para qué sirve integrarse
Holanda. La palabra integración se está transformando rápidamente en una palabra sucia en el nuevo milenio. Es un elemento central de la política de inmigración holandesa, que está tratando de obligar a los inmigrantes a integrarse en masa. La integración es el remedio holandés para la criminalidad étnica' y la desconfianza que le tienen a "gente que no piensa como nosotros". Es la pomada del gobierno para facilitar la entrada de los inmigrantes en la sociedad y achicar la brecha entre estos y las comunidades nativas. Estos son ideales loables, pero equivocados. Aprender holandés y conocer la cultura local es algo muy valioso, pero los políticos holandeses están tergiversando el tema de tal manera que parecen estar sugiriendo que la cultura y lengua de los inmigrantes de alguna manera son algo malo y de poca importancia. Así, para integrarse en Holanda habría que transformarse en holandés. Y esto lo dice todo sobre la famosa tolerancia' holandesa y el presunto respeto que se le tiene al enriquecimiento a través de la influencia de las diversas culturas que conviven en Holanda. La nación holandesa está perdiendo a una velocidad acelerada estas admirables características.
Conocida alguna vez como bastión de la tolerancia, Holanda está dando un giro, oponiéndose a la inmigración; y su equivocado acercamiento al tema de la integración marcha viento en popa a toda vela. El gobierno recibió a primeros de marzo un sólido apoyo de la Comisión Asesora para Asuntos de Extranjería (ACVZ), que comunicó a la ministro de inmigración, Rita Verdonk, que los cursos de integración no violan la Convención Europea sobre Derechos Humanos. También le dijo que Holanda tiene derecho a exigir a los inmigrantes que aprueben un examen de integración antes de poder recibir un permiso de residencia. [La comisión, por otro lado, también llamó la atención a Verdonk sobre el problema que supondría la medida para personas con dificultades para el estudio, por ser analfabetos, por ejemplo, pidiéndole a la ministro que tuvieran en cuenta esta problemática.NdR] Como quiera que sea, fueron buenas noticias para un gabinete que el mes pasado decidió que todos los nacionales de fuera de la Unión Europea que quieran entrar en Holanda para convivir con su pareja holandesa deben seguir un curso de integración en el país de origen antes de poder entrar al país [medida que también, por cierto, desestimuló la comisión asesora, al considerarla inviable por lo carísima (ante lo cual el gobierno explica que el individuo mismo deberá satisfacer los gastos)NdR]. Curiosamente, la gente de USA, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Japón, sin embargo, está exenta de hacer el curso de integración en su país de origen, pues sus gobiernos han firmado tratados con las autoridades holandesas. Es improbable que países como Sudán o Marruecos puedan firmar tratados de exclusión de ese tipo, lo cual es un indicador del creciente racismo holandés contra los menos favorecidos. Muy afectuosamente', no obstante, el gobierno holandés está dispuesto a ofrecer material de estudio a las parejas extranjeras para que aprendan su lengua y cultura, si bien los estudios se los tienen que pagar ellos mismos (método seguro para excluir a los pobres).
El mes pasado el gobierno decidió que quiere obligar a la parte holandesa de una pareja mixta a ganar un mínimo de un 120% del suelto mínimo, excluyendo así a los pobres del matrimonio con extranjeros. Si la propuesta se convierte en ley, ambos cónyuges, tanto el extranjero como el holandés, deberán tener 21 años. La prensa, insidiosa, habla de criminalidad étnica', de los problemas socioeconómicos de los inmigrantes o de inmigrantes que son residentes desde hace años, hablan un inadecuado holandés, y no han logrado integrarse en la sociedad holandesa. Uno lee sobre estudios que se están haciendo, como uno que inspecciona el sector educacional, según el cual el año pasado las escuelas islámicas que estimularon la integración son como una aguja en un pajar. Este estudio fue inmediatamente rechazado por el VVD, que ha exigido mayores limitaciones en las escuelas islámicas. La llamada de este partido fue tildado de caza de brujas', y no logró hacerse con el apoyo de la Cámara de Diputados.
