el golpe y el presidente zelaya
5 de julio de 2009
Circulaban rumores en la capital de que el conflicto entre Zelaya y sus opositores conservadores había alcanzado el punto de ebullición, pero funcionarios diplomáticos dicen que el gobierno de Obama y su embajada fueron tomados por sorpresa cuando el domingo pasado soldados hondureños irrumpieron violentamente en el palacio presidencial y removieron a Zelaya del poder.
Diplomáticos estadounidenses habían estado tratando de mediar para llegar a algún compromiso y estuvieron negociando con ambos lados durante horas antes del golpe. Washington ha adiestrado durante décadas a las fuerzas armadas hondureñas, y altos funcionarios estadounidenses dicen que no pensaron que los militares hondureños intentarían dar un golpe de estado.
El derrocamiento, y la determinación del nuevo gobierno hondureño de permanecer en el poder pese a la condena internacional, es la primera prueba del presidente Obama en una región que se había alejado de Estados Unidos.
La crisis también es una prueba para la matizada aproximación de Obama a la diplomacia contra la de un adversario a menudo belicoso, Chávez, que ha ocupado un lugar central en el enfrentamiento, amenazando con derrocar al gobierno que derrocó a Zelaya.
Los nuevos líderes hondureños dijeron el sábado que no cederán a las demandas de la Organización de Estados Americanos de permitir que Zelaya retorne al poder. El presidente de facto, Roberto Micheletti, amenazó con detener a Zelaya si vuelve el domingo, como prometió, acompañado por el presidente nicaragüense Daniel Ortega y otros presidentes latinoamericanos.
La Iglesia Católica llamó a la calma. El cardenal Óscar Andrés Rodríguez advirtió por radio que si Zelaya vuelve el domingo, podría haber un "baño de sangre".
Giro a la Izquierda
Cuando Zelaya, 56, un acomodado ganadero cuya familia hizo fortuna en la industria maderera, fue elegido presidente en 2005, era un populista de centro de uno de los dos principales partidos hondureños. Pero a medida que avanzaba su presidencia, Zelaya se inclinó hacia la izquierda y entró en frecuentes conflictos con asociaciones empresariales, legisladores de su propio partido, los medios de comunicación y el ejército.
"El último año, las posiciones de Zelaya se inclinaron hacia la izquierda. Impulsó programas sociales y prestó más atención a los pobres que no tenían trabajo", dijo Giuseppe Magno, el embajador italiano saliente. "El giro no formaba parte del programa con el que fue elegido. Estaba demasiado cerca de Ortega y Chávez, una posición que no era apreciada por las clases medias y altas".
Pero Zelaya lo veía de otro modo, diciendo a menudo a sus seguidores que Honduras necesitaba un cambio fundamental para acabar con la pobreza -tan extrema que el cuarenta por ciento de la población vive con menos de dos dólares. De hecho Honduras es el tercer país más pobre del hemisferio, y muchos resienten la intervención a menudo dolorosa de Estados Unidos en el pasado.
Al anunciar la asociación de su país con la alianza encabezada por Chávez, Zelaya dijo que su objetivo era "liberar a los hondureños". Dijo que al incorporarse al pacto, la Alternativa Bolivariana para las Américas, Honduras "no tiene que pedir permiso a ningún imperialista".
Zelaya empezó a hablar frecuentemente de las dos Honduras, una desesperadamente pobre, y a la otra rica e indiferente. Empezó a fomentar el "poder popular", una suerte de democracia popular directa.
Cuando recorría el campo, montaba manifestaciones para preguntar a la gente qué querían, y prometía nuevos puentes y clínicas, en una ocasión regalando a campesinos cien tractores venezolanos, y hablando contra la oligarquía, a la que llamaba enemiga del pueblo.
Zelaya provocó el enfado del mundo empresarial cuando elevó el salario mínimo mensual en un sesenta por ciento. Muchas compañías respondieron despidiendo a trabajadores. Otras empresas ignoraron el decreto.
Cuando el embajador de Estados Unidos, Hugo Llorens, llegó el año pasado, Zelaya pospuso la ceremonia de presentación de credenciales del diplomático recién llegado. Luchó contra el Congreso, insistiendo en que los legisladores aceptaran a sus candidatos a la Corte Suprema. Se negó a firmar el presupuesto y congeló decenas de proyectos de ley aprobados por el Congreso. Al mismo tiempo, Zelaya se acercaba más a presidentes de izquierda de América Latina, especialmente a Chávez. Viajaba frecuentemente a Venezuela, donde acompañaba a Chávez cuando este hacía incendiarios discursos contra los capitalistas.
Pero Adolfo Facussé, un dirigente empresarial amigo de Zelaya, dice que al principio el presidente explicaba su alianza con Venezuela en términos pragmáticos y económicos.
