lecciones en contrainsurgencia
[Thomas E. Ricks] Unidad estadounidense elogiada por tácticas empleadas contra combatientes iraquíes y por su tratamiento de detenidos.
Tall Afar, Iraq. En el último período de servicio del Tercer Regimiento de Caballería Blindada en Iraq en 2003-2004, su funcionamiento fue considerado mediocre, con una serie de casos de maltrato durante operaciones en la provincia de Anbar.
Pero su segundo período de servicio en Iraq ha sido muy diferente, de acuerdo a especialistas en el difícil arte de conducir una campaña contrainsurgente: librando una guerra de guerrillas, pero también tratando de ganarse a la población y a elementos del enemigo. Esas campañas son distintas del tipo de guerra que, durante décadas, la mayoría de los comandantes estadounidenses han sido enseñados a librar.
En los últimos nueve meses el regimiento se ha concentrado en romper el control de los rebeldes de Tall Afar, una ciudad de 290 mil habitantes. Sus operaciones aquí "servirán como un caso de estudio de la contrainsurgencia clásica, del modo en que se supone que debe hacerse", dijo Terry Daly, un oficial de inteligencia retirado especializado en la materia.
Expertos militares estadounidenses que realizan una revisión interna de las tres docenas de importantes brigadas, batallones y unidades similares estadounidenses que operaban en Iraq en 2005 concluyeron en privado que de todas esas unidades, el Tercer Regimiento de Artillería Blindada logró los mejores resultados en contrainsurgencia, de acuerdo a una fuente familiarizada con las conclusiones de la revisión.
La campaña del regimiento empezó en Colorado en junio de 2004, cuando el coronel H.R. McMaster tomó el mando y comenzó a preparar a la unidad para volver a Iraq. Tal como él lo describe, su método fue parecido al de un entrenador de fútbol americano que sabe que tiene un grupo de atletas capaces y dedicados, pero que necesita re-entrenarlos para que jueguen fútbol.
Entender que la clave de la contrainsurgencia es concentrarse en la gente y no en el enemigo, dijo que había cambiado el reglamento del regimiento para asegurarse que en el futuro todos los soldados traten "profesionalmente a los detenidos". Durante el período anterior de la unidad, un detenido fue golpeado hasta la muerte durante un interrogatorio y un comandante de unidad portaba un bate de béisbol al que llamaba su "porra de iraquíes".
"Cada vez que te comportas de manera irrespetuosa con un iraquí, estás trabajando para el enemigo", dijo McMaster que decía a los soldados bajo su mando. Ordenó a sus soldados que dejaran de usar el término ‘hajji’, un término coa para iraquíes, porque entiende que es impreciso e irrespetuoso. (En realidad significa alguien que ha hecho la peregrinación a la Meca).
Uno de cada diez soldados recibió un curso de tres semanas en árabe de conversación, de modo que cada pequeña unidad tenga a alguien capaz de intercambios básicos con los iraquíes. McMaster, que tiene un doctorado en filosofía con mención en historia de la Universidad de Carolina del Norte y es un experto en la Guerra de Vietnam, distribuyó una larga lista de lecturas a sus oficiales que incluía estudios de historia árabe e iraquí y la mayoría de los textos clásicos sobre contrainsurgencia. También relevó discretamente a un comandante de batallón que no entendía que esos cambios eran necesarios.
Cuando el Tercer Regimiento de Caballería Blindada se trasladó hacia el noroeste de Iraq en mayo pasado, hacía frente a un caos. Del mismo modo que Faluya se había convertido en un importante punto de parada para ataques en Bagdad, Tall Afar estaba siendo usada como una base para enviar terroristas suicidas y otros atacantes a Mosul, a 65 kilómetros hacia el este, la ciudad más grande del norte de Iraq.
En lugar de montar una razia en la ciudad para detener a sospechosos y luego volver a las bases de operaciones, McMaster dijo que adoptó un método completamente diferente, gastando meses implementando medidas preparatorias antes de atacar a los insurgentes atrincherados en Tall Afar. Ese enfoque indirecto requirió paciencia táctica, una clave para combatir con efectividad contra la insurgencia y un arte que los militares estadounidenses no cultivan.
