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el bufete de espías que preparó la guerra


[James Risen] Washington, Estados Unidos. Poco después de los atentados del 11 de septiembre, un equipo de inteligencia formado por dos investigadores abrieron en el Pentágono un despacho en un cuarto sin ventanas, al que se entraba con una clave, buscando pruebas de vínculos entre grupos terroristas y países anfitriones.
Los hombres seleccionaron informes confidenciales, mucho de ellos de la CIA y no corroborados. "Descubrimos toneladas de datos en bruto", dijo Michael Maloof, uno de los investigadores. "Nos asombramos al no encontrar ninguna mención de ello en los informes finales de la CIA".
Apuntaron y comentaron los datos en un ancho pliego de papel, que colgaba como un mural en su pequeño despacho. A fin de año, cuando se estaban retirando los escombros del World Trade Center y las tropas americanas combatían en Afganistán, los investigadores habían construido un sorprendente y nuevo panorama del terrorismo global.
Se estaban desmoronando las viejas divisiones étnicas, religiosas y políticas entre grupos terroristas, advirtieron los investigadores, planteando una ominosa nueva amenaza. Vieron alianzas entre un amplio espectro de terroristas islámicos y especularon sobre la convergencia entre grupos extremistas sunníes y chiíes y gobiernos árabes seculares. Sus conclusiones, entregadas a funcionarios de alto rango de la administración de Bush, conectaban a Iraq con Al Qaeda, Sadam Husein y Osama Bin Laden.
De este modo, el equipo también ayudó a desencadenar una controversia sobre la manera en que se procesan y presentan informes de inteligencia, que continúa aún hoy.
La Comisión de Inteligencia del Senado está investigando si la unidad -llamada por su creador, el subsecretario de defensa, Douglas J. Feith, el Grupo de Evaluación de Contraterrorismo,- exageró la amenaza que significaba Iraq para justificar la guerra.
La CIA y otras agencias de inteligencia hallaron pocas pruebas que apoyaran la visión del Pentágono sobre una amenaza terrorista cada vez más unida o de vínculos entre Husein y Bin Laden, y todavía desdeñaban en gran parte esas ideas. Los combatientes islámicos extranjeros han buscado refugio en Iraq desde la invasión americana y algunos sunníes y chiíes se han unido contra los ocupantes, pero las agencias dicen que es el resultado de la rabia y de las condiciones caóticas, no una prueba de alianzas de antes de la guerra.
Y con las crecientes críticas de las últimas semanas, a medida que el conflicto se ha hecho más sangriento, el presidente Bush se vio obligado a explicar una vez más cómo la guerra contra el terrorismo llevó a Bagdad.
Algunos críticos dicen que uno de los primeros pasos fue dado por el pequeño bufete de inteligencia de Feith. Si sus descubrimientos influyeron en los personeros responsables o si solo proveyeron temas de conversación que respaldaban puntos de vista sostenidos durante largo tiempo, la unidad jugó un rol en los crecientes esfuerzos de la administración en definir la amenaza de Iraq, y venderla al público.
Incapaces de alcanzar un consenso sobre los lazos terroristas de Iraq a causa del escepticismo de la CIA y de la Agencia de Inteligencia de la Defensa [Defense Intelligence Agency], el gobierno de Bush volvió su atención hacia las armas de destrucción masiva de Iraq como la justificación más importante de la guerra. Feith dijo que su equipo no estaba encargado del análisis de esas armas.
Pero, en una entrevista declaró que el terrorismo y las armas de Iraq sí se habían unido en la mente de personeros importantes del gobierno de Bush. Después del 11 de septiembre y de los ataques de carbunclo que le siguieron, declaró, la administración "se concentró en el peligro de que Iraq pudiera entregar los frutos de sus programas de armas de destrucción masiva a terroristas".