Independientemente de cómo acabó el avance del VVD, lo que queda de manifiesto es cómo los prejuicios pueden ocultar la verdad. Claramente, en la política holandesa de extranjería el sentido común brilla por su ausencia. Fíjense por ejemplo en los planes del ministerio de inmigración de hacer los exámenes de inmigración por teléfono, lo cual implica que los aspirantes a inmigrante necesitan un número de identificación, que obtendrán de los servicios diplomáticos holandeses instalados en sus países. El extranjero tendrá que usar el número cuando un examinador lo llame desde Holanda para chequear su nivel en lengua y cultura holandesas. Este número ha sido ideado para asegurar que no se hagan trampas, que no sea otro sino el aspirante a inmigrante el que haga el examen; pero díganme: hablo sinsentidos si digo que este no es exactamente un plan a prueba de engaños?
Encontrar detallada y correcta información sobre los planes de gobierno sobre integración no es tarea fácil. Uno descubre que hay muchas iniciativas a medio elaborar, que se difunden por aquí y por allá, que las cuestiones verdaderamente importantes son dejadas de lado, que no se ofrecen soluciones adecuadas a los inmigrantes, relegados en guetos como el de Ámsterdam Zuidoost o algunas zonas de Rotterdam. No, en su lugar Holanda opta por deportar a 26 mil refugiados, muchos de ellos residentes desde hace mucho, por abusar de la hospitalidad, y le ofrece permiso de residencia a un grupo de 2 mil 300. Con la amnistía' se eliminará una gran cantidad de casos pendientes que tienen agobiados a los de la oficina de inmigración (IND), y evitarán también tener que vérselas con personas de carne y hueso. El endurecimiento de las leyes también ha reducido el flujo de solicitantes de asilo en más de la mitad desde 2000, asegurándose por tanto que el sistema no se les sobrecargue de nuevo por un tiempo. Los holandeses tienen problemas socioeconómicos y su sociedad se halla polarizada, pero poniéndole tiritas al país no van a evitar que este deje de sangrar de la noche a la mañana. Ese deseo empecinado de que los Países Bajos no sea más que holandés, haciendo tragar a la fuerza su concepto de integración a los inmigrantes no es sino xenofobia y priva al individuo de su dignidad. Holanda estaría mejor estudiando las posibilidades de recibir los nuevos flujos de inmigrantes, cuya mayoría lo que quiere es una oportunidad para mejorar sus posibilidades y contribuir de este modo a la sociedad. De cualquier modo, una portavoz del ministerio de justicia dijo que los Países Bajos es el único país que obliga a los inmigrantes a seguir cursos de integración en sus países de origen. Dudoso honor. Ni los estrictísimos controles de frontera británicos ni la antiterrorista USA exigen a los inmigrantes que sigan cursos al llegar al país. Alemania, de la mano de Holanda, sí está dispuesta a imponer por ley este año cursos obligatorios de integración.
¿Se extenderá la intolerancia holandesa a sus vecinos? Los franceses han prohibido el velo islámico, Estados Unidos exige a sus nuevos ciudadanos que muestren su dominio del inglés y un conocimiento general sobre América, y Australia se negó creando gran polémica a permitir desembarcar en 2001 a los ocupantes de un barco que encallara en su costa occidental. Hace unas semanas la Comisión Europea publicó un estudio según el cual el 80% de los nacionales europeos están a favor de controles de inmigración más severos. La investigación realizada por Bureau Gallup también indica que el 79% de los holandeses está por medidas más duras. Los sentimientos antiinmigrante no son exclusivos de Holanda. Y preocupan, dado que la población de este siglo se compondrá cada vez más de una población que se moviliza internacionalmente. Forzar a la gente a que se integre supone privarla de su herencia cultural, autoestima e identidad nacional. Llevarte bien con los vecinos voluntariamente e integrarte y adaptarte a una sociedad extranjera tolerante es gratificante, pero intentar encajar en una comunidad de holandeses con sentimientos cada vez más antiinmigrante no. Y, tal y como otra comisión asesora de gobierno señalaba hace un mes, los holandeses no ofrecen incentivos adicionales para la integración, tales como descuentos en los costes del curso o listas de espera más cortas para conseguir el permiso de residencia. ¿Se supone acaso que los inmigrantes deben adaptarse a los modelos morales holandeses con vistas a la integración, y convertirse de este modo en seres tan intolerantes como están empezando a ser los holandeses No. Ni locos.
