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paramilitares cometen masacre en libia


Encuentran cientos de prisioneros de guerra y civiles ejecutados sumariamente por fuerzas del nuevo gobierno libio.
[Kareen Fahim y Adam Nossiter] Sirte, Libia. El lunes, en el reseco jardín del Hotel Mahari, los voluntarios se afanaban borrando los signos de una masacre reciente. Recogieron decenas de cadáveres, aparentemente de personas ejecutadas en los terrenos del hotel hace algunos días, pero dejaron de lado otras evidencias -como las ataduras de plástico que fueron usadas para amarrar las manos de las víctimas y casquillos de balas, dispersos en la hierba seca en medio de charcos de sangre.
Los voluntarios dijeron que entre las víctimas había al menos dos ex funcionarios del gobierno de Gadafi, soldados libios y probablemente civiles. Creen que los asesinos fueron ex paramilitares rebeldes de unidades anti-gadafistas que utilizaron el hotel como base en las últimas semanas. Parece ser una de las peores masacres en los ocho meses de conflicto, pero días después de haber ocurrido ningún representante del nuevo gobierno libio se había acercado a investigar.
Los líderes interinos, que declararon que habían liberado al país el lunes, pueden simplemente tener demasiado que hacer como nuevas autoridades del estado. Pero durante todo el conflicto también se han demostrado reacios o incapaces de investigar las acusaciones de atrocidades cometidas por sus fuerzas paramilitares, pese a repetidas promesas de que no tolerarían los abusos.
La falta de control quedó fuertemente en evidencia la semana pasada cuando ex combatientes rebeldes arrestaron al coronel Muamar al-Gadafi. En videos de su captura el jueves en la mañana, combatientes victoriosos fueron vistos maltratando al coronel Gadafi, que parecía estar sangrando y afligido, pero consciente. Esto fue momentos después de ser sacado de un enorme tubo de drenaje donde se había ocultado después de un ataque aéreo de la OTAN que destruyó parte de su convoy. Videos posteriores muestran su cuerpo magullado, con al menos una herida de bala en la cabeza.
El lunes, Mustafa Abdel-Jalil, presidente del Consejo Nacional de Transición, como se conoce al gobierno interino, anunció la formación de una comisión de investigación sobre la muerte del coronel Gadafi.
En su anuncio, Abdel-Jalil reconoció la presión de potencias extranjeras y organizaciones de derechos humanos -incluyendo países y grupos que apoyaron la rebelión- había precipitado la decisión de investigar cómo terminó el coronel Gadafi con una bala en la cabeza. Abdel-Jalil se refirió a las "demandas de la comunidad internacional" para realizar esa investigación.
Pero en sus comentarios no quedó claro cuánta autoridad tendrá la comisión para realizar la investigación y si los autores pueden ser juzgados. También sugirió que los combatientes anti-Gadafi pueden no haber sido quienes le asesinaron, insinuando que las balas fatales pueden haber provenido incluso de partidarios del coronel Gadafi. Esa insinuación contrasta agudamente con lo que se ve en el video que circuló después del asesinato de Gadafi.
Como en varios casos previos, durante la rebelión, cuando los paramilitares anti-gadafistas fueron acusados de cometer abusos y ejecuciones extrajudiciales, los líderes libios de la rebelión se enfrentan al delicado dilema de conciliar su propia legitimidad con el cortejo de los poderosos líderes de las milicias. Los líderes interinos también han fracasado a la hora de establecer una cadena de mando entre las fuerzas paramilitares, pese a repetidos intentos de formar un ejército nacional.
Algunos de los paramilitares anti-gadafistas han sido acusados de detenciones arbitrarias y torturas, y otros han sido implicados en asesinatos. Cuando en agosto, el general Abdul Fattah Younes, el más alto mando de las fuerzas paramilitares, fue asesinado en Bengasi junto con dos de sus edecanes, Abdel-Jalil también dijo que el caso sería investigado, afirmando que nadie, ni siquiera los oficiales del alto mando, quedarían impunes.
En esos momentos, Abdel-Jalil sugirió que los partidarios del coronel Gadafi pueden haber sido los responsables, pese a que sus colegas concedieron que los combatientes rebeldes eran los principales sospechosos de los asesinatos. Pero nadie ha sido imputado por el asesinato.
El lunes, al ofrecer una nueva teoría sobre cómo puede haber muerto el coronel Gadafi a manos de sus propios seguidores, Abdel-Jalil sugirió que [los seguidores] pueden haber temido que Gadafi los implicara en atrocidades si sobrevivía y era llevado a juicio.
"Veamos quiénes tenían interés en que Gadafi no fuera llevado a juicio", dijo. "Los libios quieren juzgarlo por lo que hizo, por las ejecuciones, las cárceles y la corrupción. Los libios libres querían meter a Gadafi en la cárcel y humillarlo lo más posible. Aquellos que querían matarlo son sus propios seguidores o los que fueron sus subordinados. Su muerte les convenía a ellos".
Esta teoría parece ser un intento de desviar las fuertes críticas internacionales sobre la manera en que el gobierno trató a Gadafi en sus últimos momentos. El cuerpo, que -desde el jueves- fue exhibido públicamente en Misurata, una ciudad al occidente del país, será sepultado el martes en un lugar secreto en el desierto, de acuerdo a un funcionario del Consejo Nacional de Transición -informó Reuters. Diciendo que "el cuerpo no dura más", el funcionario dijo que clérigos musulmanes se encargarían de la sepultura.
Con la muerte del coronel ha terminado de momento el conflicto, pero los abusos cometidos por las fuerzas paramilitares continúan: en Sirte los milicianos fueron vistos el lunes saqueando la ciudad y robando generadores, coches y una bicicleta fija.
El Hotel Mahari, con vista al mar, estaba lleno de sospechosos indicios sobre los asesinos, pero nada definitivo. Los nombres de las brigadas anti-gubernamentales estaban garrapateados en una pizarra blanca en el vestíbulo, incluyendo unas brigadas llamadas Tigre, León, Pantera y Arena. Varias de las brigadas mencionadas son de Misurata.
En un camposanto cerca del hotel, un médico local escudriñaba a las víctimas de la masacre, fotografiaba los cuerpos y extraía un diente de cada una de ellas, recogiendo evidencias para las familias de los hombres y para un juicio criminal, si acaso llegaba a realizarse uno. Ordenó a un asistente a asperjar con agua y rociar con insecticida los cuerpos en descomposición que aún no habían sido sepultados.
Varias de las víctimas vestían uniforme militar. Las manos de uno de ellos, que parecía ser un veinteañero, estaban amarradas a la espalda. Varias víctimas llevaban vendas, llevando a los voluntarios a especular que se trataba de pacientes del principal hospital de la ciudad que fueron detenidos cuando los ex rebeldes lo ocuparon.
Otro doctor sacudió la cabeza: "Qué clase de democracia justifica toda esta sangre?", dijo.
El doctor, que pidió permanecer en el anonimato por temor a represalias a manos de los paramilitares, dijo que si los asesinatos no eran investigados, la impunidad engendraría peligrosos resentimientos. "En Libia no habrá paz durante años", dijo.
[Kareem Fahim informó desde Sirte; Adam Nossiter, desde Bengasi, Libia. Rick Gladstone contribuyó desde Nueva York.]
28 de octubre de 2011
25 de octubre de 2011
©new york times
cc traducción c. lísperguer

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