Tanto el presidente como el vicepresidente, Dick Cheney, y el ministro de Defensa, Donald H. Humsfeld, aludieron a conexiones entre Iraq y Al Qaeda en declaraciones públicas. Bush también advirtió frecuentemente sobre el riesgo de que Husein compartiera sus armas con los terroristas.
"Lo peor que podía ocurrir era permitir que un país como Iraq, controlado por Sadam Husein, desarrollara armas de destrucción masiva y luego asociarse con una organización terrorista para chantajear al mundo", dijo Bush en una entrevista en abril de 2002.
El fracaso en encontrar estas armas en Iraq ha provocado una serie de investigaciones sobre la inteligencia de antes de la guerra. La comisión del Senado prepara una revisión completa, incluyendo un análisis del grupo Feith, en los próximos meses. La unidad ha sido confundida a menudo con otra operación Feith, llamada el Despacho de Planes Especiales, que según funcionarios del Pentágono participó en la planificación de la preguerra pero no en análisis de inteligencia.
Algunos expertos en inteligencia aseveran que la unidad tenía un programa secreto para justificar una guerra con Iraq, para la que se contrató a gente escogida cuidadosamente por personeros conservadores del Pentágono para que llegaran a conclusiones predeterminadas sobre Iraq y Al Qaeda.
"No tengo problemas con que ellos vengan con otra gente y echen otra vez un vistazo a los datos y discutan las evaluaciones", dijo Patrick Lang, un antiguo analista para el Oriente Medio, de la DIA. "Pero el problema es que trajeron gente que no era profesionales, gente que fue incorporada porque pensaban como ellos. Ellos sabían qué respuestas les iban a dar".
Feith defiende a su analista. "Me sentiría feliz si viniera todo el mundo y examinara la calidad del trabajo y si está apoyado por los datos, si es lógico o si está bien construido", dijo.
Agregó: "En esta ciudad hay problemas reales de política por los que vale luchar y debatir. Algunos de ellos tienen que ver con la guerra y la paz".
Feith creó su equipo pocas semanas después de los ataques del 11 de septiembre para estudiar los lazos entre grupos terroristas y países potencialmente auspiciantes en todo el mundo. Maloof y su colega David Wurmser, comenzaron a trabajar en octubre de 2001 en una oficina de quince pies por quince en el tercer piso del Pentágono. La pareja se pasaba los días leyendo informes y borradores, muchos de ellos de la CIA, en el ordenador secreto del Pentágono.
"Comenzamos a reconstruir un mosaico", dijo Maloof.
Feith declaró que su grupo no fue creado para competir con la CIA. "Esto es lo que hace la gente que se ocupa de formular medidas todo el rato, leer los informes de inteligencia existentes", dijo. "No estábamos pasando por alto a los otros, no teníamos secretos, no estábamos excluyendo a la comunidad de inteligencia".

Resistencia Desde Dentro
Pero la iniciativa despertó de inmediato las sospechas de la CIA y de la DIA. Feith y sus dos analistas estaban estrechamente vinculados a Richard N. Perle, entonces presidente de un grupo asesor del Pentágono e importante neoconservador, que ha exigido durante largo tiempo el derrocamiento de Husein, y que fue un locuaz crítico de la CIA.
"Creo que las personas que trabaja sobre el Golfo Pérsico en la sede de la CIA son patéticas", dijo Perle en una entrevista. "Cometieron demasiados errores. Tienen una historia de 30 años de errores". Agregó que la agencia "se casó con una teoría" que no dejaba espacio para la posibilidad de que Iraq estuviera trabajando con Al Qaeda, y que "era una guerra toda vez que alguien indicaba pruebas contrarias".