McMaster hizo que su unidad reforzara las operaciones de seguridad a lo largo de la frontera siria, en un intento de frenar los apoyos y refuerzos que llegaban a la resistencia en Iraq. También trató de eliminar los refugios en el desierto, empezando en junio una campaña contra Biaj, una remota ciudad del desierto, que se había convertido en una estación de camino y puesto de adiestramiento y equipamiento de los combatientes que llegaban desde Siria. Cuando avanzó, llevó con él tropas iraquíes.
Inmediatamente después de tomar Biaj, las fuerzas iraquíes instalaron una pequeña base de patrulla para las tropas estadounidenses. "Este fue la primera campaña para ‘limpiar y conservar’", recordó McMaster en una entrevista en su oficina de madera contrachapada justo al sudoeste de Tall Afar. Funcionarios del ministerio de Relaciones Exteriores se enteraron de esta campaña e informaron a la ministro de Relaciones Exteriores, Condoleezza Rice. Un mes después ella lo mencionó en una declaración ante el Congreso.
Una de las claves para derrotar a la insurgencia es tratar bien a los prisioneros. El Tercer Regimiento de Artillería Blindada encuestó a todos los detenidos sobre cómo eran tratados y entrevistó a algunos sobre sus opiniones políticas.
"El mejor modo de saber algo sobre tu centro de detención es preguntarle al ‘cliente’", dijo el mayor Jay Gallivan, el oficial de operaciones del regimiento. Algunos iraquíes contaron a los estadounidenses por qué estaban enfadados con la presencia militar estadounidense. Ninguno de los soldados de la unidad ha sido acusado de abusos durante el actual período del regimiento en Iraq, dijo McMaster.
En el verano pasado McMaster empezó a recibir mayor cooperación de parte de dirigentes sunníes que habían simpatizado con los rebeldes. Una razón, de acuerdo a analistas de la inteligencia militar estadounidense, era que los insurgentes estaban inquietos con contar con aliados extranjeros que parecían determinados a empezar una guerra civil.
Otra era que McMaster estaba dispuesto a admitir que las fuerzas estadounidenses habían cometido errores en Iraq. "Entendemos por qué lucháis", dijo McMaster a dirigentes sunníes con vínculos con la resistencia.
"Cuando llegaron los americanos, estábamos en un cuarto oscuro, tropezando, quebrando la porcelana", dijo. "Pero ahora los líderes iraquíes están encendiendo las luces". La concesión ayudó a romper algunas barreras a la comunicación, dijo, y logró que algunos iraquíes estuviesen dispuestos a escuchar su creencia de que la época de la resistencia ha terminado.
Con la estructura logística de la resistencia debilitada en áreas adyacentes, McMaster entró a la ciudad. Pero incluso entonces no atacó. Primero, obedeciendo una sugerencia de sus aliados iraquíes, rodeó la ciudad con bermas de tierra de 2.8 metros de alto y 12 kilómetros de largo, instalando puestos de control desde donde se podían observar todos los movimientos. Este fue un reconocimiento al principio de la contrainsurgencia de que hay que ser capaz de controlar y seguir el movimiento de la población.
Construyendo sobre esa idea, la inteligencia militar estadounidense había trazado las líneas de parentesco de las diferentes tribus, permitiendo a la unidad localizar a combatientes que viajaban a destinos probables fuera de la ciudad. Unos 120 combatientes fueron entonces detenidos entre los que intentaban escapar del inminente ataque.
Luego, recuerdan McMaster y sus subordinados, los civiles fueron presionados para que abandonaran la ciudad hacia un campo preparado para ellos al sur de la ciudad. Más insurgentes fueron capturados cuando trataban de escapar confundidos entre ellos.
En septiembre, después de cuatro meses de medidas preparatorias, McMaster lanzó el ataque. Para entonces, había claramente pocos insurgentes en la ciudad. Muchos habían huido o sido capturados. Parecía que habían esperado un rápido raid estadounidense que contrarrestarían con decenas de bombas improvisadas. En lugar de eso, las fuerzas estadounidenses y sus aliados iraquí avanzaron lentamente, limpiando cada manzana de la ciudad y pidiendo ataques de la artillería toda vez que detectaban combatientes extranjeros o explosivos.