"Hace un año dijo que estaba interesado en ALBA", dijo Facussé, hablando sobre la Alternativa Bolivariana para las Américas, que incluye a Cuba, Bolivia y Nicaragua. "Le dije que se trataba de un grupo antinorteamericano, y me dijo que eso no le interesaba. Le interesaba la ayuda que podía recibir".
Facussé dijo que invitó a funcionarios de la embajada venezolana a reunirse con industriales hondureños, agregando que le quedó claro, a él y a otros hombres de negocios, que Honduras podía sacar provecho de la generosidad venezolana, incluyendo la compra de combustible con tarifas preferenciales, una línea de crédito de Caracas y simplemente donaciones.
"Revisé el acuerdo, y lo di por bueno", dijo Facussé sobre el plan de Zelaya de acercar a Honduras a Venezuela y su combustible barato.
Oposición Descarada
Diplomáticos europeos que conocen a Zelaya y saben cómo funciona, lo describen como un populista nacionalista, para nada un ideólogo de izquierdas.
Aquellos familiarizados con la creciente crisis dicen que la preocupación por Chávez, entre los opositores de Zelaya, era impulsada con un exagerado temor de que Venezuela tuviera propósitos diabólicos con Honduras -que se habría implantado el sistema económico de Venezuela y estilo de gobierno de Chávez si le hubieran permitido a Zelaya realizar la consulta popular.
"Es el mismo esquema que aplicó Chávez en Venezuela", dijo Benjamín Bogran, el nuevo ministro de industria y comercio. "Chávez considera que Honduras cae en su órbita de influencia".
Elizabeth Zúñiga, miembro del Congreso y líder del Partido Nacional, dijo: "Paso a paso, poco a poco, se orientaba hacia los sudamericanos para pedir ayuda y orientación. Eran sus nuevos amigos". Zúñiga, que apoya el derrocamiento, dijo: "Creo que lo estábamos viendo era la evolución hacia una dictadura democrática".
Armando Sarmiento, miembro del derrocado gabinete de Zelaya, que ha entrado en la clandestinidad, dijo que el miedo a Chávez y su influencia sobre Zelaya motivaron el golpe. "La derecha cree en el infundio de que el presidente Zelaya quería gobernar durante otro término. Pero eso no es verdad".
Sarmiento señaló que Zelaya quería ayudar a los pobres del país, no nacionalizar la industria ni crear una economía socialista. "El presidente Zelaya tenía discusiones muy fuertes con esa gente, a la que llamaba la oligarquía, los medios, los intereses especiales. Empezaron con campañas de odio contra el presidente".
Doris Gutiérrez, parlamentaria que se opone al golpe, dijo: "El sector que apoya la medida contra el presidente Zelaya no había sido nunca tan descarado, tan abierto, tan franco. La situación se hará todavía más peligrosa".
El Núcleo Político
Analistas familiarizados con el gabinete de Zelaya dijeron que contaba con la influencia de un pequeño grupo de asesores. Incluyen en este a la ministro de Relaciones Exteriores, Patricia Rodas, considerada como aliada del gobierno sandinista de Ortega, e hija de un popular político progresista que huyó del país después de un golpe militar en 1963. Otros de estos asesores serían Milton Jiménez, ex ministro de Relaciones Exteriores que según los analistas tiene más influencia que los demás sobre el presidente Zelaya; Enrique Flores Lanza, ministro de la presidencia de Zelaya y considerado el más radical de sus asesores; y Arístides Mejía, vicepresidente de Zelaya.
"Ellos formaban el núcleo político, los ideólogos de Manuel Zelaya", dijo Jorge Yllescas, economista y miembro de la Unión Cívica, una coalición de sesenta organizaciones que se oponen a Zelaya. "Ellos eran los que trazaban la línea ideológica. Cuando Mel fue elegido presidente, era liberal, pero al cabo de un año ya tenía una tendencia diferente a su propia ideología".
Pero los mismos diplomáticos están intrigados sobre qué quería hacer Zelaya exactamente con su intención de reformar la Constitución. El punto de ebullición se produjo cuando Zelaya trató de realizar una consulta popular, una suerte de referéndum no vinculante, sobre una asamblea constituyente que podría aprobar una nueva ley que permitiera que el presidente pudiera ser reelegido. Pero el extenso y a veces contradictorio documento de Honduras contiene un párrafo en el que se considera como traidores incluso a los que sugieren reformar la Constitución.
Mientras Zelaya seguía adelante con su plan de realizar la consulta el domingo pasado, el día del golpe, el comandante de las fuerzas armadas hondureñas, el general Romeo Vásquez retrocedió, porque la Corte Suprema le dijo que la realización de la consulta era ilegal. Zelaya destituyó a Vásquez, lo que irritó todavía más a los militares.
"Mira, somos demócratas y respetamos las ideologías de otros países", dijo Gabriela Núñez, la nueva ministro de Finanzas. "Pero no queremos cambiar nuestro sistema de gobierno".
©washington post
cc traducción mQh
1 comentario
claudio lisperguer -