Cuando Perle era un funcionario importante de la Defensa en la administración de Reagan, Maloof, un antiguo periodista, trabajaba como su investigador, reuniendo pruebas de que la Unión Soviética estaba robando tecnología occidental. Wurmser, un experto en el Medio Oriente que ha escrito un libro en el que atacaba al gobierno de Clinton y a la CIA por su manejo de Iraq en los años noventa, ha trabajado en el American Enterprise Institute, un laboratorio de ideas conservador donde Perle era un académico residente. Feith fue secretario de Perle en el Pentágono. En 1996, ya fuera del gobierno, Wurmser, Feith y Perle escribieron un artículo llamando al derrocamiento de Husein para aumentar la seguridad de Israel.
A pesar de su acceso a los jefes del Pentágono, Maloof y Wurmser debieron enfrentarse a la resistencia de la CIA y de la DIA.
Al principio, por ejemplo, se les negó el acceso a los documentos más estrictamente confidenciales en el ordenador del Pentágono. Por eso, Maloof volvía regularmente a su oficina anterior en el Departamento de Defensa, donde todavía podía acceder a esos materiales. "Nosotros recogíamos lo que podíamos hasta el nivel secreto, pero siempre se nos bloqueó cuando tratamos de obtener materiales más sensibles", dijo Maloof. "Yo volvía a mi despacho, hacía una copia y lo traía al despacho".
A veces, dijeron, eran recibidos con abierta hostilidad. Un día, en el Pentágono, un funcionario superior de la DIA les dijo, "Nadie les necesita aquí y no son bienvenidos", recordó Maloof. Reportaban cada semana ante Stephen A. Cambone, entonces el principal secretario de Feith. Hacia noviembre de 2001, cuando la administración de Bush comenzó la planificación de la guerra de Iraq, la unidad había preparado una presentación de diapositivas que les habían dicho que sería usada por Rumsfeld en una reunión de la NATO.
Las conclusiones del equipo eran alarmantes: las viejas barreras que dividían a los principales grupos terroristas islámicos, incluyendo a Al Qaeda, Hamas y Hezbola, se estaban desmoronando y estos grupos estaban forjando lazos entre ellos y con gobiernos árabes seculares en una naciente guerra terrorista contra el Occidente.
Sus análisis cubrían una plenitud de temas controvertidos. Los dos identificaron a miembros de la familia real saudí que, dijeron, habían ayudado a Al Qaeda durante los últimos años. Advirtieron de que Al Qaeda tenía operativos en los campos de refugiados palestinos en el Líbano, donde había establecido relaciones con Hezbola, apoyado por Irán. Sospechaban que Abu Nidal, un viejo líder terrorista palestino que vivía en Bagdad, era un lazo indirecto entre Iraq y Al Qaeda, incluso aunque muchos otros analistas creían que estaba esencialmente retirado y que su alguna vez temible organización, había sido destruida. Nidal murió en extrañas circunstancias en Bagdad en 2002.
Las conclusiones del Pentágono se contradecían con años de análisis de la CIA. La agencia no creía que gobiernos tan diversos como los de Iraq, Siria, Arabia Saudita, Líbano e Irán podían estar vinculadas en algo así como una red terrorista cohesiva. La CIA y la DIA creían que el equipo de Feith había exagerado enormemente la importancia de los contactos observados entre grupos extremistas y países árabes. La CIA no tenía, por ejemplo, pruebas de que Al Qaeda -dominado por los sunníes- y los chiíes -dominados por Hezbola- hubieran trabajado juntos en ataques terroristas.
Había pocas pruebas de que Husein estuviese trabajando en conspiraciones terroristas con Bin Laden, un extremista religioso que tenía al régimen de Bagdad como a un enemigo corrupto y secular. "Las divisiones son importantes", dijo un funcionario de alto rango de la CIA. "Pero si en este sucio mundo trabajas lo suficiente, vas a poder vincular a cualquiera con todo el mundo".
Otra agencia oficial resumió el trabajo del equipo de Feith, diciendo, "Su lema era no dejar nada sin conectar".
Maloof defiende su análisis. "Teníamos que justificar cada conexión que establecíamos", declaró. "Pero la comunidad de inteligencia tenía ideas preconcebidas, y si la información no se ajustaba a esas ideas, entonces simplemente la ignoraban".