McMaster tenía un plan claro para su próxima movida. También sabía cómo quería medir su éxito: ¿Estarían los iraquíes -especialmente los sunníes- dispuestos a unirse a la policía local? ¿Participarían "en su propia seguridad", como lo dijo él?
El primer paso de esta fase fue establecer 29 bases de patrulla en toda la ciudad. Eso, junto con constantes patrullas, dio a los militares estadounidenses y sus aliados iraquíes una visión de cada arteria importante de la compacta ciudad, que mide unos ocho kilómetros cuadrados. Y esa cantidad de observación hacía extremadamente difícil que los rebeldes pudieran colocar bombas.
"Nos da una enorme agilidad", dijo el teniente coronel Chris Hickey, un graduado de 1982 de la Escuela Secundaria Chantilly de Virginia, que comanda el contingente de tropas estadounidenses en la ciudad. Hickey dijo que él puede ordenar un ataque desde dos o tres bases de patrulla en lugar de salir del previsible portón de su base. Hickey también ha pasado durante meses en la ciudad, posada en los terraplenes de la era otomana que la dominan. Dormía rara vez en la base. Desde su posición en el centro de la ciudad, dijo, "oigo todos los balazos de la ciudad". Su conclusión: "Vivir entre la gente funciona, si la tratas con respeto". Cuando hay apagones, observó, él también lo sufre, aunque tiene un generador para comunicaciones militares.
Hickey también trasladó un campo de tiro estadounidense fuera de la ciudad. "Me gusta la tranquilidad", dijo.
En estos últimos tiempos se reclutaron 1.400 agentes de policía, de los cuales casi un 60 por ciento eran sunníes, muchos de ellos de otras partes de Iraq. Además, la ciudad tiene unos dos mil soldados iraquíes, y un ayuntamiento que funciona y un alcalde activista. A unos metros de donde se reúne el ayuntamiento hay un nuevo Centro de Operaciones Conjuntas, instalado para recabar datos de inteligencia. El oficial de ejército que dirige el centro, el teniente Saythala Phonexayphoua, dijo que le había sorprendido la cantidad de "datos operacionales" que habían recibido las tropas.
Phonexayphoua observó: "Nos llaman por teléfono: ‘Hay un rebelde colocando una bomba’".
El verano pasado hubo en el área seis atentados insurgentes al día. Ahora hay sólo uno, de acuerdo a la inteligencia militar estadounidense.
Incluso ahora, dijo McMaster, entiende que su éxito es "frágil". El alcalde de la ciudad, Najim Abdullah Jabouri, lamenta que McMaster y su unidad dejen Iraq este mes. "¡Un cirujano no abandona la operación a mitad de camino!", dijo el alcalde mirando intensamente a McMaster hace poco durante un almuerzo de kabab de cordero y pan. Movió el dedo debajo de la nariz del coronel. "El doctor debería terminar el trabajo que empezó".
McMaster y Hickey trataron de calmarlo. "Hay otro doctor en camino", dijo Hickey. "Es muy bueno".
El alcalde no se calmó. Dijo que ha visto a otras unidades estadounidenses antes y que no se coordinaban tan bien con las fuerzas iraquíes como McMaster.
"Cuando te vayas, también me marcharé yo", amenazó el alcalde. "Lo que estás haciendo es un experimento, y no es correcto experimentar con la gente".
Tampoco está claro que el ejemplo de McMaster vaya a ser seguido en otros lugares por comandantes estadounidense en el país. El problema más grande que enfrentan las tropas estadounidenses en Iraq es Bagdad, una ciudad treinta veces más grande que Tall Afar. Con el número actual de tropas americanas en Iraq, sería imposible reproducir el enfoque en Bagdad, con puestos de control cada tantas manzanas.
"Bagdad es una nuez mucho más difícil de abrir que esta", dijo el mayor Jack McLaughlin, el oficial de planificación de Hickey, que asistió a la Escuela Secundaria Robinson de Fairfax, Virginia. Parado en el castillo que domina la ciudad, dijo: "Es una cuestión de escala: necesitarías un enorme número de tropas para replicar lo que hemos hecho aquí".