Conocida alguna vez como bastión de la tolerancia, Holanda está dando un giro, oponiéndose a la inmigración; y su equivocado acercamiento al tema de la integración marcha viento en popa a toda vela. El gobierno recibió a primeros de marzo un sólido apoyo de la Comisión Asesora para Asuntos de Extranjería (ACVZ), que comunicó a la ministro de inmigración, Rita Verdonk, que los cursos de integración no violan la Convención Europea sobre Derechos Humanos. También le dijo que Holanda tiene derecho a exigir a los inmigrantes que aprueben un examen de integración antes de poder recibir un permiso de residencia. [La comisión, por otro lado, también llamó la atención a Verdonk sobre el problema que supondría la medida para personas con dificultades para el estudio, por ser analfabetos, por ejemplo, pidiéndole a la ministro que tuvieran en cuenta esta problemática.NdR] Como quiera que sea, fueron buenas noticias para un gabinete que el mes pasado decidió que todos los nacionales de fuera de la Unión Europea que quieran entrar en Holanda para convivir con su pareja holandesa deben seguir un curso de integración en el país de origen antes de poder entrar al país [medida que también, por cierto, desestimuló la comisión asesora, al considerarla inviable por lo carísima (ante lo cual el gobierno explica que el individuo mismo deberá satisfacer los gastos)NdR]. Curiosamente, la gente de USA, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Japón, sin embargo, está exenta de hacer el curso de integración en su país de origen, pues sus gobiernos han firmado tratados con las autoridades holandesas. Es improbable que países como Sudán o Marruecos puedan firmar tratados de exclusión de ese tipo, lo cual es un indicador del creciente racismo holandés contra los menos favorecidos. Muy afectuosamente', no obstante, el gobierno holandés está dispuesto a ofrecer material de estudio a las parejas extranjeras para que aprendan su lengua y cultura, si bien los estudios se los tienen que pagar ellos mismos (método seguro para excluir a los pobres).
El mes pasado el gobierno decidió que quiere obligar a la parte holandesa de una pareja mixta a ganar un mínimo de un 120% del suelto mínimo, excluyendo así a los pobres del matrimonio con extranjeros. Si la propuesta se convierte en ley, ambos cónyuges, tanto el extranjero como el holandés, deberán tener 21 años. La prensa, insidiosa, habla de criminalidad étnica', de los problemas socioeconómicos de los inmigrantes o de inmigrantes que son residentes desde hace años, hablan un inadecuado holandés, y no han logrado integrarse en la sociedad holandesa. Uno lee sobre estudios que se están haciendo, como uno que inspecciona el sector educacional, según el cual el año pasado las escuelas islámicas que estimularon la integración son como una aguja en un pajar. Este estudio fue inmediatamente rechazado por el VVD, que ha exigido mayores limitaciones en las escuelas islámicas. La llamada de este partido fue tildado de caza de brujas', y no logró hacerse con el apoyo de la Cámara de Diputados.
Independientemente de cómo acabó el avance del VVD, lo que queda de manifiesto es cómo los prejuicios pueden ocultar la verdad. Claramente, en la política holandesa de extranjería el sentido común brilla por su ausencia. Fíjense por ejemplo en los planes del ministerio de inmigración de hacer los exámenes de inmigración por teléfono, lo cual implica que los aspirantes a inmigrante necesitan un número de identificación, que obtendrán de los servicios diplomáticos holandeses instalados en sus países. El extranjero tendrá que usar el número cuando un examinador lo llame desde Holanda para chequear su nivel en lengua y cultura holandesas. Este número ha sido ideado para asegurar que no se hagan trampas, que no sea otro sino el aspirante a inmigrante el que haga el examen; pero díganme: hablo sinsentidos si digo que este no es exactamente un plan a prueba de engaños?
