elecciones legislativas en venezuela
"El regreso opositor al Congreso significa que el Mandatario tendrá fiscalización y estará obligado a negociar cuestiones clave de su programa". Un editorial de La Nación.
Santiago, Chile. Venezuela acudió el domingo 26 a las urnas para renovar su Poder Legislativo. Si bien en las semanas previas se registraron razonables aprensiones en torno a la limpieza de las elecciones -debate que incluso se manifestó en el Congreso chileno-, éstas transcurrieron en un clima correcto y no ha habido acusaciones de fraude. De hecho, el proceso ha sido valorado por los observadores internacionales y organismos hemisféricos como la OEA.
La transparencia del acto electoral, en general, es una materia distinta de evaluar en relación al método de asignación de escaños, que se ha plasmado en que el virtual empate en votos entre la oposición y el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), del Presidente Hugo Chávez, no se tradujo en un equilibrio en la Asamblea Nacional, donde el oficialismo se adjudicó 98 bancas y los opositores 65 (otros dos son independientes).
La asimetría se debe a una modificación arbitraria de distritos hecha por el gobierno, que privilegió la representación de sectores afines al Presidente (el debate respecto de cómo los regímenes electorales no necesariamente reflejan la distribución proporcional de sufragios es extendido y el propio sistema chileno es parte de esa discusión).
Con todo, los resultados en Venezuela deben ser analizados a la luz de un fenómeno más profundo y probablemente decisivo: la irrupción de una nueva correlación política, marcada por una sociedad fuerte y vitalmente polarizada alrededor de la figura del Presidente Chávez, pero que tiene después de varios años la posibilidad de procesar sus diferencias en un espacio institucional.
El regreso opositor al Congreso -en una decisión todavía incomprensible los adversarios a Chávez se marginaron de las anteriores legislativas- significa que el Mandatario tendrá fiscalización y estará obligado a negociar cuestiones clave de su programa. ¿Dialogará con la oposición, lo cual demandaría moderar el avance hacia el difuso modelo del "socialismo del siglo XXI", o privilegiará saltarse los circuitos formales y gobernar por la vía administrativa o del decreto? Las apuestas dentro de Venezuela parecen estar divididas y habrá que esperar algún tiempo antes de que se aclare el horizonte. Por lo pronto se aprecia cierta confusión en el oficialismo acerca de cómo asumir el inédito escenario.
Desde luego el curso político dependerá también de la forma de articulación de la oposición, que desde la entrada en escena de Chávez hace 12 años ha enfrentado graves dificultades -propias y exógenas- para convertirse en una alternativa viable a la avasalladora presencia de aquél. Los datos del domingo 26 revelan que en 2012 el Presidente -que planteó las parlamentarias como una fórmula plebiscitaria sobre su persona- podría enfrentarse por primera vez a una coalición con efectivas posibilidades de derrotarlo.
30 de septiembre de 2010
©la nación
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