Pero su segundo período de servicio en Iraq ha sido muy diferente, de acuerdo a especialistas en el difícil arte de conducir una campaña contrainsurgente: librando una guerra de guerrillas, pero también tratando de ganarse a la población y a elementos del enemigo. Esas campañas son distintas del tipo de guerra que, durante décadas, la mayoría de los comandantes estadounidenses han sido enseñados a librar.
En los últimos nueve meses el regimiento se ha concentrado en romper el control de los rebeldes de Tall Afar, una ciudad de 290 mil habitantes. Sus operaciones aquí "servirán como un caso de estudio de la contrainsurgencia clásica, del modo en que se supone que debe hacerse", dijo Terry Daly, un oficial de inteligencia retirado especializado en la materia.
Expertos militares estadounidenses que realizan una revisión interna de las tres docenas de importantes brigadas, batallones y unidades similares estadounidenses que operaban en Iraq en 2005 concluyeron en privado que de todas esas unidades, el Tercer Regimiento de Artillería Blindada logró los mejores resultados en contrainsurgencia, de acuerdo a una fuente familiarizada con las conclusiones de la revisión.
La campaña del regimiento empezó en Colorado en junio de 2004, cuando el coronel H.R. McMaster tomó el mando y comenzó a preparar a la unidad para volver a Iraq. Tal como él lo describe, su método fue parecido al de un entrenador de fútbol americano que sabe que tiene un grupo de atletas capaces y dedicados, pero que necesita re-entrenarlos para que jueguen fútbol.
Entender que la clave de la contrainsurgencia es concentrarse en la gente y no en el enemigo, dijo que había cambiado el reglamento del regimiento para asegurarse que en el futuro todos los soldados traten "profesionalmente a los detenidos". Durante el período anterior de la unidad, un detenido fue golpeado hasta la muerte durante un interrogatorio y un comandante de unidad portaba un bate de béisbol al que llamaba su "porra de iraquíes".
"Cada vez que te comportas de manera irrespetuosa con un iraquí, estás trabajando para el enemigo", dijo McMaster que decía a los soldados bajo su mando. Ordenó a sus soldados que dejaran de usar el término ‘hajji’, un término coa para iraquíes, porque entiende que es impreciso e irrespetuoso. (En realidad significa alguien que ha hecho la peregrinación a la Meca).
Uno de cada diez soldados recibió un curso de tres semanas en árabe de conversación, de modo que cada pequeña unidad tenga a alguien capaz de intercambios básicos con los iraquíes. McMaster, que tiene un doctorado en filosofía con mención en historia de la Universidad de Carolina del Norte y es un experto en la Guerra de Vietnam, distribuyó una larga lista de lecturas a sus oficiales que incluía estudios de historia árabe e iraquí y la mayoría de los textos clásicos sobre contrainsurgencia. También relevó discretamente a un comandante de batallón que no entendía que esos cambios eran necesarios.
Cuando el Tercer Regimiento de Caballería Blindada se trasladó hacia el noroeste de Iraq en mayo pasado, hacía frente a un caos. Del mismo modo que Faluya se había convertido en un importante punto de parada para ataques en Bagdad, Tall Afar estaba siendo usada como una base para enviar terroristas suicidas y otros atacantes a Mosul, a 65 kilómetros hacia el este, la ciudad más grande del norte de Iraq.
En lugar de montar una razia en la ciudad para detener a sospechosos y luego volver a las bases de operaciones, McMaster dijo que adoptó un método completamente diferente, gastando meses implementando medidas preparatorias antes de atacar a los insurgentes atrincherados en Tall Afar. Ese enfoque indirecto requirió paciencia táctica, una clave para combatir con efectividad contra la insurgencia y un arte que los militares estadounidenses no cultivan.