A fines de 2001, tanto Maloof como Wurmser informaron a funcionarios superiores del Pentágono, como John R. Bolton, el subsecretario de estado para el control de armas y la seguridad internacional y veterano del American Enterprise Institute. Maloof también se reunió con Perle en su casa en los suburbios de Washington. Como presidente del Comité de Política de Defensa, un grupo asesor, había tenido acceso a materiales confidenciales.
Esa sesión fue interrumpida por una llamada de Ahmad Chalabi, el líder del Congreso Nacional Iraquí, un grupo de exiliados. A petición de Maloof, Perle le preguntó a Chalabi, ahora miembro del gobierno interino de Iraq, que le pidiera a su staff que dieran a Maloof la información recolectada entre desertores y otros. La petición era inusual, porque se suponía que los analistas de Feith revisaban datos del servicio secreto, no que los recabaran ellos mismos. Y en ese momento Chalabi tenía un lucrativo contrato en exclusiva con el Departamento de Estado para entregar información sobre Iraq, que entonces era enviada a otras agencias de inteligencia.
Más tarde, Maloof se reunió con un miembro del staff del Congreso Nacional Iraquí. Como se vio después, Chalabi era una fuente dudosa: parte de la información que entregaba era incorrecta o falsa, creen ahora funcionarios de la inteligencia.

Compartiendo Datos
Un punto culminante del equipo fue una sesión informativa de 45 minutos con Paul D. Wolfowitz, subsecretario de Defensa, en noviembre de 2001. "Wolfowitz dijo, ´¿Cómo es posible que nadie me haya dicho nada?´", dijo Maloof. "Nosotros dijimos que era porque nadie antes había hecho los análisis". Wolfowitz se negó a dar comentarios.
A comienzos de 2002, el equipo había terminado un informe de 150 páginas y una presentación de diapositivas para Feith.
"Había datos sobre contactos entre los diferentes participantes -las organizaciones, los países auspiciadores, los auspiciadores privados", declaró Feith. "Había datos sobre contactos entre ellos que cruzaban las fronteras ideológicas de una manera que solo pocos habían detectado antes".
"Los contactos podían ser estrechos o sueltos", agregó. "No quiero decir que todos los terroristas internacionales estén realmente operando desde una sola organización. No es así. Usamos la palabra ´red´ intencionadamente.
Poco después de terminar el informe, Wurmser se trasladó al Departamento de Estado, y luego se incorporó al staff de Cheney. Rehusó ser entrevistado.
La carrera de Maloof se vio frustrada en diciembre de 2001, cuando su acceso a información confidencial fue revocado. Fue acusado de contactos no autorizados con una extranjera que había conocido cuando viajaba por la República de Georgia, con la que finalmente se casó. Maloof dijo que había seguido todos los pasos para comunicar su relación. Varios profesionales de la inteligencia dijeron que Maloof comenzó a ser investigado por sospechas de que en el pasado había filtrado información clasificada a los medios de comunicación, una acusación que Maloof rechaza. Sam Abady, su abogado, dice que Maloof se transformó en un blanco a causa de lo controvertido de su trabajo de inteligencia y por sus lazos políticos con líderes conservadores del Pentágono.
Una comisión de apelación le devolvió su acceso después de que Feith y Perle escribieran cartas a la DIA. Pero la intervención enfadó a algunos funcionarios de inteligencia, y un segundo panel revertió la decisión en abril de 2003. Ahora Maloof goza de licencia laboral.
Feith, entretanto, estaba ansioso por continuar su informe, que entregó a dos analistas de la DIA. Fue en la primavera y verano de 2002, cuando Christina Shelton, otra analista de la agencia que estaba revisando viejos informes de inteligencia sobre Al Qaeda, se dio cuenta de que había pautas que sugerían conexiones entre el régimen de Bagdad y el grupo. Se enfureció cuando un funcionario de la agencia le dijo que seguir esas pistas "sólo ayudaría a Wolfowitz", recordó un funcionario del Pentágono.
