murió philippa foot
Filósofa. Creadora del Dilema del Tranvía.
[William Grimes] Falleció el 3 de octubre en su casa en Oxford, Inglaterra, la filósofa Philippa Foot, que argumentaba que los juicios morales poseían una base racional, y que introdujo el célebre experimento en el razonamiento ético conocido como el Dilema del Tranvía.
Su muerte fue anunciada en la página web del Somerville College, Oxford, donde obtuvo sus grados académicos y enseñó durante muchos años.
En sus primeras obras, especialmente en los ensayos ‘Creencias morales’ [Moral Beliefs] y ‘Los argumentos morales’ [Moral Arguments], publicados a fines de los años cincuenta, Foot discrepó con filósofos como R.M. Hare y Charles L. Stevenson, que sostenían que los juicios morales eran en última instancia expresiones de actitudes o emociones, debido a que no podían ser declarados verdaderos o falsos del mismo modo que los juicios sobre hechos.
Foot rechazaba esta "teoría de la empresa privada", como la llamó, resaltando las conexiones entre las interpretaciones morales y de hechos. Además, insistía en que virtudes como la valentía, la sabiduría y la moderación son indispensables para la vida humana y las piedras fundamentales de la moral. Sus escritos sobre la materia contribuyeron a establecer las virtudes éticas como la principal aproximación al estudio de los problemas morales.
"Va a ser recordada no por representar una posición o un punto de vista particular, sino por haber cambiado el modo en que la gente piensa sobre estos temas", dijo Lawrence Solum, que enseña filosofía del derecho en la Universidad de Illinois y estudió con Foot. "Hizo que la gente viera las cosas de un modo fundamentalmente nuevo. Pocos hacen eso en filosofía".
Sin embargo, fue el Dilema del Tranvía el que captó la imaginación de los estudiosos fuera de su disciplina. En 1967, en el ensayo ‘El problema del aborto y la doctrina del doble efecto’ [The Problem of Abortion and the Doctrine of the Double Effect] discutió, utilizando una serie de provocadores ejemplos, las distinciones morales entre las consecuencias voluntarias e involuntarias, entre hacer y permitir, y entre imperativos positivos y negativos -el deber de no causar daño contra el deber de prestar ayuda.
Su ejemplo más llamativo, ofrecido en apenas unas frases, era el dilema ético al que se enfrentaba un conductor de un tranvía descontrolado que avanzaba peligrosamente hacia cinco trabajadores tranviarios. Al desviar el tranvía hacia un ramal donde sólo se halla un trabajador, el conductor podría salvar cinco vidas.
Claramente, el conductor debería desviar el tranvía y dejar arrollar sólo a un trabajador y no cinco.
Pero ¿qué pasa con el cirujano que también podría salvar cinco vidas, matando a un paciente y distribuyendo los órganos de este entre otros cinco pacientes que, de otro modo, morirían? Las matemáticas son las mismas, pero aquí, en lugar de elegir entre dos imperativos negativos -el deber de no infligir dolor- como el conductor, el doctor sopesa un imperativo negativo con el imperativo positivo de prestar ayuda.
Discutiendo sobre este tipo de problemas, Foot esperaba aclarar las reflexiones sobre los problemas morales en torno al aborto en particular, aunque aplicó un enfoque similar a temas como la eutanasia.
La filósofa Judith Jarvis Thomson agregó dos complicaciones al Dilema del Tranvía, que ahora con inseparables de este.
Imaginen, escribió, a un transeúnte que ve cómo el tranvía se acerca velozmente hacia los trabajadores y puede desviarlo jalando la palanca junto a las vías. A diferencia del conductor, que debe elegir entre matar a una o cinco personas, el transeúnte puede negarse a intervenir o, al jalar la palanca, aceptar las consecuencias involuntarias de la muerte de un ser humano, una opción preferida por la mayoría de las personas a las que se presentó este problema.