McMaster hizo que su unidad reforzara las operaciones de seguridad a lo largo de la frontera siria, en un intento de frenar los apoyos y refuerzos que llegaban a la resistencia en Iraq. También trató de eliminar los refugios en el desierto, empezando en junio una campaña contra Biaj, una remota ciudad del desierto, que se había convertido en una estación de camino y puesto de adiestramiento y equipamiento de los combatientes que llegaban desde Siria. Cuando avanzó, llevó con él tropas iraquíes.
Inmediatamente después de tomar Biaj, las fuerzas iraquíes instalaron una pequeña base de patrulla para las tropas estadounidenses. "Este fue la primera campaña para ‘limpiar y conservar’", recordó McMaster en una entrevista en su oficina de madera contrachapada justo al sudoeste de Tall Afar. Funcionarios del ministerio de Relaciones Exteriores se enteraron de esta campaña e informaron a la ministro de Relaciones Exteriores, Condoleezza Rice. Un mes después ella lo mencionó en una declaración ante el Congreso.
Una de las claves para derrotar a la insurgencia es tratar bien a los prisioneros. El Tercer Regimiento de Artillería Blindada encuestó a todos los detenidos sobre cómo eran tratados y entrevistó a algunos sobre sus opiniones políticas.
"El mejor modo de saber algo sobre tu centro de detención es preguntarle al ‘cliente’", dijo el mayor Jay Gallivan, el oficial de operaciones del regimiento. Algunos iraquíes contaron a los estadounidenses por qué estaban enfadados con la presencia militar estadounidense. Ninguno de los soldados de la unidad ha sido acusado de abusos durante el actual período del regimiento en Iraq, dijo McMaster.
En el verano pasado McMaster empezó a recibir mayor cooperación de parte de dirigentes sunníes que habían simpatizado con los rebeldes. Una razón, de acuerdo a analistas de la inteligencia militar estadounidense, era que los insurgentes estaban inquietos con contar con aliados extranjeros que parecían determinados a empezar una guerra civil.
Otra era que McMaster estaba dispuesto a admitir que las fuerzas estadounidenses habían cometido errores en Iraq. "Entendemos por qué lucháis", dijo McMaster a dirigentes sunníes con vínculos con la resistencia.
"Cuando llegaron los americanos, estábamos en un cuarto oscuro, tropezando, quebrando la porcelana", dijo. "Pero ahora los líderes iraquíes están encendiendo las luces". La concesión ayudó a romper algunas barreras a la comunicación, dijo, y logró que algunos iraquíes estuviesen dispuestos a escuchar su creencia de que la época de la resistencia ha terminado.
Con la estructura logística de la resistencia debilitada en áreas adyacentes, McMaster entró a la ciudad. Pero incluso entonces no atacó. Primero, obedeciendo una sugerencia de sus aliados iraquíes, rodeó la ciudad con bermas de tierra de 2.8 metros de alto y 12 kilómetros de largo, instalando puestos de control desde donde se podían observar todos los movimientos. Este fue un reconocimiento al principio de la contrainsurgencia de que hay que ser capaz de controlar y seguir el movimiento de la población.
Construyendo sobre esa idea, la inteligencia militar estadounidense había trazado las líneas de parentesco de las diferentes tribus, permitiendo a la unidad localizar a combatientes que viajaban a destinos probables fuera de la ciudad. Unos 120 combatientes fueron entonces detenidos entre los que intentaban escapar del inminente ataque.
Luego, recuerdan McMaster y sus subordinados, los civiles fueron presionados para que abandonaran la ciudad hacia un campo preparado para ellos al sur de la ciudad. Más insurgentes fueron capturados cuando trataban de escapar confundidos entre ellos.
En septiembre, después de cuatro meses de medidas preparatorias, McMaster lanzó el ataque. Para entonces, había claramente pocos insurgentes en la ciudad. Muchos habían huido o sido capturados. Parecía que habían esperado un rápido raid estadounidense que contrarrestarían con decenas de bombas improvisadas. En lugar de eso, las fuerzas estadounidenses y sus aliados iraquí avanzaron lentamente, limpiando cada manzana de la ciudad y pidiendo ataques de la artillería toda vez que detectaban combatientes extranjeros o explosivos.
