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rebelde con causa


[Charles Kaiser] Un revolucionario de los derechos homosexuales.
Las piezas de teatro de Oscar Wilde, especialmente ‘La importancia de llamarse Ernesto' aseguró al autor nacido en Irlanda un lugar permanente en el panteón inglés. Esa es una razón por la que la mayoría de las biografías previas se han concentrado en sus logros literarios. Pero las inclinaciones sexuales de Wilde crearon casi todos los dramas públicos de su vida. Basándose en entrevistas halladas recientemente con algunos de los testigos de sus penurias, así como en numerosos diarios de vida y memorias inéditas, Neil McKenna ha escrito un excelente nuevo retrato de la vida secreta de uno de los personajes más trágicos y encantadores del siglo 19. Empieza con un hecho sorprendente: "El lugar de Oscar en la historia de esta pequeña pero valiente banda que peleó por la emancipación legal y social de hombres que amaban a otros hombres, ha sido rara vez reconocido". Esta meticulosa reconstrucción del "viaje sexual" de Wilde abre importantes nuevo terrenos al colocar a Wilde en el centro del panteón de los revolucionarios sexuales homosexuales. Y McKenna propone convincentemente que "el compromiso de Wilde con ‘la Causa'" explica "muchas de sus decisiones de otro modo inexplicables".
Wilde nació en Dublín en 1854 y vivió toda su vida durante el reinado de la Reina Victoria. Su juventud estuvo dominada por la sofocante moral de la vida victoriana, en la que la sodomía era frecuentemente retratada como un crimen peor que el asesinato. Pero gracias a la adicción inglesa a la contradicción, el sexo homosexual era desenfrenado entre los chicos y hombres del siglo 19. De acuerdo a John Addington Symonds, un poeta homosexual que estudió en Harrow, una escuela pública, "todos los chicos guapos de aquí tenían un nombre femenino y eran reconocidos como putos" o como amantes de alguien más arriba, mientras el futuro amante de Wilde, Lord Alfred Douglas (‘Bosie'), calculó que "al menos noventa por ciento de sus contemporáneos" en Winchester tenía sexo con otros muchachos. "La práctica del amor griego es tan generalizada que solamente los que son físicamente poco agraciados son los que se ven reducidos a vivir sin amor", escribió Bosie muchos años después.
La madre de Wilde publicó incendiarios poemas instando a los irlandeses a levantarse en armas contra sus opresores ingleses. Su hijo heredó todos sus genes radicales, pero estaba destinado a convertirse en un tipo enteramente diferente de revolucionario. Vivió justo en la época en que Europa presenciaba los primeros pasos de un movimiento científico que rechazaba siglos de condena judeo-cristiana del amor homosexual.
En los años de 1860, un abogado alemán llamado Karl Heinrich Ulrichs puede haber sido el primer europeo moderno en declarar públicamente su homosexualidad. Ulrichs escribió docenas de libros y folletos donde exponía su principal argumento: La preferencia amorosa por el mismo sexo es hereditaria; por eso no debe ser vista como un delito. Introdujo la palabra ‘uraniana' como sinónimo de las relaciones homosexuales, e incluso exigió que se otorgara a los homosexuales el derecho a casarse. Pensadores ligeramente menos radicales en Alemania, Austria y Francia empezaron a sostener que el sexo entre hombres era un trastorno psicológico que debía ser tratado por los médicos, antes que como un delito a castigar por los tribunales. Como resultado, en 1876 ‘psicológico' se había convertido en una palabra que Wilde y sus colegas usaron para describir todo lo que pertenecía al sexo homosexual. Al mismo tiempo, escribe McKenna, "el esteticismo pareció surgir a la vida, completamente formado, hacia fines de los años de 1870". Fue "una embriagante mezcla de arte, idealismo y política, que quería propagar el nuevo evangelio de la Belleza". Y en 1893, poco después de conocer a Wilde, George Ives, un amigo de Wilde cuyos diarios de vida contienen muchos nuevos detalles de la vida del escritor, fundó una sociedad secreta llamada la Orden de Charona, en honor "a la guerra en la que en 338 antes de Cristo fueron masacrados los amantes masculinos de la Banda de Tebas". Los nuevos miembros de la Orden debían jurar: "Que nunca vejarás o perseguirás a los enamorados" y "Que todo amor verdadero será para ti como un santuario".
Estas corrientes revolucionarias -y un escándalo altamente publicitado que asociaba a la clase alta con ‘chicos de alquiler' de clase baja- produjeron una previsible reacción victoriana. Antes de 1885, sólo el acto específico de la sodomía era un delito en Gran Bretaña. Pero ese año, Henry Labouchere, periodista y miembro radical del parlamento, agregó una cláusula a la Ley de Enmienda del Código Penal que transformaba todo acto de "extrema indecencia" entre dos hombres como una falta punible con hasta dos años de cárcel. La ampliación de la ley fue el final de Wilde.
