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presencia islámica en libia


Creciente influjo islamita plantea interrogantes sobre Libia.
[Rod Nordland y David D. Kirkpatrick] Trípoli, Libia. En la Libia de después de Gadafi, el político que se percibe con más influencia es Ali Sallabi, que, aunque no posee ningún título formal, concita un amplio respeto como ulema y orador populista que fue indispensable en el levantamiento popular.
Ahora el jefe militar más poderoso es Abdel Hakim Belhaj, ex líder de un grupo extremista que, según se cree, estuvo aliado con al Qaeda en el pasado.
La creciente influencia de los islamitas en Libia plantea graves inquietudes sobre el carácter último del gobierno y sociedad que surgirán para reemplazar la autocracia del coronel Muamar al-Gadafi. Estados Unidos y los nuevos gobernantes de Libia dicen que los islamitas, un grupo bien organizado en un país generalmente moderado, han dado a conocer que han optado por el pluralismo democrático. Dicen que no hay motivos para dudar de la sinceridad de los islamitas.
Pero como en Egipto y Túnez, la más reciente rebelión de la Primavera Árabe depuso a un dictador que había reprimido a los fundamentalistas islámicos, y existen preocupantes indicios en cuanto al tipo de gobierno que le sucederá. No está para nada claro dónde terminará Libia en el espectro de posibilidades que van desde el modelo turco, con pluralismo democrático, y el embrollo egipcio hasta, en el peor de los casos, la teocracia chií de Irán o los modelos sunníes del Talibán e incluso al Qaeda.
Las milicias islámicas en Libia reciben armas y financiamiento directamente de benefactores extranjeros como Qatar; un personaje de la Hermandad Musulmana, Abel al-Rajazk Abu Hajar, preside el Consejo Municipal de Trípoli, donde, según se dice, los islamitas conforman la mayoría; al este de Libia todavía no se aclara el asesinato, en julio, del jefe militar de los rebeldes, el general Abdul Fattah Younes, que se sospecha que fue ultimado por los fundamentalistas.
Belhaj ha afianzado tan firmemente su posición últimamente que quiere apartar a Mahmoud Jibril, el economista educado en Estados Unidos que es nominalmente el primer ministro del gobierno interino, después de que criticara oblicuamente a los islamitas.
Para una rebelión que ofrecía al mundo una imagen liberal occidentalizada, el creciente influjo de los islamitas -activistas con opiniones fundamentalistas, que quieren una sociedad regida por principios islámicos- está siendo estudiado estrechamente por Estados Unidos y sus aliados de la OTAN.
"Creo que es algo que está observando todo el mundo", dijo Jeffrey D. Feltman, subsecretario de estado para asuntos del Próximo Oriente, que estuvo de visita el miércoles. "Los primeros que están hablando sobre esto, son los libios mismos". El más alto oficial estadounidense que visita Libia desde la caída del coronel Gadafi, Feltman se mostró optimista de que Libia siga una ruta moderada.
"Sobre la base de nuestras conversaciones con los libios", dijo, "no nos preocupa que un grupo sea capaz de dominar el país después de lo que ha sido una lucha común del pueblo libio."
En una entrevista, Sallabi dejó en claro que él y sus seguidores quieren construir un partido político basado en principios islamistas que aspira al poder mediante elecciones democráticas. Si para ello el partido no logra conseguir un apoyo amplio en las elecciones, dijo, que así sea.
"Esta es la revolución del pueblo, y toda la gente es musulmana, islamita", dijo Sallabi. Los laicos "son nuestros hermanos. Y son libios."
"Tienen derecho a presentar sus propuestas y programas", dijo, "y si el pueblo libio los elige a ellos, yo no tendré ningún problema. Creemos en la democracia y el traspaso pacífico del poder."
Muchos libios dicen que no están inquietos. "Los islamitas están organizados y por eso parecen tener más influencia de la que tienen", dijo Usama Endar, consultor de administración que es uno de los multimillonarios libios que ayudaron a financiar la revolución. "No cuenta con un apoyo amplio, y cuando la situación se estabilice, sólo ganarán los que tengan un apoyo masivo, sin las limitaciones de los islamitas."
Sin embargo, una manifestación anti-fundamentalista, anti-Sallabi, en la Plaza de los Mártires el miércoles sólo atrajo a algunas decenas de manifestantes.
Muchos, como Aref Nayed, coordinador del equipo de estabilización del Consejo Nacional de Transición y prominente ulema, dice que la revolución había demostrado que los libios no aceptarán nada que no sea una sociedad democrática y que los islamitas tendrán que adaptarse a ella.
"Habrá intentos de hacerse con el poder, pero ninguno tendrá éxito, porque la gente joven saldrá a las calles y los derrumbará", dijo Nayed.
Algunos están preocupados de que los islamitas ya estén ejerciendo demasiado poder, particularmente en relación con su apoyo en la sociedad libia, donde la mayoría de la gente, aunque devota, practica una forma moderada del islam, en la que se respetan las libertades personales.
Sallabi desestimó esos temores, diciendo que los islamitas no impondrían a otros sus opiniones tradicionalistas. "Si la gente vota por una mujer como presidente, nosotros no tenemos problemas con eso. Las mujeres se pueden vestir del modo que quieran; son libres."
