guerra contra libia no debió empezar
Si el presidente Obama no hubiese atacado a Libia, la guerra en ese país ya habría terminado. [En la foto, un inmigrante subsahariano poco antes de su ejecución por tropas rebeldes.]
[Alan J. Kuperman] Estados Unidos / Libia. Existen evidencias de que el presidente Barack Obama exageró groseramente el riesgo humanitario para justificar la acción militar en Libia. El presidente argumentó que la intervención era necesaria para prevenir un "baño de sangre" en Bengasi, la segunda ciudad más grande de Libia y el último bastión rebelde.
Pero Human Rights Watch dio a conocer datos sobre Misurata, la tercera ciudad más grande de Libia y escenario de prolongados enfrentamientos, revelando que Muamar Gadafi no ha masacrado a civiles deliberadamente sino que ha atacado con gran precisión a los rebeldes armados que luchan contra su gobierno.
La población de Misurata es de alrededor de 400 mil habitantes. En casi dos meses de guerra, han muerto allá sólo 257 personas -incluyendo combatientes. De los 949 heridos, sólo veintidós -menos del tres por ciento- son mujeres. Si Gadafi estuviera atacando a civiles de manera indiscriminada, las mujeres constituirían la mitad de las bajas.
Obama insistió en que las perspectivas eran sombrías si no se intervenía. "Si esperábamos un día más, Bengasi... podría haber sufrido una masacre que habría resonado en toda la región y manchado la conciencia del mundo." Por eso, concluyó el presidente, "prevenir el genocidio" justifica la acción militar estadounidense.
Pero la intervención no previno ningún genocidio, porque no se estaba preparando ningún baño de sangre. Al contrario, al respaldar la rebelión, la interferencia de Estados Unidos ha prolongado la guerra civil libia, con las resultantes penurias para civiles inocentes.
La mejor evidencia de que Gadafi no planeaba ningún genocidio en Bengasi es que no lo cometió en las otras ciudades que volvió a capturar total o parcialmente -incluyendo Zawiya, Misurata y Ajdabiya, las que juntas tienen una población mayor que Bengasi.
Las fuerzas libias mataron a cientos de rebeldes cuando recuperaron el control de las ciudades. El daño colateral es inevitable en la guerra contra la subversión. Y las estrictas leyes de guerra pueden haber sido excedidas.
Pero los actos de Gadafi no guardan ninguna relación con Ruanda, Darfur, el Congo, Bosnia y otros campos de la muerte. La fuerza aérea libia, antes de la declaración de una zona de exclusión autorizada por Naciones Unidas, atacó posiciones rebeldes, no aglomeraciones civiles. Pese a los omnipresentes celulares equipados con cámaras fotográficas y de video, no hay evidencias gráficas de masacres deliberadas. Abundan las imágenes de víctimas muertas o heridas en el fuego cruzado -y supone cada una de ellas una tragedia-, pero eso es guerra urbana, no genocidio.
Gadafi tampoco amenazó nunca con realizar una masacre de civiles en Bengasi, como argumentó Obama. La advertencia de que no mostraría piedad, del 17 de marzo, se dirigía solamente a los rebeldes, como informó el New York Times, que observó que el líder libio prometió amnistía para los "abandonaran las armas". Gadafi incluso ofreció a los rebeldes una ruta de escape y abrir la frontera con Egipto, para evitar "luchar hasta las últimas consecuencias".
Si el baño de sangre era improbable, ¿cómo pudo esta idea justificar la intervención estadounidense? La verdadera perspectiva en Bengasi era la derrota definitiva de los rebeldes. Para evitar este destino inventaron la idea de un inminente genocidio para concitar el apoyo internacional a favor de la intervención "humanitaria" que salvaría la rebelión.
El 15 de marzo, Reuters citó a un líder de la oposición libia en Ginebra que dijo que si Gadafi atacaba a Bengasi, habría "un verdadero baño de sangre, una masacre como la de Ruanda". Cuatro días después, aviones militares norteamericanos empezaron a bombardear Libia. Para cuando Obama anunció que la intervención había evitado una carnicería, el New York Times ya había informado que "los rebeldes no muestran ningún respeto por la verdad a la hora de dar forma a su propaganda" contra Gadafi y estaban "haciendo acusaciones terriblemente exageradas contra sus brutalidades."
Es difícil saber si la Casa Blanca fue engañada por los rebeldes o si conspiró con ellos para forzar un cambio de régimen sobre bases humanitarias falaces. En cualquier caso, la intervención excedió rápidamente el mandato de Naciones Unidas sobre la protección de la población civil bombardeando fuerzas libias que se estaban retirando o estacionadas en bastiones de Gadafi, como Sirte, que no representaban ninguna amenaza para los civiles.
El resultado neto es incierto. La intervención impidió que las fuerzas de Gadafi capturaran Bengasi, salvando algunas vidas. Pero intensificó su represión en el occidente de Libia para consolidar rápidamente su territorio. También envalentonó a los rebeldes a reanudar sus ataques, reconquistando brevemente algunas ciudades a lo largo de las costas orientales y centrales, como Ajdabiya, Brega y Ras Lanuf, hasta que agotaron sus líneas de abastecimiento y se retiraron.
Cada vez que esas ciudades cambian de mano, son bombardeadas por ambos lados -matando, hiriendo y desplazando a inocentes. El 31 de marzo la OTAN advirtió formalmente a los rebeldes que dejaran de atacar a civiles. Es penoso recordar que si no fuera por la intervención, la guerra habría, casi seguramente, terminado el mes pasado.
En su discurso explicando la acción militar en Libia, Obama expuso el noble principio de la responsabilidad de proteger -que algunos llamaron rápidamente la Doctrina Obama-, justificando la intervención, cuando posible, para impedir un genocidio. Libia revela cómo este enfoque, implementado reflexivamente, puede fracasar, al alentar a los rebeldes a provocar y exagerar atrocidades para incitar una intervención que en última instancia perpetuará la guerra civil y el sufrimiento de los civiles.
[El autor es profesor de asuntos públicos en la Universidad de Texas, autor de ‘The Limits of Humanitarian Intervention’ y co-editor de ‘Gambling on Humanitarian Intervention.’]
20 de junio de 2011
14 de abril de 2011
©boston globe
cc traducción mQh
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