Como casi todos los homosexuales de su época, Wilde "luchó contra el ‘ardor'" de sus inclinaciones: La "maravilla del sexo con un joven" era a menudo seguida por amargos remordimientos". Pensando que podía dejar sus deseos homosexuales detrás de él, Wilde se casó en 1884 con Constance Mary Lloyd, que no tardó en parir dos hijos, en 1885 y 1886. Pero, como para millones de homosexuales antes de él, el experimento de Wilde con el matrimonio como una cura fue un completo fracaso.
Como demuestra McKenna una y otra vez, Wilde utilizó sus personajes narrativos para transmitir todos sus sentimientos prohibidos. Cinco años después de su boda, reveló sus deseos sexuales auténticos en "El retrato de Mr. W.H.', un libro sobre la misteriosa persona a la que Shakespeare dedicaba sus sonetos. El libro de Wilde fomentó la teoría existente de que W.H. era un niño actor isabelino, y McKenna escribe que "el verdadero héroe de la historia es el amor espiritual y sexual que sienten los hombres hacia los jóvenes". Un año más tarde, publicó ‘El retrato de Dorian Gray', una novela rebosante de erotismo homosexual, en la que uno de los personajes proclama una versión de lo que se convertiría en un mantra de la liberación gay un siglo después: "Darse cuenta perfectamente de tu propia naturaleza -eso es por lo que estamos todos aquí... El único modo de resistir la tentación es ceder a ella".
La vida de Wilde imitó su arte todavía más desastrosamente cuando se obsesionó fatalmente con ‘Bosie' (Lord Douglas), cuya delgada figura, dorados cabellos y azules ojos inspiraban "una apasionada admiración de parte de hombres y mujeres indiscriminadamente", de acuerdo a George Bernard Shaw. Cuando se conocieron en 1891, "Oscar se enamoró violentamente" de él, de acuerdo a Bosie. El joven estaba fascinado por Oscar, pero inicialmente atraído hacia él, porque nunca se había acostado con alguien mayor.
Bosie era un "adicto al sexo" con "peligrosos hombres jóvenes", incluyendo putos -gustos que Wilde finalmente también compartiría. Cuando se hicieron amantes, Oscar y Bosie hacían ostentación de su atracción por chicos de clase baja, llevándoles a todos lados, desde el Hotel Savoy hasta el Café Royal. Incluso en la Inglaterra victoriana podrían haberse salido con la suya por sus descaradas exhibiciones públicas de afecto, aunque la mayoría de sus contemporáneos consideraban que el sexo entre las clases al menos tan chocante como las uniones homosexuales. Pero dos hechos garantizaban la final caída de Wilde: El padre de Bosie, el Marqués de Queensberry, era violentamente anti-homosexual, y Bosie era uno de sus dos hijos homosexuales. El otro, el Vizconde Francis Drumlanrig, era el amante de Lord Rosebery, que llegaría a ser un primer ministro liberal.
Viscount Drumlanrig murió tras un "accidente" de caza, que McKennan dice que fue probablemente un suicidio para proteger a su famoso amante. La muerte del mayor de sus hijos inflamó al ya errático Queensberry. La gran noticia en esta biografía es la fuerte evidencia circunstancial que presenta McKenna de que Queensberry envió un breve y explícito ultimátum al gobierno liberal: Enviar a Oscar Wilde a la cárcel o hacer frente a la revelación de que varios importantes políticos liberales -incluyendo al primer ministro- eran sodomitas.
En cuanto a la inexplicable decisión de Wilde de hacerle un pleito a Queensberry por infamia, después de la acusación enteramente justa del marqués de que Wilde estaba "posando de sodomita", McKenna cree que la decisión de Wilde fue "tanto una expresión de su amor por Bosie y un artículo de su fe uraniana".
Este libro se lee como la gran tragedia que fue la vida de Wilde. Uno de los placeres más grandes de escribirlo lo constituyen probablemente los numerosos aforismos de Wilde con que McKenna salpica el texto. Wilde observó una vez que había sólo tres maneras de ser admitido en la sociedad: alimentándola, divirtiéndola o escandalizándala. "Él usaba las tres tácticas simultáneamente", observa McKenna, y los resultados con expuestos magníficamente en estas páginas.

Libro reseñado:
The Secrete Life of Oscar Wilde
Neil McKenna

Charles Kaiser es autor de ‘The Gay Metropolis'. Está escribiendo un libro sobre una familia francesa que peleó en la resistencia en París durante la Segunda Guerra Mundial.

4 de julio de 2005
©washington post
©traducción mQh

1 comentario

David Smith -

no puedo ver la continúa ... there is no live link