alcalde prohíbe la piedad
columna de lísperguer
Alcalde Zalaquett quiere prohibir que ciudadanos alimenten a perros en situación de calle.
Vaya qué pequeña y mezquina es la sensibilidad del alcalde. Para combatir a los vándalos y violentos que interrumpen las manifestaciones y las desvían de su fin, intimidando a los manifestantes y atacando a la policía, o defendiéndose de ella, proponía nada menos que los manifestantes mismos los detuvieran y entregaran a Carabineros, como si las víctimas fuesen culpables de las agresiones de los primeros. Ahora quiere prohibir que se dé de comer a perros en la calle. ¿Cree que el problema de los perros vagos (vale decir, perdidos y abandonados) se soluciona si los dejamos morir de hambre? Vaya qué espectáculo de humanidad quiere brindar Zalaquett a los niños de Chile. Y como el alcalde mira a los ciudadanos como si fuesen sus enemigos, ahora pretende que la culpa de los perros vagos la tenemos nosotros, las viejas locas. Con un poco más de sensibilidad, podría haber pensado en crear programas que faciliten la reunificación entre mascotas perdidas y familias humanas (pues, aparentemente, la gran mayoría de los perros en situación de calle son perros extraviados) o en fomentar la participación ciudadana en planes de adopción. Pudo haber buscado una solución fomentando la piedad, pero prefiere prohibirla.
Nunca lo logrará, ni él ni los muchos nazis que le han precedido en el poder en otros contextos históricos. La piedad es una inclinación natural del alma humana y gobernantes satánicos como Zalaquett no la extirparán de nuestro corazón. No lo logrará porque para católicos y budistas, entre otros, la piedad es una virtud fundamental y uno de los caminos de la redención. Zalaquett no puede pretender que los católicos eliminen de su credo la piedad, porque dejarían de ser católicos. No puede prohibirnos algo que nace en el corazón, antes o más acá de todo credo.
lísperguer
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