zalaquett, el hijo del demonio
columna de lísperguer
Alcalde Zalaquett, de Santiago, quiere prohibir alimentar a perros de la calle. Multas desproporcionadas.
Irrita sobremanera la falta de sensatez del alcalde. En algún momento, al principio de sus exploraciones mentales sobre la observación de que hay perros en la calle, debe haber pensado que la causa es que sus dueños los abandonan. En ese caso, inmanentemente, la solución es ubicar a esos dueños irresponsables y devólverselos y multarlos, lo que, en ausencia de la obligatoriedad de la inscripción de las mascotas en la libreta familiar, es prácticamente imposible. De todos modos, la solución para un perro abandonado es la búsqueda de otra familia humana adoptiva.
Por otro lado, si se hubiese informado mejor, habría concluido que la mayoría de los perros que ve en la calle no son abandonados, sino perdidos. Entonces, si todavía tuviese algo de humano en su corazón, habría pensado que la solución es reunir a esas mascotas perdidas con sus familias humanas.
Pero al alcalde no le interesa la verdadera razón de porqué están esos perros en la calle. Sólo quiere que desaparezcan y se las ingenia para que seamos nosotros, los ciudadanos, los que cometamos el crimen de hacerlos desaparecer. ¿Querrá también que nos sentemos a mirar cómo se muere un perro de hambre?
¿Cómo convencerle de que un perro perdido no merece que se le trate de esa manera, que es como un niño perdido, que extraña a su mamá y papá, que no sabe dónde está y que se muere de sed y hambre? ¿Que está desesperadamente solo? También las familias humanas sufren la pérdida de sus mascotas.
Zalaquett debe saber que cada perro en situación de calle en particular está en una situación muy precaria, en todos los sentidos. No deberían estar en la calle, sino con su familia humana. Si se imprimiera en su alma que los perros piensan y sienten como niños de cuatro años, no podría sino escandalizarse de que se les reprima, encierre, persiga, golpee y mate cuando en realidad son personas que necesitan evidente y urgentemente ayuda, y una familia humana.
Debiera pensar también que a muchos nos duele que nuestras autoridades quieran hacernos vivir en una sociedad donde se deja morir de hambre a personas no humanas que cometieron el desatino de perderse. No queremos que nuestros hijos crezcan en una sociedad tan terriblemente cruel, injusta e impía y tan, tan terriblemente estúpida.
lísperguer
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