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obscena vida de karrine


[Nia-Malika Henderson] En su ‘Confessions of a Video Vixen', Karrine Steffans renuncia a los excesos del hip-hop.
Nueva York, Estados Unidos. En los estudios de los videos hip-hop en los que aparecía, Karrine Steffans era la bailarina que nunca decía no. ¿Broches de estrellas doradas? Seguro. Agregad los tíos, y una tanga de piel de avestruz mostrando el trasero. Ningún problema. Pero eso era hace algunos años y un apodo vulgar atrás.
Hoy, cuando la oímos contar todo -y ella se explayó con mucha franqueza-, Steffans ya no es esa mujer. A los 26, es una escritora exitosa de Los Angeles que ha puesto a hablar al mundo del hip-hop con su polémica memoria ‘Confessions of a Video Vixen'. Y cuando cruza el vestíbulo del hotel Omni Berkshire en ruta hacia todavía otra promoción más, se ve casi conservadora. No conservadora como Liz Claiborne, sino conservadora para una mujer que dice que pasó la mayor parte de sus veinte brincando de un éxito del hip-hop a otro. Ahora sale con Bill Maher. Sí, ese Bill Maher.
Rodeada por su agente literario y guardaespaldas, Steffans lleva una blusa negra con cuello y botones, vaqueros Express y zapatos negros de taco alto abiertos. Su greña de pelo rubio parece ser el único resto de sus días de video. Esta mañana estaba con la británica Elle. La noche anterior, firmó libros para unas 250 personas. Más tarde hay una entrevista con la televisión de Nueva Zelanda y un panel de debate con Iman en la Feria del Libro de Harlem.
Autores inéditos reciben rara vez esas expresiones de cariño. Y ciertamente no terminan convertidos en un popular cómic, ‘Boondocks', donde uno de los personajes condenaba a Steffans por contar secretos y luego se preguntaba dónde podría hacerse con un ejemplar. Sin duda, los lectores comprarán u hojearán el libro de Steffans buscando chismes sobre los coqueteos de Steffans con algunos de los artistas de hip-hop más famosos. Hojeando en sus páginas, está claro que la pandilla está toda ahí.
P. Diddy. Ja Rule. DMX.
Y cada uno de ellos, cuando interrogados a través de un portavoz o agente sobre sus relaciones con Steffans sobre las que ella escribe en el libro: No tengo nada que decir.
Su libro salió hace un mes y sus entrevistas en la mayoría de los mercados de radios urbanas han empujado a la gente a las tiendas, y colocado el libro en la lista de éxitos de venta. Alcanzó el tercer lugar en la lista de éxitos de venta del Washington Post y el séptimo en el New York Times. Su editor dice que se han embarcado 110.000 ejemplares, y el libro entrará a prensas para su sexta edición.
Qué motivos tenía Steffans ha sido el tema candente en salones de belleza y peluquerías en todo el país. Pero en ruta a un debate sobre la belleza en la Feria del Libro de Harlem, suena como una activista social en ciernes. En su opinión, con sus historias de groopie arrepentida sobre el sórdido bajo vientre del hip-hop, no hace más que seguir las huellas de raperos como Lauryn Hill, Eve y Queen Latifah.
"Sabemos lo que pasa con los niños negros que no tienen papás, lo hemos oído, lo sabemos", dijo Steffans. "Pero nadie dice realmente que mujeres jóvenes que nacen sin padres tengan problemas serios especialmente cuando sus madres no tenían padre y la madre tenía problemas... Cuando hablo sobre este asunto, la gente escucha".
En su memoria, Steffans cuenta la historia de su infancia difícil y la desordenada vida del círculo íntimo del hip-hop. Creció en St. Thomas, como dice en el libro, con una madre dominante y abusadora. Su padre, escribió, estuvo en gran parte ausente.
Se mudó a Estados Unidos cuando tenía 10, y con su acento y ropa anticuada, no se adaptó. A los 13 fue violada por un tipo que conoció en una fiesta house. A los 16 era striptisera, y bailaba a menudo para atletas profesionales -ganaba a veces mil dólares por noche. A los 17 se fue a vivir con Kool G Rap, un rapero en decadencia, que era 10 años mayor. La unión produjo un niño, un hijo al que Steffans dedica su libro.
Su relación con Kool G Rap, al que describe como tumultuoso, la introdujo al mundo crecientemente comercializado de la música rap y le dio amplios motivos para que buscara una vida diferente. Era el inicio de la era de los trajes brillantes del hip-hop y cuando miraba los videos en la televisión por cable Steffans quería formar parte de él.
"Yo envidiaba a las mujeres de esos videos, sus cuerpos perfectamente voluptuosos... yo quería estar ahí, no me importaba quiénes fueran", escribe en su libro. Pronto, con amigos de la industria mostrándole cómo moverse en Los Angeles, lo lograría. Drogas, sexo, fiestas. Sin parar. Lo que emerge de su memoria es un mundo habitado por hombres y mujeres que están siempre buscando el siguiente colocón -el club más de moda, el coche más guapo, o la moto más grande.