Adel al-Hadi al-Mishrogi, importante hombre de negocios que empezó a recaudar dinero para los insurgentes anti-Gadafi al principio de la revolución, no está convencido de las declaraciones de los islamitas en cuanto a su fidelidad a principios democráticos. Se refirió a una conocida organización paraguas, Etilaf, que dijo que había sacado del camino a grupos más laicos.
"La mayoría de los libios no son intensamente islámicos, pero estos están muy bien organizados, y ese es el problema", dijo Mishrogi. "Nuestras reuniones duran horas y no llegamos a tomar decisiones. Sus reuniones son disciplinadas y van directamente al grano. No son muy populares, pero están organizados."
Se queja de que Etilaf y Sallabi son los están realmente controlando las cosas en Libia. Otros dicen que el panorama es mucho más diverso y caótico de lo que sugiere Mishrogi, aunque es verdad que Etilaf, sin dirección fija y aparentemente todavía actuando en la clandestinidad, sigue emitiendo decretos de todo tipo, como si fuera algún tipo de guía revolucionario.
"Las oficinas deben asegurarse de que sean dirigidas por una persona aceptable dentro de siete días a partir de esta notificación", dice una hoja pegada a las puertas de las oficinas del Hospital Central de Trípoli, fechada al 3 de septiembre y firmada, simplemente, Etilaf.
"Están controlando todo", dijo Mishrogi.
Youssef M. Sherif, conocido escritor e intelectual libio, dijo que "los islamitas se hacen cada día más fuerte. Cuando haya parlamento, los fundamentalistas serán la mayoría."
"Abdel Hakim Belhaj es el verdadero gobernador de Trípoli simplemente porque fue elegido por la milicia islamita", dijo Sherif. Repitiendo los debates en Egipto Sherif sugirió prolongar el periodo para convocar a elecciones que los previstos ocho meses, para dar a los liberales una mejor oportunidad para organizarse.
La creciente influencia de los islamitas se refleja en su mayor disposición a desempeñar una función política. Hasta hace poco, los islamitas mantenían un bajo perfil, e incluso muchos funcionarios libios laicos se han mostrado reticentes a criticarlos, diciendo que deberían concentrarse en el enemigo común mientras Gadafi sigue prófugo.
Eso parece estar cambiando. Después de que el primer ministro en funciones del gobierno interino, Jibril, apareció hace poco en Trípoli y criticó indirectamente el politiqueo de los islamitas como prematuro -considerando que la guerra todavía se está librando-, Belhaj y Sallabi empezaron a exigir su reemplazo.
"Jibril se irá pronto", dijo un ayudante de Belhaj.
Y Sallabi dijo que Jibril, junto con el ministro que se educó en Estados Unidos y el ministro del petróleo, Ali Tarhouni, estaban introduciendo una "nueva época de tiranía y dictadura", informó Al Yazira.
Durante los 42 años que duró el gobierno del coronel Gadafi, organizaciones clandestinas como el Grupo de Combate Islámico Libio, de Belhaj, y la Hermandad Musulmana, eran la única oposición. Aunque prohibidas y perseguidas, tenían una red en las mezquitas que los opositores laicos del gobierno no podían emular.
Eso también les ha dado ahora una ventaja en cuanto a organizarse políticamente, y no parecen que estén perdiendo el tiempo.
"Habrá intentos de controlar todo, y eso es natural", dijo un alto funcionario del Consejo Nacional de Transición, que habló a condición de conservar su identidad para no irritar a los islamitas. "Definitivamente, Etilaf está tratando de acrecentar su influencia. Y estamos oyendo mucho más de los fundamentalistas en los medios porque están mucho mejor organizados y son mucho más articulados."
Nayed concedió que eso podía ser verdad, pero no le preocupaba. "Mi respuesta a cualquiera que se queje por eso es: Tienes que ser tan articulado como ellos y tan organizados como ellos", dijo. "Y creo que estamos empezando a ver eso en varias organizaciones juveniles."
Fathi Ben Issa, ex miembro de Etilaf que se convirtió en un temprano representante en el consejo de Trípoli, dijo que renunció a su cargo después de enterarse de que los miembros de la Hermandad Musulmana que dominan ese organismo querían prohibir el teatro, el cine y artes como la escultura de la anatomía humana. "Eran como el Talibán", dijo. "No nos deshicimos de Gadafi para reemplazarlo por ese tipo de gente." La gota que colmó el vaso, dijo, fue cuando Etilaf empezó a difundir una proposición de decreto (fatwa) para prohibir que las mujeres puedan conducir.
La mayoría de los libios se erizan rápidamente ante la sugerencia de que sus propios islamitas podrían un día seguir el ejemplo de Irán, donde después de la caída del sha Mohamed Reza Pahlavi, el ayatola Ruhollah Khomeini aplastó a un breve gobierno liberal denunciando la democracia como no islámica.
Sallabi dijo que esperaba que los libios pudieran encontrar un líder parecido a George Washington, sobre el que había estado leyendo últimamente. "Después de pelear, volvió a su granja pese a que el pueblo estadounidense lo quería como presidente", dijo Sallabi. "Era un gran hombre."
Refiriéndose a Sallabi, Ben Issa, que dijo que ha recibido amenazas de muerte desde que rompiera con los islamitas, replicó: "Simplemente está ocultando sus intenciones. Dice una cosa a la BBC y otra a Al Yazira. Si le crees, es que no conoces a los Hermanos Musulmanes."
16 de septiembre de 2011
15 de septiembre de 2011
©new york times
cc traducción c. lísperguer

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