McMaster tenía un plan claro para su próxima movida. También sabía cómo quería medir su éxito: ¿Estarían los iraquíes -especialmente los sunníes- dispuestos a unirse a la policía local? ¿Participarían "en su propia seguridad", como lo dijo él?
El primer paso de esta fase fue establecer 29 bases de patrulla en toda la ciudad. Eso, junto con constantes patrullas, dio a los militares estadounidenses y sus aliados iraquíes una visión de cada arteria importante de la compacta ciudad, que mide unos ocho kilómetros cuadrados. Y esa cantidad de observación hacía extremadamente difícil que los rebeldes pudieran colocar bombas.
"Nos da una enorme agilidad", dijo el teniente coronel Chris Hickey, un graduado de 1982 de la Escuela Secundaria Chantilly de Virginia, que comanda el contingente de tropas estadounidenses en la ciudad. Hickey dijo que él puede ordenar un ataque desde dos o tres bases de patrulla en lugar de salir del previsible portón de su base. Hickey también ha pasado durante meses en la ciudad, posada en los terraplenes de la era otomana que la dominan. Dormía rara vez en la base. Desde su posición en el centro de la ciudad, dijo, "oigo todos los balazos de la ciudad". Su conclusión: "Vivir entre la gente funciona, si la tratas con respeto". Cuando hay apagones, observó, él también lo sufre, aunque tiene un generador para comunicaciones militares.
Hickey también trasladó un campo de tiro estadounidense fuera de la ciudad. "Me gusta la tranquilidad", dijo.
En estos últimos tiempos se reclutaron 1.400 agentes de policía, de los cuales casi un 60 por ciento eran sunníes, muchos de ellos de otras partes de Iraq. Además, la ciudad tiene unos dos mil soldados iraquíes, y un ayuntamiento que funciona y un alcalde activista. A unos metros de donde se reúne el ayuntamiento hay un nuevo Centro de Operaciones Conjuntas, instalado para recabar datos de inteligencia. El oficial de ejército que dirige el centro, el teniente Saythala Phonexayphoua, dijo que le había sorprendido la cantidad de "datos operacionales" que habían recibido las tropas.
Phonexayphoua observó: "Nos llaman por teléfono: ‘Hay un rebelde colocando una bomba’".
El verano pasado hubo en el área seis atentados insurgentes al día. Ahora hay sólo uno, de acuerdo a la inteligencia militar estadounidense.
Incluso ahora, dijo McMaster, entiende que su éxito es "frágil". El alcalde de la ciudad, Najim Abdullah Jabouri, lamenta que McMaster y su unidad dejen Iraq este mes. "¡Un cirujano no abandona la operación a mitad de camino!", dijo el alcalde mirando intensamente a McMaster hace poco durante un almuerzo de kabab de cordero y pan. Movió el dedo debajo de la nariz del coronel. "El doctor debería terminar el trabajo que empezó".
McMaster y Hickey trataron de calmarlo. "Hay otro doctor en camino", dijo Hickey. "Es muy bueno".
El alcalde no se calmó. Dijo que ha visto a otras unidades estadounidenses antes y que no se coordinaban tan bien con las fuerzas iraquíes como McMaster.
"Cuando te vayas, también me marcharé yo", amenazó el alcalde. "Lo que estás haciendo es un experimento, y no es correcto experimentar con la gente".
Tampoco está claro que el ejemplo de McMaster vaya a ser seguido en otros lugares por comandantes estadounidense en el país. El problema más grande que enfrentan las tropas estadounidenses en Iraq es Bagdad, una ciudad treinta veces más grande que Tall Afar. Con el número actual de tropas americanas en Iraq, sería imposible reproducir el enfoque en Bagdad, con puestos de control cada tantas manzanas.
"Bagdad es una nuez mucho más difícil de abrir que esta", dijo el mayor Jack McLaughlin, el oficial de planificación de Hickey, que asistió a la Escuela Secundaria Robinson de Fairfax, Virginia. Parado en el castillo que domina la ciudad, dijo: "Es una cuestión de escala: necesitarías un enorme número de tropas para replicar lo que hemos hecho aquí".
16 de febrero de 2006
©washington post
©traducción mQh
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