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secuestradas y vendidas en iraq


[Victoria Firmo-Fontan] La guerra permite historias escalofriantes. Bagdad está en manos de granujas de todos los tiempos. Pero este caso de secuestro y trata de blancas supera la imaginación, sugiriendo que hasta el jefe de policía anti-secuestros de Bagdad puede estar involucrado.
Cuando los pistoleros llegaron a la puerta de su casa en Bagdad, las vidas de las cuñadas Huda, 16, y Sajeeda, 24 -los nombres con los que quieren ser conocidas- iban a cambiar para siempre. Era el 17 de septiembre de 2003. "Estábamos limpiando el porche cuando cinco hombres armados entraron, nos agarraron y pusieron un paño en la boca", recuerda Huda.
Después de perder la conciencia, recuerda que despertó en la casa de Um Ahmed, una madama, en el distrito de Saidiye, Bagdad. "Al principio pensé que era una pesadilla, pero me di cuenta de que no estaba en mi cama, mi cuñada Sajeeda estaba conmigo y estábamos solas".
Sajeeda se había casado cinco semanas antes.
Entonces empezaron las golpizas y los traslados a diferentes casas y apartamentos en la ciudad, organizadas por Um Ahmed y su marido. Huda y Sajeeda eran escondidas en diferentes ubicaciones en todo Bagdad, sin comida ni agua. "Tratamos de escapar muchas veces", dice Sajeeda. "Pero nos golpeaban y amenazaban con matarnos. No podíamos hacer nada".
Entretanto, la madre de Huda, Aisha, las estaba buscando. Fue a la comisaría de policía del barrio, y a la unidad anti-secuestros de Bagdad, pero todo fue en vano.
Diez días más tarde, Um Ahmed vendió a las chicas a un egipcio llamado Mohammed Hassan Khalil. "Como yo no estaba casada, me vendieron por seis mil dólares, y Sajeeda por tres mil", dice Huda. "Mi himen tenía un precio; fue entonces que me di cuenta de que íbamos a tener que hacer cosas malas con los hombres. Estábamos aterradas".
El nuevo "dueño" de las mujeres las llevó, junto con otras mujeres iraquíes, a Siria. Les dieron nuevos nombres y pasaportes para cruzar la frontera. Sin soldados norteamericanos a la vista, Huda y Sajeeda -rebautizadas Haura Abdel-Hamid y Rent Laith para la ocasión- dejaron Iraq. Llegaron al aeropuerto de Damasco para volar a Yemen.
"Cuando estábamos en la aduana para embarcar para Yemen, le dijimos a un funcionario sirio que no queríamos viajar, que habíamos sido secuestradas", dice Huda. Khalil fue golpeado y apartado para ser interrogado, para alivio de las tres mujeres. "Pensábamos que nos iríamos a casa, pero fue a él a quien dejaron libre. Le pegó tanto a Sajeeda cuando estuvimos en casa que pensábamos que no sería capaz de volver a caminar, y tenía tantos dolores", recuerda Huda.
"Nos dejó en un apartamento en el centro de la ciudad, y se marchó a ver a un funcionario de la aduana que sabía que podía sobornar. Tuvimos que esperar una semana a que Sajeeda se pusiera mejor, y luego volamos a Yemen".
Cuando las mujeres llegaron al aeropuerto de Damasco, el funcionario corrupto estaba presente y aceptó la declaración de Khalil de que las tres mujeres viajaban voluntariamente con él.
La versión de Khalil de los sucesos ha sido aceptada por el coronel Faisal, jefe de la unidad anti-secuestros de Bagdad. En una entrevista concedida en marzo, el coronel Faisal rechaza la odisea de las mujeres diciendo que "esas chicas se escaparon con dos hombres que les prometieron matrimonio". Agregó que "no hay una ola de secuestros en Bagdad".
La esposa de Khalil, Um Issam, una iraquí, recibió a las mujeres en el aeropuerto de Sana'a. Las llevó al Hotel El-Diafe, en Aden. Ahí, Huda cuidó a su cuñada de las heridas de la golpiza y las dos fueron asignadas a tareas de limpieza en el hotel hasta que Sajeeda estuvo en condiciones de trabajar. "Un día Um Issam llegó a mi cuarto. Dijo que había pagado un precio alto por nosotras y que era hora de que empezáramos a trabajar de verdad", dice Sajeeda. Quería decir lo que otras 180 mujeres y chicas iraquíes estaban haciendo en el hotel: vendiendo sexo. Huda dice: "Todas esas mujeres y niñas iraquíes, la menor de las cuales tenía apenas once años, eran obligadas a tener sexo con hombres de Yemen, de Estados Unidos, y de los países del Golfo. Trabajaban día y noche, sin paga, y cuando se negaban las encerraban en los servicios durante diez días, obligándolas a beber el agua de la cisterna para no morir de sed".
