el mal echó raíz en el alma europea
columna de lísperguer
Matanzas en Noruega no logran modificar política xenófoba de gobiernos europeos.
Respaldada por la política exterior de Estados Unidos, desde 2001 el caballo de batalla de la extrema derecha europea ha sido que los inmigrantes (todos, pero especialmente los musulmanes) no se integran a las sociedades locales y que, en el contexto de la imaginaria guerra de civilizaciones, constituyen un peligro. Ese peligro lo hacía evidente la formación de células islámicas terroristas en Europa. El argumento de la falta de integración, y la preservación de otros valores culturales, también fue utilizado por los nazis para justificar lo que se transformó finalmente en el exterminio de los judíos. Y es igualmente falso.
Al contrario, como en el caso de los judíos en Europa, la xenofobia surgió en el contexto de una integración cada vez mayor y más exitosa. El racismo y el fascismo se vieron fortalecidos en sociedades previamente abiertas y tolerantes cuando los extranjeros empezaron a ocupar posiciones demasiado visibles, provocando el resentimiento de los nativos.
En Holanda, por ejemplo, el gobierno de extrema derecha que asumió en 2001, desechó el informe de una comisión parlamentaria multipartidista que demostraba abundantemente el éxito de la integración cultural. En lugar de eso, se restringió la inmigración y se empezó a encarcelar, a veces por años, a familias enteras, incluyendo niños y bebés, en cárceles diseñadas especialmente para extranjeros. Se prohibió la matrícula escolar de hijos de ilegales y se excluyó a los ilegales de servicios básicos, incluyendo la atención sanitaria. Ominosamente, algunas de las cárceles para extranjeros fueron instaladas en los terrenos de antiguos campos de concentración nazis. Mientras gobierno y prensa discuten libremente sobre si encerrar o no a los árabes en guetos, toda crítica de lo que llaman sociedad occidental de la que se creen el corazón es castigada con años de prisión indefinida, sin derecho ni a defensa ni a visitas. Ese delito se llama terrorismo. Y mientras eso ocurre en el continente, sus soldados atacan y destruyen con guerras de rapiña algunos de los países árabes de donde proviene precisamente esa inmigración.
Costará erradicar el mal fascista del corazón europeo. El mal ejerce un tremendo influjo sobre el imaginario de las sociedades de ese continente, que se aleja a pasos agigantados de los valores de tolerancia, diversidad y libertad que fueron alguna vez suyos.
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lísperguer
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