Codearse con la realeza del hip-hop permitió a Steffans a conseguir un papel en ‘A Man Apart', con Vin Diesel como protagonista. Eso fue sublime. Pero Steffans tocó fondo después de una sobredosis que casi la mató, perdió su apartamento y descubrió que sus amigos famosos la habían abandonado. Se dio cuenta de que estaba persiguiendo cosas equivocadas en compañía de gente que no le convenía. Entonces empezó a escribir.
"Tuve que reunir todos mis diarios de vida y todas las cosas de mi vida... fotografías, billetes de avión, cualquier cosa en la que pudiera ver mi pasado", dijo. "Hice una historia con todo y simplemente la conté". Steffans ofreció su manuscrito a HarperCollins/Amistad en marzo.
Lo que ha hecho Steffans, de acuerdo a Michaela Angela Davis, editora de la revista Essence, es llegar a gente que puede haber desdeñado antes sus protestas contra la misoginia del mundo del rap.
"La historia de Karrine realmente está llegando a la gente en la calle", dijo Davis. "Viniendo de ella, está realmente volcando la marea sobre cómo se trata a las mujeres en el mundo del hip-hop".
Davis dijo que esperaba que Steffans fuera a las comunidades y hablara de sus experiencias. De acuerdo a su publicista, Gilda Squire, ese es el plan. En octubre, Steffans estará en la librería de la Universidad de Howard antes de vacaciones. Monique Mozee, gerente de comercialización de la librería, también dijo que colocaba las conversaciones sobre la misoginia en el hip-hop bajo una luz diferente.
"Cuando tienes a alguien que ha conocido a alguna de esta gente y vuelve diciendo: ‘Sí, eso es malo', lleva el tema a otro nivel", dijo. "Ella tiene una audiencia. Dice: ‘Me preocupan las jóvenes y no quiero que pasen por lo que pase yo".
Tricia Rose, profesora de estudios americanos en la Universidad de California en Santa Cruz que ha escrito libros sobre el hip-hop y la sexualidad de las mujeres negras, calificó la historia de Steffans de una "historia bien aprendida... la versión negra de la prostituta que tiene éxito o que recupera la cordura". Lo novedoso de la historia es que es de una mujer negra del mundo de los videos musicales, y que nombra nombres. Pero Rose cuestiona que lo novedoso implique progreso.
"Pero no necesitamos tanto esta historia como otras que sean ricas, complejas y reflexivas", dijo Rose. "Estoy contenta que haya salido, y espero que provoque debate. La cuestión es si el libro será un catalizador de conversaciones serias, en oposición a permitir las respuestas fáciles, como que el video es malo o que es un estupendo vehículo provisto que evites los escollos. Esas son posiciones simples que creo que deberían preocuparnos".
La gente familiar con la historia de Steffans no la ve apoyando necesariamente alguna causa. "Si yo fuera mujer, haría lo mismo", dijo Mark Jones, 44, de Washington Noroeste. "Es una pena que mencione a todo el mundo. Un montón de gente cree que pudo haber sido más discreta".
Más tarde, en un panel con Iman y otras escritoras negras, Steffans dice a las jóvenes que se quieran a sí mismas, digan "no" a canciones que piden que ellas "se entreguen derretidas", y hablen entre sí. Este es el impresionante discurso de Steffans, leído en una especie de modo enérgico pero coqueto. Es como Marilyn Monroe con un mensaje feminista.
Después de firmar libros, posar para fotografías y ofrecer su "Muchas gracias" a los entusiastas, bajó a toda velocidad por el ascensor negro con una manada de fans tras ella. Todo el tiempo es así, dice, detrás de sus gafas de sol, Gucci. Terminado el flirt con la Costa Este, vuelve a Los Angeles para empezar a trabajar en un contrato por los derechos de cine y televisión. Y luego está su nueva novela, escenificada en Hollywood. Esta es la nueva Steffans, una mujer que dice que ha aprendido montones del presentador de televisión Maher, al que conoció en abril en una fiesta de la revista Smooth en Los Angeles, que es importante leer de todo y es importante obligar a la gente a discutir las cosas que se niegan a discutir.
Este libro le ha proporcionado sus títulos: cazafortunas, soplona, mentirosa, feminista, oportunista. Steffans lo ha oído todo, e incluso después de que la amenazaran de muerte (de ahí el guardaespaldas).
Pero se ha hecho un nuevo sello para ella.
"Soy una escritora, eso es lo que siempre ha estado en mi cabeza", dijo, como si se hubiera licenciado recién. "Nunca he sido una modelo. Fui actriz durante un minuto y he querido siempre ser escritora. Por eso me voy a quedar aquí. Os esperan un buen montón de libros".

29 de julio de 2005
©washington post
©traducción mQh


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