difícil y potencialmente violento. Pues mientras sigan allí, los asentamientos requerirán la presencia de tropas israelíes armadas en el corazón del territorio palestino para defender la vida y propiedades de los colonos. Para no decir nada de los controles de carretera, puestos de control y desvíos que restringen la circulación de los palestinos en nombre de la protección de los colonos.
Con los años, el crecimiento de los asentamientos ha socavado la creencia en la solución de los dos estados entre los palestinos moderados, porque representan a un Israel que quiere crecer más allá de sus fronteras. Y la continuada expansión ha incrementado la hostilidad hacia Israel en el extranjero, porque una gran parte del planeta ha concluido que los asentamientos violan el derecho internacional.
Es hora de que se congele completamente la construcción de asentamientos y que Estados Unidos utilice su considerable influencia para lograrlo. Al final, cuando y si los palestinos e israelíes avanzan en su ruta hacia la paz, detenida durante largo tiempo, podrían alcanzar un acuerdo en el que algunos de los asentamientos puedan quedarse. Es posible llegar a un intercambio de territorios de modo que algunos de los asentamientos suburbanos más grandes cercanos a la frontera israelí puedan ser anexados, mientras los palestinos reciben otros territorios a cambio. Eso podría ser un buen acuerdo para los dos lados, pero debería ser realizado por las dos partes, no decidida por decreto antes incluso de que empiecen las negociaciones.
Para ser claros: No creemos que los asentamientos israelíes sean el único problema ni que sean el peor de los obstáculos para una paz valedera. Y los palestinos, ciertamente, tienen un buen montón de problemas propios que deberán solucionar. El dividido liderato palestino debe unir fuerzas y hablar con una sola voz -y esa voz debe adoptar la solución de los dos estados y poner fin a la violencia. Sin eso, es difícil imaginar cómo podría avanzar el proceso de paz.
Un acuerdo de paz negociado requiere sacrificios y compromisos de los dos lados. Para Israel, el congelamiento de los asentamientos sería una buena manera de empezar.

5 de junio de 2009
30 de mayo de 2009
©los angeles times 
cc traducción mQh
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