O supongamos, sugirió, que el transeúnte observa desde una pasarela el inminente desastre que causará el tranvía y se da cuenta de que arrojando un objeto pesado a las vías podría detenerlo.
Resulta que el único peso disponible es un gordo que está parado junto a él. La mayoría de los entrevistados a los que se presentó este problema, vio una distinción moral entre jalar la palanca y arrojar al hombre a los rieles, incluso aunque el resultado final, en términos de vidas salvadas, es idéntico.
Las paradojas sugeridas por el Dilema del Tranvía y sus variantes han atraído no solamente a filósofos morales, sino también a neurólogos, economistas y psicólogos evolucionistas. También han inspirado el surgimiento de una subdisciplina conocida jocosamente como la tranviología, cuyo inflado cuerpo de comentarios "hace que el Talmud se vea como las CliffsNotes", escribió el filósofo Kwame Anthony Appiah en su libro ‘Experimentos de ética’ [Experiments in Ethics] (2008).
Philippa Judith Bosanquet nació el 3 de octubre de 1920 en Owston Ferry, Lincolnshire, y creció en Kirkleatham, Yorkshire del Norte. Su madre, Esther, era hija del presidente Grover Cleveland. Su padre, William, era capitán en los Coldstream Guards cuando se casó con su madre y se encargó, más tarde, de la administración de una enorme empresa siderúrgica en Yorkshire.
Foot estudió filosofía, política y economía en el Somerville College, donde se licenció en 1942. Durante la Segunda Guerra Mundial trabajó como investigadora del Real Instituto de Asuntos Internacionales, compartiendo su departamento en Londres con el futuro novelista Iris Murdoch.
En 1945 se casó con el historiador M. R. D. Foot, después de que Murdoch la dejara por el economista Thomas Balogh. El matrimonio terminó en divorcio. Le sobrevive su hermana Marion Daniel, de Londres.
Foot empezó a dar charlas de filosofía en Somerville en 1947, un año después de recibir su licenciatura y llegó a cargos importantes como subdirectora e investigadora senior antes de jubilarse en 1988. En 1974 fue nombrada profesora de filosofía en la Universidad de California, Los Angeles, de la que se retiró en 1991.
En los años setenta, Foot revisó algunas de sus afirmaciones sobre la naturaleza objetiva de la moralidad, tolerando que se deslizara una dosis de subjetividad en sus discusiones sobre temas como el aborto y la eutanasia. La influencia de Wittgenstein, y su giro lingüístico sobre problemas filosóficos adquirió cada vez más importancia en sus escritos, que giraban escrupulosamente sobre los varios sentidos y dificultades de términos como "debería", "podría" y "bueno".
En ‘Bondad natural’ [Natural Goodness] (2001), ofreció una nueva teoría de la razón práctica, argumentando que las moralidades están enraizadas en necesidades humanas objetivas que pueden compararse con las necesidades físicas de plantas y animales, que son descritas con las mismas palabras.
En una entrevista con Philosophy Today en 2001 se refirió a un comentario de un colega que, en su libro, parecía que consideraba el vicio como un defecto natural.
"Eso es exactamente lo que creo, y quiero decir que describimos los defectos en los seres humanos del mismo modo que los defectos en plantas y animales", dijo. "Una vez empecé una charla diciendo que en la filosofía moral es muy importante empezar hablando sobre plantas".
Sus ensayos más importantes fueron compilados en ‘Las virtudes y los vicios: y otros ensayos de filosofías moral’ [Virtues and Vices and Other Essays in Moral Philosophy] (1978) y ‘Moral Dilemmas: And Other Topics in Moral Philosophy’ (2002).
Pese a su influencia, Foot siguió siendo de una arrebatadora modestia. "No soy nada inteligente", dijo a The Philosophers’ Magazine en 2003. "Sé algo de filosofía, creo. Pero no soy inteligente. Me cuesta entender los argumentos complicados".
29 de octubre de 2010
9 de octubre de 2010
©new york times
c traducción mQh
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