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largo viaje de un traductor


[Andrew Bast] En los atiborrados libreros de Gregory Rabassa hay un ejemplar de la primera edición en 1963 de ‘Rayuela', la novela experimental del novelista argentino Julio Cortázar. Rabassa había recién obtenido su diploma de doctor en filosofía a mediados de los 1960 cuando un editor de Pantheon -que había seguido su trabajo como editor de una desaparecida revista literaria de la Universidad de Columbia- le propuso traducir al inglés el libro de Cortázar. Sin haber leído la que se ha dado en llamar una novela "endemoniadamente esotérica", Rabassa se sentó y tipeó un borrador en inglés, palabra por palabra. El trabajo de Rabassa, titulado en inglés ‘Hopscotch', obtuvo en 1967 el primer premio en traducciones de la National Book Award.
"Hay 50 de ellos detrás de mí", dijo Rabassa, meditando en su apartamento del Upper East Side, el que comparte con su esposa, Clementine. Tiene una complexión delicada, y el pelo cano lo lleva como si fuera una corona. Está rodeado de novelas escritas por gigantes de la talla de Jorge Amado, Mario Vargas Llosa, José Lezama Lima y Gabriel García Márquez, las ediciones originales en español o portugués junto a su traducción publicada al inglés.
Ahora, a los 82, Rabassa publicará finalmente su propio libro extenso, ‘If This Be Treason: Translation and Its Dyscontents', una lúdica reflexión sobre el trabajo de toda su vida en New Directions tiene programado lanzar la próxima primavera.
"Mi tesis en el libro es que la traducción es imposible", dijo Rabassa. "La gente cree que se puede reproducir, pero tú no puedes transformar a una cría de pollo en una de pato. Lo mejor que puedes hacer es acercarte algo".
Si eso fuera verdad, entonces Rabassa se ha acercado más que nadie. Es considerado en todo el mundo como uno de los más grandes practicantes de su oficio. "El gran don de Rabassa es haber encontrado en inglés la música que le permite traducir a un amplio número de escritores de habla hispana", dijo Dan Simon, fundador de la editora Seven Stories Press, que ha publicado algunas de las traducciones de Rabassa. "Es fácil imaginar que si Rabassa se hubiese hecho diplomático o cirujano, ahora no tendríamos traducciones legibles de Cortázar o de García Márquez".
Sin embargo, a pesar de los galardones, la traducción todavía es un arte difícil y poco comprendido. A menudo el nombre del traductor no aparece en la cubierta de los libros, dijo Simon. Sin embargo, una "traducción mala perjudicará sus ventas en el mercado".
Walter Benjamin, el crítico literario alemán, escribió alguna vez que "ninguna traducción es posible si su objetivo último fuera parecerse al original".
García Márquez ha dicho de Rabassa que leyó ‘Cien Años de Soledad', se sentó y la re-escribió en inglés. (También dijo que la traducción de Rabassa había mejorado el original).
Pero Rabassa alega que re-escribir no es lo único que hace. "Estoy leyendo en español, pero casi siempre en inglés, así que así es como lo hago.
"Cuando hablo sobre esto, yo digo que el inglés está oculto detrás del español. Eso es lo que hace que una traducción sea buena: tienes que pensar que la traducción debe sonar como si García Márquez hubiera nacido hablando inglés.
En el caso de Cortázar, Rabassa desarrolló con él una relación, y se hicieron buenos amigos, gastando días y noches escuchando los discos de 78 revoluciones de Count Bassie y Lester Young. Rabassa tradujo a Luis Rafael Sánchez y compartió con él los salones de hoteles en las playas de Puerto Rico. Y después de traducir ‘Seven Serpents and Seven Moons', de Demetrio Aguilera-Malta, un antiguo embajador ecuatoriano en México, terminó con una de las pinturas del traductor en una pared de su apartamento.
Sin embargo, Rabassa también ha producido traducciones brillantes sin tener relación alguna con el autor. Jorge Amado y García Márquez no querían saber nada de sus libros en inglés.
Rabassa dijo que había tipeado página por página su traducción de ‘Cien Años de Soledad', de García Márquez, tal como hizo con la novela de Cortázar. Sin embargo, a diferencia de su ciega excursión con ‘Hopscotch', Rabassa había leído la mágica epopeya de García Márquez sobre la familia Buendía ya antes de que intentara traducirlo. "Sabía que era un libro muy bueno, pero no era divertido saber todo de antemano", dijo.
En su sillón, picando una masita griega, Rabassa explicó que los títulos presentan sus propias dificultades. Cuando su traducción del clásico portugués del siglo diecinueve, ‘Memórias póstumas de Bráz Cubas', de Joaquim Maria Machado de Assis, de la editorial Noonday Press, apareció bajo el título de ‘Epitaph of a Small Winner', Rabassa protestó.
"No se hacen tonterías con un clásico", dijo. "Es como decir que ‘Madame Bovary' es la historia de una mujer adúltera de clase media". (El libro con el título traducido por Rabassa fue publicado en 1997 por Oxford University Press).
La mitad del libro de Rabassa consiste de reflexiones sobre cada uno de los muchos autores que ha traducido; la otra será una memoria de cómo llegó a hacerse traductor. El epílogo, dijo, será dejado incompleto, como una "traducción que nunca termina".
Rabassa nació en Yonkers en 1922. Su padre era un corredor de azúcar cubana, pero, dijo, "el viejo no hablaba mucho español en casa". El joven Rabassa estudió francés y latín en la secundaria; luego estuvo en Dartmouth, dijo, donde comenzó a "recolectar idiomas", dijo Rabassa. Ahí estudió portugués, ruso y alemán. Cuando habla, su voz se pasea fluidamente entre las cinco diferentes lenguas que habla.
"Yo chapoteaba el italiano", dijo Rabassa, "hasta que compré por entonces una bonita edición de Dante. Para leerlo, utilicé el español y el portugués -que se parecen mucho al italiano- substituyendo las palabras italianas, y terminé hablando italiano".
En 1942 Rabassa se enlistó voluntariamente en el ejército y, debido a sus habilidades lingüísticas, terminó en el despacho de los Servicios Estratégicos. Rabassa tradujo mensajes en código o del inglés al inglés, como decíamos, y también hizo interrogatorios.
Cuando volvió a Estados Unidos después de pasar un tiempo en Italia y en el norte de África, Rabassa vivió en la calle de Morton, asistió en Greenwich Village a actuaciones de Charlie Parker y escribió poesía. Estudió para su licenciatura en español en la Universidad de Columbia y luego, aunque cansado de los idiomas, siguió estudiando y terminó su doctorado en portugués. En una recepción Rabassa conoció a un administrador del Queens College y terminó como profesor ahí. Todavía imparte clases de introducción a la carrera de traducciones de literatura en lengua española.
"Cuando comencé a enseñar", dijo, "tenía la misma edad que mis estudiantes, y todavía vivo con esa ilusión".
Rabassa dice que aunque ha traducido a una nueva generación de escritores de habla hispana, ha cambiado muy poco desde que él tradujo a los gigantes. A pesar de las diferencias en estilo, el modo en que aborda un texto es esencialmente el mismo.
"Las traducciones que yo hice son todas muy diferentes", dijo. "Creo que funciona porque no creo que yo tenga un estilo de traducción. Es un sentimiento positivo que tengo hacia ellos. Hay mucho de instintivo en lo que hago. Sólo tienes que dar en el clavo. Yo nunca estoy seguro de si algo está bien o no, pero sí se muy bien cuando algo está mal".

Libro comentado:
If This Be Treason: Translation and Its Dyscontents
New Directions

©new york times

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