guerrillas reclutan a jóvenes indígenas
15 de octubre de 2009
Además, los rebeldes le ofrecieron ropa nueva y un celular.
Así que hace tres años el joven indio se convirtió en miembro de Sexto Frente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, que patrulla las montañas del estado de Cauca. Dos meses después, exasperado por las estrictas reglas y horrorizado por el asesinato de un amigo de la infancia y recluta de los soldados colombianos, dejó las filas de los rebeldes.
"Yo era apenas una mula que acarreaba el agua a los campamentos, salía a recoger leña y movía las cosas para mantenerme un paso más adelante que el ejército. Todo lo que haces es obedecer órdenes", dijo Jerson, ahora un alumno de secundaria de diecisiete años de Toribio, una ciudad a unos 240 kilómetros al sudoeste de Bogotá, la capital. "Pero no podía olvidar cómo mataron a mi amigo. Yo sabía que si me quedaba, la muerte me andaría buscando".
Estudios del defensor público de Colombia y de investigadores independientes indican que las FARC y otros grupos armados concentran cada vez más sus esfuerzos en el reclutamiento de jóvenes como Jerson, que se negaron a dar su nombre completo por temor a represalias. Sus triunfos subrayan la dificultad de poner fin a las décadas de violencia en el país.
Sobre la base de entrevistas con ocho mil rebeldes que han sido capturados o se han entregado desde 2002, un estudio reciente determinó que el 64% tenían catorce o menos cuando fueron reclutados, dijo Natalia Springer, decano de la Universidad Jorge Tadeo Lozano en Bogotá y experta en niños y grupos armados.
Las FARC, los grupos paramilitares de extrema derecha y los narcotraficantes ven a los jóvenes como candidatos ideales para ser reclutados debido a su pobreza, ausencia de educación, pocas oportunidades y aislamiento, dijo Springer. Incluso los militares presionan a veces a los jóvenes para que actúen como informantes o espías, denuncian organizaciones de derechos humanos.
"Los niños se sienten atraídos por las armas, los uniformes, la aventura y el dinero que les ofrecen", dijo Springer en una entrevista en Bogotá. "Pero no tienen las herramientas intelectuales ni la madurez para tomar una decisión por ellos mismos. Son seducidos".
Jóvenes que viven en reservas indias, que proporcionan a nativos colombianos un grado de autonomía, son crecientemente aproximados por reclutadores.
Springer dijo que casi la mitad de los que unen a grupos armados tienen orígenes indígenas.
"Los grupos armados no reclutan a cualquiera en cualquier parte", dijo. "Adoptan una aproximación estratégica para abordar comunidades vulnerables".
"Este es un problema general que no se limita a los rebeldes o grupos paramilitares", dijo un funcionario de la Asociación de Consejos Indígenas del Norte del Cauca, una organización conocida por sus iniciales en español, ACIN. "El ejército y la policía nos están utilizando como informantes y milicianos".
Habló a condición de mantener el anonimato por razones de seguridad.
Los miles de menores que se cree están luchando con las organizaciones armadas ponen a Colombia en la capa superior de países afectados por el problema, entre los cuales Sudán, Somalia, Myanmar y la República Democrática del Congo.
La defensoría pública colombiana la califica de "grave crisis humanitaria" y UNICEF declaró que la protección de los jóvenes es clave para terminar con la guerra civil que se extiende ya por cuatro décadas en el país.
Jóvenes de las cerca de cien mil familias transitorias dedicadas a la cosecha estacional de hojas de coca, café, algodón y otros cultivos en Colombia también son vulnerables al reclutamiento. Muchos son analfabetos, no tienen casa y están inclinados a aceptar una oferta de educación, o alimentos, cuando las cosechas fallan, dice Springer.
Toribio, un remoto pueblo agrícola a noventa minutos de la Carretera Panamericana por un serpenteante camino en las montañas del este, es un maduro terreno de reclutamiento de las FARC. Los rebeldes, que mantienen campamentos en las cercanías, transportan la cocaína desde aquí hasta los puertos en el Pacífico al oeste y dependen de numerosos informantes en el pueblo.
"Aquí las guerrillas circulan libremente", dijo el funcionario de la ACIN. "Llegan incluso a las casas de la gente, hablan con los jóvenes, ofrecen recursos económicos a las familias que no los tienen".
Julián, 19, un vecino indio de Toribio que se unió a las FARC hace tres años, dijo que los rebeldes reclutan jóvenes aquí porque "la gente de campo puede soportar las penurias mejor que la gente blanca del valle. Somos más resistentes y estamos dispuestos a arriesgarlo todo".
Pero Julián, que se enroló para escapar de problemas en la familia, se fugó y se unió a las FARC sólo después de tres semanas. También pidió que su nombre no fuera revelado, por temor a represalias.
"La vida con los revolucionarios es dura", dijo. "No duermes, tienes siempre hambre y si cometes un error, te llevan a un consejo de guerra. Las penas pueden ser hacer más horas de guardia o el fusilamiento".
Jerson y Julián dijeron que fue fácil incorporarse a las FARC porque sus informantes y guerrilleros están en todas partes en la zona de Toribio y reclutan activamente.
Días después de que Jerson fuera entrevistado el mes pasado, los rebeldes atacaron la ciudad y tomaron posiciones brevemente en la escuela donde había hablado con el Times, disparando contra la comisaría de policía antes de que llegaran en helicóptero las tropas del ejército. Ninguno de los mil niños de la escuela, sufrió lesiones.
"Están siempre por ahí y tienen mejor imagen que el ejército, que sólo se aparece por aquí a molestar a la gente", dijo Jerson sobre la presencia de las FARC.
Con la ayuda de Naciones Unidas y la organización social holandesa llamada IKV-Pax Christi, ACIN ha iniciado un programa bautizado ‘Vuelve a Casa’ para reintegrar en la comunidad a los jóvenes ex rebeldes, con educación y apoyo económico. Unos sesenta ex guerrilleros de la zona de Toribio están participando, y 250 más se incorporarían si el programa dispusiera de más recursos, dijeron funcionarios de ACIN.
Normalmente las FARC no permiten deserciones, pero toleran la participación de jóvenes desmovilizados en el programa ACIN en parte porque las guerrillas aspiran a mantener buenas relaciones con la comunidad indígena, dijeron funcionarios.
Julián dijo que el programa ACIN lo ayudó a financiar la construcción de una casa chica y le ha pagado un pequeño estipendio mensual. Su objetivo es llegar a ser un técnico informático.
"Ahora sólo pienso sobre la vida", dijo. "No sobre la guerra".
7 de octubre de 2009
©los angeles times
©traducción mQh
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