Las mujeres se negaron a obedecer las órdenes de Um Issam. Fueron golpeadas tan brutalmente que Sajeeda tuvo que ser internada en un hospital. Después de este episodio, incapacitada de "hacer otro trabajo", las dos chicas fueron asignadas permanentemente a tareas de limpieza en el hotel.
Las propinas de los clientes permitieron a las mujeres ahorrar suficiente dinero como para poder llamar a su madre, Aisha, en Iraq, con el teléfono móvil de un vecino. "Me rogaban que les salvara la vida", dice Aisha. "Le dije que los salvaría, no importaba cómo".
Después de no recibir asistencia de la unidad anti-secuestros de Bagdad, Aisha se volvió a los norteamericanos. Encontró un oído comprensivo en la persona del sargento de primera clase Troy Stewart, en el cuartel del Regimiento de Artillería Blindada No. 1, en Bagdad. No podía hacer demasiado, pero escribió a la embajada yemení pidiendo que facilitaran su viaje a Yemen. Recuerda que el sargento Stewart estaba tan emocionado con su historia, que le tomó una foto para mostrarla a su esposa e hijas en Estados Unidos.
"Cuando yo me derrumbé de desesperación un día, envió un coche a recogerme a casa; siempre fue muy amable conmigo", dice.
Semana tras semana, Aisha se dirigió a la embajada yemení y a miembros del Consejo de Gobierno Interino iraquí hasta que finalmente se acordó con el gobierno yemení la liberación de todas las mujeres retenidas en el Hotel El-Diafe. El escándalo ha puesto al gobierno yemení en una situación embarazosa.
"Un día, a principio de abril, entraron al hotel y nos metieron en un bus en dirección a Sana's", dice Huda. "Cuando llegamos al aeropuerto, la policía dijo que las mujeres que podían pagar un billete podrían volver a Iraq, pero que las otras tendrían que casarse y quedarse en Yemen". Estas 180 mujeres que no fueron pagadas nunca, han sido secuestradas de sus hogares y sacadas de Iraq con pasaportes falsos. Ninguna tenía dinero ni documentos de identidad para viajar ese día, ni ningún otro.
Huda y Sajeeda llamaron a la madama iraquí en Yemen, Um Issam, y le suplicaron que las ayudara. "Algunas mujeres fueron casadas por Um Issam, por una enorme cantidad de dinero, con la promesa de que volverían a Iraq después, pero nosotros decidimos volver a Iraq, y prometimos trabajar para Um Issam allá", dice Huda. "Mohammed nos envió pasaportes, y dos días después volvimos a Bagdad a través de Amán".
Cuando llegamos a Bagdad, las chicas tenían miedo de volver a casa. "Um Issam nos contó que habíamos manchado el honor familiar, que nuestras familias nos matarían", dice Sajeeda. "Entonces nos dimos cuenta de que teníamos que trabajar como prostitutas, y que preferíamos morir. Así que escapamos y volvimos a casa".
Las dos mujeres hablaron con The Independent en casa de Huda, en Mahmoudiya, al sur de Bagdad. Huda fue recibida con los brazos abiertos por sus padres. Sajeeda, sin embargo, se escondió de su familia después de que su propio hermano jurara matarla si no se divorciaba de su marido. En opinión de su hermano ha manchado el honor de la familia y tendría que ser encerrada bajo llave por el resto de su vida. Cuando se les preguntó si culpaban a la invasión norteamericana de su odisea, Huda, Sajeeda y Aisha dijeron todas que el crimen organizado existía mucho antes de la llegada de las tropas norteamericanas a su país. Aisha explica: "Yo quería encontrar a los soldados norteamericanos para pedirles ayuda, pero los iraquíes se negaron. Los únicos que me han ayudado son los soldados norteamericanos".
Mohammed Hassan Khalil, que llevó a las chicas a Yemen, fue arrestado en Bagdad en abril, pero dejado en libertad sin cargos. Um Ahmed y su marido escaparon a Jordania, y Um Issam está todavía en Yemen, con un negocio floreciente. Como dice Aisha: "Los criminales que se llevaron a mis hijas son el legado de Saddam". Y así es también el nuevo sistema legal iraquí, a lo que parece.

24 de julio de 2004
©traducción mQh©independent

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