Encontrar detallada y correcta información sobre los planes de gobierno sobre integración no es tarea fácil. Uno descubre que hay muchas iniciativas a medio elaborar, que se difunden por aquí y por allá, que las cuestiones verdaderamente importantes son dejadas de lado, que no se ofrecen soluciones adecuadas a los inmigrantes, relegados en guetos como el de Ámsterdam Zuidoost o algunas zonas de Rotterdam. No, en su lugar Holanda opta por deportar a 26 mil refugiados, muchos de ellos residentes desde hace mucho, por abusar de la hospitalidad, y le ofrece permiso de residencia a un grupo de 2 mil 300. Con la amnistía' se eliminará una gran cantidad de casos pendientes que tienen agobiados a los de la oficina de inmigración (IND), y evitarán también tener que vérselas con personas de carne y hueso. El endurecimiento de las leyes también ha reducido el flujo de solicitantes de asilo en más de la mitad desde 2000, asegurándose por tanto que el sistema no se les sobrecargue de nuevo por un tiempo. Los holandeses tienen problemas socioeconómicos y su sociedad se halla polarizada, pero poniéndole tiritas al país no van a evitar que este deje de sangrar de la noche a la mañana. Ese deseo empecinado de que los Países Bajos no sea más que holandés, haciendo tragar a la fuerza su concepto de integración a los inmigrantes no es sino xenofobia y priva al individuo de su dignidad. Holanda estaría mejor estudiando las posibilidades de recibir los nuevos flujos de inmigrantes, cuya mayoría lo que quiere es una oportunidad para mejorar sus posibilidades y contribuir de este modo a la sociedad. De cualquier modo, una portavoz del ministerio de justicia dijo que los Países Bajos es el único país que obliga a los inmigrantes a seguir cursos de integración en sus países de origen. Dudoso honor. Ni los estrictísimos controles de frontera británicos ni la antiterrorista USA exigen a los inmigrantes que sigan cursos al llegar al país. Alemania, de la mano de Holanda, sí está dispuesta a imponer por ley este año cursos obligatorios de integración.
¿Se extenderá la intolerancia holandesa a sus vecinos? Los franceses han prohibido el velo islámico, Estados Unidos exige a sus nuevos ciudadanos que muestren su dominio del inglés y un conocimiento general sobre América, y Australia se negó creando gran polémica a permitir desembarcar en 2001 a los ocupantes de un barco que encallara en su costa occidental. Hace unas semanas la Comisión Europea publicó un estudio según el cual el 80% de los nacionales europeos están a favor de controles de inmigración más severos. La investigación realizada por Bureau Gallup también indica que el 79% de los holandeses está por medidas más duras. Los sentimientos antiinmigrante no son exclusivos de Holanda. Y preocupan, dado que la población de este siglo se compondrá cada vez más de una población que se moviliza internacionalmente. Forzar a la gente a que se integre supone privarla de su herencia cultural, autoestima e identidad nacional. Llevarte bien con los vecinos voluntariamente e integrarte y adaptarte a una sociedad extranjera tolerante es gratificante, pero intentar encajar en una comunidad de holandeses con sentimientos cada vez más antiinmigrante no. Y, tal y como otra comisión asesora de gobierno señalaba hace un mes, los holandeses no ofrecen incentivos adicionales para la integración, tales como descuentos en los costes del curso o listas de espera más cortas para conseguir el permiso de residencia. ¿Se supone acaso que los inmigrantes deben adaptarse a los modelos morales holandeses con vistas a la integración, y convertirse de este modo en seres tan intolerantes como están empezando a ser los holandeses No. Ni locos.
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