Comenzó a defenderse. Ese verano, dicen funcionarios, la CIA emitió un informe confidencial titulado ´Iraq-Al Qaeda -una opaca relación´. Después de leerlo, Shelton escribió una nota crítica pidiendo a los personeros del Pentágono que se concentraran en los datos subyacentes más que en las evaluaciones de la agencia, según funcionarios familiarizados con el incidente. Con otros analistas del staff de Feith, escribió una nueva evaluación de Iraq y Al Qaeda, sugiriendo lazos más estrechos de los que CIA pensaba que existieran.

Enfrentándose a la CIA
Después de haber informado a Feith sobre su trabajo, fueron enviados a ver a Rumsfeld, que les pidió que hablaran con George J. Tenet, el director de la central de inteligencia. En agosto de 2002, Feith condujo a su equipo a la CIA.
Tenet y otros funcionarios de la agencia no creían en las conclusiones del equipo de Feith, de acuerdo a un funcionario de la agencia que participó en la reunión.
"Nos llamaron la atención sobre algunos hechos específicos que habían escapado a nuestra atención", declaró el funcionario, "pero creo que nada de lo que nos dijeron cambió nuestra posición básica sobre el asunto".
La principal disputa era sobre si los contactos entre Iraq y Al Qaeda significaban o no que Iraq había estado financiando las operaciones terroristas del grupo.
"Creíamos en los contactos, en las ofertas de refugio, pero no en actividades operacionales", dijo el funcionario de inteligencia.
Pocas semanas más tarde, el 16 de septiembre de 2001, el equipo de Feith informó a Stephen J. Hadley, consejero nacional de seguridad, y a I. Lewis Libby, asesor de Cheney. Para entonces, Cheney estaba ya hablando públicamente de los lazos entre Iraq y Al Qaeda. En una aparición en ´Meet the Press´ justo antes del primer aniversario del 11 de septiembre, dijo que incluso sin pruebas de una participación directa de Bagdad en los ataques, el régimen de Husein tenía que haber apoyado a Al Qaeda.
"Han surgido nuevas informaciones", dijo Cheney. "Y hemos gastado tiempo en estudiar las relaciones entre, por un lado, Iraq y, por otro, la organización Al Qaeda. Y ha habido informaciones que sugieren que ha habido un número de contactos a través de los años".
A pesar de las afirmaciones de Cheney y las actividades del despacho de Feith, la administración de Bush decidió finalmente que el vínculo con el terrorismo no era lo suficientemente fuerte como para usarlo como la principal justificación para declarar la guerra a Iraq. En lugar de eso, la administración se concentró en las armas ilegales de Husein, basándose en informes de la CIA y de otras agencias de inteligencia.
Pero Feith dijo que la prueba de los lazos de Bagdad con los terroristas, cuando combinada con el peligro de que Husein proveyera de armas ilegales a grupos como Al Qaeda, ayudaron a fortalecer la posición de la administración.
Después del 11 de septiembre, la administración revisó las pruebas de la participación de Iraq bajo una nueva luz, dijo. "Una pregunta era, ´¿Participó Iraq en los atentados del 11 de septiembre?´ No encontramos pruebas convincentes. ¿Qué sabíamos de los lazos entre Iraq y Al Qaeda en general? Bueno, que había algunos, pero no eran esenciales para la amenaza que representaba Sadam Husein. El peligro era que Sadam entregara armas de destrucción masiva a Al Qaeda o a otro grupo terrorista -entonces sí íbamos a tener un problema serio, porque sus antecedentes sobre el uso de armas de destrucción masiva eran indesmentibles".

28 abril 2004 ©the new york times ©traducción mQh"

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